En
el 508 antes de Cristo hubo un pacto romano-cartaginés entre las dos
incipientes potencias el cual comprometía a los romanos a no desembarcar en
Córcega ni en Cerdeña. Es el tiempo de la creación de las primeras colonias
griegas y fenicias. Cartago, p. e., a una docena de km de la actual Túnez,
había estado fundada por los fenicios. Pero más adelante, en el 289 a. C.,
empezaron ya las escaramuzas en guerras internas donde unos se aliaban con los
cartagineses y otros con los romanos. El imperialismo, el afán de conquista y
riquezas hizo que en el 246 estallara la I Guerra Púnica. Generalmente los
cartagineses ganaban por mar, eran excelentes marinos, y los romanos por tierra.
Igualdad. Pero los romanos aprendieron rápidamente la técnica de la navegación
de sus pueblos vecinos y con unos aparatos llamados “cuervos” que se clavaban
en el barco enemigo y prácticamente convertían la batalla marítima en un
combate de terrestre para finalmente derrotar a sus rivales. Animados los
romanos, prepararon la batalla naval de Ecnomos (255 a. C.) al mando del cónsul
Marco Atilio Régulo. Romanos y cartagineses tenían unos 330 navíos cada parte:
los romanos perdieron 24 naves y los cartagineses 30, mientras el resto huía. Régulo
se acercó a 30 km de Cartago y los cartagineses pidieron la paz. Pero Régulo
impuso por su cuenta condiciones inaceptables y la lucha se reanudó sufriendo
los romanos una gran derrota y, además, Régulo fue hecho prisionero. Le dejaron
volver a Roma porque dio su palabra de honor de regresar a Cartago si el Senado
no aceptaba la paz. Sin embargo el cónsul insistió a sus compatriotas que
continuaran la guerra y marchó camino de Cartago a pesar de las súplicas de su
esposa e hijos. Le torturaron atrozmente hasta morir (según en alguna versión,
dentro de un barril tapizado de púas). La guerra continuó: el cartaginés
Amílcar Barca, padre de Aníbal, protagonista de la II Guerra Púnica, inventó lo
que hoy en día llamamos “comandos” y los envió a las costas de Italia. Roma
necesitó cinco años para rehacerse del desastre e iba perdiendo, las levas
estaban agotadas, al igual que el tesoro público pero con un supremo esfuerzo
por parte de los ciudadanos botaron una escuadra de 200 navíos y nombraron
comandante en jefe al cónsul Cayo Lutacio Cátulo que pudo finalmente derrotar a
Amílcar en la batalla de las islas Égadas a pesar de estar herido y
contraviniendo las órdenes del Senado de no atacar. La maniobra de asalto le
salió bien (200 barcos en contra de los 400 de Amílcar). El cartaginés perdió
120 naves y las supervivientes pusieron rumbo a Cartago (noblemente, Cátulo le
dejó retirarse). Cartago pidió la paz, Cátulo no quiso repetir el error de
Régulo y dejó las condiciones en manos de los políticos del Senado quienes
exigieron a los cartagineses abandonar Sicilia, restitución de los prisioneros
sin rescate y el pago de 3.200 talentos en diez años. Condiciones razonables,
dentro de todo, y Cartago las aceptó. Era el fin de la I Guerra Púnica (242 a.
C.) que había durado un cuarto de siglo, pero solo tiempo de reposo y
preparación para comenzar la II Guerra Púnica unos años después.
Marco
Atilio Régulo fue un personaje muy popular. De él hablan Caro Naevio, Quinto
Ennio, Polibio, Tito Livio y Marco Tulio Cicerón en “De Oficiis”
(lo cita en más escritos), donde se detallaba por vez primera la tortura y la
muerte para resaltar la valentía de Régulo. Silio Itálico se centra en la
amarga despedida de Roma para volver a Cartago. Quinto Horacio en su tercer
libro de sus “Odas” sigue las reflexiones de Cicerón, destacando
la valentía y el honor de cumplir su palabra dada a pesar de dirigirse hacia la
muerte, aparte de reflexionar sobra las consideraciones entre interés personal
y nacional. También Valerio Máximo lo cita como ejemplo de cumplimiento del
deber y la lealtad. Esta fidelidad será recordada por san Agustín en sus
escritos. Régulo estará presente en la Edad Media gracias a Lucio Enneo Floro,
Eutropio, Paulo Orosio y una obra anónima: “The Viris Illustribus”,
para seguir con Otto de Freising, Vincent de Beauvais y Matthew de Westminster
en sus “Flores Historiarum” (1235) donde resalta la
autodeterminación y la fidelidad a sus principios. Giovanni Boccaccio en “De
Casibus Virorum Illustrum” (1356- 1373) y John Lydgate en “Fall
of Princes” (1430-1438) siguen los esquemas de san Agustín.
En
el campo del teatro y de la ópera el prolífero Piero Metastasio redactará un
libreto en 1740 en el cual, entre otros, pondrán música Johann- Adolf Hasse
(1750) y Niccolo Jommeilli (1752). Al final sus familiares y todo el pueblo
comprenderán a Régulo en no ceder
delante sus ruegos y súplicas y le dejan marchar. Existe una ópera anterior de
Alessandro Scarlatti (1719) y Henry Purcell compondrá otra según una obra
teatral de John Crowne.
En
la literatura inglesa John Milton hizo una evocación a Régulo en “Paradise
Regained” (1671) y William Harvard escribió un drama (1744), la literatura
francesa nos dará las obras de Jacques Pradon (1688) y Antonio- Vincent Arnault
(1822), mientras la alemana tiene la tragedia de Friedric- Christian Bressand
(1695) inspirada en Pradon y una obra teatral de Joseph Heinrich von Collin que
fue estrenada en 1802 bajo la dirección de Johan Wolfgang von Goethe.
Narcís Ribot i Trafí
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