Con el
ocaso-desaparición de los grandes creadores del western (Ford, Hawks, Mann,
Walsh, Sturges, etc.) un amplio sector de la industria americana quedó en paro.
Como es lógico buscaron nuevos mercados y llegaron a España a causa de lo
barato de nuestra producción en aquel entonces.
Michael
Carreras, realizador y copropietario de Hammer Films, dirigirá el primer
western en territorio español: “Tierra brutal” (1961). En la misma
época el “Péplum” (“cine de romanos”, de tema fantástico- mitológico o
aventurero) italiano conoce su auge (1960- 1963) pero al acabarse la demanda
empiezan a rodar westerns en Italia al mismo tiempo que los españoles de la
mano de Joaquín Luis Romero Marchent realizan el primer western español, “La
venganza del Zorro”, el cual al tener éxito en su exportación a Italia
ofrece la idea de coproducción en masa refrendado especialmente por los tres
films de Sergio Leone: “Por un puñado de dólares” (1964), “La
muerte tenía un precio” (1965) y “El bueno, el feo y el malo” (1965).
Si bien Leone cuidaba sus productos --- discutibles, eso sí --- y con reservas
podemos defender algún film de Sergio Sollima
como “El halcón y la presa” (1967), “Corre, cuchillo… corre”
(1969) o “Cara a cara” (1968) como también aceptamos la profesionalidad
Joaquín Luis Romero Marchent (en colaboración con el malogrado escritor Josep
Mallorquí, guionista y creador del “Coyote”) con su violencia no
gratuita y su buen manejo de actores (nos acercamos a un tipo de western
costumbrista) no podemos en absoluto defender, ni nuestro amor al género nos
permite justificar la bazofia que vino a continuación en forma de avalancha.
Hemos visto que
el llamado “spaguetti western” nació principalmente de una necesidad
industrial y resultó un cine artificioso y falso (se imitaba vida, paisajes y
costumbres de U.S.A. de forma totalmente tosca) cuyo denominador común era la
desaforada violencia, sangre a raudales y la venganza del bueno que al final
mataba a todos los malos responsables de haber asesinado a su familia, amigo(s)
o de haber violado a su novia antes de matarla. Recordar, si se puede: “El
sabor del odio” de Umberto Lenzi (1969), “Hasta la última gota de sangre”
de Albert Cardiff (1968), “Dos cruces en Danger Pass” (1968) de
Rafael Romero Marchent (no tan aprovechado como su hermano Joaquín Luis), “Gringo”
de Ricardo Blasco (1963) y un largo etcétera. Será un cine donde abunden los
pseudónimos; junto a los realizadores, actores y algún que otro técnico
importados de América los nacionales combinan nombres y apellidos famosos
(Motgomery Clark, William Bogart, Richard Wyller, Motgomery Ford…).
Los primeros
productores responsables del “boom” del “spaghetti western” fueron los hermanos
Alfonso y Jaime Jesús Balcázar (también realizadores), quienes en 1965 llegaron
a producir 26 films en los ocho primeros meses (poseían una peletería en
Barcelona). En muchos de estos “spaguetti” los argumentos los
argumentos son prácticamente idénticos
por lo que además de la pasta italiana se les ha comparado también con
longanizas o salchichas. No diferenciamos una de otra, se consumen y se olvidan
una vez digeridas.
Se toman las
constantes del genuino western americano y se abusa de ellas sin ton ni son:
saloon, póker, rancho, caballos, diligencias, chico, chica, buenos, malos,
tiros, etc., según las oportunas combinaciones ya que con este dado múltiple
salen infinidad de “spaguetti- longanizas- chorizos”.
Si los rebaños
es algo típico en el original western nosotros haremos deambular diez o doce
vacas y toros bien distribuidos en la
Hoya del Manzanares, los indios no han de ofrecer ninguna preocupación pues hay
gitanos y labriegos morenos que por 20 o 30 duros diarios se prestan a la
perfección, si no tenemos al Río Grande si tenemos el Manzanares; el perfecto
desierto será Palomares (Almería), las silvestres praderas, decoradas con
campos de trigo y centeno (varias veces
un jinete cabalga entre canales de riego de cemento y hormigón y en ocasiones
se ve el tendido eléctrico al fondo), los pueblos- western los tendremos en
Cuenca, Fraga, Colmenar y “Esplugas- City” y los paisajes estarán plagados de
romero, algarrobos, tomillo e higueras; las ropas de los vaqueros recién
salidas de la fábrica, con brillantes cinturones, las cartas también acaban de
salir de la fábrica Heraclio Fournier, jamás se ve cargar un arma, se disparan
miles de tiros sin reponer nunca munición, hay vasos de Duralex, botellas con
tapón de rosca, unos cuantos caballos, unos troncos para hacer una empalizada y
en los hermosos ferrocarriles del “Far- West” alguien ha olvidado ---
craso error --- de quitar el letrero de RENFE.
Hacemos un
recuento del “spaguetti” filmado en España: dos films en 1961 (las ya citadas
“Tierra
brutal” y “La venganza del Zorro”), 5 en 1962, 10 en 1963, 29 en 1964 (gracias al impulso de
“Por
un puñado de dólares”), 34 en 1965 (grandioso éxito económico de “La
muerte tenía un precio”), 33 en 1966, 12 en 1967 (el mercado está
saturado momentáneamente), 24 en 1968, 18 en 1969, 19 en 1970, 22 en 1971, 19
en 1972 (está en auge la serie “Trinidad”), 8 en 1973 (empieza la
decadencia) y 3 en 1974 (punto y final) cuando la demanda se extingue.
En el “Western-
spaguetti” se apuntan realizadores de tercer o cuarto orden, algún
artesano honesto y los provenientes de Italia (aquí podríamos destacar la
trilogía de los “Sergios”: Sergio Leone, Sergio Sollima y Sergio Corbucci) o de
Estados Unidos (en 1973 el magnífico John Sturges dirigió en España “Caballos
salvajes”). Recordemos algunos personajes creados por el spaguetti: ”Trinidad”,
“Aguasanta”,
“Providencia”,
Aleluya”, “Camposanto”, “Sartana” y la fórmula repetitiva del título
como “Le llamaban…”, “Le seguían llamando…”, “Dejaron de llamarle…”, “Ya le
llaman …, “Y ahora le llaman…”.
La crítica
llamada “culta” dijeron que estos films eran de consumo para público de
coeficiente intelectual muy bajo (¿Se ha autoanalizado alguno de estos señores
alguna vez?) y ello solo es cierto en parte porqué en aquel tiempo muchos nos
tragábamos estos productos. Si bien es verdad hay quien no sabe diferenciar ---
normalmente ajenos al cine o espectadores ocasionales sin ningún interés por el
7º Arte --- estos subproductos, sean de José Mª. Zabalza, de José Mª. Elorrieta
o de Ignacio F. Iquino a los westerns de John Ford o Anthony Mann (sería no
diferenciar cualquier melodía pachanguera de verano con Beethoven o Schumann).
Se alejan de mi
imaginación estas películas mal hechas, miméticas, subdesarrolladas, con su
mugre y fealdad visual, con su grupo de bandidos capitaneados por Fernando
Sancho o Eduardo Fajardo, con su arrítmica y malsonante música de campanas,
armónicas, guitarras eléctricas, con los escupitajos de Clint Easwood (antes de
ser más conocido y hacerse famoso) en primer plano y las matanzas gratuitas y
sangrientas…
Narcís Ribot i Trafí