sábado, 12 de abril de 2014

LAS LEYENDAS DE GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER


“Miserere mei, Domine, secundum magnam misericordiam tuam” (Primer versículo del salmo de David, recitado por los espectros de los monjes en “El Miserere”)
Aquel movimiento artístico admirable y sorprendente a la vez llamado Romanticismo nació en Alemania e Inglaterra a finales del siglo XVIII para extenderse por toda Europa un poco más tarde, en el siglo XIX, tras la ya pasada Revolución Francesa y el sistema político intentado imponer por Napoleón Bonaparte y como revulsivo hacia la naciente Revolución Industrial en sus cambios económicos y sociales en rechazo a la Ilustración y Racionalismo además del choque con el Neoclasicismo. Al racionalismo neoclásico (1) oponen los románticos la intuición y los sentimientos y lirismo totalmente románticos buscando siempre lo sublime para en ocasiones llegar también a lo extravagante y grotesco aunque no deje de ser atractivo.
En España el movimiento llega más tarde, en la segunda mitad del siglo XIX --- en plena mutación del Romanticismo al Realismo --- cuando ya, prácticamente, estamos en el Postromanticismo o Romanticismo tardío en el resto de Europa. El Postromanticismo ahonda más en la profundidad íntima y sentimental del ser más que las características legendarias e históricas de las obras.
Gustavo Adolfo Bécquer nació en Sevilla el 17-2-1836 como Gustavo Adolfo Domínguez Bastida, hijo de de José María Domínguez Insausti, pintor costumbrista bastante reputado, y de Joaquina Bastida Vargas. Su padre había usado ya como pseudónimo un antiguo apellido, presente en la familia, de resonancias nórdicas (oriundos de Flandes): Bécker, Véquer o Bécquer. Más adelante Gustavo Adolfo adoptó y firmó sus obras con este pseudónimo. Nuestro hombre era el quinto hijo de una familia de ocho hermanos, siendo el mayor, Valeriano (seguirá los pasos de su padre en la pintura), con quien tendrá más fuerte relación y afinidad. A los cinco años, 1841, pierde a su padre y en 1846 ingresa en la asociación benéfica de San Telmo de Sevilla donde adquirirá su formación básica, dará a conocer su afición a la literatura, compartida con Narciso Campillo con el cual trabará una sólida y sincera amistad. Fruto de esta vocación por parte de ambos amigos nacerá el drama “Los conjurados” que llegó a representarse en el colegio. Doble desgracia para Gustavo Adolfo en 1847: fallece su madre y el gobierno clausura la institución San Telmo. El niño fue a vivir con su madrina, María Monnehay, dueña de un negocio de perfumería. Aquí aparecen sus primeras composiciones poéticas. Un año después pasa a residir en casa de su tía, María Vargas, junto con otros hermanos suyos. Tras unos escarceos con la pintura decidirá ir adelante con su originaria vocación literaria.
Nunca consiguió una vida estable (disfrutó de buenos momentos,  aunque escasos) y su salud siempre fue precaria. Casó con Casta Esteban, hija de un médico soriano, en 1861. El matrimonio duró solo dos años. Entre 1861 y 1863 publicó la mayor parte de sus Leyendas además de varias rimas y durante su estancia de ocho meses en el monasterio Veruela (1864) para recuperar su deteriorada salud a la vez que redactaba el ensayo literario “Cartas desde mi celda”, colección de epístolas al igual que sus “Rimas” (colección de 76 poesías) son de una sencillez y lirismo muy por encima de las escritas por sus contemporáneos. La obra configurativa para su futura prosa --- especialmente en las Leyendas” --- fue “Historia de los templos de España” (1857). Tuvo también una faceta de periodista (en alguna ocasión fue director de alguna publicación) y otra de dibujante. Sus veintidós “Leyendas” se publicaron por primera vez en periódicos, y su estilo no es inferior a las “Rimas” y son pura prosa lírica/poética. En septiembre de 1870 falleció su hermano Valeriano. Volvió a vivir con su esposa pero su salud empeoró irremediablemente y el 22 de diciembre del mismo año murió en Madrid. Sus amigos, Julio Nombela y Narciso Campillo lograron publicar la primera edición de la obra becqueriana un año después, 1871.
“Dicen que después de acaecido este suceso, un cazador extraviado que pasó la noche de Difuntos sin poder salir del Monte de las Ánimas, y que al otro día, antes de morir, pudo contar lo que viera, refirió cosas horribles. Entre otras, se asegura que vio los esqueletos de los antiguos templarios y de los nobles de Soria enterrados en el atrio de la capilla levantándose al punto de la oración con un estrépito horrible y, caballeros sobre osamentas de corceles, perseguir como a una fiera a una mujer hermosa, pálida y desmelenada que, con los pies desnudos y sangrientos, y arrojando gritos de horror, daba vueltas a la tumba de Alonso” (“El Monte de las Ánimas”, publicada en “El Contemporáneo” el 7 de noviembre de 1861)
LAS LEYENDAS son, casi todas, historias terroríficas dentro de un escenario realista cuya cotidianidad se rompe con un acontecimiento sobrenatural, mágico y/o misterioso cuyos fundamentos son el amor (muchas veces es una pasión fogosa, ardiente y, a la vez inexorablemente fatídica), el intento de conseguir lo imposible y el núcleo operativo de lo mágico/espantoso/sobrenatural: el más allá.
La presencia de lo sobrenatural lo vemos en la literatura “gótica” (de “godo”, en la mayor parte de las narraciones los castillos y monasterios medievales eran sus escenarios) la cual apareció fundida con el Romanticismo --- podríamos decir que prácticamente formaba parte de él --- en contraposición al Racionalismo (lo “políticamente correcto” de la época) y extendida desde finales del siglo XVIII a finales del XIX. Sucesos sobrenaturales, leyendas, personajes maléficos,  misterios inexplicables desde la razón humana y en este balanceo real- fantástico se produce, junto a la amenaza adjunta, el horror. Venerables nombres como Edgar Allan Poe (Boston, 1809- Baltimore, 1849) o el romántico alemán Ernest Theodor Amadeus Hoffmann (1776-1822) fueron maestros consumados de la literatura gótica. Muchas de las leyendas de Bécquer están adheridas, buen número de ellas, al género “gótico”. Las narraciones “legendarias” habían sido tocadas ya por autores como Zorrilla o el Duque de Rivas los cuales las pergeñaron en verso. La diferencia con las de Bécquer, bastante superiores, no radica tan solo en escribirlas en prosa (y por tanto más directa y libre para narrar, al menos en este caso) sino que los personajes están mejor dibujados, la mayoría también dentro de la Edad Media pero lo extraño y sobrenatural adquiere un rol decisivo al fusionarse la realidad con la fantasía dando como producto una atmósfera de misterio inexplicable y de terror que califican a Bécquer como gran maestro y autor de estas pequeñas (en el sentido de ser relatos cortos) gemas de la literatura hispana como en música son “pequeñas” piedras preciosas las mazurcas, nocturnos, polonesas, barcarolas, nocturnos o rondós de Fréderic Chopin ya que lo genial no solamente se encuentra en “lo grande” (en este caso el corpus sinfónico beethoveniano, sin parangón en la historia musical).
El choque cotidiano- sobrenatural hace viajar a Bécquer al pasado, allí coloca sus leyendas, la mayoría en la Edad Media. Lo narrado pertenece al pasado y al no poder corroborarse continúa el pendular real-fantástico provocando las dudas/el temor/el terror entre los escuchas/los lectores de la historia. Son excepciones en lo temporal “El beso” (Guerra de la Independencia, ocupación francesa de Toledo) y “El Miserere” (en el siglo XIX) y en “El rayo de luna” lo presentado como sobrenatural tiene una explicación racional al final de la historia aunque durante todo el relato se mantiene esta oscilación y en alguna otra el relato es realista con elementos románticos incrustados (“La venta de los gatos”, “¡Es raro!”, “Tres fechas”). “Lo fantástico” estará también presente en dos historias constituyentes de las cartas VII y VIII en “Las cartas desde mi celda”. Los lugares escogidos están distribuidos sobre gran parte de la geografía española --- algunos visitados por él, otros no --- con ruinas, castillos, monasterios descampados y/o lugares apartados dentro o fuera de pueblos o ciudades antiguas. El ambiente será lúgubre y misterioso, en concordancia con el estado de ánimo y sentimientos de los personajes. En Soria encontraremos las leyendas de: “Los ojos verdes” (1861), “El rayo de luna” (1862) y “El Monte de las Ánimas” (1961), en Toledo hallaremos “La Rosa de Pasión” (1864), “El beso” (1863) y “Tres fechas” (1862) mientras “La promesa” (1863) es una leyenda castellana.  En Navarra, “La cueva de la mora La” (1863) y “El Miserere” (1862); en Aragón, “La corza blanca” (1863) y “El gnomo” (1863); en Sevilla, “Maese Pérez el organista” (1861) y “La venta de los Gatos” (1862): “¡Es raro!” (1861) pertenece a Madrid mientras “La cruz del diablo” (1860”) y “Creed en Dios” (1862) son de Cataluña y “La creación” (1861) es un poema indio (subtitulado así por el autor y cuya base se encuentra en el texto hindú “Ramaiana”, escrito en el siglo VI a. C.) que permite una lectura alegórica al igual que “El caudillo de las manos rojas” (1858), buscando el exotismo oriental antes de asentarse en la geografía hispana.
El narrador de las leyendas es un recopilador enterado el cual nos ofrece el relato en ambientación folklórica (en alguna ocasión, “La cruz del diablo”, p. e., se coloca el mismo como narrador).
El amor predomina muchas de las leyendas: jóvenes enamorados, pasiones que les obligan a ser impulsivos e imprudentes, un amor por encima de su propia vida, fanatismo a veces, conduciendo todo ello a la fatalidad (“La ajorca de oro”, “El rayo de luna”, “La corza blanca”) o a la muerte (“Los ojos verdes”, el Monte de las Ánimas”), en otras no es el amor de una mujer sino la carrera hacia un ideal artístico (“Maese Pérez el organista”, “El Miserere”), todo ello muy propio del Romanticismo. Habrá mujeres altivas y caprichosas las cuales serán sujetos conductores hacia esta fatalidad o muerte (“La ajorca de oro”, “El Monte de las Ánimas”), otras que son espíritus maléficos (“Los ojos verdes”) o se transforman en animales (“La corza blanca”), pero todas son bellísimas… El amor apasionado e imposible acarreará la desgracia y la muerte tanto al enamorado Alonso (al penetrar en el “Monte de las Ánimas” la noche de los difuntos) como a la soberbia Beatriz, el judío Daniel entrega su hija Sara a la muerte por convertirse al cristianismo (“La rosa de la pasión”), Pedro- Alonso encuentra la locura al penetrar en la catedral de Toledo e intentar robar durante la noche una joya en atención a su altanera novia “La ajorca de oro”) y el joven Fernando de Argensola camina hacia su destrucción al enamorarse ardorosamente de una mujer la cual en realidad es un espíritu maléfico (“Los ojos verdes”) y también el enamorado Garcés cazará a la “Corza Blanca” sin saber, en aquel momento, que está matando a su amada Constanza, en realidad transformada en el animal como el músico que por amor vencerá su miedo para anotar las lúgubres notas del “Miserere de la Montaña” recitado por los monjes espectrales (“El Miserere”) aunque luego sus cabellos se volverán blancos y fallecerá...
El elemento fantástico, lo sobrenatural obrará siempre durante la noche para castigar la profanación de lo que “está prohibido”: Fernando no hace caso de las advertencias y se acerca a las aguas en donde vio a la hermosa joven, en realidad una ondina, de la cual se enamoró al instante y será arrastrado por unos brazos invisibles al fondo del lago (“Los ojos verdes”); Manrique recorre las ruinas de la iglesia de los Templarios porqué ha contemplado allí a una misteriosa mujer de la que se enamora al instante, continuará buscándola, sin hacer caso al guardián del recinto, y finalmente deducirá que el objeto de su pasión fue provocado por la luz lunar (“El rayo de Luna”) y acabará en la locura;  una anciana cuenta que nadie como Maese Pérez ha tocado el órgano tan bien (falleció hace años durante la misa del gallo en Sevilla, parroquia de Santa Inés), y al cabo de un año de su muerte un rival suyo había intentado tocar el órgano recibiendo la visita del espectro de Maese Pérez quien regalará una música celestial a los feligreses (“Maese Pérez el organista”) y estos elementos/sujetos de lo sobrenatural y pavoroso --- frecuentemente anunciados con sonidos acústicos totalmente naturales --- serán algunas de sustrato cristiano (los monjes de “El Miserere”, los resucitados de “El monte de las ánimas”, la acción de robar en una lugar sagrado (“La ajorca de oro”) o de profanarlo cuando el oficial borracho intenta besar a una estatua (“El beso”) y otras de tradiciones y supersticiones antiguas (“Los ojos verdes”, “La corza blanca”). En otras leyendas el protagonista es un malvado, quizás con remisión (Teobaldo de Montagut en “Creed en Dios”) o el perverso señor del Segre, reemplazado en su armadura, cuando este desaparezca físicamente, por el mismo demonio (“La cruz del diablo”).
Los “agentes” activadores de lo pavoroso, de lo “fantastique” son conocidos popularmente y forman parte de  aquellos citados en los sesudos análisis del los Harry Belevan o Tzvetan Todorov:
--- Los monjes asesinados en pecado están purgando sus pecados para entrar, en un futuro, en el cielo, aparecen sus esqueletos con hábito subiendo las escaleras y entonando su melopea en el “El Miserere”. No se dice a que orden o congregación pertenecían como si se anuncia en “El Monte de las Ánimas”: los templarios, citados en alguna otra narración becqueriana, son los que resucitan junto con sus rivales, los caballeros de Soria y muertos todos en una feroz batalla para ocupar unas tierras de coto de caza. Al menos en la representación física se inspirará el realizador  gallego Amando de Ossorio  para su “saga de los Templarios” (2) ---
--- El espectro que viene a realizar un trabajo (o acabar una acto ya empezado) como ofrecer un concierto maravilloso, sin paragón (“Maese Pérez el organista”) ---
--- La estatua, armadura o maniquí que cobra vida (“La ajorca de oro”, “La cruz del diablo”,El beso”) ---
--- El demonio actuante como un personaje más del mal (“La cruz del diablo”, en forma invisible) ---
--- El espíritu maligno que atrae los seres humanos a una trampa que será su perdición (“Los ojos verdes”) bajo el envoltorio de una hermosa mujer ---
--- Una variante licantrópica: una bella muchacha se transforma en corza blanca, inspirada en el tema de la “biche blanche” presente en el folklore europeo ---
--- La suspensión o repetición del tiempo y el viaje a otras dimensiones fuera del mundo cotidiano (“Creed en Dios”) ---
---Magia: la tradición del castillo de Trasmoz, construido por arte de magia en una noche (carta VII de “Cartas desde mi celda”) y pactos con el diablo y brujería (carta VIII) ---
--- Seres no humanos sugeridos por la creencia y folklore (“El gnomo”) ---
--- Miembros humanos amputados que cobran vida, en Bécquer una mano de una persona muerta que surge de la tierra (“La promesa) ---
 “Las leyendas” de Gustavo Adolfo Bécquer son maravillosas. Es una cima de la literatura fantástica de todos los tiempos y también de la literatura universal por su calidad literaria y por su fuerza expositiva tan perfecta como sencilla.

                                                          Narcís Ribot i Trafí

1)- Me atraen mucho las pinturas del neoclásico Jacques- Louis  David, colorido y estilo son irreprochables pero en romántico Caspar- David Friedrich, sencillamente, me entusiasma.
2)- Amando de Ossorio Rodríguez (1918- 2001), periodista y realizador ya dirigió algunas películas en los años 50. Entró en el cine fantástico con la fallida “Malenka, la sobrina del vampiro”, un film de falsos vampiros con muchas imposiciones por parte de los productores. A pesar de verse sujeto a las condiciones del cine español de la época logró dirigir en 1971 un guión escrito por él (todos los suyos lo son, al menos los de cine fantástico): “La noche del terror ciego” (estrenada en 1972) la cual fue un éxito internacional. Aquellas escenas de los templarios levantándose de la tumba a ralentí y montando en sus fantasmales cabalgaduras calaron entre los aficionados por lo cual la serie se prolongó en tres películas más: “El ataque de los muertos sin ojos” (1973), “El buque maldito” y “La noche de las gaviotas” (1975).