domingo, 24 de febrero de 2013

LAS TRES PIRÁMIDES “CLÁSICAS”



       ¿Esclavos construyendo pirámides? No, simplemente funcionarios pagados por el Estado.
¿Unos gigantescos monumentos para enterrar a los muertos? No en su totalidad ya que su función como motores económicos de la época era incluso más importante.
¿Fue un capricho la forma piramidal? No, poderosos motivos ideológicos subyacen en cada uno de los edificios que componen estas maravillosas obras.
    (“LAS PIRÁMIDES: Historia, Mito y Realidad”, de José Miguel Parra Ortiz).
                         Por evolución de la “mastaba” (palabra árabe que significa “banco”) se llega a la primera pirámide escalonada, la del Faraón Zoser construida por el arquitecto Im-Ho-Tep (III dinastía). Vienen después las inacabadas de Shekhemhet y Khaba y a continuación aparece la llamada “Falsa pirámide de Meidum”, empezada por Huni y acabada por su sucesor Snofru, fundador de la IV dinastía. El mismo Snofru (2613- 2589, a. C.) hizo erigir dos pirámides más de gran importancia para la evolución del monumento: la “Romboidal” y la “Roja”. Así, de las escalonadas pasamos a las “perfectas” o “clásicas” o bien, dicho de otra manera, de las escalonadas --- en un conseguido intento de perfeccionar la grandiosidad --- aparecen las pirámides de lados lisos (estas primeras pirámides, antecesoras de las clásicas, las cité en un escrito en este mismo blog el 26- 0ctubre- 2011: “Protopirámides”).
Fue en la demarcación más importante de toda de toda la necrópolis menfita, Guiza  junto con Sakkara (allí se erige la escalonada de Zoser) donde se yerguen imponentes las tres pirámides más conocidas: Keops, Kefrén y Micerino. Al norte de Guiza se levanta la “Gran Pirámide”, la mayor y más antigua de las pirámides perfectas, construida por el faraón Keops (2589- 2566 a. C.), sucesor de Snofru quien dio un próspero gobierno a Egipto a pesar de ser señalado como soberbio y autoritario por parte del historiador griego Heródoto. Sus lados (1) están matemáticamente orientados hacia los cuatro puntos cardinales, su masa interior está elaborada con piedra local recubierta de bloques calcáreos procedentes de las canteras de Tura. Se trata de una obra prodigiosa ya considerada en la Antigüedad como una de las “7 maravillas del mundo” (la única que ha llegado hasta nuestros días). Por descontado causa impresión solo al pensar en sus 2.300.000 piezas de piedra calcárea dispuestas originalmente en 210 hileras; la precisión en el ajuste de los bloques es sencillamente perfecto (totalmente imposible es introducir una hoja de afeitar entre dos de ellos). Al este de la Gran Pirámide hay un templo funerario que conectaba con el templo del Valle por una vía con dos paredes decoradas con relieves; también al este nos encontramos con tres pirámides subsidiarias y tanto al este como al oeste con un buen número de mastabas (2). Al sudoeste de la Gran Pirámide de Keops se encuentra la segunda pirámide, la de Kefrén (2558- 2532, a. C.), única que conserva el revestimiento  de piedra calcárea en su parte superior. Tiene unas proporciones ligeramente inferiores a la de Keops pero al estar edificada en una posición más elevada parece mayor y su estructura interior es mucho más sencilla que la Gran Pirámide pero el templo funerario de Kefrén (en la cara este de la pirámide) es más complejo e igualmente conecta con Valle a través de una vía. Junto al templo del Valle se encuentra la Esfinge de Guiza (estatua de rostro humano, el de Kefrén, con cuerpo de león, de aproximadamente 57 metros de longitud por 20 de alto) que parece vigilar el templo funerario mientras que al sur hallamos una pirámide subsidiaria y numerosas tumbas y mastabas se distribuyen a ambos lados de la vía de acceso al templo funerario. Entre Keops y Kefrén, padre e hijo según la hipótesis más factible, ocupará el trono otro hijo de Keops: Djedefre (2566- 2558 a. C.) quien mandó construir una pirámide en el sector de Abu Rowash la cual quedó incompleta (en la actualidad no es más que un montón de piedras) por su breve reinado de ocho años. Los especialistas piensan que seguía los más estrictamente clásicos cánones empleados ya por Keops. La menor de las pirámides de Guiza es la de Micerino (2532- 2504 a. C.), la técnica constructiva de la cual y pendiente de sus lados es exactamente igual que la de su abuelo Keops y la de su padre Kefrén. Al sur se encuentran tres pequeñas pirámides subsidiarias y al este el templo funerario conectado con su correspondiente vía o calzada al templo del Valle. A diferencia de las otras dos pirámides la de Micerino tiene sus grandes caras revestidas con bloques de granito en el primer tercio de su altura (visible aún en la zona norte de la construcción) y con placas calcáreas en los dos tercios superiores mientras que su estructura interna es más compleja que las de sus antecesores (3). Entre Kefrén y Micerino reinó durante un año (2532 a. C.) un posible hijo de Djedefre llamado Baka o Nebka el cual inició un trabajo piramidal en la necrópolis de Zawiet- el – Aryan, a medio camino entre las necrópolis de Guiza y Abusir (5 km al sur de Guiza). Debía de ser una gran pirámide (se descubrió en 1900 mientras se buscaba la pirámide del Horus Khaba de la III dinastía) pero se quedó en proyecto: recinto rectangular de 650 m de norte a sur, 400 de este a oeste y primera hilera de la cara septentrional. Ninguna de las pirámides construidas después de las de Guiza de la IV dinastía consiguió la grandeza de estas.
                              Narcís Ribot i Trafí, miembro de la Societat Catalana d’Egiptología

1)- Pirámide de Keops/Queope/Kufu. Altura original: 146 m.; longitud de lado: 230,37m.
 - Pirámide de Kefrén/Quefrén/Kafra. Altura original: 143,4 m.; longitud de lado: 215,25 m.
 -Pirámide de Micerino/Menkaura. Altura original: 65,66 m.; longitud de lado: 103,40 m.
2)- Las tres pirámides subsidiarias de Keops pertenecen a las esposas del faraón. En las mastabas están enterrados los familiares y grandes funcionarios de la época de Keops.
3)- Para este escrito consulté los tres libros indispensables de José Parra Ortíz:
-“Historia de las pirámides de Egipto” (Complutense, 1997)-
-“Los constructores de las grandes pirámides” (Aderabán, 1998)-
-“Las pirámides, historia, mito y realidad” (Complutense, 2001)-
Además de:
-“El Egipto del Imperio Antiguo”, de Josep Padró (Historia- 16, 1989)-
-“Guía de las pirámides de Egipto”, Alberto Siliotti (Foli, 1998)- 

miércoles, 13 de febrero de 2013

HAN PROFANADO EL SUEÑO DE LA MOMIA



He abierto los caminos que están en el cielo y en la tierra, porque soy el bienamado de mi padre Osiris. Soy noble, soy un espíritu, estoy bien pertrechado. ¡Oh, vosotros, todos los dioses y todos los espíritus, preparad un camino para mí!” (Formula nueve del “Libro de los Muertos”).
                 Hace algunos años Tomás Fernández escribía que el actual cine fantástico estaba dirigido a adolescentes desconocedores de la función, caústica y corrosiva con el orden existente, propia del género. Los pobres guiones actuales se mezclan con efectos especiales paupérrimos o bien conseguidos, depende de la disponibilidad económica del film ya que es difícil encontrar un realizador en el género actual que conjugue positivamente los elementos inherentes al “fantastique”. Hablando en general, el fantástico actual no cuestiona el orden como antes. Los grandes creadores han desaparecido ya: Tod Browning, James Whale, Ernst Beaumont Schoedsack, Terence Fisher, Mario Bava… También otros realizadores que nos hicieron pasar buenos momentos: Erle C. Kenton, Riccardo Freda, Roy Ward Baker, Seth Holt, Freddie Francis y otros, como Roger Corman, están inactivos (al menos como director).
Quizás el personaje más destrozado sea el vampiro con el empeño, entre otras lindezas, de presentarnos teenagers como no-muertos; vomitorios en forma de película o series televisivas como los “Crepúsculos” u otras “Entrevistas con el vampiro” de una pésima escritora llamada Anne Rice (nunca he podido pasar de la segunda página de alguno de sus libros) con una equivalencia cinematográfica bastante olvidable por más Brad Pitt, Tom “Cruises” y Banderas que nos colocaran. Pero una cosa es cierta, estas obras de pretendida novedad, literarias o cinematográficas, son automáticamente colocadas en altares y adoradas por diletantes, indocumentados, sociólogos frustrados y aprendices del esnobismo ridículo y de lo “políticamente correcto” pero generalmente ajenos al fantástico.
En su momento también tocó el turno a la momia. “The Mummy” (“La momia”, 1999), de Stephen Sommers es un engendro infumable protagonizada por unos personajes que suponen la culminación de la estupidez pero fue un éxito de taquilla lo cual animó al realizador a filmar una secuela, “The Mummy’s Returns” (El regreso de la momia”, 2001), empalmando con “The Scorpion King” (“El rey Escorpión”, 2002), de Chuck Russell donde Sommers  solamente escribió el guión (en las dos “momias” fue director y guionista), en realidad una precuela de su “La momia” que ha generado, ya, dos secuelas más. En 2004 Sommers escribirá y dirigirá una macedonia de monstruos, “Van Helsing” la cual, pese a lo delirante de la proposición, tiene para mí más elementos de interés que sus “momias”.
El personaje de Sommers nada tiene a ver con la entrañable momia resucitada que encarnó Boris Karloff, Lon Chaney Jr., Christopher Lee o Paul Naschy. El mito de la momia, potenciado por el cine, entra en Europa gracias al interés que despierta todo lo que rodea al Antiguo Egipto (campaña de Napoleón, 1798, descubrimiento de la piedra Rosetta, los estudios de Champollion). Todo el ambiente entra en la literatura de la mano de Théophile Gautier (“La novela de una momia”) aunque el sustrato fantástico corresponda a Edgar Allan Poe (“Conversaciones con una momia”) y, `por encima de todo, Arthur Conan Doyle --- creador del inmortal Sherlock Holmes --- (“Lote 249”). Extraños acontecimientos al abrir la tumba de Tutankhamon sobre George Herbert, lord de Carnarvon y el arqueólogo Howard Carter enriquecieron el interés sobre el tema que el cine había ya tocado en su período mudo pero la primera versión codificada del mito, instalando los códigos del personaje, fue la producida por Universal en 1932, “The Mummy” (“La momia”), dirigida por aquel gran fotógrafo alemán llamado Karl Freund y protagonizada por Boris Karloff tras su éxito en el film de James Whale (1931), “Frankenstein” (“El doctor Frankenstein”). Sencillamente, fue un éxito. El tema a grandes rasgos, repetido a través de los años, es el siguiente: nuestro protagonista es un hombre del Antiguo Egipto (un príncipe o un sacerdote, generalmente), con grandes conocimientos de la magia y ciencias ocultas, comete el pecado de amar a una mujer “prohibida” (una princesa, casi siempre) y al ser descubierto es condenado a ser “momificado en vida” lo cual produciría la muerte a cualquier ser humano pero él está por encima, en conocimientos, de cualquier ser humano. Después de pasar unos 3000 años de inmovilización y estado letárgico en la tumba se produce un hecho que retornará la vida a la momia y al cobrar total independencia buscará venganza hasta encontrar una muchacha (arqueóloga, por regla general, de la expedición que descubrió su tumba) con un sorprendente parecido con la princesa amada y, por supuesto, se enamorará de nuevo…
Recordar que en esta primera versión sonora la momia Im- Ho- Tep (Boris Karloff) se despoja de sus vendajes al poco de resucitar y se presenta en sociedad para conquistar a Helen Grosvenor (Zita Johann) para llevársela a su reino de ultratumba. Es destacable el paralelismo de esta “La momia” con “Dracula(“Drácula”, 1931), de Tod Browning e interpretado por Bela Lugosi, donde el operador era el mismo Karl Freund: los dos films se inician con la obertura musical de “El lago de los cisnes”, de Peter I. Tchaikovsky, el vampiro y la momia penetran en una sociedad de unos tranquilos burgueses ajenos al peligro quienes serán defendidos por el Dr. Van Helsing (“Drácula”) y por el Dr. Muller (“La momia”), en las dos películas interpretadas por el mismo Edward Van Sloan, crucifijos y talismanes serán usados para alejar a los intrusos del más allá y finalmente la destrucción el monstruo (apasionante cuando la momia/Karloff queda reducida a polvo al arder por autocombustión el papiro que le ha dado la vida, después que Helen recitara una oración a la diosa Isis para evitar ser sacrificada por Im-Ho-Tep y reunirse con él en el más allá).
Universal decidió volver al tema, tras el éxito de su primera incursión, ocho años después. “The Mummy’s Hand” (1940), de William C. Cabane, con Tom Tyler como Kharis, la momia rediviva, menos fina y misteriosa y más brutal que Im- Ho- Tep. The Mummy’s Tomb” (1942), de Harold Young, “The Mummy’s Ghost” (1943), de Reginald Le Borg y “The Mummy’s Curse” (1944), de Leslie Goodwins, las tres interpretadas por Lon Chaney Jr. Y las tres junto a su antecesora jamás vieron la luz comercial en salas españolas (afortunadamente hace años salieron packs sobre el personaje y pudimos visionar estas momias inéditas). Dan una de cal y otra de arena, el interés sube y baja, hay buenos momentos para el aficionado pero también hay rutina y desgana que sería total en la parodia de Charles Lamont (y producida por la misma Universal, la cual, después de exprimir como un limón a sus personajes que tanto éxito le dieron se dedicó a parodiarlos en las comedias de Abbot y Costello). “Abbot and Costello meets the Mummy” (1955) posiblemente sea la peor parodia de la pareja de cómicos sobre figuras del terror, claramente inferior al encuentro con el Dr. Jekyll & Mr. Hyde, también a la del hombre invisible y a la de los tres mitos principales: “Abbot and Costello metes Frankenstein” (“Bud Abbot y Lou Costello contra los fantasmas”, 1948), de Charles T. Barton, la mejor de todas.
En su programa de renovación, la británica Hammer dará de la mano del gran Terence Fisher la que es para mí la mejor película sobre la momia, más apreciada ahora por los aficionados que en el momento de su estreno. Fisher va más allá del lineal guión servido para conseguir la aportación más profunda. Se puede preferir el clasicismo de Universal --- por otro lado magnífico --- pero “The Mummy” (“La momia”, 1959), con un Christopher Lee hierático e impresionante como Kharis y un Peter Cushing sensacional como el arqueólogo John Banning, es donde más se produce la interacción/oposición entre las dos culturas (egipcia milenaria/ inglesa victoriana). La pasión por la esposa de Banning, Isobel (Ivonne Furneaux), muy parecida a la princesa Ananka, el amor de Kharis, solo se desata en la momia cuando la mujer se suelta el pelo… “La momia” de Fisher a los 54 años de su realización me parece la más personal, la más subyugante, la que mejor expone las características del mito.
Técnicamente perfectas e interesantes me parecen las dos aproximaciones siguientes de Hammer al mito (no estrenadas comercialmente aquí, solo vistas en algún pase de festival  y en DVD): “Curse of the Mummy’s Tomb” (1964), del productor/realizador Michael Carreras y “The Mummy’s Shroud” (1967) quizás un poco inferior a sus similares (en época de rodaje y estilo) “The Reptile” y “Plague of the Zombies” (ambas de 1966 e inéditas en España, dando gracias, una vez más, al DVD). La cuarta y última aportación de Hammer, “Blood of the Mummy’s Tomb(“Sangre en la tumba de la momia”) es un caso aparte y más que el mito de la momia se centra en reencarnaciones y brujerías. Basada en un relato de Bram Stoker (“La joya de las 7 estrellas”) fue dirigida en 1971 por Seth Holt, fallecido durante el rodaje, y acabada por Michael Carreras. Es un film extraño…
Delante el feista (en general) panorama del género actual, el poder recordar estas maravillas pasadas se constituye en un auténtico placer para el verdadero aficionado.
                                                                      Narcís Ribot i Trafí