viernes, 4 de enero de 2019

EL HOMBRE Y EL MONSTRUO (ROUBEN MAMOULIAN, 1932)




                                    Aquel ser interior que yo había sacado al exterior desde mi propia alma, dejándolo en libertad para que se buscara sus placeres, era un ser malvado por naturaleza y ruin; era en sus actos y pensamientos el egoísmo personificado...” 
(“El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde”, de Robert Louis Stevenson)

                                   Robert Louis Stevenson (1850- 1886), el gran escritor escocés, había terminado su novela “Strange  Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde” (“El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde”) y en noviembre de 1885 estaba preparada la primera edición para ser comercializada por entregas pero el editor londinense Longman's decidió presentarla en forma de libro el 9 de enero de 1886. Al principio las ventas fueron menos que discretas pero a raíz de una positiva crítica del Times el 25 del mismo mes la lectura de la obra se disparó rápidamente.Como deseo escribir sobre el personaje del Dr. Jekyll & Mr. Hyde más adelante comentando la obra literaria y sus más destacables adaptaciones cinematográficas --- ahora solo una de estas versiones, una gran película --- unicamente comentaremos el esquema de la historia, bastante popular y conocido: el Dr. Henry Jekyll, reconocido hombre de ciencia, sostiene la idea de la doble personalidad humana: la buena y la mala. Descubrirá una pócima desdobladora de esta personalidad: experimentará con él mismo ingiriendo el brebaje para adquirir su personalidad negativa a la cual el mismo Jekyll llamará Mr. Edward Hyde (“To Hyde” = “Esconder”, en inglés), cambiando  también un nuevo aspecto, desagradable al convertirse en Mr. Hyde. Después de varias transformaciones --- Hyde comete toda clase de tropelías, agrediendo a personas hasta llegar al asesinato --- en su otra personalidad, la negativa, el antídoto que le devuelve su personalidad y aspecto original, o sea el Dr. Jekyll, ya no surtirá efecto, cualquier emoción le convierte en Mr. Hyde y necesita más contradroga para recuperar su personalidad y aspecto original. Antes la droga funcionaba a causa de las impurezas de unas sales mientras en las nuevas remesas las sales, compositivas del producto final, están depuradas. Ante el horror de convertirse en el monstruoso Hyde a perpetuidad llega a la conclusión que solo la muerte será su libertad y se suicida con un exceso del líquido descubierto por él. Muere Hyde y el cadáver adquiere las tranquilas facciones del Dr. Henry Jekyll, reconocido hombre de ciencia, honrado y respetado.
Este mito nos recuerda a otro parecido: el hombre- lobo. Pero si la maldad involuntaria del licántropo provenía de una maldición en donde influenciaba el plenilunio (brujería, ocultismo),, Jekyll necesitaba el líquido para encontrar a su otro yo, a su doble, resultando que la maldad de Hyde (ciencia) era mucho más refinada e intelectual que la del desdichado hombre- lobo...
Ya se habían producido varias versiones cinematográficas mudas (la más famosa y la primera que llegó aquí fue “Dr. Jekyll and Mr. Hyde”/ “El hombre y la bestia”, 1920, de John S. Robertson con John Barrymore en su doble papel de Jekyll/Hyde) cuando vio la luz “Dr. Jekyll and Mr. Hyde” (“El hombre y el monstruo”, en España) en 1932.
El hombre y el monstruo”, producida por Paramount, dirigida por el georgiano Rouben Mamoulian, es la respuesta para seguir los pasos de Universal, pionera en cine fantástico, a inicios del sonoro tras sus éxitos de “Dracula” (“Drácula”), de Tod Browning (1931) y “Frankenstein” (“El Dr. Frankenstein”), de James Whale (1931). Paramount había dado en el mismo 1932 la inolvidable “Island of  lost souls” (“La isla de las almas perdidas”), de Erle C. Kenton y otras productoras probaron también suerte en el “fantastique”: Warner Brothers (“Los muertos andan”, “Misterio en el museo de cera”), United Artists (“La legión de los hombres sin alma”), M. G. M. “Freaks”/”La parada de los monstruos”, “La máscara de Fu-Manchu”) y R. K. O. (“El malvado Zaroff”, “King- Kong”), magistrales pero sin la continuidad de Universal.
Cuando Paramount decidió dar la primera versión sonora de la inmortal obra de Robert Louis Stevenson encargó el guión a Samuel Hoffenstein y Percy Heat, pensando inmediatamente en Rouben Mamoulian, gran director de corta filmografía pero imaginativo creador de formas (de los que no hay en la actualidad), con varias películas formidable en su haber sin el total éxito comercial  (“El signo del Zorro”, “Cristina de Suecia”, “Aplauso”, entre otras). También formidablemente acertada la interpretación de Fredric March.
Casi diez años después (1941) M. G. M. dio otra versión con idéntico guión de John Lee Mahin: “Dr. Jekyll and Mr. Hyde” (“El extraño caso del Dr. Jekyll”), dirigida por el grisáceo Victor Fleming e interpretada en su doble rol por Spencer Tracy. Sin ser una mala película  (la famosa escena “daliniana”, excelentes intérpretes como el mismo Spencer Tracy, Lana Turner, Ingrid Bergman, Aubrey Smith) quedaba por debajo de la cinta de Mamoulian. Es la diferencia entre un artesano con alguna idea (Fleming, quien por un cúmulo de circunstancias puso la firma en solitario sobre “Lo que el viento se llevó” cuando era aportación de otros realizadores) y un creador nato de cine (Mamoulian). Años después Spencer Tracy reconoció la superioridad del film de Mamoulian así como la interpretación de Fredric March por encima de la suya.
A diferencia de Fleming, Mamoulian no se erige en árbitro de la moral, su film es uno de los pocos en que la dicotomía bien- mal no constituye el eje temático sino el instinto animal y naturaleza, oponiéndose a la sociedad civilizada con todos sus defectos e hipocresías (solo Terence Fisher, con métodos diferentes, logrará una pieza parangonable con “Las dos caras del Dr. Jekyll”, 1960).
Apoyado en un excelente y “simiesco” maquillaje de Wally Westmore --- procedente de una familia de maquilladores y también responsable del de los hombres- bestias del Dr. Moreau en “La isla de las almas perdidas” --- que en absoluto quiere distraer la atención (es un elemento más en función de lo principal: la puesta en escena), la apasionante fotografía en blanco/negro de Karl Struss (también fotógrafo de “La isla de las almas perdidas”) y la insuperable doble interpretación de Fredric Marc hacen de esta versión la más popular (*) y la mejor (ex- aequo con la de Terence Fisher, como ya se ha dicho), siendo el celuloide de Mamoulian un trabajado estudio sobre el horror, la belleza, la monstruosidad pero no sobre las conductas de los personajes (Fleming).
El plano inicial es ya consecuente con este planteamiento: en planificación subjetiva de largo “tempo” no enseña la llegada del Dr. Henry Jekyll a la universidad y ante todos expone sus teorías en una conferencia: la separación de las partes buena y mala del ser humano, teorías discutidas más bien por alguno de sus colegas y aceptadas con entusiasmo por la mayoría de los estudiantes (“Lo que no se puede hacer es lo que más atrae”, sentencia Jekyll). Las ideas de nuestro hombre serán criticadas, aparte de sus colegas de profesión, por la acomodada burguesía representada por el antipático general Danvers Carew (Herbert Halliwell Hobbes), el padre de la prometida de Jekyll, Muriel Carew (Rose Hobart), al no ser “políticamente correcto” preferir el estudio y la investigación a la fama y a los honores, el gastar su tiempo en el laboratorio a asistir a estúpidas fiestas burguesas en donde al irrumpir descuidado y mal vestido (a causa de sus trabajos y las prisas al faltarle tiempo) es objeto de murmuraciones y críticas...
Tras muchos esfuerzos logrará por fin el líquido por el cual desdoblará su persona (al igual que Jack Griffin, el hombre invisible, probará la pócima de su creación sobre si mismo).y lo bebe. La cámara se acerca en travelling a un espejo empalmando con la secuencia subjetiva de inicio. A un lado del laboratorio hay un esqueleto significante del primer paso dado por Jekyll hacia su destrucción; se reflejan las contorsiones que preludian la metamorfosis, la cámara retrocede y gira velozmente lo cual servirá a Mamoulian para insertar varios flash de secuencias anteriores vividas por el científico o referidas a él estando ausente (entre las cuales destaca el rostro de quien debería ser su futuro suegro gritando ¡indecente! ¡indecente!), la cámara recupera su subjetivismo y se acerca de nuevo al espejo donde en vez de Jekyll vemos al monstruoso Hyde. El engendro exclama “¡Soy libre!” y salta de alegría. Ver el elegante tratamiento cinematográfico, inútil constatar algo así en el cine fantástico (?) actual, el cual adolece de imaginación y creatividad, solo técnica fría con efectos especiales, en ocasiones totalmente gratuitos.
En una emotiva escena dentro de un cabaret Hyde conquistará a la fuerza a la prostituta “Champagne” Ivy (Miriam Hopkins) y esto es muestra de toda la represión sentida al ser Jekyll desaparece al ser Hyde (incluso había algo de represión en el beso dado a su novia Muriel mientras que la desdichada Ive sirve para desahogar la sexualidad animal reprimida por Jekyll y realizada por Hyde pero siempre elegantemente sugerida y simbólica (Mamoulian jamás pierde el pulso de su realización). Ivy, más adelante, completamente aterrorizada ante el acoso, amenazas y maltrato dado por la bestia, pide ayuda a Jekyll (lo conoció cuando la salvó de un proxeneta borracho) ignorando que Jekyll y Hyde conviven dentro del mismo cuerpo. En su próxima transformación irrumpe en la casa de Ivy y la asesina en una secuencia angustiosa: la obliga a cantar y de pronto los cantos cesan. Intuimos que la ha matado. Hyde huye pero ahora el abuso de la droga y la impureza de uno de sus componentes le hacen la consabida mala jugada: se transformará en Hyde sin necesidad del líquido, un Hyde cada vez más deteriorado fisicamente y más degenerado moralmente (como “El retrato de Dorian Gray”), necesitando cada vez más droga para el cambio a la inversa. En un parque Jekyll observa un ruiseñor cantando, el pájaro enmudece y vemos a Hyde en lugar de Jekyll. Visita a su novia y se despide, está intranquilo y en el jardín empieza la horrible mutación, penetra en la casa, aterroriza a Muriel, agrede a un criado, mata a bastonazos al general Carew y huye a su laboratorio. Denunciado por su amigo, el Dr. John Lanyon (Holmes Herbert), la policía entra en la estancia y los agentes son atacados por un brutal Hyde hasta que un certero disparo acaba con él (al lado hay el esqueleto) y todos ven horrorizados al animalizado Hyde recuperando por última vez el aspecto de Jekyll, ahora en paz gracias a la muerte.
El estudio de las imágenes, la valoración de los ruidos, los travellings potenciadores de la elaboración elíptica del tratamiento en donde se incrustan inequívocos símbolos, los planos partidos por un trazo a la “viagge” (en absoluto gratuitos, comprenden las visiones de Jekyll y lo que haría Jekyll al ser Hyde) y la fuerza de las imágenes opuestas (las manos finas de Jekyll interpretando a Bach en el teclado se convierten en manos horribles y grotescas al transformarse su personalidad), hacen de este film un bello ejemplo de como ha de ser el tratamiento del cine fantástico y de terror, desgraciadamente olvidado hoy en día...
                                                                                                             
                                                                                                                               Narcís Ribot i Trafí

(*)- Cuando en 1941 M.G.M. dio su versión del mito logró retirar de la distribución la película de Paramount. Muchos no vieron el film de Mamoulian, al menos durante muchos años, y por ello se dijo y escribio  que la versión más popular/preferida/mejor era la de Victor Fleming...