miércoles, 25 de septiembre de 2013

EL LIBRO SOBRE TERENCE FISHER


                                                                 Ha salido por fin el volumen dedicado a Terence Fisher. Es el nº 96 de la colección Signo e Imagen que dedica Ediciones Cátedra a los realizadores cinematográficos. La espera ha valido la pena. Fisher estaba huérfano de una monografía en castellano (aún tenemos a Henry Hathaway necesitado de ella) en forma de libro.
Joaquín Vallet Rodrigo, el autor, ha sabido pergeñar perfectamente las condiciones de su trabajo, tanto los condicionamientos (el espacio dado por el plan de la obra no es excesivamente amplio, quizás desearíamos el concedido por otros editoriales los cuales ofrecen estudios más extensos aunque en algunos casos mejor habérselos ahorrado) como las ventajas (puede que el tiempo dado para la elaboración, libertad para expresarse). Con uno y otro factor Joaquín Vallet ha realizado una obra tan necesaria para el aficionado al género fantástico como al del cine en general.
El británico Terence Fisher (1904- 1980), antes menospreciado ahora prácticamente reconocido,  ligado a la compañía cinematográfica Hammer Films aunque tenga trabajos menores fuera de ella, consiguió una media docena de obras maestras cuando Hammer se especializó en cine fantástico y de terror a finales de los 50 y durante los 60 (con esporádicas incursiones en la Ciencia- Ficción y en el film de aventuras) pero más que estos logros --- ahora casi reconocidos en su totalidad --- es su peculiar estilo que entra desde la reflexión social, con crítica a la sociedad victoriana (quedó huérfano a los cuatro años y fue educado estrictamente por sus abuelos) junto con sus estamentos y sus variopintos personajes que la componen y los retratos psicológicos de estos. Su polisémica realización es solamente suya, personal e intransferible, no hay otro pese a los logros de Hammer y de los realizadores seguidores/continuadores de Fisher dentro de la compañía y del itinerario seguido por la empresa. Fisher era partidario de la economía planificativa, no a la gratuidad (no en vano admiraba a John Ford), con esta concepción del cine y sus años pasados en la sala de montajes dando como resultado una puesta en escena pletórica, impetuosa, romántica y poliédrica mientras otros realizadores --- pese a sus logros, repito --- gozaban a veces de guiones más atractivos y sofisticados, cara a la galería y taquilla. Fisher se rodeó de auténticos profesionales que contribuyeron a crear una de las parcelas más grandes del cine fantástico y las versiones más hermosas de los Drácula, Frankenstein y demás personajes clásicos: Jimmy Sangster en los guiones, Jack Asher en la fotografía, Phil Leakey en el maquillaje (después Roy Asthon), Bernard Robinson como decorador y James Bernard como músico y pese que este equipo original varió (los guiones del irregular John Elder/Anthony Hinds, p. e. capaz de ofrecer buenas y novedosas ideas como de caer en rutina y construcción quebradiza de los libretos, p. e.) el estilo de Fisher siguió siendo el mismo.
Joaquín Vallet ha realizado un trabajo magnífico y original a la vez:
---a portación de datos nuevos, especialmente a en su etapa pre-fantástica en films poco conocidos (en los que “no creía mucho”, según declaraciones del realizador) y de distribución restringida ---
---análisis completo, pese a las limitaciones de espacio, de cada película en su vertiente de técnica cinematográfica como en la reflexión de cada obra inherente al cine fisheriano y así podremos admirar  sin reservas: “La maldición de Frankenstein”, “Drácula”, “La momia”, “The Gorgon”, “Revenge of Frankenstein”, “Las novias de Drácula”, “El perro de los Baskerville”, etc. ---
---Vallet (había realizado la monografía de Joseph Losey, nº 83, en esta misma colección) escribe de forma nítida y clara para variedad de lectores; no entra en disquisiciones absurdas, como algunos, no pierde el tiempo con desviaciones equivocadas y estériles, va al grano directamente y no se sirve del monografiado para atacar a otros ---
En resumen: un libro indispensable.
                                                                Narcís Ribot i Trafí                                             


jueves, 19 de septiembre de 2013

JULIO CIVILIS, DE LA HISTORIA AL ARTE


             Al ser declarado enemigo por el Senado de Roma, Nerón se quitó la vida un nueve de junio del año 68. Sus vicios, excesos, extravagancias y crímenes ---repercutibles en el tesoro público --- habían desembocado en un malestar que provocó el levantamiento de algunas legiones. El ya anciano general Sergio Sulpicio Galba, nombrado emperador, no cumplió con lo prometido y actuó con dureza y crueldad. Fue lanceado y apuñalado por sus propios soldados el 15 de enero del 69. El banquero Marco Salvio Otón ocupó su lugar. Había sido amigo de Nerón en sus correrías hasta que el emperador le robó la esposa, Popea, para casarse con ella mientras Otón eran enviado/exilado a Lusitania (Portugal). Pero solo gobernó tres meses: el 16 de abril del 69 se suicidó al no ver posibilidad (la había) de parar el levantamiento de las legiones de Germania comandadas por Aulo Vitelio. Pero las tropas desplazadas a Oriente habían ya nombrado por su cuenta al general T. Flavio Vespasiano, el más honrado y capaz de todos, el cual había sido enviado por Nerón a Israel a sofocar la peligrosa rebelión judía comenzada en el año 66. Dejó a su hijo mayor Tito (también futuro emperador) en Palestina (sus soldados se le escaparon de las manos, destruyeron gran parte de Jerusalén e incendiaron el templo en el año 70). Vespasiano, rodeado de competentes militares como Muciano o Antonio Primo, reclamó el Imperio y al no poder pactar con Vitelio estalló la Guerra Civil, el llamado año --- el 69 --- de los cuatro emperadores (Galba, Otón, Vitelio y Vespasiano).
Aquí aparece nuestro hombre, Julio Civiles  (nombre adoptivo, no real, ya que sirvió en primer lugar a los intereses romanos), aristócrata y comandante de las tropas auxiliares de las legiones romanas en la actual Holanda. Pertenecía al pueblo de los bátavos. Fue instigado por Antonio Primo a rebelarse contra Vitelio en la Guerra Civil pero después mostró su total aversión a Roma --- su hermano Paulo Civilis había sido ejecutado por los romanos por sospechas de rebelión --- unificando contra ella varias tribus de la Galia y de Germania. Congregó a los jefes en un banquete ritual y les hizo prestar juramento de su fidelidad en el levantamiento contra Roma. Aprovechando las debilidades de los romanos en plena guerra civil atacó con éxito el campamento de dos legiones y se añadieron cada día más voluntarios a su ejército que solo conocía la victoria. Al caer la fortaleza de Castra Vetera la situación romana se volvió desesperada. El vencedor de la Guerra Civil, Vespasiano, emplazó ocho legiones en la Galia al mando de Petilio Cerial --- había destacado en la campaña de Britania --- quien derrotó a Civilis y le obligó a pactar (muchos de los seguidores del bátavo desertaron ante la recuperación militar del Imperio). Tácito, única fuente sobre Civilis, corta bruscamente su narración cuando el líder se dispone a parlamentar con los romanos al extremo de un puente hundido. Sofocada la rebelión, probablemente, Civilis fue ejecutado.
Nuestro personaje es menos conocido que otros caudillos que se levantaron en armas contra Roma. De estos antagonistas (jefes de tribu, de pueblos o esclavos) el cine solo ha sido generoso con Espartaco; ni Euno, ni Salvio, Viriato solo estos últimos años o Corocotta de la tribu cántabra de los soldurios (salió hace años una novela histórica y hay una película, “Los cántabros”, de 1980), no han tenido suerte y, por descontado, faltan en los textos de estudio para alumnos en la asignatura de historia.
En arte ha de destacarse primeramente un lienzo del inigualable Rembrandt Harmensz Van Rijn (1662), “El juramento de los bátavos”, el cual entraba dentro del proyecto decorativo sobre el tema de Civilis para el Ayuntamiento de Ámsterdam (solo nos ha quedado una versión reducida de este cuadro). Otro, “El hombre del casco”, fechado en 1650 era atribuido a Rembrandt aunque las últimas investigaciones parecen señalar como autor a un alumno suyo, representa la faz de Julio Civilis --- poco agraciado y tuerto --- según la descripción dada por Tácito. En esta época muchos artistas caen en el error de Tácito de llamarle Claudio Civilis. Ferdinand Bol había realizado una serie de esbozos y para los lunetos de la galería del primer piso en el mismo Ayuntamiento, Gobert Flink realizó una serie de ocho pinturas provisionales (1659) pero las pinturas definitivas no llegaron a realizarse por la muerte del pintor. El artista Octavius Vaenius (había latinizado su auténtico nombre, Otto Van Veen) elaboró 36 dibujos (1612) grabados por Antonio Tempesta para la edición de un libro y, a la vez, doce pinturas para el museo de Ámsterdam. Otros pintores dentro del barroco holandés dieron su versión sobre Civilis: Jurriaen Ovens y Jacob Jordaens.
En el siglo XIX resurge el interés por el tema: Charles Rochussen pinta “Un mercado bátavo” (1872) en Katwijk (Teylers Museum de Haarlem) y un grabado de J. F. M. Mourot sirvió de modelo para libros de texto (1840).
Pieter Hendrik Van Moerkerken escribió “Der Wild der Goden” (“La voluntad de los dioses”) en 1933 donde expone la rebelión bátava como garantía de identidad de pueblo y Civilis señalado como héroe nacional. Después de la II Guerra Mundial se representó en Ámsterdam (1945) los momentos culminantes de la historia holandesa: el primer acto, escrito por Albert Helman, describe el enfrentamiento entre bátavos y romanos. Los primeros eran héroes nacionales, los romanos representan a la Gestapo.
Otras muestras de literatura sobre nuestro personaje son las de Pieter Cornelisz Hoof, (aparte de traductor de Tácito), “Baeto” (1617), colocando a Civilis como héroe nacional en los Paises Bajos  y sus enemigos romanos serían ahora los españoles; más paralelismos en Scriverius (1581) y Hugo Grotius (1610) en comentarios sobre Tácito hacen obras históricas además de poemas de alabanza y tragedias como “Batavische Gebroeders of Onderdruckte Vryheil” (“Los hermanos bátavos o la libertad reprimida”, 1663), de Joost Van der Vondel, donde Civilis se identifica con Guillermo de Orange, el ejecutado Paulo como el decapitado conde Van Egmond y Vitelio como el duque de Alba (&)…
                                                                           Narcís Ribot i Trafí
(&)- Una obra indispensable para el estudio de personajes famosos bajo el túrmix de la literatura, pintura y demás artes es “De Adriano a Zenobia” (subtitulado “Temas de historia clásica en literatura, artes plásticas y teatro”), de Eric M. Moormann & Wilfierd Uitterhoeve. Akal Ediciones, Madrid (1998), traducción del holandés “Van Alexandros tot Zenobia” (ediciones en 1989 y 1992). Desearíamos otro volumen sobre personajes no tocados aquí (Claudio, Vespasiano, Marco Aurelio, Cómodo y varios más)…


domingo, 8 de septiembre de 2013

LA PEQUEÑA BOTICA DEL WESTERN

“EL SARGENTO NEGRO” (John Ford, 1960)


“No daría un céntimo por mis Óscares” (John Ford)
       Fue el director de cine que más Óscares consiguió. Cuatro (1) más dos que ganó por documentales en la marina. No estuvo nunca presente para recoger las estatuillas, el no hacía cine “oficial” o “políticamente correcto” o “académico”, como p. e. el caso de la sobrealabada “High Noon” (“Solo ante el peligro”), de Fred Zinnemann (1952), pretencioso paradigma para muchos que no les interesa ni les gusta el western (con trasplante al cine fantástico y de terror podría ser el “Nosferatu” de Werner Herzog o el “Drácula” de Francis Ford Coppola).
Joseph McBride (2) nos cuenta lo paradójico que fue Ford: por un lado, profundo poeta popular el cual respondía a los sentimientos más profundos  de la gente, y por otro no quería dar importancia a su trabajo y negaba considerarse un artista. Totalmente en las antípodas de algunos representantes del cine actual español --- actores y directores --- apoyados por determinada fuerza política y poseedores de mucho divismo y poco talento; eso sí: politiquear para conseguir subvenciones. Ford era un hombre muy complejo que expresaba sentimientos e ideas con la mayor sencillez posible.
Hace años me alegré que pasaran a la “caja tonta” “El sargento negro” --- naturalmente lo hicieron a altas horas de la noche ya que durante el día la programación es prácticamente tele- basura, chismorreos de los famosos y concursos insufribles ---, ahora ya no importa, salió en Vídeo y posteriormente en DVD. Pero aquello me animó a pasarla en los Cine- Fórum de los cuales fui responsable porqué sencillamente se trata de una gran película, subvalorada en casos, incluso por algunos fordianos. “Seargent Rutledge” --- estrenada en España como “El sargento negro” --- fue realizada por John Ford y producida por él mismo y Willis Goldbeck para Warner en 1960. Nuestro hombre moldeó este western aprovechando no solamente el nuevo clima de obertura sexual sino que hizo circular por el camino de las relaciones inter raciales, el tema políticamente más controvertido de la época. El guión original era de James Warner Bellah, mediocre escritor y guionista con ideas racistas quien colaboró en los argumentos y/o guiones de la llamada “Trilogía de la Caballería” (“Ford Apache”, 1948, “La legión invencible”, 1949 y “Río Grande”, 1950) y en “El hombre que mató a Liberty Valance”, 1962. Era amigo de Ford pero chocaron varias veces, precisamente por lo descrito (en una ocasión se reconciliaron y lo celebraron con una monumental borrachera). La película está escrita por James Warner Bellah y Willis Goldbeck los cuales se inspiraron en un cuadro de Frederick Remington que mostraba soldados negros de caballería (3) en el Oeste. La idea original del coronel Bellah era narrar la contribución de un sargento de color a la construcción y gloria del imperio americano. Ford, por supuesto, se negó a este proyecto reaccionario y rehízo el guión varias veces.  Explica y señala el racismo existente/latente, ridiculiza el tribunal militar dirigente del consejo de guerra contra el sargento Rutledge y demuestra no ser igual la justicia para blancos y negros. Por supuesto los críticos que no supieron ver la exposición racial de “Centauros del desierto” tampoco entendieron “El sargento negro” ni posteriormente “Dos cabalgan juntos”. Debería pasar algún tiempo --- como suele suceder --- para el reconocimiento (de estos tres films citados y de la obra fordiana en su totalidad) ya que en realidad no veían más allá de sus narices.
Ford coloca el apellido Rutledge en homenaje a Ann Rutledge, esposa de presidente Abraham Lincoln a quien el realizador admiraba y le había dedicado una película.
El sargento Braxton Rutledge (excelente Woody Strode), oficial de color, con una hoja de servicios ejemplar, es acusado de violar y asesinar a una joven blanca y también de matar al padre de esta, su oficial en el fuerte. Rudletge --- solo admite haber matado en defensa propia al oficial cuando este le descubrió junto al cadáver de su hija y creyó que el sargento era el asesino --- se presenta como víctima expiatoria del racismo por parte de los blancos: solo ver y recordar la escena del inicio del juicio donde una gran parte del público le grita al acusado al entrar profiriendo amenazas de muerte. El juicio es una farsa y refleja la falta de justicia para según quien (en este caso según el color de la piel). Incluso el abogado defensor, el teniente Tom Cantrell (Jeffrey Hunter), amigo del acusado, llega a dudar de su inocencia en diversos momentos, mientras el fiscal, el capitán Chattak (Carleton Young), está lleno de prejuicios raciales que lleva  la protesta por parte del abogado.
La película está montada sobre flash-backs equivalentes a las declaraciones de los testigos. Ford elabora las escenas del juicio en forma teatral con chispas humorísticas propias de él: “El reloj que robaste en Atlanta durante la guerra mientras tus hombres saqueaban la ciudad” le dice su esposa al coronel Fosgate (Willis Bouchey), comandante en jefe del fuerte donde se celebra el juicio y juez del caso, el grupo de mujeres de los oficiales que entran en la sala atraídas por el morbo del juicio, etc… “No sé porqué intervenimos en la guerra de los blancos matando indios”, dice un soldado de color moribundo, en una refriega con los indios, atendido por Rudledge… Finalmente el auténtico violador y asesino, un personaje del fuerte, se derrumba ante la presión del abogado y confiesa.    
A pesar que algunos consideren al “Sargento negro” un film menor, simpático incluso, esta clasificación es muy discutible. No he oído al respecto las opiniones de eminentes fordianos como José- Luis Garci o Miguel Marías, pero si la de José Mª. Carreño, un gran defensor del film (totalmente de acuerdo con él). Como siempre Ford se pone del lado de los marginados: emigrantes irlandeses, indios, ahora los negros…
                                                                                                           Narcís Ribot i Trafí

1)- John Ford consiguió cuatro Oscares de la Academia: “El delator” (1935), “Las uvas de la ira” (1940), “¡Qué verde era mi valle!” (1941) y “El hombre tranquilo” (1952).
2)- “John Ford”, de Joseph McBride y Michael Wilmington (1974), traducción española a cargo de Ediciones J. C. (1984).

3)- El IX y el X Regimiento de la Caballería de los Estados Unidos fueron creados en 1886 con soldados negros, esclavos liberados que se habían distinguido en la Guerra Civil luchando por la causa de la Unión. Los indios les llamaban “Soldados Búfalo”, de ahí provenía el que debía ser título original del film (“Captain Buffalo”).