domingo, 22 de diciembre de 2013

ALEJANDROMANIA (II)


                                      Al tocar el personaje de Alejandro Magno y tras el estreno de la película de Oliver Stone vi al momento los juegos por ordenador de las batallitas y otros, seguramente también entraron en los mercados los muñequitos articulados con la coraza y rizos rubios con pelo largo de Alejandro y en las revistas de historia aparecieron casi al mismo tiempo escritos sobre el conquistador macedonio, exactamente en el caso de novelas históricas. Todo ello gracias al film de Stone el cual, además, creó unas estúpidas controversias ya comentadas. La versión de Robert Rossen (1955) y la de Stone tienen ya soporte en DVD. Antes del film de Rossen hay una producción escandinava, la primera del personaje, “Alexander der Stone” (1917), seguida de una cinta búlgara “Giberta Na Alexander Veliki” (1968) y en 1965 una serie televisiva además de la coproducción greco- alemana- italiana, “Megalesksandros”, de Theo Angelopoulos (1980).
En el campo literario se han reeditado antiguas novelas históricas y estudios de años atrás junto con nuevos los cuales invadieron el mercado. Entre los más destacables está el de la escritora y helenista británica Mary Renault, quien había ya escrito una trilogía sobre Alejandro, una biografía que une espectacularmente la reconstrucción del mundo helénico y la psicología del monarca (sin renunciar a sus aristas más evidentes). Le sigue el arqueólogo Valeri Manfredi (autor, entre otras, de “La última legión” y “El tirano”) con otra trilogía --- “Alexandros” --- la cual lleva ya reeditándose desde hace más de una docena de años. Un cruce entre novela histórica y ensayo biográfico es “Alejandro”, de Klaus Mann (hijo de Thomas Mann) escrita en los años cuarenta y oportunamente reeditado como también lo es el díptico de Gisbert Haefs (a veces publicado en un solo y voluminoso tomo), autor de una novela sobre “Aníbal”. El mismo nivel de interesante es “Alejandro Magno, el destino de un mito” de la historiadora francesa Claude Mossé. “El genio de Alejandro Magno”, de Nicholas Hammond resulta otro estudio biográfico editado ya hace años y la novela histórica de Steven Pressfield escrita en primera persona, “La conquista de Alejandro Magno”, y muchas títulos más.
Todas ellas han bebido en las fuentes originales, en primer lugar”Vidas paralelas” del romano Plutarco en la doble biografía “Alejandro Magno & Julio César”, presentándose el segundo como sucesor del primero, o sea del imperio helenístico al romano y “Anabasis” Alexandrou” (“La expedición militar de Alejandro”) escrita por Arriano en el siglo II d. C., sucinto informe en particular de las hazañas militares que se remontan a las fuentes antiguos.
Si Arriano y Plutarco narran anécdotas y los hechos más significativos para resaltar vida y obra del conquistador, Quinto Curcio Rufo (unos 50 años d. C.) en su amplia biografía señala los cambios producidos en la persona de Alejandro durante su expedición a Persia y otros lugares. Narrada en forma de aventuras prodigiosas, muchas de ellas rozan la leyenda o la fantasía. De Pompeyo Trogo (finales siglo I a. C.) solo conocemos un resumen de Justino. Es interesante la obra de Diodoro Sículo a causa de sus menciones a fuentes antiguas y  la tardohelénica “Novela de Alejandro”, ficticia prácticamente en su totalidad (el origen divino de Alejandro que él mismo dejó difundir). Primero fue atribuida a Carístides pero pertenece a la literatura popular de Alejandría y resultó muy leída durante la Edad Media. Valerio Máximo elogia acciones de Alejandro pero también señala su altivez, soberbia y desenfreno y Tito Livio expone asimismo sus virtudes y defectos. La leyenda y la historia del personaje quedan abiertas en el Medioevo, Renacimiento, Barroco (con diversas óperas en su haber), Romanticismo y época actual (*)…
                                                                         Narcís Ribot i Trafí

(*) – Las fuentes literarias (sobre todo de Arriano, Quinto Curcio y Diodoro) pueden encontrarse editadas (o en curso de publicación) a la “Biblioteca Clásica” de Editorial Gredos.
     - Tanto la trilogía de su novela histórica como la biografía de Alejandro, de Mary Renault, fueron publicadas por EDHASA (la biografía en 1991 y después reeditada por “Comunicación y Publicaciones S.A. para el número 39, enero de 2005, de la revista “Clio”).
   - El díptico “Alejandro, el unificador de Grecia” y “Alejandro, el conquistador de un imperio: Asia”, es de EDHASA.

  - “Alejandro Magno, el destino de un mito”, de Claude Mossé, salió a la luz gracias a Espasa Calpe, el estudio histórico “El genio de Alejandro Magno”, de Nicholas Hammond se editó por Vergara y “La conquista de Alejandro Magno”, de Steven Pressfield es de Grijalbo en su sección de novelas históricas y el “Alejandro” de Klaus Mann fue editado por El Aleph. 

martes, 10 de diciembre de 2013

ALEJANDROMANIA (I)


En 2005 escribí esta pequeña reseña, para un semanario de la Costa Brava, en dos partes después del estreno de “Alexander” (“Alejandro Magno”, 2004). Hemos de agradecer a “Gladiator”, de Ridley Scott (2000) --- con sus virtudes y defectos --- el retorno de los films sobre la Antigüedad y así, tras el estreno de la mediocre “Troya” (Wolf Petersen, 2004), eclosionó la figura de Alejandro II de Macedonia, llamado “El Grande” o “Magno”, unificador del mundo helénico, vencedor del Imperio Persa y otros pueblos además de efectuar una aproximación sociocultural entre Oriente y Occidente.
Se han reeditado antiguos estudios, biografías, historias, leyendas y un buen número de novelas históricas y reportajes en todas las revistas de historia. Oliver Stone estrenó su película mientras había otra en proyecto de Baz Luhrman con Leonardo DiCaprio y Nicole Kidman que no llegó a cuajar. Y yo pregunto: ¿porqué Alejandro, porqué el cine ha ignorado al siglo V a. C. griego con su esplendor cultural y personalidades como Pericles, Alcíbiades y muchos más, y la guerra del Peloponeso? La respuesta es obvia: unos personajes, unas situaciones se recuerdan; otros no (aunque puedan ser igual o más importantes) y por tanto no son rentables a priori para un cine o literatura sostenidos por una industria. Dejando aparte este punto, suficientemente amplio para un análisis serio, antes de visionar el “Alejandro Magno” de Stone revisé “Alexander, the Great” (“Alejandro Magno”), escrita, dirigida y producida por Robert Rossen para United Artists (1955) y protagonizada por Richard Burton (Alejandro), Fredric March (Filipo II de Macedonia, padre de Alejandro) y Danielle Darrieux (Olympias, madre de Alejandro). El film de Rossen puede considerarse el más fidedigno y me parece un “Peplum” bastante aceptable a pesar de las frías y negativas críticas recibidas en el estreno de la película. Como ha sucedido otras veces se le reconocieron valores tiempo después. En ocasiones es lírico, con una fuerza psicológica inusual en films del género, austero y breve en la resolución de escenas y, además, la cinta avanza sin mucha fluidez narrativa --- al menos en apariencia --- resultando lenta en ocasiones (cfr. los diálogos monocordes de Alejandro/Richard Burton, por otra parte su interpretación me parece notable) pero en compensación vemos un trabajo inteligente y personal de Robert Rossen el cual consigue un eficaz documento casi realista de la historia. La base son “Las vidas…” del inevitable Plutarco del cual se sirve el realizador para componer el cuadro de un Alejandro siempre valiente y a veces neurótico a causa de un complejo edípico, unas veces cruel, otras misericordioso, a veces dictatorial, a veces tolerante, en ocasiones grosero, en otras refinado (era un hombre culto, no en vano fue Aristóteles su preceptor), con una madre ambiciosa y dominante, un padre borracho y salvaje… en definitiva no muy alejado del Alejandro real.
La estructura del film orbita alrededor de las tres más importantes batallas: 1) Queronea, contra una coalición de estados griegos y en donde salva la vida a su padre con el cual se llevaba pesimamente, 2) Gránico, derrotando a Memnon (excelente Peter Cushing en una de sus primeras interpretaciones) y Gaugamela, sitio en el cual vence al emperador persa Darío, obra maestra de estrategia militar como Cannas lo será para Aníbal o Alesia para Julio César. Su gran enemigo será asesinado por algunos de sus oficiales lo cual despertará la cólera de Alejandro (al igual que César al ser asesinado Pompeyo) quien ordena la ejecución de los asesinos para casarse después con la hija de Darío. Es curiosa la escena sobre la noche anterior a la batalla de Gaugamela, basada en una noche exactamente igual a la del “Enrique V” shakesperiano (lamentable es que Shakespeare no escribiera un drama o una tragedia sobre Alejandro Magno). El film se rodó en España.
Por su parte Oliver Stone utiliza la bisexualidad de Alejandro (totalmente cierta según las fuentes históricas) como uno de sus ejes vertebradores de la obra, cosa que despertó la indignación de algunos. El realizador se quejó del  bajo nivel cultural de muchos en su país. Totalmente de acuerdo pero si viniera aquí comprobaría la dura competencia y en mucha parte gracias a determinados políticos que, desde hace tiempo, han convertido la enseñanza en un fábrica de analfabetos. Es normal en estos tiempos pero los mentados grupos saben igual de historia griega o en general que un pollino de literatura. Otro punto escabroso --- no tocado por ninguna de las dos versiones --- es el referente a la práctica, según algunas fuentes, de la zoofilia por parte de Alejandro.
Dejando aparte todo esto, la película de Stone en ocasiones es farragosa, abusa de los defectos “de ordenador” en las batallas, del ralentí, de los cursis colorines, utiliza el flash- back en el asesinato de Filipo II rompiendo el ritmo de la narración; al revés de la versión de Rossen, integrada en línea continua en la exposición fílmica. Otro punto no cuidado (o a lo mejor la verosimilitud nos les importa a los responsables de la película) es la interpretación de Angeline Jolie como Olympias cuando en la vida real solo tiene un año más que Colin Farrell (Alejandro), este correcto en su rol y esto se nota. Por el contrario hay momentos excelentes los cuales levantan el interés en la balanza de aciertos/desaciertos (aquellos picados en las estrepitosas batallas y las subidas de tono y sonido también han de figurar en la parte negativa).
Me parece satisfactoria la interpretación de Anthony Hopkins (algo no conseguido con su Van Helsing en el “Drácula” coppoliano, al igual que Gary Oldman con aproximaciones e interpretaciones más que discutibles para sus personajes) como Ptolomeo I “Soter” (Salvador), el narrador de la historia. Ptolomeo, quizás el más sensato de los “diádocos” (generales de Alejandro) se quedó como faraón de Egipto, conquistada por Alejandro a los persas (su descendiente más famoso es la reina Cleopatra VII, indefectiblemente unida a Julio César y a Marco –Antonio).
Verdaderamente agradecí en su momento la resurrección del “Peplum”, género popular y muy querido por muchos a pesar de los defectos del cine actual bien visibles en el film de Stone. También se había anunciado un proyecto sobre la excelente novela histórica  “Memorias de Adriano” de Marguerite Yourcenaur donde el papel de emperador había de recaer sobre Antonio Banderas (totalmente inadecuado). Al final se quedó en agua de borrajas, quizás afortunadamente…
                                                                                                            Narcís Ribot i Trafí


lunes, 25 de noviembre de 2013

DE “LA CAIDA DEL IMPERIO ROMANO” A “GLADIATOR”


-1) “THE FALL OF THE ROMAN EMPIRE” (“LA CAIDA DEL IMPERIO ROMANO”), DE ANTHONY MANN (1963) -  
2) -“GLADIATOR” (“GLADIATOR”), DE RIDLEY SCOTT (2000)
                                                                       O
 - LA HISTORIA DEL EMPERADOR CÓMODO EN EL CINE-
                               La idea de este escrito surgió en una cena a partir de una conversación entre hermanos y amigos sobre los títulos arriba mencionados y cual es mejor, el antiguo o el moderno (ahora quizás ya no tan moderno). La misma historia filmada en 1963 y en  el 2000. Se trata de dos “péplum” o sea de dos películas de “romanos”, aunque posteriormente la denominación se extendió a toda película (seguramente sea la comodidad y el archivo los elemento más importante para esta designación) sobre la Antigüedad, trate de romanos, griegos, egipcios, babilonios, israelitas, hititas, asirios, galos, hispanos, germánicos, británicos, etc. (incluso he oído denominar “péplum” a un film como “Las Cruzadas”, el cual acontece en la Edad Media).
Centrándonos en el cine actual podríamos decir que gran parte de él es impersonal. Los realizadores, hablando en términos generales, no tienen estilo propio, son amanuenses al servicio del productor (en muchas ocasiones el cine es un negocio más y nada saben de “arte” y lo que esta palabra significa, o sea, son comerciantes) y rodarán con más o menos eficacia lo deseado por quien pone el dinero. En el campo técnico los directores de cine adoptarán los vicios de una forma que ha desembocado en un círculo degenerativo o callejón sin salida (muy difícil de evadirse de él) aparte de adaptar/adoptar las costumbres/estilizaciones propias del lenguaje televisivo. Así, el resultado de todo ello será los planos atropellados, gratuidad en abundancia, escenas prescindibles, a veces exceso de montaje entrecortado, uso abusivo del zoom, del gran angular, del “ojo de pez” e incluso de los picados, contrapicados y planos cenitales (elementos usados en contadas ocasiones y con “sabiduría cinematográfica” por los llamados “clásicos”, tanto primeras figuras como por los “artesanos”), la búsqueda de la acción continua y espectacularidad, violencia también gratuita, exacerbación del sexo, la falta de reflexión, la poca imaginación de unos guiones (muchas veces beben en las fuentes del cine antiguo y otras son pálidos “remakes” sin otra intención que la de ganar dinero). Es, hablando en general, repito, un cine sin carne, sin sangre, sin alma y con una apabullante, defectuosa  e inadecuada semántica cinematográfica la cual a muchos nos importa y a otros el lenguaje del cine les trae sin cuidado, se tragan todo con tal que responda a sus gustos, para ellos el cine es diversión y su función es la de un pasatiempo. Resultado: por más que algunas películas americanas, sobretodo, tengan éxito en taquilla (debidamente “preparadas”) y haya algún acierto artístico, existe desde hace tiempo una gran deserción de las salas cinematográficas.
También existe el hecho de discutir, en el buen sentido de la palabra, de hacer propaganda, de fomentar también un cine con intenciones “políticas” (en España sabemos de esto, especialmente en los últimos años con subvenciones y prebendas al grupito repartidor del pastel mientras otros circulaban por la triste senda del paro o de buscar otros campos fuera del cine). De ello --- pocas veces se ha sacado el tema a colación --- la historia nos demuestra que las obras maestras quedan para siempre, al igual que las sobresalientes o notables, incluso las aprobadas pero las malas desaparecían mientras que ahora se discute y protege a films intragables a los cuales se les intenta hacer perdurar, aquí, p. e. se esfuerza en colocar dentro del acervo cultural --- popular y/o elitista, da igual --- al cine de Almodóvar o Amenábar y, en menor grado quizás, el de Santiago Segura.
No es este el caso de Ridley Scott, su “Gladiator” pese a los momentos que cede a estos defectos del cine actual tienen otros bastante conseguidos.
I)- SOBRE ANTHONY MANN
La carrera de Mann sigue una progresión clara hacia la pureza y la simplificación” (Jeanine Basinger)
Emil Anton Bundmann (1906- 1967), conocido cinematográficamente como Anthony Mann, era hijo de emigrantes alemanes de origen judío, profesores de filosofía. Mostraba ya de pequeño aptitudes y vocación para el teatro. La familia de Anthony Mann residía finalmente en Nueva York y cuando falleció su padre coincidió con la entrada en el medio que tanto le gustaba, después de algún trabajo temporal, desempeñando todas las tareas propias del teatro: diseñador en decoración, director de escenas, ayudante de producción, actor, etc. Más adelante descubrió que su vocación principal era dirigir. Ya hablamos (en el ciclo de Westerns de Anthony Mann con James Stewart) de su entrada en el cine de la mano de David O’Selznick como ayudante de cámara, montaje y “cazatalentos” hasta la disolución de Selznick International Pictures en 1941para un año después dirigir sus dos primeros films: “Dr. Broadway” (Paramount) y “Moonlight in Havana” (Universal). Su debut, “Dr. Broadway”, un serie “B” como todos los de su década inicial (42-49) lo acabó como pudo (en escenarios naturales o de otros platós), reduciendo el rodaje más de lo previsto --- algo terrible para un director sin experiencia --- y bajo la amenaza que su plató debía ser utilizado por el ya consagrado Cecil B. DeMille  a la mañana siguiente.
Desde sus inicios hasta 1949 (siete años) realizó una veintena de películas de serie B, lo cual resultó muy provechoso para su aprendizaje --- algunas en deplorables condiciones según declaró --- tocando el musical y, sobretodo, el cine negro en el cual nos dio una serie de obras, olvidadas durante tiempo, las cuales han conocido la resurrección gracias a la reivindicación del director y al invento del Vídeo y del DVD. Mann dio en la década de los 50 una serie de magistrales westerns debidos a su tenacidad y estilo propio y por ello fue reconocido, aunque tarde, como creador a pesar que su primer western, “La puerta del diablo” (1950), con Robert Taylor, no obtuviera una buena respuesta en taquilla. En total once westerns de los cuales cinco fueron protagonizados por James Stewart.
Hablamos ya de su estilo nítido y pragmático sin aditivos, barroquismos ni artificios inútiles, no a lo superfluo, si a la cuidada composición del plano, presente ya en su etapa de aprendizaje (aunque no desarrollada en su totalidad y no por falta de ganas) donde brotaba una planificación original y conseguida (en ocasiones, especialmente durante las escenas de acción) coexistiendo con un resto en el cual había secuencias rutinarias y propias del cine B. El cambio (lógico) evolutivo de la cinematografía (blanco/negro- color, sistemas de filmación, p. e.) no modificó el método de rodaje y el estilo de Mann. Para Mann lo más importante son las imágenes, dando siempre gran preponderancia al movimiento, la colocación de la cámara y el montaje para exponer la mayor oferta del contenido planificativo en función del significado sobre la historia a narrar mientras los diálogos, sin negar su valor, tenían una función complementaria dentro del haz de estos elementos citados. Así, la semántica en el cine de Mann se produce por la contención a través de la composición. Al empezar en la serie B se preocupó siempre de reforzar la historia llevada entre manos mediante la profundidad y elegir una narrativa más sencilla, trabajando siempre en los guiones (muchos de los de serie B eran infumables, teniendo que cargar además con actores que “recitaban” a duras penas sus diálogos) para resultar, a través de la cámara, un relato fílmico más sencillamente asequible al espectador. Este procedimiento --- transmutado  en gran valor cinematográfico --- le acompañó durante toda su vida profesional, incluso ya reconocido como gran realizador con más libertad de acción sobre guiones, actores y rodaje.
Siguiendo a Jeanine Basinger (1) veremos como la carrera profesional de Mann se divide en cuatro partes: I)  Inicios, II) Cine Negro, III) Westerns y IV) Épico. En los puntos I y II anuncia lo que vendrá a continuación: sus grandes obras y su reconocimiento como uno de los grandes --- recordemos que entre sus magníficos westerns tiene una película bélica, sobre la guerra de Corea, “Men in War” (“Los diablos de la colina de acero”, 1957), para mí de lo mejor del género que, lejos de ser una más de héroes victoriosos, es una reflexión sobre la supervivencia y lo absurdo de la guerra --- y el IV, épica, para muchos es el de la decadencia pero en absoluto sobre sus cualidades de realizador. Al fallar algún film en taquilla y tras la frustración de “Espartaco” (1960) viajó a España (recordemos que de 1958 a 1963 estuvo casado con Sara Montiel) para rodar dos películas para el productor independiente Samuel Bronston (Moldavia, 1909- 1990): “El Cid” (“El Cid”, 1961) y “The Fall of the Roman Empire” (“La caída del Imperio Romano”, 1963).
-PUNTO Y APARTE PRIMERO CON SAMUEL BRONSTON- Había nacido en Moldavia, trabajó en la M. G. M. y Columbia para crear en 1943 su propia productora “Samuel Bronston Productions” y establecerse, más adelante, en España. Aprovechó los bajos costes de producción del momento y la relación dólar- peseta además del buen clima y paisaje variado con pocos gastos de desplazamientos (en 1959 había adquirido los estudios Chamartín). Recibió siempre ayuda de las autoridades española y se propuso hacer un tipo de films solemnes, espectaculares y de larga duración (los kolosal) pero desgraciadamente se acabó con el gran fracaso económico de “La caída del Imperio Romano” aunque realizó una producción más: “El fabuloso mundo del circo” (1964) cuya realización confió a Henry Hathaway.
Bronston siempre fue acusado de interferir en los rodajes además de enfrentarse a los realizadores por él asignados a quienes intentaba imponer  sus ideas megalómanas. Se señaló como responsable de la retirada del gran director Nicholas Ray (“Johnny Guitar”, “Rebelde sin causa”) de su vida profesional, de no pagarle lo pactado (esto nunca se demostró), especialmente en su último film para él (2). Con sus defectos las películas producidas por Bronston siempre han tenido interés cinematográfico gracias a los realizadores y actores viajantes desde Estados Unidos (muchos técnicos eran españoles). Hace años revisé “El Cid” y considero que su puesta en escena está entre lo mejor de Mann y hace poco vi “El fabuloso mundo del circo”, donde la realización de Hathaway es  notable y la historia se sigue con interés. “La caída del Imperio Romano” no está tan redondamente conjuntada como “El Cid” pero contiene momentos antológicos. Sin embargo los fallos del guión demasiado alargado (especialmente en la mitad de la cinta) la hacen irregular aunque su valoración ha subido en mucho con el paso del tiempo. El error más grande, repito, no se refiere a la artística cinematográfica sino a la industria fílmica: fracasó en taquilla, cosa bastante difícil de dilucidar, y ni siquiera cubrió gastos en el principio.
PUNTO Y APARTE SEGUNDO: “LA CAÍDA DEL IMPERIO ROMANO”- Totalmente de acuerdo con Barahona (3) y Comas (4) en que el film tiene valores y también defectos y de la misma forma que “Cleopatra” (1963), de Joseph L. Mankievicz recibió tal batacazo en taquilla que arruinó a la 20th Fox (después se recuperó lentamente), “La caída del Imperio Romano” hundió a la empresa Bronston aunque realizara una película más, “El fabuloso mundo del circo”. Es posible que el público se hubiese cansado de cintas de “romanos”, la publicidad fue buena y sin embargo… Recordemos que su guión es bastante irregular con altibajos en sus 180 minutos de duración. Solo cuando estuvo bajo contrato en Bronston --- el díptico “El Cid” y La caída del Imperio Romano” --- no pudo Anthony Mann acceder a los libretos y compenetrarse con los guionistas. La idea de “La caída del Imperio Romano” procedía del propio Mann al ver en una biblioteca un libro del reputado historiador británico Edward Gibbon (1737- 1794), autor de los seis volúmenes de “The History of the Declive and Fall of the Roman Empire”. En realidad con el reinado de Cómodo (180- 192) no cayó el Imperio (duró aún casi doscientos años más) pero si es el inicio de la decadencia como lo fue para Samuel Bronston y su empresa. El guión fue redactado por el “blacklisted” (estaba en las “listas negras” del senador Joseph McCarthy) Philip Yordan junto con Ben Barzman y Basilio Franchina. Yordan se había encontrado ya con Antonhy Mann, junto con otros cinco guionistas, en el anterior Bronston (“El Cid”), en “The Last Frontier”, “El hombre de Laramie” (westerns) , “La colina de los diablos de acero” (bélica) y “God’s Little Acre” (drama, 1957). Fue un excelente libretitsta aunque no se sepa con exactitud el grado de interferencia de Bronston en la película. También se señala la fotografía de Robert Krasker y John Moore como voluntariamente sombría en algunos momentos, especialmente en las secuencias de Germania (las escenas nocturnas son ya “tenebrosas”) mientras la música de Dimitri Tiomkin es similar a una marcha fúnebre. No se sabe el grado de intervención de Samuel Bronston en los elementos del film pero en verdad acertó en la conjunción final en algunos puntos y en otros falló. El elenco interpretativo es elevado aunque no pudieron contar con Charlton Heston como el ficticio general Livio. Algunas crónicas aseguran que el actor no deseaba ser identificado --- excelente en “El Cid” --- como protagonista en films de “romanos” y otras de no tener buena relación `profesional con Sophia Loren (doña Jimena de Gormaz en “El Cid”, Lucilla en “La caída del Imperio Romano”). Stephen Boyd, el Mesala de “Ben- Hur”, substituyó a Heston sin la química necesaria. Actor eficiente para algunos prototipos pero inadecuado para el film en cuestión, aparte de muchas escenas donde faltaba su presencia. El resto del reparto brilla a la altura deseada: James Mason como Timónides con sus inolvidables frases filosóficas recitativas las cuales rivalizan con las del emperador Marco- Aurelio (magnífico Alec Guinness), padre de Cómodo, interpretado con soltura por Christopher Plummer.
“Una gran civilización no es conquistada hasta que no se ha destruido ella misma por dentro”. Esta frase del historiador Will Durant, asesor técnico del film (el mismo cargo desempeñado, al menos en teoría, por el egregio don José María Pemán en  “El Cid”), puede servir para dilucidar lo que Bronston y su equipo ofrecen en la película: el fin, o principio de la decadencia, de la supremacía y civilización romana a partir del terrible y sangriento reinado de Lucio Aurelio Cómodo Antonino (180-192). De ahí la función simbólica de la música y fotografía viradas en una tonalidad lúgubre y triste, recordando que la lectura del film no se circunscribe solamente al Imperio Romano, está vigente y más que nunca hoy en día.
Hay diferencias notables entre realidad histórica y films sobre Cómodo, es normal en cine. Tanto en “La caída del Imperio Romano” como en “Gladiator”, además de “Una Spada per l’Impero” (“Una espada para el imperio”, 1965), de Sergio Greco e “Il Due Gladiatore” (“Los dos gladiadores”, 1964), de Mario Caiano, ambos péplums italianos de no muy alto presupuesto (a principios de los 60 se filmaron, especialmente en Italia, los llamados “Péplum” o cine de aventuras en la Antigüedad con sus personajes históricos o mitológicos). Coinciden los cuatro en la muerte de Cómodo (31-diciembre-192 d. C.) en espectacular lucha con el héroe cuando en realidad fue víctima de una conspiración de los senadores, cansados de ver sus filas diezmadas por proscripciones y ejecuciones: sobrevivió por vómito al veneno administrado por su novia Marcia (novia de turno, porqué en su total degradación tenías amantes de ambos sexos) para ser luego estrangulado en el baño por el atleta Narciso. Otra diferencia importante es la muerte de su antecesor y padre Marco- Aurelio: en “La caída del Imperio Romano” el emperador- filósofo muere envenenado por unos conspiradores ajenos a Cómodo pero que le benefician en sus aspiraciones --- una manzana mondada con la hoja de un cuchillo emponzoñada en una cara y ofrecida por el ciego Cleandro (Mel Ferrer) --- mientras en “Gladiator” es asesinado por su propio hijo (en las otras dos no aparece Marco- Aurelio). Cómodo tenía rasgos propios de Calígula y de Nerón, su gobierno prometía en un principio como el de los dos citados para luego convertirse en un caos: ruina económica del estado a causa de la mala administración, la corrupción, el rechazo a la sabia política de su padre, caprichos, actos absurdos, proscripciones (una insinuación, una mirada podían significar pena de muerte)… Al igual que los dos mentados se le atribuye una megalomanía y una enajenación progresiva fatal para la marcha del Imperio, para muchos y para él mismo. Si Nerón gustaba exhibirse como Píndaro,  recitador lírico, Cómodo lo hacía como Hércules mostrando su fuerza física y combatiendo en el circo con gladiadores y animales salvajes (según las crónicas, “debidamente drogados”). Hemos de coincidir con el historiador Carl Grimberg: “Ninguno de los monstruos con figura humana ocupantes del trono de Roma alcanzó larga vida y todos tuvieron una muerte violenta”: Cómodo tenía 31 años al ser asesinado, los mismos que su funesto modelo, Nerón, al suicidarse, mientras Calígula llegó a los 29, Caracalla no había cumplido los 30 y el desdichado Heliogábalo contaba con 19 años.
Anthony Mann filma con buen pulso narrativo las escenas íntimas aunque demasiado largas y lentas y no por culpa del realizador, usa significativamente los elementos atmosféricos como la lluvia, la nieve, la niebla, la especificación nocturna (factores poco vistos/usados en el “péplum”) como signos de decadencia, de paz o tranquilidad momentáneas, etc., el señalar al hombre honesto que cumple con su deber (Livio) renunciando al trono asignado por Marco Aurelio el cual había reconocido los excesos y la incipiente crueldad de su hijo y no le quería como sucesor. Hay escenas antológicas como el entierro de Marco- Aurelio, momento en el cual Livio le entrega la antorcha (= la jefatura del Imperio) para iniciar la incineración del difunto, evitando una guerra civil y recuperando (momentáneamente) la amistad de Cómodo. La progresiva decadencia y corrupción de Cómodo, la manipulación del tesoro público por parte del emperador para asegurarse riquezas, la carestía del pueblo llano en paralelo, el combate final en el circo y, sobretodo, aquella carrera de cuadrigas compitiendo Livio y Cómodo que en nada envidia a la más famosa de Ben- Hur (en un terreno regular, el circo, mientras que en “La caída del Imperio Romano” es en el bosque bordeado de precipicios, ríos y subidas/bajadas en colinas) pero, al fin y al cabo, estas magníficas escenas de carreras en ambos films están realizadas por el director de 2ª unidad y especialista Yakima Canutt, así como algunos momentos sueltos filmada por Andrew Marton (sin acreditar) en ausencia de Mann… La secuencia final, cogida por los pelos, debe colocarse en el debe del guión: Livio, después de matar a Cómodo, llega justo a tiempo de salvar a su prometida Lucilla, hermana del emperador, de la inmensa pira donde la había condenado Cómodo mientras los bárbaros prisioneros mueren abrasados en el fuego maldiciendo a Roma; se oyen voces de los senadores y pretorianos subastando la jefatura del Imperio rechazada por Livio. En la realidad fue nombrado emperador el que había sido cónsul y gobernador Publio Helvio Pertinax cuyo reinado duró 86 días ---apuñalado el 28 de marzo del 193 --- y fue sucedido por el banquero Didio Juliano, emperador del 28 de marzo al 1 de junio del 193 (ahora sí, el Imperio fue ofrecido en subasta), siendo substituido por Cayo Prescenio Niger, gobernador de provincias y militar (mediados de abril del 193 a marzo del 194), al igual que Clodio Albino (se proclamó emperador en otoño del 196 y cayó en combate contra el general Septimio Severo el 19 de febrero del 197). Por fin Septimio Severo (padre del también futuro emperador Caracalla, de características parecidas a Cómodo) dio, aunque en tiempo de decadencia, un gobierno de relativa estabilidad. Estos fueron los sucesores de Cómodo, implicados en la Guerra Civil del llamado tiempo “De los cinco emperadores”, cuyas consecuencias fueron lamentables para el futuro de Roma, una crisis más fuerte que la acaecida tras la muerte de Nerón, sucedida más de un siglo antes (muerte en el 68, Guerra Civil en el 69, llamado “Año de los cuatro emperadores”).
A veces una situación histórica, un rumor cierto o falso puede ofrecer nuevas posibilidades para el cine. La historia nos habla de la convicción de algunos en creer que Cómodo no era hijo de Marco- Aurelio sino de un feroz gladiador, cosa solamente sabida por la ya difunta esposa de Marco Aurelio, Faustina la Menor, hija a su vez del emperador Antonino Pío el cual era el padre adoptivo de Marco- Aurelio. En cambio en el film de Mann se descubre que si era verdad… “Un hombre no puede luchar con su hijo” dice el gladiador Verulus (Anthony Quayle), uno de los preferidos de Cómodo, cuando Livio le dice que se una a él en la lucha contra el déspota. Cómodo había nacido con un hermano gemelo que falleció a los tres años de edad: en “Los dos gladiadores” este hermano no murió sino que será quien encabece la oposición contra el tirano y en el mismo film, Cómodo (Mimmo Palmer), entrega al prefecto Cleandro al pueblo como cabeza de turco para ser linchado, acusándole de todos los males del gobierno. En “Una espada para el Imperio” los bárbaros pisan ya territorio italiano, cosa totalmente falsa, en realidad aquí toda relación del guión con la realidad es pura coincidencia, p. e. Cómodo (Enzo Tarascio) desea encarcelar al papa Sixto cuando no existió ningún pontífice de este nombre bajo su reinado (durante el gobierno de Cómodo los pontífices fueron Eleuterio, 175- 189 --- el 175 es dudoso como año de elección --- y Víctor I, 189- 199, cuando nació y creció el cisma gnóstico), hubo algunos  breves conatos de persecución aún vigente desde tiempos de Marco- Aurelio pero el tirano no se ensañó particularmente con los cristianos, además la denominación de “Papa” empezó a usarse en tiempos de Gregorio VII (1073- 1085); Sixto I pontificó (con dudas en las fechas exactas) del 115 al 125 y Sixto II del 257 al 258 en la persecución del emperador Valeriano (5) en la cual el pontífice fue decapitado en un cementerio (hubo cinco papas con el nombre de Sixto pero ninguno coincidió con Cómodo)…
II) UN RÁPIDO EPÍLOGO: RIDLEY SCOTT Y “GLADIATOR”  
Ridley Scott (nacido en South Shields, Gran Bretaña, 1937) me parece un director desigual e irregular en su filmografía pero uno de los más conocidos e interesantes en la actualidad (nominado tres veces al Oscar a la mejor dirección). Cae a veces en los errores de muchos de sus colegas pero cuando está inspirado nos da momentos excelentes y ello se da parcialmente en algunos films o totalmente en dos obras absolutamente redondas en el género de la Ciencia- Ficción: “Alien” (“Alien, el octavo pasajero”, 1979) y “Blade Runner” (“Blade Runner”, 1982), según la novela de Phil K. Dick escrita en 1968: “Do Androids Dream of Electric Sheeps”? (“¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”) y cuando no lo está cae en el tedio, en el alargamiento de escenas o en subrayados inútiles. Un claro ejemplo es “Legend” (1985), una cinta de fantasía totalmente resentida en su puesta en escena y que, además, fue un sonoro fracaso en taquilla compensado por “Thelma and Louise” (“Thelma y Luisa”, 1991), una “road movie” protagonizada por dos mujeres, donde el film recibió un Oscar por el mejor guión y primera nominación de Oscar para Scott (a pesar de todo es un film bastante sobrealabado). Los méritos de Scott son el logro estético de muchos planos, las atmósferas recargadas y su ejecución sonora y visual, elementos que domina a la perfección (de joven ya era un gran aficionado a la pintura, el dibujo y la fotografía). Después de adquirir experiencia con muchos cortos acertó en su “ópera prima”, “The Duelist” (“Los duelistas”, 1977), premiada en Cannes por su brillante iluminación y fotografía y a continuación vendría el gran acierto de “Alien”, donde, junto con sus cualidades, dosifica certeramente el suspense (el ataque imprevisto de aquel ser del espacio a los tripulantes de la nave, algo parecido con el “Tiburón” de Steven Spielberg).
En “Gladiator” se repite la historia de “La caída del Imperio Romano”, podríamos decir que es un remake: después de fallecer Marco- Aurelio (180 d. C.) el general romano Máximo Décimo Meridio (correcto Russell Crowe) pasará a esclavo y gladiador a causa de la persecución de Cómodo (excelente Joaquin Phoenix) ya que el anterior emperador (Richard Harris) no ha dado el poder a su hijo sino a Máximo al que quiere como a tal (en realidad sabemos que Marco Aurelio si quería a su hijo y le dio la jefatura del Imperio, cometiendo así el mayor error de su vida). Cómodo le perseguirá encarnizadamente, asesinará a su esposa e hijo y desea matarle a toda costa. Máximo, enamorado de Lucilla (en ambos films), hermana de Cómodo encabezará la rebelión… Al igual que en “La caída…” el guión hace aguas… La parte íntima está muy bien resuelta con fuelle claramente shakesperiano: envidias, celos, odios; sentimientos de maldad y bondad son el engranaje que mueve la máquina narrativa la cual es motor de la historia. En la parte épica hay de todo: planos demasiado rápidos, los soldados que marchan a un lado y luego está en el otro, hace saltar la cámara sobre su eje repetidas veces consiguiendo el aturdimiento del espectador, imágenes bellas y bien conseguidas que dejan de serlo a base de repetirlas innecesariamente (la escena inicial, p. e. de la mano en el trigo), el ralentí usado como efectismo que prolonga inadecuadamente los “tempo” mientras en plena batalla vemos el orden de combate de las legiones más conseguido que en “La caída…” donde las luchas eran un desconcierto. Con el ordenador ahora es más fácil conseguir una Roma o un Coliseo bajo el lema de la perfección técnica pero también es más impersonal y aséptico… Prefiero los escenarios reales y el entrañable cartón- piedra bien elaborado, no las chapuzas, de antaño. El alargamiento de unos planos y la gratuidad restan puntos a “Gladiator” (en “La caída del Imperio Romano” recuerdo una toma totalmente innecesaria: Marco y Lucilla entran en un templo en plano cenital, o sea perpendicular, filmado desde el techo, algo impensable en un realizador como Mann por lo que pienso en una imposición más del productor).
El film de Anthony Mann costó 20 millones de dólares y constituyó un gran fracaso que provocó “La caída del Imperio Bronston”, “Gladiator” arrasó taquillas, ganó algún Oscar y rehabilitó a Scott después de una temporada de resultados mediocres hablando cinematográficamente. Hay aspectos positivos pero después de analizar los dos films yo me inclino por “La caída del Imperio Romano”…
                                                                         Narcís Ribot Trafí

1)-“Anthony Mann”, de Jeanine Basinger. Twayne, 1979. Edición española a cargo de la    Filmoteca Española y el Festival de San Sebastián (2004).
2) - Nicholas Ray también tiene un díptico filmado en España: “King of Kings” (“Rey de reyes”, 1961)  y “55 Days at Peking” (“55 días en Pekín”, 1963). “Rey de Reyes” es una muy valiosa versión de la vida de Jesucristo (guión de Philip Yordan). El actor Jeffrey Hunter interpretó a un Jesucristo con ojos azules (fue recomendado por John Ford). Hay una cinta muda del mismo título en 1927, filmada por Cecil B. DeMille. En “55 días en Pekín” estalló la crisis entre el productor y el realizador.
3) - “Anthony Mann”, de Fernando Alonso Barahona. Film Ideal, Barcelona (1997).
4) - “Anthony Mann”, de Ángel Comas. T & B Editores (Colección “Lo esencial de…”), Madrid (2004).
(5)- “La antigua Roma en el cine”, de Juan J. Alonso, Jorge Alonso y Enrique A. Mastache. T & B Editores, Madrid (2008).

Es un libro muy interesante  donde en un capítulo se nos explican las diferencias entre historia y los films “La caída del Imperio Romano” y “Gladiator”. Es un completísimo estudio. Los autores eruditos, profesores y grandes aficionados al cine editaron también “La Edad Media en el cine” (2007) y “El Antiguo Egipto en el cine” (2010). Fácil adivinar cuál sería el próximo volumen a publicar. Ha salido hace poco: “La Antigua Grecia en el cine” (2013). Sencillamente, todos son de lectura indispensable…  

viernes, 15 de noviembre de 2013

“A GAME OF DEATH” (ROBERT WISE, 1945)

RELATO DE RICHARD CONNELL (1924)
“THE MOST DANGEROUS GAME” (1932), film
A GAME OF DEATH” (1945), film

General Zaroff


Conde Zaroff

Mr. Erich Kreiger

Sanger Rainsford


Robert (Bob) Rainsford

Don Rainsford

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Eve Trowbridge


Ellen Trowbridge

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Martin Trowbridge


Robert (Bob) Trowbridge

El criado Ivan, cosaco


El criado Ivan, cosaco

El criado Carib, nativo

  EL REGUSTO AVINAGRADO DEL REMAKE   
Después de 40 años y más como aficionado al cine fantástico he conseguido visionar, gracias a un amigo, “A Game of Death” (1945), de Robert Wise, remake de “The Most Dangerous Game” (“El malvado Zaroff”), de Ernest Beaumont Schoedsack e Irving Pichel (1932), las dos versiones producidas por R. K. O. El intentar ganar algún dinero en tiempos de apuro económico por parte de la productora quizás sea la respuesta del porqué de este “remake” a 13 años del original.
La realización fue encomendad a un Robert Wise en el inicio de su prometedora carrera en la cual tocaría todos los géneros: “West Side Story” (1961) y “Sonrisas y lágrimas” (1965) --- entre las dos consiguió 13 Oscar --- en el musical y ciñéndonos al fantástico: “La mansión encantada” (1963), posiblemente el mejor film sobre casas embrujadas, y aquella joya de la Ciencia- Ficción llamada “Ultimátum a la Tierra” (1951) entre otras.
En los estrictos cánones de la serie B Robert Wise hubo de apechugar con un material dudoso, 1) de los intérpretes, que cumplen pero incomparables con los de la versión original y 2) el sistema de rodaje donde había de trabajar (presupuesto más que reducido) con planos de archivo reciclados y otros que eran calco del film de Schoedsack- Pichel. Wise había tocado ya el “fantastique” en sus obras primerizas: “The Curse of the Cat People” (1944) y “The Body Snatcher” (1945) con los míticos Boris Karloff y Bela Lugosi, meses antes del film que nos ocupa. En “A Game of Death” conjuga de forma más que aceptable estos elementos puestos a su disposición, su puesta en escena no carece de solidez y hay algún plano en la selva propio de él (o sea, no de archivo, ni filmado milimétricamente del original) bastante conseguido y sorprendente. El lastre absoluto que arrastra el film de Wise es la existencia  de la cinta del 1932 y su inevitable  y forzosa dependencia.
El guión de Norman Houston “fusila” prácticamente el de James Ashmore Creelman  para la versión de 1932 (coguionista de “King-Kong”), incluyendo los hermanos Trowbrige --- él cazado y asesinado y ella enamorada de Rainsford --- ausentes en el cuento de Connell. Por otra parte el héroe al presentarse Kreiger ya sospecha de él, cosa que también hace Ellen Trowbrige, eliminando el suspense del original. El picaporte de la mansión de Kreiger es una especie de gárgola inspirada en alguna bestezuela de inspiración felina, interesante pero menos significativa que la figura monstruosa herida con flecha y con una mujer en brazos en “El malvado Zaroff”. También el caserón de Zaroff me parece más misterioso y sugestivo que el de Kreiger. Ya en el interior, la enorme pintura del espantoso centauro, también con una mujer en brazos, se repite en ambos films y Kreiger hace verbalmente más explícita sus deseos lujuriosos respecto a Eve (“primero la caza, la muerte, la sangre y después la hembra…”) en el caso del conde Zaroff lo proclama implícitamente lo cual me parece más adecuado.
Hay otros elementos interesantes aunque siempre hemos de acudir al “pero”, p. e. la fotografía de J. Roy Hunt es visualmente bella pero lo es más la de Henry Gerrard en el original, utilizando, además, el claroscuro, el día/la noche para la señalización de peligro/reposo, turbulencia/tranquilidad para enriquecer la obra. La música de Paul Sawtel conducida por C. Bakaleinikof es más que adecuada pero no puede igualar la sugerente y amenazadora de Max Steiner, reconocida ya como una banda sonora totalmente clásica.
Volviendo a los personajes veremos a Erich Kreiger, ya no un general (relato) o conde (“El malvado Zaroff”) --- ambos de nacionalidad rusa ---, sino un potentado alemán (aunque no hay referencia política alguna se sobreentiende como un nazi, ver época del film). El actor shakesperiano Edgar Barrier saca adelante con encomiable actuación su rol del sádico Kreiger pero su baja estatura le hace mucho menos grandioso que el aristócrata ruso interpretado por Leslie Banks (más cuando se coloca al lado del héroe, de una respetable talla). Aquí vemos que la locura proviene del encuentro con el búfalo en África, provocándole una futura cicatriz y la demencia a diferencia del original Zaroff cuya paranoia le venía ya de antes.   John Loder es Rainsford, se parece bastante a Joel McCrea y Audrey Long atractiva e interesante pero sin la química de Fay Wray. Russell Wade como Robert Trowbridge tiene más papel que Robert Armstrong/Martin Trowbridge del original y, aparte de sus momentos etílicos también los tiene en mayor abundancia, que su antecesor, de sobrios. Noble Johnson, el inolvidable cosaco Iván de “El malvado Zaroff”, el lacayo mudo del conde, aquí es Carib, también lacayo y también mudo --- con atuendo de pirata --- de Kreiger. Su muerte también está calcada de la primera versión: ensartado en una trampa construida por Rainsford. La muerte de Kreiger también está fotocopiada de la de Zaroff con una ligera variación: el conde, después de intentar disparar con una pistola carga su arco tártaro pero Rainsford le clavará a mano una flecha en la espalda, herido de muerte intentará disparar el arco pero caerá por la ventana al vacío hacia el patio donde será devorado por sus propios mastines. La lucha con Kreiger armado con un revólver sucede en su último tramo en off, detrás de un sillón, disparo, se levantan los dos antagonistas y vemos a Kreiger herido. Cuando la pareja huye en la lancha (de lejos son los planos del original), el sádico intenta disparar un rifle por la ventana y le pasa lo mismo… abajo le esperan sus fieros perros.
Se introduce un nuevo criado llamado Pleshke, interpretado por Gene Roth, el cual se ocupa más bien de quehaceres domésticos y es, como Carib, totalmente fiel a su amo y Jason Robards Sr. interpreta al capitán del navío naufragado en una corta aparición.
En resumen, es un film bastante visible a pesar de todo y del cual quizás se hablaría de él en sentido más positivo de no existir la obra maestra de Schoedsack- Pichel…

                                                               Narcís Ribot i Trafí

domingo, 10 de noviembre de 2013

EL MALVADO ZAROFF (1932)


He decidido hablar hoy de “El malvado Zaroff”. Lo he hecho en todos los Cine-Fórum de los cuales fui responsable. Y no solamente por su intrínseca calidad cinematográfica sino también por sus extrañas características. Por su tratamiento pertenece al género fantástico y también al de aventuras, es una película que entró en el subconsciente de miles de espectadores y también escandalizó a muchos… ¿Por qué? En primer lugar es “cine fantástico” y esto ya molesta; el “fantastique” ha dado creadores inigualables como Ernest B. Schoedsack, Tod Browning, James Whale, Terence Fisher, Mario Bava, etc., estos y algún otro han dado auténticas obras maestras así como el género tiene también (lógicamente) películas excelentes, notables, pasables, mediocres, y auténticas mamarrachadas. El fantástico puede hablar de cosas las cuales no pueden exponer otros géneros, p. e. las injusticias de un gobierno político (y se puede hacer más sutilmente que si se plantea directamente un film- denuncia), de la sociedad, o de un orden humano impuesto (que por humano es ya defectuoso) y, en verdad forma parte de su misión, pero cuando en su planteamiento deja de lado la sutil alegoría y lo aborda directamente como algo evidente los resultados suelen ser catastróficos (p. e. la película alemana “Los vampiros nunca mueren”, donde los vampiros del título se identifican plenamente con el nazismo). Soy consciente de lo comprometido al nombrar esta vía de la corrosión y la causticidad inherente del fantástico, quizás debería aclarar otros puntos sobre el mismo tema que dejamos para otra ocasión (&). Y en segundo lugar es la historia: ¿No es escandaloso que un hombre intente cazar a sus semejantes como si fueran animales salvajes? “Estas son historias que jamás deberían escribirse o filmarse”  pensaban y piensan entre puritanos cinematográficos, bienpensantes sin imaginación o quienes desean que todo haya de seguir como está. Mucho podría hablarse del desprecio recibido por el género tanto declarado como destilado pero las obras ahí están y una de las más grandes de esta edad de oro del fantástico (principios de los treinta) es “El malvado Zaroff”. THE MOST DANGEROUS GAME” producida por R. K. O. en 1932, se estrenó en España como “EL MALVADO ZAROFF”, dirigida por Ernest Beaumont Schoedsack e Irving Pichel y provenía de un relato de Richard Connell, The Most Dangerous Game--- literalmente El juego más peligroso --- publicado por vez primera en la revista Weekly de Collier, con el título de “The Hounds of Zaroff (“Los sabuesos de Zaroff”) el 19 de enero de 1924. MERIAN CALDWELL COOPER, amigo y socio de Schoedsack actuó  aquí como productor y también lo fue, aparte de codirector con Schoedsack del futuro “King- Kong que vendría al año siguiente también a cargo de R. K. O. Merian C. Cooper (Jacksonville, Florida, 1893 - San Diego, California, 1973) formó tándem con Ernst B. Schoedsack en muchas ocasiones; es más recordado como productor pero también como realizador: “Grass (1925), “Chang” (1927), prácticamente reportajes (corealizadas con Schoedsack) , Las cuatro plumas (1929), con Schoedsack y Lothar Mendes, el ya citado “King- Kong” (1933), así como “Los últimos días de Pompeya (1935) y “This Is Cinerama” (1952) siempre al lado de su compañero. Como productor, aparte de estas dos maravillas de cine fantástico, “El malvado Zaroff” y “King- Kong hizo compañía en los 40-50 con John Ford formando la Argosy Pictures (“El hombre tranquilo”, “Caravana de paz”, “Fort Apache”, etc.) y, disuelta ya la productora, fue igualmente productor de aquella película de Ford que algunos la consideran como la más grande de la historia del cine: “Centauros del desierto” (1956). Entre sus ocupaciones cinematográficas fue también director de fotografía y guionista. IRVING PICHEL (1891- 1954) formó tándem con Schoedsack para la realización de “El malvado Zaroff”. Empezó como actor de teatro y luego de cine (fue Stalin en “El agente británico”, 1934, de Michael Curtiz, p. e.), entró en el departamento de guiones de Warner y se inició en la realización en la cinta codirigida por Schoedsack, luego pudo dirigir en solitario obras de escaso presupuesto (“Con destino la Luna”, 1950) revelándose como un técnico conocedor de la mecánica del rodaje (una de sus últimas películas fue “Martin Luther”, 1953, una biografía sobre Martín Lutero), hombre de talante más bien progresista, tuvo problema con las prescripciones del senador Joseph McCarthy.
I)-ERNEST BEAUMONT SCHOEDSACK nació en Council Bluffs (Iowa) en 1893, debuta como operador en 1914 cuando es incorporado a filas. A partir de 1918 pasa a la realización especializado en documentales, revelándose además como un apasionado de la acción y de la aventura que compartirá con su amigo Merian C. Cooper a quien conoció en Polonia tras la guerra. Filmarán documentales sobre fauna, especialmente gorilas: “Grass” (1926), “Chang” (1927), “Rango” (1931) y visitarán Irán, Sumatra y Siam. En un viaje al Amazonas conocerá a Ruth Rose con la cual contraerá matrimonio. En 1929 había realizado una versión de “Las cuatro plumas” y en 1935 otra de “Los últimos días de Pompeya” (con efectos especiales del gran Willis O’Brien), pero será  el género ”fantástico” en donde cosechará sus mayores triunfos en forma dos  absolutas obras maestras: “El malvado Zaroff” (1932) y “King- Kong” (1933) y otras entre discretas (“El hijo de Kong”, 1933) y notables (“Dr. Cyclops”, 1940, “El gran gorila”, 1949). El cine fantástico de Schoedsack es ante todo de aventuras (como su espíritu), generalmente en una isla desierta (“King- Kong”, “El malvado Zaroff”, “El hijo de Kong”) donde los protagonistas se ven obligados a luchar por sus vidas  (de la furia de Kong y de los dinosaurios que comparten la selva de la isla, de las flechas de Zaroff), tanto la Skull Island  (“Isla de la Calavera”) de Kong como la isla de Brank, del conde Zaroff, misteriosas y perdidas,  son mundos aparte donde confluyen la amenaza, el peligro, la aventura, lo desconocido, lejos de todo tabú, lejos de la rutina  y de las facilidades de la civilización y aquí eclosionará lo monstruoso, aquí lo imposible puede ocurrir encontrando los héroes el sentido esencial de los valores y una razón de ser (quizá perdidos en su vida cotidiana). Estos lugares antitéticos al mundo civilizado (islas de Kong y Zaroff, la aislada mansión del Dr. Thorkel en la selva peruana en “Dr. Cyclops”) son espacios geográficos totalmente anárquicos donde existen el primitivismo y la brutalidad, donde cualquier estratagema vale para sobrevivir, sea para salvarse de un gorila gigante enfurecido (“King- Kong”, “El hijo de Kong”), de un perturbado aristócrata el cual caza personas como si fuesen animales (“El malvado Zaroff”) o un científico que ha reducido al tamaño de muñecos a un grupo de personas y las persigue para matarlos (“Dr. Cyclops”).
Los personajes de las dos obras maestras de Schoedsack son sombras nietzschianas los cuales, a cada instante, remiten su existencia a cuestionamiento; la negra sangre que resbala de las imágenes de Zaroff no inspiran tanto horror pues es la muerte liberadora de los terrores pasados y la parte sexual en absoluto disimulada (aunque no mostrada, afortunadamente, por la época, por decencia y porqué el realizador jamás lo hubiera hecho) yendo por ello más lejos que notables films contemporáneos como “La máscara de Fu-Manchú” (Charles Bravin, 1932) o “Los crímenes de la Calle Morgue” (Robert Florey, 1932). Los dos “chefs d’oeuvre” de Schoedsack quizás sean los dos únicos ejemplos en la historia del cine de una creación colectiva, realizados al alimón (“El malvado Zaroff” con Irving Pichel, “King- Kong”, con Merian C. Cooper), los dos films constituyen casi una creación inconsciente fluctuantes más allá de lo pensado por el autor. Son películas limpias de narrativa, poéticas, heterogéneas en su concepción y homogéneas en su realización las cuales nos muestran islas misteriosas, selvas aterradoras, animales inimaginables, zarzas, aullidos, horrores escondidos que a lo mejor caen encima de los héroes en cualquier momento, matojos, frecuentes nieblas, lianas, pantanos… Las dos creaciones cumbres de Schoedsack serán los dignos equivalentes a los literarios de E. Rice Burroughs (entre otros, creador de “Tarzán”) o de H. Ridder Haggard (escritor de “Las minas del rey Salomón”, pasada al cine varis veces y del creador del personaje de “She, la diosa del fuego”, también con varias versiones cinematográficas a cuestas, entre otros varios).
Schoedsack practica el espectáculo por el espectáculo, culmina el gusto por lo absurdo, de ahí nacieron sus dos grandes obras las cuales --- al igual que las mudas “Nosferatu” o “El gabinete del Dr. Caligari”, dos films claves del Expresionismo Alemán --- son fruto de una época. Sus dos hallazgos escapan a toda clasificación o nomenclatura, son logros más allá de lo imaginable, proyecciones inaccesibles. La prueba está en el fracaso de los “remakes”, como el “King- Kong” de John Guillermin (1976) o el de Peter Jackson, totalmente innecesarios o el inaccesible “A Game of Death” (1945), producida igualmente por R.K.O., de un Robert Wise antes de configurarse en la fama con títulos como “West Side Story” o “Ultimátum a la Tierra”, segunda versión de “El malvado Zaroff”, donde el cazador de personas no era un aristócrata ruso sino un sádico nazi. Como anécdota curiosa señalar que el actor Noble Johnson, intérprete del criado mudo Iván --- un calco físico de Rasputín --- repetía su personaje en esta 2ª versión          (también encarnó al jefe de la tribu en la “Isla de la Calavera” de “King- Kong”).
Schoedsack será el iniciador de una vía esencial dentro del cine fantástico: el encuentro y la fusión en una historia de aventuras de los real- cotidiano con lo increíble- desconocido, de donde nace lo exótico, lo “feérico” y también lo sublime. E. B. Schoedsack falleció en 1979, un año después de su esposa Ruth Rose.
II)- BREVE INTERMEDIO CON UN CUENTO NEGRO- El escritor Richard Edward Connell (1893-1949) empezó como periodista deportivo al igual que su padre. Viajó continuamente por Europa y fue reclutado en la I Guerra Mundial para después idear historias cortas para revistas y diversos guiones cinematográficos (“Juan Nadie”,The Milky Way”, “Brother Orchid”) pero su mayor éxito por el cual será reconocido internacionalmente es “The Most Dangerous Game” (1924), la base de “El malvado Zaroff” filmada ocho años más tarde. Digamos que el guión de James Ashmore Creelman (coguionista también de “King- Kong”)  sigue, a grandes trazos la historia de Connell,  la mayor diferencia estriba en los personajes hermanos de Martin (Robert Armstrong, el Carl Denham de “King-Kong”) y Eve Trowbridge (Fay Wray, la inolvidable Ann Darrow de “King- Kong” que, por cierto conocí personalmente en  el Festival de Sitges hace años). El elemento femenino enriquece y añade elementos nuevos en la historia puesto que será considerada como un trofeo viviente a conseguir después de la caza por parte del conde Zaroff, interpretado por el formidable actor de teatro Leslie Banks quien conjugará mil matices para desplegar en su personaje mientras Eve se enamorará, tras la muerte de su hermano Martin, de su protector Bob Rainsford (Joel MacCrea), cazador profesional, autor de libros sobre caza mayor, quien pasará a representar la presa al descubrir la locura de Zaroff y no querer participar en su siniestro juego de cazar personas. En el film es Robert --- llamado en apodo diminutivo, Bob --- Rainsford, en la novela es Sanger Rainsford, en el libro es un general del ejército zarista, en la película es un conde también huido de la revolución rusa. La novela se expresa, a veces, en elipsis y sobreentendidos (especialmente al final), la película es más descriptiva y sugerente. El tema del libro (retomado por la película), novedoso y atrevido, tira sus dardos contra los acaudalados individuos norteamericanos quienes organizaban safaris a África y América del Sur (en boga durante los años 20) en plan de caza mayor. El relato de Richard Connell inspiró una obra maestra del Séptimo Arte pero también funciona (está bien y sencillamente escrito) literariamente en forma notable. Es una pequeña y perversa historia negra, centrada en una pasión convertida en locura por parte de un cazador llamado Zaroff.
III) -“EL MALVADO ZAROFF”-
“En Esparta, en Lacedemonia, se iba a la caza de los ilotas como nosotros vamos en Francia a la caza de la perdiz” (Donatien Alphonse François, marqués de Sade).
El film costó unos 200.000 $ y sus beneficios junto con gran parte del decorado (magnífico) fueron invertidos en la siguiente producción R. K. O. con Schoedsack y Cooper ocupando juntos el asiento de director: el inmortal “King- Kong” (1933, costando 600.000 $). La poética, extraordinaria y terrorífica historia de “El malvado Zaroff” acontece en una isla desierta en el Pacífico donde rigen leyes diferentes de la civilización, al igual que “King- Kong” o “Island of the Lost Souls” (“La isla de las almas perdidas”, 1932), de Erle C. Kenton (se realizaron dos versiones más de esta novela de H. G. Wells, una es mejor olvidarla y la otra jamás debería haberse filmado). El argumento es conocido: el cazador Bob Rainsford, víctima de un naufragio llega nadando a la isla de Brank donde entre selvas y pantanos se encuentra enclavado el castillo del conde Zaroff, un aristócrata ruso que le atiende con gran amabilidad. El caserón fue construido por los conquistadores portugueses y allí conocerá a los hermanos Martin y Eve Trowbridge también víctimas de un naufragio anterior. El noble se revela como un magnífico anfitrión: es elegante, culto, refinado, viste impecable frac,  algo histriónico, fuma largos y caros cigarrillos, toca piezas de Chopin al piano y es un forofo de la caza con lo cual encuentra fácilmente tema de conversación con Bob. Acostumbra a acariciarse el lado izquierdo de su rostro donde tiene una cicatriz, recuerdo de un búfalo en África. Nos damos cuenta que algo oculta. El resto de los tripulantes del buque donde viajaba Bob han sido devorados por los tiburones (alguna escena de archivo sacada de “Pasto de tiburones”, de Howard Hawks, 1932) y la forma de preguntar de Zaroff (“¿Es Vd. el único superviviente?”) ya presagia algo, como lo hace también el terreno pantanoso y selvático a recorrer hasta llegar a la mansión del conde y también en el genérico en donde después de ver el portalón oval aparece un picaporte formado por una monstruosa imagen mitológica cargada con el cuerpo de una mujer (anunciando el componente mistérico y erótico de la historia al entrar Eve en juego). Ahora las premoniciones (el ambiente selvático, la mansión de altos techos, largas escalinatas y amplias estancias y la imponente presencia de Zaroff) se hacen terrible realidad: encuentran el cadáver de Martin, entran en un cuarto oscuro y misterioso y ven una cabeza humana disecada y colgada en la pared (la censura cortó la visión de más cabezas de hombre en el mismo estado), ahora Zaroff confiesa que al cazar todo tipo de animales a través de todo el mundo llegó al aburrimiento hasta que se le ocurrió cazar personas. Este personaje, de existir hubiera hecho las delicias del Dr. Sigmund Freud (comentó una vez Juan Tébar), compró esta isla, arregló el caserón, varió el lugar de las boyas para hacer naufragar a los buques y a los supervivientes les trata a cuerpo de rey para luego darles un par de horas de ventaja e ir detrás de ellos para cazarles como a animales. Si al cabo del día no les ha encontrado les da la libertad pero hasta ahora nadie la ha conseguido. Pide a Rainsford que cace a su lado en el próximo naufragio pero este se niega y le echa en cara su locura y entonces Zaroff le concede el papel de presa: cazador de personas versus cazador de fieras. Bob y Eve huyen, luchan por sus vidas (el cazador profesional dice: “Ahora comprendo el sentir de los animales cuando son acorralados y cazados” --- antes no lo creía --- “Si un animal mata para comer le llaman bestia salvaje, si un ser humano mata por deporte le llaman hombre civilizado”), trampas, pantanos, ambiente brumoso y temible, donde la muerte puede acechar a cada paso, detrás de cada árbol, en cada rincón del bosque, toda clase de peligros, Zaroff con su cuerno de caza, su arco tártaro, su rifle, sus dos lacayos, sus feroces mastines…
La película  construida a través de imágenes esencialmente narrativas y bellamente sencillas nos llevan a un ofrecimiento genuinamente complejo (como la mayoría de las grandes obras) que dividirá la historia en dos partes: la primera dominada por los interiores de la vieja mansión donde la iluminación juega un papel definitivo al igual que la presencia de Zaroff y sus gestos y signos. Una de las causas de la inadecuada repetición de la obra de Schoedsack es, p. e. en “A Game of Death”, el remake de Robert Wise en 1945, la baja estatura del “cazador de personas” Eric Kreiger, interpretado por Edgar Barrier, mucho menos grandioso que el Zaroff/Banks del original; en cambio el aquí llamado Don Rainsford era interpretado por John Loder, bastante parecido a Joel MacCrea y Audrey Long (aquí Ellen Trowbridge) tenía una lejana similitud con Fay Wray. La segunda parte acontece en los exteriores repletos de peligros…
Tanto en el interior (castillo) como en los exteriores (selva) se compone el marco fantástico donde Bob y Eve --- únicos elementos  de la sociedad normal --- luchan por sus vidas (el juego incluye que, caso de morir Bob, Eve pasaría a ser “propiedad” de Zaroff). Una trampa colocada por Rainsford consigue acabar con Iván y algún mastín, hasta caer él desde un precipicio a un río (Zaroff cree haber vencido). Otra vez en el castillo: se desencadena la lucha a muerte entre el conde y Bob, una flecha usada a mano por Rainsford quedará clavada en la espalda de Zaroff. Después de acabar con el otro criado la pareja huye en una lancha hacia la civilización mientras aparece Zaroff, herido de muerte, por la ventana, intentando tensar el arco tártaro --- apasionado hasta el final --- pronuncia la palabra “imposible” y cae al vacío; abajo le esperan sus propios mastines para devorarlo. Una película fuera de serie en todos los sentidos, y solo dura 63 minutos, no tan reconocida como “King- Kong”, quizás porqué (como decía un analista) esta ofrece una lectura más arraigada y cotidiana de los miedos mientras que “El malvado Zaroff” es un film completamente abstracto….
         
                                      Narcís Ribot i Trafí

(&)- A veces se ha culpado al cine de incidir negativamente sobre la sociedad, p. e. al CINE NEGRO donde se narra la preparación de un atraco a un banco y algún espectador ha intentado copiar lo relatado. Si bien es posible, en general no ha sido así; el problema ha nacido dentro de la propia sociedad no del espectáculo.
En el caso del CINE FANTÁSTICO han sido varias las razones de los ataques, una de ellas mostrar sadismo pero ello forma parte de la vida, la totalidad de espectadores no será más o menos sádico después de ver, p. e. la película comentada El fantástico no está (lo dije una vez con referencia a James Bond) para beatificar a nadie pero es un cine tan válido, y con su propio lenguaje, como los demás.
En el aspecto religioso el grueso del cine fantástico (no hablo del actual) ha sido prácticamente siempre respetuoso. Partimos de una ficción introducida en una sociedad existente. Por ejemplo la fuerza del crucifijo ante los vampiros. Tomemos la película de Hammer “Drácula vuelve de la tumba” (Freddie Francis, 1968), la mejor aproximación al tema después de Terence Fisher: un sacerdote pierde la fe al contemplar el mal (Drácula) y un joven ateo enamorado de la sobrina del obispo Müller son ninguneados por el vampiro. Uno por haber perdido la fe, otro por no haberla tenido nunca. Parece el triunfo del mal pero finalmente el conde Drácula caerá desde las almenas de su castillo y quedará clavado en la parte superior de una cruz de enormes dimensiones. Resultado: el demoníaco ser se deshace, quedando solo unas gotas de sangre, su capa negra-roja y su anillo; el joven ateo se santigua y se convierte, el sacerdote reza el Padre Nuestro en latín en medio de una tormenta y recupera la fe perdida. Analizar el planteamiento de esta obra…