Cayo Mario
(156- 86 a. C.) y Lucio Cornelio Sila (138- 78 a. C.) fueron los dos mortales
enemigos después de los conflictos políticos en la Roma republicana de los
hermanos Tiberio y Cayo Graco a principios del siglo I antes de Cristo. A
partir de estas convulsiones existían en el Senado dos partidos totalmente
opuestos: I) los “Optimates”, miembros de la aristocracia
establecida y 2) los “Populares”, aristócratas empobrecidos,
nuevos ricos y tribunos de la plebe.
Mario
nace en una familia modesta (odiaba tanto a “plebeyos” como a “patricios”), se
ganó las espuelas y la estima de Escipión el Emiliano como tribuno militaren en
el asedio de Numancia, aumentó su fama de gran general en la guerra contra el
monarca africano Yugurta (magistralmente descrita por Cayo Salustio) a quien
llevó prisionero a Roma aunque fuera el oficial Sila el autor de la detención
jugándose la vida (aquí en principio de odio entre los dos). Tiempo después
Mario salvó Roma de las invasiones bárbaras cuando ya habían penetrado al norte
de Italia y se acercaban a la capital. Con hábiles maniobras separó primero y
luego destrozó sistemáticamente a Cimbrios, Teutones y Ambrones, borrando
totalmente del mapa a los primeros. Aparte, reformó el ejército, fue reelegido
tribuno y cónsul más veces de las prescritas por la ley y adquirió más poder
casandose con Julia, de familia patricia (tía del futuro Julio César). Las
maniobras de los “populares” (cfr. Apuleyo Saturnino) le llevaron a la
impopularidad mientras Sila reclamaba para sí mismo la jefatura de la guerra
contra Mitrídates, rey del Ponto, enemigo mortal de Roma. Derrotado por Lúculo
y después por Sila, Mitrídates siempre se recuperaba y volvía al ataque hasta
ser vencido definitivamente por Pompeyo, suicidándose después. Mario huyó de
Roma y Sila comenzó sus terribles proscripciones. Entre los dos realizaron
atroces matanzas. Mario falleció y Sila instauró una férrea dictadura, dentro
de la República, recordada con pavor para siempre en la historia. Se retiró de
la política en el año 80 a. C. y murió dos años después. Todo estaba a punto
para que Pompeyo, Craso (alumnos de Sila) y César (pariente y admirador de
Mario) tomaran el relevo y, más adelante, formaran el I Triunviro.
Según
la visión política, Mario es visto de buen grado (contra él escribe Cicerón;
por el contrario César le alaba). Diodoro se queja de la ambición de Mario pero
ningún autor le niega una personalidad fuerte y atractiva (Apiano y Plutarco). Jean-Jacques
Rousseau señala que las reformas militares de Mario facilitaron a los generales
servirse de tropas fieles a su servicio para ser utilizadas como instrumentos
políticos.
Sila
se ha perpetuado como líder hábil, igual que Mario como experimentado militar,
pero también cínico y cruel (pertenecía a una aristocracia arruinada y luego
enriquecida con creces), era inteligente, calculador, autodidacta, en el inicio
de su carrera se hacía mantener por una prostituta griega a quien engañaba y
sin ningún tipo de conciencia pero también sabía ser generoso con sus amigos y
temible para sus enemigos. Fue el primer romano que se atrevió entrar en Roma
con sus legiones para imponer una dictadura que nadie no se atrevió a discutir
o criticar en el tiempo que duró. Condenó a muerte a un joven César aunque, por
presiones, cambió la sentencia por el destierro (el muchacho se había burlado
de él). Plutarco en su biografía señala también la crueldad de sus
proscripciones.
Charles-
Louis de Montesquieu en “Consideration sur les causes de la grandeur des
Romans et de leur decadence” (1734), retorna a Plutarco y Apiano señalando
la soberbia y la autoglorificación de Sila, quien se hacía llamar
“Félix”= “el feliz” y “Epaphoditos= “el favorito de
Afrodita”, así como Pierre Corneille en su tragedia sobre “Sertorio”
(1662) señala por boca del protagonista, el comandante en jefe de las tropas de
Hispania , general Quinto Sertorio, la terrible dictadura de Sila. Hay un
pintoresco libreto de de Giovanni di Gamerra y Piero de Metastasio para ópera
que sirvió de soporte a las inspiraciones de Wolfgang A. Mozart (1772),
Pasquale Anfossi (1774), Juan- Christian Bach (1776) y Michele Morteralli
(1779). En esta historia Sila se enamora de una hija de Mario mientras otro
represor --- Cinna, acérrimo seguidor de Mario --- pide también su mano. Al
final de la historia Sila se muestra amable.
Hay
otras óperas, como la de Carl Heinrich Graun (con libreto de Federico el
Grande) y la de George F. Haendel (1753 y 1713, respectivamente). La obra de
Josep- Ettiene Victor Jouy, después de la muerte de Napoleón, es un ataque a la
ambición y en ella se alaba la dimisión voluntaria de Sila (nadie se ha
explicado nunca el porqué de esta).
Sila
fue maldecido y execrado por sus proscripciones y, más aún, por entrar a la
fuerza en Roma con su ejército y por ello prácticamente eliminado del arte
posterior (una pintura de Pierre- Narcise Guerin de 1799 trata de las
proscripciones silanas). Un lienzo de Benjamin West (1796) y otro de John
Hamilton Mortimer (1774) junto con el de Pierre- Joseph François (1780) nos
muestran a Mario exilado donde antes estuviera Cartago. John Vanderlyn volvió a
recrear el tema (1870) y Friedrich Sustris pinta a Yugurta (1590) encadenado en
la entrada triunfal de Mario en Roma y también existe otra pintura sobre Mario
a cargo de Jean. Germain Drouais (1786).
Hay
diversas tragedias sobre el apogeo y caída de Mario, como la de Thomas Otway
(1679), la de Antoine- Vincent Arnault (1791) y la de Christian- Dietrich
Grabble (1827), aparte de las novelas históricas de más reciente actualidad: “Vida
de un republicano” y “La corona de hierba”, en una serie
de novelas dedicadas a Julio César.
Narcís Ribot i Trafí
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