domingo, 25 de mayo de 2014

NOVEDAD LITERARIA “LOS MUNDOS PERDIDOS DE WILLIS O’BRIEN”

 EDITADO POR: CINE CLUB MUSEO FANTÁSTICO PARA LAS IV JORNADAS DE LITERATURA FANTÁSTICA, CIENCIA FICCIÓN Y TERROR DE CASTELLÓN, FANTASTI’CS 13

             Coordinado por Jorge Juan Adsuara y prologado por Miguel Fernando Ruíz de Villalobos ha aparecido este volumen dedicado al creador del mítico “King- Kong” (“King- Kong”) de Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack (1933): Willis Harold O’Brien (Oakland, California, 1886- Los Angeles, 1962). Se ha distribuido por fin en los mercados.
Es una gran novedad para los aficionados al cine en general y al fantástico en particular porqué es el primer libro sobre Willis O’Brien publicado en lengua castellana a diferencia de su discípulo y sucesor Ray Harryhausen (1920- 2013) del cual existen algunas obras. Por otra parte encuentro muy acertado que el libro se dedique a la memoria de Ray Harryhausen.
El contenido del libro en 25 estudios de los cuales los dos últimos son la bibliografía y la filmografía sobre el tema por parte de Jorge Juan Adsuara. El eje vertebrador es el genial técnico y los estudios giran principalmente sobre el simio gigante, secuelas, la técnica del film original, otras películas donde intervino O’Brien, los maravillosos proyectos jamás realizados y un largo etc.… Todos desde ángulos y ópticas diferentes por lo que esta obra coral me parece muy completa (siendo el que suscribe estas líneas el autor de uno de los enfoques a veces me cuesta encontrar palabras), sencillamente un libro magnífico.
Bellamente ilustrado con nítidas fotografías, algunas inéditas, y editado en papel couché podríamos decir que ha sido elaborado con gran cariño y ganas de hacer las cosas bien además de la valiosa información transcrita por los responsables.
Recordemos que tras su estreno “King- Kong” fue despreciado y ridiculizado, especialmente en España, algo que demuestra la muy reconocida ineptitud de una buena parte de la crítica hispana. “Espero que usted se habrá divertido tanto como yo con las tonterías publicadas por la crítica”, decía una carta escrita por Gustav Mahler a Richard Strauss. Las cosas que se escribieron causa vergüenza ajena o bien despiertan la hilaridad. También hubo escritos favorables ¿Cómo podían imaginar que ahora es un film admirado y de culto? De estos escritos trata “Y King- Kong llegó a España” de Carlos Benítez. El entrañable recuerdo de la película vista en la infancia y el visionarla después habiendo aumentado aún más la sensación de poesía y magia, por ello es una de nuestra películas preferidas: “El amigo Kong”, de Salvador Sainz; un estudioso repaso a los responsables del film: “Cooper y Schoedsack, los padres de Kong” de Joaquín Vallet, autor de otra gran novedad, el primer libro en castellano sobre Terence Fisher ; la obligada cita a “Los mundos perdidos” por parte de Javier G. Romero (muy completa) junto con “Mis mundos perdidos”. Entrevista inédita a Ray Harryhausen”, de Miguel Ángel Planas y “El mundo perdido, el goce de aventurarse a través de inexplorados senderos narrativos”, de Rubén Higueras. Tendremos el placer de degustar escenas nunca insertadas en la película “La secuencia perdida de las arañas” junto con “Curiosidades de King- Kong”, ambos escritos por Enrique Torres; lo que representó la obra cumbre del maestro para el discípulo: “Ray Harryhausen y la influencia de King- Kong”, de David García. Más escritos en “Karloff, Lugosi, Lorre… y King- Kong en la misma película”,  de Carlos Benítez, en relación y semejanza de los films de la primera época dorada mientras José Luis Salvador trata de la película en si (“King- Kong”) y más reflexiones sobre el tema y la película (“El Dios Kong y el mito de la manzana”, de Jesús Parrado y “Volvamos a los árboles: de bellas y bestias”, de Miguel Ángel Plana). “Fay Wray”, la mujer amada por Kong, nos es mostrada por José Ángel de Dios y los técnicos (a veces olvidados) “Larrinaga, Delgado. Los padrinos de Kong” están estudiados por Domingo Lizcano. También importantísimo “Los proyectos inacabados del abuelo Willis”, de Adrián Encinas; “Los muchos hijos bastardos de Kong” (o sea continuaciones, remakes, etc.), escrito por David García. Para entender el trasvase a otro medio es preciso leer el capítulo “King- Kong en los cómics”, de José Ángel de Dios y un estudio del estilo y técnica utilizado por O’Brien y Harryhausen tenemos en “Historia del Stop Motion”, de Javier Ludeña y el estudio José Luis Salvador sobre “El gran gorila”. Narcís Ribot i Trafí ha pergeñado la evolución en el arte y técnica de O’Brien a través de su filmografía (“El fantástico mundo de Willis O’Brien”) y Rubén Higueras profundiza de forma excelente y detallada: “Willis O’Brien y las monsters movies de la década de los cincuenta: “The Black Scorpion” (1957) y “Behemoth, the Sea Monster “(1959).
En resumen, un libro espléndido e imprescindible.
                                                                            Narcís Ribot i Trafí 


miércoles, 7 de mayo de 2014

EL MONTE DE LAS ÁNIMAS

“Ese monte que hoy llaman de las Ánimas pertenecía a los templarios, cuyo convento ves allí, a la margen del río. Los templarios eran guerreros y religiosos a la vez… Entre los caballeros de la nueva y poderosa orden y los hidalgos de la ciudad fermentó por algunos años, y estalló por fin un odio profundo… Fue una batalla espantosa: el monte quedó sembrado de cadáveres. Los lobos, a quienes se quiso exterminar, tuvieron un sangriento festín… la capilla de los religiosos, situada en el mismo monte, y en cuyo atrio se enterraron juntos amigos y enemigos, comenzó a arruinarse. Desde entonces dicen que cuando llega la noche de difuntos se oye doblar sola la campana de la capilla y que las ánimas de los muertos envueltas en jirones de sus sudarios, corren como en una cacería fantástica por entre las breñas y los zarzales. Los ciervos braman espantados, los lobos aúllan, las culebras dan horrorosos silbidos, y al otro día se han visto impresas en la nieve las huellas de los descarnados pies de los esqueletos. Por eso en Soria lo llamamos el Monte de las Ánimas, y por eso he querido salir de él antes que cierre la noche…”
                                                (“El Monte de las Ánimas”, de Gustavo Adolfo Bécquer)
Para muchos es la “Leyenda” más perfecta y emocionante de cuantas escribió Bécquer. La riqueza temática, su dosificación magistralmente comprimida en cuatro breves capítulos y su gran calidad literaria la evidencian como tal. En el proemio el autor está en Madrid aunque no se cite explícitamente y la historia se desarrolla en Soria. “El Monte de las Ánimas” se publicó en “El Contemporáneo” el 7 de noviembre de 1861 --- fecha cercana al día de difuntos --- sirve para preparar  un clima de terror al igual que los sonidos acústicos en la introducción (las campanas doblan, el aire hace crujir los cristales) que se desarrollará “in crescendo” en el nudo y epílogo.
Si en el “Miserere” (1862), Bécquer se inspiró en el famoso “Réquiem” de Wolfgang Amadeus Mozart, obra póstuma del gran músico, de la cual se tejió una leyenda a su alrededor, en el “Monte de las Ánimas” lo hace de la creación literaria de  Giovanni Boccaccio en un cuento de su “Decamerón” (5ª jornada, novela 8ª), relatando a un joven enamorado que se suicida a causa de los desaires de su amada y es condenado a perseguirla eternamente a caballo y a arrancarle el corazón (paralelismo con Beatriz perseguida eternamente como una fiera por los templarios) y que a su vez inspiró cuatro cuadros de Sandro Botticelli, “Historia de Nastagio degli Onesti” (los tres primeros de la colección están en el Museo del Prado) y en uno de los relatos del escritor y humanista barroco Cristóbal Lozano, “Castigo de dos adúlteros”.
La trama acontece en la Edad Media entrando con un flash- back sobre la leyenda de las almas en pena de los templarios y los nobles en boca de Alonso, personaje- víctima de la historia. El tema folklórico del “cazador maldito”, condenado a vagar hasta el final de los tiempos engarza perfectamente con los otros dos propuestos: las almas sin reposo que reemprenden su feroz batalla y la mujer desdeñosa y altiva la cual provoca el terrible y espantoso desenlace. Bécquer insiste en mostrar personajes femeninos que arrastran hacia la fatalidad  al pretendiente de su amor. Encontraremos valentía pero también inmadurez y falta de prudencia en estos jóvenes protagonistas de este amor tan imposible como pasional, que les conducirá a la destrucción: Pedro Alfonso de Orellana intenta robar una joya en la catedral de Toledo para regalársela a María Antúnez (“La ajorca de oro”, 1861), la mujer --- siempre bella --- que seduce al desdichado Fernando de Argensola es en realidad un espíritu maligno el cual tira del joven  hasta el fondo del lago (“Los ojos verdes”, 1861) o los dos amigos enfrentados (duelo a muerte con espadas) por el amor (prácticamente “imposible”) de una muchacha los cuales son salvados por la manifestación de una fuerza sobrenatural, probablemente la misma divinidad (“El Cristo de la calavera”, 1962), recobrando la amistad  para posteriormente ver a un hombre deslizarse con una cuerda desde las habitaciones de su amada y estallar los dos amigos en una estruendosa carcajada…
A)- EL PRÓLOGO consta de: 1) un breve preámbulo donde el narrador, el mismo Gustavo Adolfo Bécquer, nos pone en solfa sobre la leyenda y confiesa no poder dormir al oír doblar las campanas en la noche de difuntos por lo cual se decide escribir esta tradición oída en Soria (nos dice que en varias ocasiones intentó dormir sin conseguirlo, además de volver la cabeza con miedo al sentir crujir los cristales del balcón, estremecidos por el aire frío de la noche) y 2), el narrador/escritor/recopilador pasa la explicación que da Alonso a Beatriz sobre la leyenda, constituyendo el capítulo I de la historia.
Beatriz y Alonso son los hijos de los conde de Borges y Alcudiel y primos entre si. Alonso está profundamente enamorado de su prima la cual pasa unos días en las posesiones de este, en Soria. Muy acertado está Bécquer al crear un segundo narrador (el propio Alonso), así tabula el embalaje del relato dejando escapar cierta ironía, en el inicio de la narración, hacia sus lectores (los del diario “El Contemporáneo. Periódico Político”, editado en Madrid de 1860 a 1865 en el cual colaboró profusamente Bécquer y publicó la mayor parte de sus “Leyendas”), comparando la buena posición socio-económica de quienes leen sus escritos con la precaria del escritor.
Alonso anuncia el doblar de las campanas de los Templarios (el autor toma algunos enclaves y puntos geográficos de la realidad: el monasterio de San Polo, fundado por los templarios a mitad del siglo XII, en la orilla izquierda del Duero y al comienzo del paseo que lleva a la ermita de San Saturio) colocando ya en tensión al lector en el inicio. Llegan al castillo Alcudiel. Allí los criados hablan de las almas en pena del monte…
B)- EL NUDO son los capítulos II y III. Beatriz contrapone una fría indiferencia hacia los lamentos de Alonso ante la despedida. El joven recuerda la pronta separación, dolorosa para él ya que la ama profundamente. En recuerdo de su encuentro propone regalarle el joyel sujetador de la pluma de su gorra (perteneció a su madre, regalo del padre) que había cautivado la atención de la muchacha. Esta le contesta que en su país ---Francia --- una prenda recibida compromete una voluntad. Continúa la conversación y Beatriz acepta la joya y le pide otro presente, en este caso como recuerdo de su estancia: ha perdido la banda azul en el “Monte de las Ánimas” y le pide a su primo que vaya a recuperarla. Alonso palidece (“sentimiento infantil” en la muchacha, escribe Bécquer) y Beatriz recarga la conversación citando (irónicamente y en tono indiferente) los peligros de la acción en el momento “que atizaba el fuego del hogar, donde saltaba y crujía la leña, arrojando chispas de mil colores”“¡Una noche tan oscura, noche de difuntos y cuajado el camino de lobos!”. En el fondo se oían “las voces de las viejas que hablaban de brujas, de trasgos, y el zumbido del aire que hacía crujir los vidrios de las ojivas; y el triste y monótono doblar de las campanas”. Después de esta breve y magnífica “ambientación”, y tras un momento de reflexión, Alonso se marcha a buscar la banda azul perdida en el “Monte de las Ánimas”; se despide y ella volviéndose con rapidez para detenerlo --- o aparentó querer detenerlo, subraya el escritor --- oye los casco de un caballo que se aleja. Bécquer cierra el capítulo II rematando con sus breves y efectivas pinceladas el cuadro sobre Beatriz: “La hermosa, con una radiante expresión de orgullo satisfecho que coloreó sus mejillas, prestó atento oído a aquel rumor que se debilitaba, que se perdía, que se desvaneció por último. Las viejas, en tanto, continuaban en sus cuentos de ánimas aparecidas; el aire zumbaba en los vidrios del balcón, y las campanas de la ciudad doblaban a lo lejos”.
La banda azul a recuperar será el detonante para el estallido del “fantastique”. Azul es la cinta extraviada en el terreno de donde surge lo espantoso, azul era el color de los ojos de Beatriz, azul es la almohada en donde duerme la muchacha y según la simbología del amor los celos están representados por el azul…
En el capítulo III Bécquer abre la puerta a lo fantástico, al horror, a lo terrorífico, a lo sobrenatural en toda potencia después de prepararlo debidamente.
Pasa una hora, dos, tres y Alonso no regresa. Beatriz intenta rezar sin conseguirlo y piensa que el joven enamorado habrá tenido miedo para finalmente dormirse con un sueño inquieto, ligero, nervioso. Beatriz escucha las doce campanadas del reloj del Postigo (totalmente real, fue suprimido en 1864), entre vibraciones lentas y sordas cree escuchar su nombre pronunciado por una voz lejana y doliente. El viento seguía embistiendo los vidrios de la ventana… Ruidos, sonidos impiden dormir, puertas que se abren a lo lejos hasta llegar a su habitación, ladridos de perros, voces confusas, palabras ininteligibles, intento vano de autotranquilizarse, crujir de ropas, eco de pasos de ida y vuelta, suspiros, respiraciones fatigosas. Todo ello anuncia una presencia invisible y que sin embargo se adivina y se acerca en la oscuridad, silencio, sombras. Finalmente logra vencer el miedo diciendo para si que no puede ser ella tan miedosa como los campesinos de los alrededores y volvió a intentar dormir; ahora oye pisadas en la alfombra hasta llegar al reclinatorio. Grita y esconde la cabeza bajo la almohada. Viento, ruidos, campanas que doblan a los difuntos. Todo ello cesa al llegar la aurora. Separó las cortinas de su lecho y al disponerse a reír de sus pasados temores vio horrorizada, sobre el reclinatorio,  la banda azul perdida en el monte que fue a buscar Alonso: ensangrentada y desgarrada (“…un sudor frío cubrió su cuerpo, sus ojos se desencajaron y una palidez mortal descoloró sus mejillas…”). Cuando sus asustados servidores iban a anunciarle la muerte de Alfonso de Alcudiel, devorado por los lobos,  la encontraron muerta, crispada, asida con ambas manos a una de las columnas de ébano del lecho: entreabierta la boca, desencajados los ojos, blancos los labios, rígidos los miembros, muerta, muerta de horror …
C)- EL EPÍLOGO es el brevísimo capítulo IV que no tiene algo más de diez u once líneas. En él Bécquer “prolonga” (en palabras de Joan Estruch) el castigo de Beatriz. Un cazador moribundo, extraviado en El Monte de las Ánimas durante la noche de difuntos  relata antes de morir cosas horribles: asegura haber visto “los esqueletos de los antiguos templarios y de los nobles de Soria enterrados en el atrio de la capilla levantarse al punto de la oración con un estrépito horrible y, caballeros sobre osamentas de corceles, perseguir como a una fiera a una mujer hermosa, pálida y desmelenada que, con los pies desnudos y sangrientos, y arrojando gritos de horror, daba vueltas alrededor de la tumba de Alonso”.
Podemos ver que el alma de Beatriz está condenada a un tránsito, sin poder reposar, quizás hasta el final de los tiempos (junto con las de sus perseguidores, nobles de Soria y templarios) o sea purgar el pecado cometido. Por el contrario, Alonso si puede descansar en paz….
                                                             Narcís Ribot i Trafí