martes, 25 de septiembre de 2018

KIMBERLÁN, LA MÁS GRANDE AVENTURA DEL JABATO (II)



En la anterior entrega vimos como dos profesionales de gran categoría daban vida al personaje de “El Jabato”: Víctor Mora Pujadas (1931- 2016) como guionista, provisto de una gran imaginación y conocedor de la historia (pese a tomarse algunas licencias con la realidad) y Francisco Darnís Vicente (1910- 1966) en la parte gráfica. La colección de la barcelonesa Editorial Bruguera empezó en 1958 y acabó en marzo de 1966, dos meses después del prematuro fallecimiento de Darnís. Debido al éxito apareció “El Jabato Extra” de corta vida (después de su desaparición surgieron algunas aventuras en “El Capitán Trueno Extra”) pero sin la intervención de nuestro hombre. En los originales apaisados el triunfo fue apoteósico y aunque Darnís llegó al final de la colección (nº 381) --- a diferencia de Ambrós en “El Capitán Trueno  (el exceso de trabajo le obligó, en ocasiones, a delegar a otros dibujantes de la casa como Víctor Arriazu, Luis Ramos, Jaime Juez, Carregal y Osete). En el caso de “El Jabato Extra” los dibujos de los 51 números se repartieron entre Margalef, Juan Alejandro Martínez Osete y Luis Collado Coch contando además con R. Martín (pseudónimo del mismo Víctor Mora, del nº 1 al 48) y Cassarel (del 49 al 51) como guionistas (1) ya que Mora raramente firmaba con su nombre y apellido siendo R. Martín y Víctor Alcázar sus pseudónimos.
El éxito del héroe íbero sorprendió a todos: Mora, Darnís y la editorial. De los 35.000 ejemplares de las primeras semanas pasaron a editar diez veces más por lo cual se construyeron nuevos talleres de impresión. El éxito del cómic se debe a la imaginación de Mora --- aunque adaptara un esquema de personajes similar al del “Capitán Trueno” y lo hará dos veces más en “El Cosaco Verde” (1960) y “El Corsario de Hierro” (1970) --- y a los dibujos de Darnís el cual reproducía fiel y excelentemente la decoración y vestiduras (cascos, armaduras, lanzas, espadas, águilas imperiales romanas) y aquellos atractivos paisajes aunque más adelante no se fijaran tanto, debido al exceso de labor (a destajo) y se cometieran anacronismos. También ha de citarse las tensiones entre la editorial y sus dibujantes y guionistas. Según escritos la empresa no pagaba derechos de autor a sus correspondientes creadores y en alguna ocasión llegaron a los juzgados. Otro factor a tener en cuenta del éxito fue el interés de las películas llamadas “de romanos” o “peplum” --- “La túnica sagrada”, “Demetrius y los gladiadores”, “Quo Vadis?” --- aunque abarcaran otras culturas como la griega o la egipcia, anticipando también algunos futuros films del género fuesen baratos, especialmente coproducciones europeas, o caros como los venideros “Ben Hur” (1959) o “Espartaco” (1960), citado por Fernando Bernabón en su indispensable y magnífico estudio sobre el personaje (2).
En el escrito anterior vimos como Tigelino convence a Nerón en aprovechar la visita del bárbaro Kimberlán para atacar las propiedades de quienes conspiran contra el emperador para después cargar las culpas a los cristianos. Así se matará “tres pájaros de un tiro”. De los nobles romanos les librará Kimberlán, a éste  le cederán todos los bienes rapiñados después de saquear e incendiar las haciendas a su gusto y con total libertad y el odio popular caerá sobre los cristianos ya perseguidos tras el incendio de Roma en el 64. Las naves de los bárbaros han sido ya vistas cerca de la costa más cercana a Roma. El Jabato y Taurus se han disfrazado de romanos al dejar inconscientes, Taurus, a dos guardias costeros romanos. Junto con Claudia se dirigen a Roma para intentar salvar al mayor número de cristianos de las garras de Nerón. Pero también ha habido otro superviviente de la tormenta que hundió la trirreme romana: el malvado capitán Fulvius.
Nuestros amigos también divisan las embarcaciones y los bárbaros dispuestos ya para desembarcar. Taurus se acerca demasiado al borde del promontorio, resbala sobre la mojada hierba a causa de las recientes lluvias y cae al vacío hasta la playa. El Jabato y Claudia acuden en su ayuda pero a su vez se han acercado algunos bárbaros observadores de la escena. Taurus está solamente inconsciente, su gran fortaleza le ha ayudado una vez más, los bárbaros rodean a nuestros amigos como lobos feroces, el Jabato desenvaina su espada y embiste a unos cuantos haciéndoles retroceder. Llega Kimberlán con su montura y al decir el Jabato que no es romano pretende cargarles de cadenas y entregarles a Nerón como presente. Nuestro héroe le provoca desafiándole en combate singular y pide que si vence él les deje en libertad (“Das órdenes a tus hombres que tú eres incapaz de cumplir, el hombre que me cargue de cadenas no ha nacido todavía...”). El bárbaro ya empieza atacando a traición pero el Jabato se revuelve y logra aplicarle una llave presionando sobre el espinazo y le hace jurar por sus dioses que les dejará marchar en libertad, luego le suelta jugándose todo por el todo pero Kimberlán les deja marchar por el juramento. 
Mientras nuestros amigos se dirigen a Roma el jefe bárbaro está de lo que se dice de un humor de perros. Arroja un recipiente metálico a la cabeza del embajador enviado por Nerón, este le insulta y Kimberlán declara la guerra a Roma. Así, la victoria del Jabato sobre el bárbaro ha logrado (involuntariamente) un incidente diplomático de consecuencias graves e insospechadas. El Jabato,  Taurus (disfrazados aún de soldados romanos) y Claudia están en una amplia avenida cuando llega un caballo cargado con el cadáver del embajador acribillado de flechas (”Este Kimberlán ha mandado asesinarle”) es un comentario (“Los bárbaros nos matarán a todos”) es otro y todos huyen, Claudia, preocupada por la suerte de su padre, llora: “Mi padre, seguramente en las cárceles de Nerón sospechoso de ser cristiano... los bárbaros matarán a todo el mundo, no harán distinciones entre carceleros y prisioneros”. El Jabato la tranquiliza. Casualmente se ven con el capitán Fulvius quien pide ayuda a los soldados desplazados a aquel punto para intentar contener la invasión. Nuestros amigos huyen perseguidos por los soldados, Fulvius y un famoso conductor de cuadrigas llamado Vincix, un preferido de Nerón en los espectáculos circenses. A toda velocidad el carruaje conducido por el Jabato choca contra la barandilla de uno de los puentes sobre el río Tíber y se precipita al agua, corriendo igual suerte el de Vincix. Cuando los soldados se disponen a capturar a nuestro terceto por el otro lado del puente llegan los bárbaros de Kimberlán. El Jabato deja inconsciente a Vincix de un puñetazo y le saca del agua impidiendo que se ahogara. Huyen mientras los bárbaros arrollan a los romanos. El malvado Fulvius está en el suelo del puente... muerto. Empieza la invasión de la poderosa ciudad.
Mientras, en el Palatino, Nerón está terriblemente asustado. (“¿Que ha pasado, Tigelino, como se han hundido aquellos planes tan maravillosos que hicimos?”), respuesta (“Kimberlán ha asesinado a nuestro embajador, no me explico lo que ha podido pasar”), otra pregunta del emperador (“Entonces ¿Que vamos a hacer?”), respuesta de Tigelino (“Luchar, señor, y si es necesario morir, morir con dignidad”) y último comentario de Nerón (“Pero yo no quiero morir”) antes de pasar a la acción. Kimberlán, por su parte, siempre al frente de su ejército, sabe que la mayor parte del poderío militar romano no está en la capital sino repartido en diversos puntos y en las fronteras (“limes”) del Imperio.
Nuestro terceto protagonista huye en los suburbios de Roma perseguidos por un grupo de bárbaros. Encuentran una entrada en las catacumbas y mientras Taurus y el Jabato luchan contra los bárbaros Claudia es raptada por un misterioso personaje que esconde su cara. El Jabato derriba  del caballo a un enemigo y le desvía su lanza. Ve que es una mujer: Kania, la hija de Kimberlán. “Yo no lucho con mujeres” y la deja en el suelo mientras la muchacha jura vengarse. Se internan en las galerías y Taurus se retrasa para que el Jabato escape. Después de derribar a varios bárbaros es dejado fuera de combate por un golpe de maza propinado por la espalda a cargo de Kania. Nuestro héroe se arroja al agua de un torrente subterráneo al ver aquel individuo alejarse con la inconsciente Claudia en una barca. Logra subir a la embarcación y ve el rostro totalmente desfigurado de aquel hombre. Es muy interesante el citado estudio de Fernando Barnabón cuando nos señala el ambiente de las galerías subterráneas similares a las versiones cinematográficas antiguas del Fantasma de la Ópera y al raptor de Claudia como un socias de Quasimodo, el Jorobado de Nuestra Señora de París. La barca volcará y el desdichado hombre será engullido por la boca de un gran sumidero, suerte que van correr el Jabato y Claudia pero reciben una cuerda salvadora por parte de un grupo de cristianos entre los que destaca Juan, un viejo amigo --- romano convertido al cristianismo --- del íbero desde su encuentro en África. Le dice que el desfigurado hombre era Branik, un normando enloquecido al arder la cárcel en donde esta prisionero y que quisieron atraérselo los cristianos sin conseguirlo. Ahora el Jabato deja a Claudia al cuidado de sus amigos para buscar y rescatar a Taurus.
Mientras prosigue la invasión de Roma (nos recuerda a unos hechos con cierta semejanza ocurridos  unos siglos después y protagonizados por el huno Atila). Los soldados romanos oponen una feroz resistencia pero no pueden contenerlos por lo anteriormente dicho y van siendo desbordados por lo cual, en el Palatino, Nerón se ve obligado a tomar una dramática decisión. Tigelino le da respuesta: “Ahora deberéis exiliaros al sur de la ciudad hasta que las tropas del general Sulla al que ya hemos avisado puedan socorrer Roma”. 
En el Palatino: Kimberlán ocupa el lugar del huido Nerón, incuso lleva la corona de laurel. Su hija Kania le afea su conducta y le dice que actúa como el mismo tirano depuesto. Él la expulsa, dice que no quiere verla más y rompe a llorar. Llega la noche cuando el bárbaro Kimberlán se ha apoderado de más de la mitad de la capital. Allí, entre incendios deambula una triste Kania la cual descubre la figura del Jabato y entabla otra lucha con él pues no soporta que le hubiera perdonado la vida. Vuelve a ser derrotada, llora y le explica al íbero la rotura de relaciones con su padre. El Jabato, contento con lograr su amistad, le dice que le lleve a los juegos preparados por Kimberlán que harán palidecer a los de Nerón. A la mañana siguiente entran en una tribuna ante el asombro de algunos capitanes. El primer número es un combate entre soldados romanos (Kimberlán: “Romanos, durante tiempo os habéis divertido viendo como otros luchaban entre si. Ahora lo haréis vosotros y si no mis arqueros empezarán a disparar. Los del grupo vencedor tendrán la libertad”). Los dos grupos se embisten con furia y finalmente los supervivientes del vencedor piden el cumplimiento de la palabra dada. Pero el bárbaro les hace acribillar. El Jabato se indigna (“Toda palabra ha de cumplirse, incluso con estos ruines romanos que prefieren matarse entre si a morir como valientes. Si no tuviera la esperanza de rescatar a mi amigo Taurus desafiaría a tu padre a cruzar nuestras espadas. Ya lo hicimos una vez y salió bastante mal parado”). Kania le ruega silencio pues son palabras peligrosas si son escuchadas. Después de limpiar la arena viene el segundo número. Una muchacha es atada a un poste en medio de la pista del anfiteatro. El íbero se horroriza al ver que es ¡Claudia! Los bárbaros han allanado las catacumbas y han capturado a muchos cristianos. Se abre una compuerta y aparece un enorme y furioso rinoceronte. Kimberlán dice “Quien consiga matar al animal podrá tomarla como esposa”. El Jabato salta a la arena y el jefe le reconoce. Tres bárbaros más saltan y golpean al rinoceronte pero este los embiste y mata. El Jabato logra que el rinoceronte golpee con la cabeza el derribado poste en donde está atada Claudia quedando atontado, lo cual es aprovechado por el íbero para hundirle la espada en la nuca. El anfiteatro le aclama mientras Kimberlán dice que es enemigo y debe morir. Miles de flechas le apuntan, algunos bárbaros discuten la orden del amo y El Jabato vuelve a provocarle para salvar su vida y la de Claudia. “Baja tú, si te atreves”¿Que no me atrevo? Y ahora no tendrás tanta suerte”. El amo se dispone a saltar cuando llega un mensajero: “¡Señor, señor... El romano Sulla, señor. Viene hacia aquí con sus legiones. Ha hecho retroceder a nuestros hombres. Ha echado a nuestros hombres de las posiciones que habíamos ganado en el sur de la ciudad y ahora nos está echando de la parte norte, esta zona está ya en peligro!” El bárbaro se olvida al momento de su enemigo y llama a sus hombres para la defensa. “He vivido cuarenta años y quizás este sea el último día de mi vida, pero vale la pena morir por la tarde si por la mañana se ha sido César de Roma”. Todos se retiran, la última es Kania la cual se ha enamorado del Jabato pero ve la imposibilidad... Solo queda la pareja en la arena. “Quieren ir a dar su merecido a Sulla, sin lugar a dudas este general romano está contraatacando”, dice el Jabato. Bajan a los calabozos y liberan a todos los prisioneros recomendando a los perseguidos por Nerón que dentro de poco volverá a gobernar la ciudad, que huyan. Encuentra a Taurus y se abrazan. Entre los prisioneros está un traicionero enemigo: Vincix, el cual piensa acabar con el Jabato con un puñal que logró esconder al cacheo de los bárbaros. Al salir al aire libre le apuñala por la espalda produciendole una herida muy grave que le hace perder el conocimiento. Taurus le persigue y Vincix cae bajo las ruedas de una cuadriga. El forzudo se apodera del vehículo, acomodan al malherido y Claudia le guía hacia la casa de Drusila, una mujer tan sabia como misteriosa (“Esperemos que los bárbaros no hayan pasado por allí”). Taurus embiste a los bárbaros que pretenden apoderarse de la cuadriga en una preciosa viñeta alargada con el vehículo y sus tres ocupantes en plano de conjunto con los bárbaros en el fondo (“...la cuadriga cruza impetuosamente las apretadas filas de bárbaros que desalojan la parte norte hacia la parte sur de Roma para enfrentarse a las legiones de Sulla”). Llegan a la mansión, de aspecto bastante tétrico, y son recibidos por Drusila cuando Claudia vence el miedo (un truco en forma de humo aparece bajo sus pies) y le da una explicación --- una sencilla forma de espantar a los bárbaros en dos o tres ocasiones, dice --- y añade ante la propuesta de Claudia de pagarle bien: “Si es un luchador del bien, el único pago que exigiré es que siga luchando”. Drusila trabaja sobre el cuerpo del Jabato y le susurra palabras al oído. Sueña que se enfrenta a la muerte montado en un pegaso (caballo mitológico alado) blanco y lucha contra la parca (un esqueleto con  vestiduras negras y capucha, la imagen clásica de la muerte) en un pegaso negro (colores representativos del bien- mal, recordemos los caballos blancos y los no menos preciosos caballos negros en “Ben- Hur”). La cosa va bien: el Jabato da un fuerte mandoble y la muerte cae al abismo mientras Drusila anuncia que el herido ha vencido y se salvará.
Mientras Kimberlán, en el Palatino, recibe noticias más graves: su ejército está retrocediendo en todos los frentes con grandes pérdidas y en la residencia provisional de Nerón, aún con miedo, le informa Sulla: “Los bárbaros oponen poca resistencia a mis legiones, puedo prometerte ¡Oh Nerón! que esta misma noche podrás dormir en tus habitaciones del Palatino”. “Entonces...”, exclama el emperador. Prosigue Sulla: “Entonces, señor, puedes tener por seguro que esto no habrá sido más que un mero incidente indigno de figurar en las crónicas de la historia”. Nerón: “No figurará, no habrá tal humillación para Nerón ¡Tigelino! Encárgate de destruir todos los escritos, persigue a todos los historiadores que mencionen este incidente... La historia se escribirá según Nerón o no se escribirá”. La promesa tiene gran fundamento: sus soldados se enfrentan a los bárbaros rechazándoles con furia invencible. Kimberlán desea resistir y sus capitanes se rebelan contra él y le atraviesan con sus espadas. Aparece Kania y les dice que son unos miserables, que si lo hubieran hecho antes ella lo reconocería aunque tuviera el corazón roto pero cuando les dio honores y riquezas todos le siguieron y ahora le matan como a un perro porqué ya no sirve a sus intereses, porqué ha fracasado. Les expulsa y ellos se retiran avergonzados. Las últimas palabras del bárbaro: “Kania, hija mía, dime... dime que no me desprecias”. Ella le abraza y le dice a su padre que pida perdón a Dios. Poco después el hombre que abraza es ya un cadáver. Entran los romanos y a la pregunta de Sulla (“¿Quien eres muchacha?”) responde Kania (“La hija de tu peor enemigo, romano, pero no le temas ya. El viejo león ha dejado de rugir, pertenece a la eternidad”). Kania es detenida y regalada a un rico comerciante griego iniciando otra aventura ya fuera de Roma (se pasa a una isla griega del mar Egeo) en donde el Jabato intervendrá para rescatar a la muchacha...
Algunos aficionados prefieren la aventura contra Numa, excelente en su primera parte en la península Itálica pero --- sin dejar de ser interesante --- la segunda parte en Egipto  flojea algo con algunos anacronismos (los ureos son llevados por todos los egipcios cuando solo eran para la nobleza y aunque hubo algunas rebeliones nunca pudieron independizarse del Imperio Romano). Por ello prefiero la comentada (3)...
                                                        Narcís Ribot i Trafí

1)- Cassarel era uno de los pseudónimos de José Antonio Vidal Sales (1921- 2008), redactor y también guionista de Bruguera quien, entre otros trabajos, creó el personaje de “El sargento Furia” en 1963 con el mismo esquema de Víctor Mora para “El Capitán Trueno”, “El Jabato”, “El cosaco verde” y “El corsario de hierro”  (héroe con amigo forzudo y un muchacho como contrapunto cómico). Lo situó en la Guerra de la Independencia Española.

2)- Ya cité a Fernando Bernabón. Dada la importancia de su estudio lo vuelvo a hacer: “Cuadernos de la historieta española”, “Vallatebeo”  (2010) en 3 tomos.

3) Dos puntos: a)- Inicié este escrito en el segundo aniversario de la muerte de Víctor Mora. Sirva este modesto escrito como sincero homenaje. b) Editorial Planeta Agostini ha editado de nuevo las aventuras de “El Jabato”. Acaba de aparecer el nº 2 antes de acabar este escrito.