domingo, 19 de febrero de 2012

TIBERIO, DE LA HISTORIA A LA LITERATURA

Tiberio Claudio Nerón (42 a. C. – 37 d. C.) provenía de una familia patricia, hijo de Tiberio Claudio y de Livia. En el 38 a. C., poco antes del nacimiento de Druso, hermano de Tiberio, Livia se divorció de su marido para casarse con el emperador Augusto. El candidato a la sucesión era el general Agrípa, artífice de las victorias de Octavio Augusto sobre Marco-Antonio. En los años más felices de su vida casó Tiberio con Vipsania, hija de Agripa y, además, se reveló como un excelente militar (amado y respetado por sus soldados, sin buscar nunca la gloria personal). Su hermano Druso murió accidentalmente (Tiberio cabalgó 700 Km. para verle), Agripa (casado con Julia, hija el emperador) falleció repentinamente y otros candidatos fueron desapareciendo. Livia intrigó para que su esposo adoptara a Tiberio (ambos tuvieron siempre relaciones frías, tensas y distantes) y además le obligó a divorciarse de Vipsania y casarse (1) con su hija Julia (así le impuso, como matrimonio de Estado, casarse con la viuda de su suegro). A la muerte de Augusto (14 d. C.) Tiberio fue nombrado emperador, un puesto que él jamás ambicionó, distanciándose además de su madre. Empezaba un difícil reinado, en sus relaciones con el Senado y donde el veneno y el puñal hicieron estragos en su familia (muerte de Germánico, hijo de Druso, sospechas, intrigas de su favorito Sejano). Desilusionado por todo se retiró a Capri (año 27) sin regresar jamás a Roma. Ahí empezó la leyenda que convirtió a Tiberio en un monstruo y que, a pesar de todo, hay suficientes pruebas para admitir aspectos positivos en su mandato, dejando, además, un Imperio más próspero y mejor administrado que el de su padre adoptivo.
Los  3 historiadores que hablan del gobierno y vida de Tiberio le son abiertamente hostiles: Cornelio Tácito en sus “Anales”, escritos entre los años 106-117 d.C., o sea unos 70 años después, Cayo Suetonio en “Vida de Tiberio”, hacia el 120 y Dión Casio en “Historia romana”, escrita en griego hacia el 220 d. C. (o sea unos 150 años después), en cambio Veleyo Patérculo, contemporáneo de Tiberio, le es totalmente favorable (publicó su obra en el año 30, o sea antes de la caída de Sejano). Es indispensable el libro del Dr. Gregorio Marañón, “Tiberio, historia de un resentimiento” (Espasa & Calpe, 1939), que analiza las pasiones y frustraciones que provocaron reacciones de crueldad, timidez o inseguridad (aplicando métodos de la psicología y medicina) y ve muy improbable la monstruosa pederastia con la que acusaban al emperador; en cambio las condenas de muerte provenían de su profundo resentimiento que extendió contra casi todos: amó siempre a su 1ª. esposa, Vipsania, y le obligaron a abandonarla para casarse con otra, Julia, que jamás quiso, las ambiciones no compartidas de su madre, la muerte de su hermano Druso, la muerte de su sobrino Germánico y la posterior acusación contra él de asesinato, la traición de Sejano, su hombre de confianza, la muerte del resto de su familia entre intrigas y traiciones hicieron que el Tiberio superviviente tuviera las facultades trastornadas, hallando un parcial refugio en la soledad de su voluntario destierro en Capri.
En principio la literatura siguió las fuentes de Tácito, Suetonio y Dión Casio (2), centrándose en el odio y la desconfianza de Tiberio hacia los demás y viceversa. Así, Ben Jonson (1603) da una imagen tenebrosa de Roma cuando cae Sejano en medio de corrupción y asesinatos.


También el terror domina el trasfondo de una tragedia sobre Druso de Antonio Conti (1747) que trata del asesinato del único hijo de Tiberio (por parte de Sejano quien ambicionaba ser emperador).  En el siglo
XIX el emperador es un personaje negativo ante la bondad de su sobrino Germánico: el drama de Antoine-Vincent Arnault (1817), donde la sorpresa final consistirá en descubrir que el sucesor de Tiberio será el demente Calígula, abriendo un reinado de espantoso terror. La ópera “L’esule di Roma” de Giocchino Rossini y Domenico Gilandoni (1828) continúa la misma línea. En los escritos alemanes se llevó a cabo una cierta rehabilitación: en el drama de Ferdinand Gregorovius (1831) se nos muestra que la tiranía de Tiberio viene expresada por las necesidades de la época y su aversión hacia el género humano; una balada de Emanuel Geibel (1857) confronta la civilización romana con el naciente cristianismo (el proceso sobre Jesucristo transcurrió durante el reinado de Tiberio) y Wilhelm Henzen sigue el camino de Geibel en su obra de teatro (1895).
Hay una obra de juventud de Gustave Flaubert, “Rome et les Césars” donde se contempla al emperador como el primer romántico. Robert Graves en su popular novela dividida en dos partes “Yo, Claudio” y “Claudio el dios y su esposa Mesalina”, en gran parte se desarrolla durante el reinado de Tiberio se basa totalmente en los escritos de Tácito, Suetonio y Dión Casio. La mediocre “The kingdom of the wicked” (“El reino de los réprobos”, 1985), de Anthony Burgess (autor de “La naranja mecánica”) sigue a Suetonio al narrar la vida del emperador. Alan Massie, aparte de una asequible biografía sobre los Julio-Claudios y los Flavios escribió en 1992 una novela histórica tan interesante o más que la de Robert Graves, “Tiberio”……
                    
                                                             Narcís Ribot i Trafí

1)- Julia, hija de Augusto, era persona de vida licenciosa, un antecedente de la futura Mesalina, esposa de Claudio. Tiberio la repudió antes de que Augusto descubriera las costumbres de su hija y la desterrara. Tiberio, de casado y después divorciado de Julia, cuando veía a Vipsania, su 1ª. esposa, se entristecía y los ojos de aquel hombre tan duro e insensible con los demás se llenaban de lágrimas.

2)- Tácito, Suetonio y Dión Casio eran republicanos (una república que ninguno de ellos vivió), Tiberio comentó varias veces que él tenía tendencias republicanas y que desearía implantar otra vez la República. Algo similar con su sobrino Claudio (hijo de Druso y hermano de Germánico), considerado un  idiota por sus taras físicas (cosa que en absoluto no era), que de forma sorpresiva llegó a emperador tras el asesinato de Calígula. Ni uno ni otro pudieron reinstaurar la República.