Marco Junio Bruto (89-
42 a. C.) principalmente pasó a la historia por ser uno de los conspiradores
que acabaron con la vida de Cayo Julio César. Era hijo adoptivo de César y
corría la voz que también era hijo natural. En la Guerra Civil entre Cneo
Pompeyo y César se unió al primero y cuando el segundo derrotó a Pompeyo en la
batalla de Farsalia (48 a. C.) buscó afanosamente el cuerpo de Bruto entre los
muertos para finalmente encontrarle vivo, le perdonó, le restituyó los honores
y continuó favoreciéndole como hizo siempre. A pesar de ello Bruto se confabuló
con otros senadores (Casio, Casca, Décimo Bruto) para acabar con la vida de
César al cual acusaban de ambicioso, de intentar difuminar la República e
instaurar la monarquía, cosa muy discutible (en el testamento de Julio César,
que cayó en manos de Marco Antonio, dejaba la mayor parte de sus posesiones al
pueblo) concluyendo en los Idus de Marzo (15 de marzo del 44 a. C.) con el
asesinato de César en el Senado. Recibió 23 puñaladas y cayó muerto a los pies
de la estatua de Pompeyo al cual siempre respetó aunque fuera su enemigo
(también había sido su yerno pero al morir Julia su relación se volvió tensa
hasta desembocar en una guerra civil). Marco Antonio, el lugarteniente de
César, logró apoderarse del testamento y, astutamente, alabó a Bruto y a los
demás conspiradores pero luego elogió a César y lo escrito en su testamento.
Bruto y los demás conspiradores tuvieron que huir o hubiesen sido linchados por
la furia popular. Reclutaron ejércitos pero ninguno de ellos sobrevivió más de
tres años a la muerte del conquistador. En el “Julio César”, tragedia de
William Shakespeare (probablemente escrita en 1599) el personaje principal es
Marco Bruto mientras Julio César aparece solo en tres escenas y como espectro
se materializa ante Bruto para
recriminarle su complicidad con los
demás conspiradores y su criminal acción antes de la batalla de Filipos en dos
parte (la primera el 3 de octubre, la segunda y definitiva el 23 de octubre del
42 a.C.). Derrotados los conjurados por las tropas de Marco Antonio y Octavio u
Octaviano César, sobrino- nieto de Julio César (el futuro emperador Augusto),
--- ambos formarían el II Triunvirato junto con Marco Emilio Lépido, jefe de
caballería de Julio César --- Marco Junio Bruto se suicidó, habiendo recibido
antes la noticia del suicidio de su esposa Porcia.
La figura de Bruto dependerá del punto de vista de
cada uno. La historiografía, la literatura y las artes en general se decantan
por el ignominioso asesinato del dictador César (la palabra “dictador” no tenía
el mismo significado que en la actualidad, un dictador era nombrado por la
República para solucionar un grave problema y, prácticamente, se le concedía
carta blanca en muchos asuntos) o bien por el fiel republicano Bruto cuyo acto
se justifica por acusar a César de querer ser rey, cosa blasfema en la Roma
republicana. Centrémonos en las obras en donde tiene mayor protagonismo Bruto,
no las que conceden la prioridad a César.
Cicerón presenta a Bruto como un idealista con
gran ética en el sentido jurídico y político: no se mueve por afán de poder
sino para salvar a la República en peligro. No ve con buenos ojos a Bruto el
historiador Dión Casio ni tampoco Valerio Máximo. Por el contrario Plutarco
considera noble a Bruto por la imparable ascensión de César al poder como un
estudiado plan contra las instituciones republicanas. En su epopeya “Pharsalia”,
Marco Anneo Lucano (mediados del siglo I d. C.) carga contra César.
Atravesamos la Edad Media y cerca de su teórico
final Dante Alighieri en su “Divina Comedia” (publicada en 1307)
manda a Bruto a la parte más profunda del Infierno junto con otro conspirador,
Casio, y Judas Iscariote. Coluccio Salutatti sigue a Dante en esta condena
dentro de su obra “De Tyranno” (1400). Con esta condena de Dante no están de
acuerdo los posteriores humanistas florentinos de tendencias republicanas
Leonardo Bruni y Cristoforo Landino.
Miguel Ángel Buonarotti esculpe el busto de Bruto
en 1537, encargado en honor de Lorenzino de Medicis (le llamaban el “Bruto
toscano”) y un siglo después se sigue idealizando a Bruto por mano de Francisco
de Quevedo en “La vida de Marco Bruto” (1644),
basándose en el texto de Plutarco, en donde se reflexiona y equipara las
figuras de Bruto y César. Admiración para Bruto en la “Pindarick Ode” (1656) de
Abraham Cowley y Jonathan Swift en su popular relato de “Los viajes de Gulliver”
(1726) hay una crítica contra la tiranía y la ambición en forma de un sexteto
de testigos contra ella (Marco Junio Bruto, su antepasado Lucio Junio Bruto,
Sócrates,Epaminondas, Catón de Útica y Thomas More). Pierre Bayle en su “Dictionnaire
Critique et Historique” no tiene ninguna simpatía por César (1695- 97)
aunque reproche a Bruto que haya matado a su padre adoptivo (y quizás natural)
el cual le quería y siempre fue su benefactor y otro crítico con el asesinato
fue Edward Gibbon en su “Character of Brutus” (1765-66),
publicado póstumamente, señalando además
la impotencia del conspirador para poner orden a los acontecimientos que
siguieron a la muerte de César.
También en el teatro las obras centradas en Bruto
y el asesinato de César la mayoría de veces tienen un significado político,
sobretodo en la Ilustración donde generalmente se ensalza a Bruto como héroe y
a César como un tirano. Sin embargo Françoise – Marie Aronet, más conocido como
Voltaire, nos muestra en su “La mort de César” (1731) el
conflicto entre dos hombres unidos por la amistad en los cuales se produce un
enfrentamiento entre la amistad y la obligación pero en las obras de Antonio
Conti (1751), Joachim Wilhelm von Brawe (1768) y Johann Jakob Bodmer (1782)
Bruto es el héroe absoluto mientras Vittorio Alfiere (1789) plantea el choque
entre libertad y tiranía (“Bruto Secondo”) para Italia. Giacomo
Leopardi continúa haciendo un canto de alabanza a Bruto en su oda “Canzoni”,
de poesía, la cual consta de diez partes y una de ellas es “Bruto
Minore” (1824) mientras el dramaturgo argentino Ventura de la Vega
(1807- 1865) en su drama histórico “La muerte de César” (1865) emplea
los esquemas de la tragedia pasados por el turmix del romanticismo para
presentar a los dos hombres señalados por la fatalidad. Leopardi había tocado
ya los personajes en un poema (1821) sobre las reflexiones de Bruto antes de su
suicidio, tema presente en las novelas de Phyllis Bentley, “Freedom
Farewell” (1936), y Roy Fuller, “Brutus Orchard” (1957).