ü “Di ¿quién te enseñó a hacer tus lieder tan acariciadores y
tiernos? Despejan el cielo de un presente opaco sobre un país que, ante
nosotros, estaba cubierto de brumas. Tú cantas, el sol brilla y la primavera ya
está aquí. Al anciano cuya frente ciñe una corona de esparto y que vacía su
jarra, tú no lo ves. Solo ves el arroyo que corre a través de las praderas. Así
el cantor canta y se asombra de si mismo. Lo que Dios prepara en silencio se
asombra tanto como tú.
ü (poema de
Johann Mayrhofer)
Aunque considerado, en ocasiones un romántico
puro, Franz Peter Schubert (nacido en Viena, 1797) se inició en las formas
denominadas clásicas pese a que su máximo exponente, Wolfgang Amadeus Mozart,
había muerto ya cuando nació Schubert, músico de gran sensibilidad y olvidado
injustamente durante tiempo hasta que otros grandes románticos lo
redescubrieron (Felix Mendelssohn y, sobre todo Robert Schumann).
Una de las más grandes cualidades de Schubert
fue la melodía en estado puro que fluía incesantemente de su imaginación y que
pocos músicos (no recuerdo ninguno) podrán igualar. Fue “niño prodigio” como
Mozart o Mendelssohn. Schubert fue un lírico en profundidad y, así, una
delicadeza naciente de su melodía daba este frescor, esta naturalidad que hace
de sus creaciones muchas obras maestras para colocarle en la fila privilegiada
de los grandes compositores.
La abundancia melódica jamás fue obstáculo
frente a la calidad de las ideas sino todo lo contrario, aunque gracias a este
don se revelará mejor en sus obras breves. Efectivamente, Schubert fue un
genial miniaturista aunque un análisis formal de su obra nos descubre que las
piezas breves no fueron las únicas magistrales; sus sinfonías, la 8 en si menor
(“Inacabada”) y la 9 en do mayor (“La grande”, nombre dado por Schumann
cuando la descubrió años después de la muerte de Schubert); sus quintetos: el
de cuerda en do mayor y el de piano en la mayor (“La
Trucha”),
además de varios de sus cuartetos nos muestran un hábil constructor a quien
nunca le falló el poder de la inspiración convertida en cascada de melodías.
En composiciones amplias hay cuestiones
técnicas no totalmente resueltas. Ludwig van Beethoven en la arquitectura de la
armonía fue superior a Schubert y a todos los románticos pero el músico vienés
lo fue en la creación de sus ideas melódicas. Aparte hay los aspectos
contrapuntísticos que jamás dominó totalmente (ni falta que hacía, su fuerza
radicaba en los conceptos citados) pero fluían nuevas melodías de su
imaginación en muestrario inagotable.
Haciendo un limitado y rápido repaso a su
producción veremos que Schubert fue el más importante creador de LIED: término alemán que significa
“Canción”, su plural es LIEDER, compuesto de una voz solista y
acompañamiento pianístico, más mérito para Schubert cuya vida de constante pobreza le impidió
tener un piano en propiedad componiéndolos sobre guitarra para luego pasarlos a
piano. Joseph Franz Haydn y Mozart habían creador lieder de relleno pero sin interesarse en demasía ni profundizar,
Beethoven les prestó un poco más de atención pero ninguno de los tres
compositores “clásicos” superó a Schubert quien se inspiró en músicos de
segunda fila y colocó música con el soporte de poemas tanto de Johann Wolfgang
von Goethe y de Friedrich Schiller como de escritores prácticamente
desconocidos. Sus tres primeras sinfonías son de corte clásico, las 4, 5 y 6
son de transición y muy desiguales (especialmente la 4 y la 6), la 7 solo
existe como esbozo mientras que la 8 (“Inacabada”)
y la 9 (“Grande”) son magistrales,
perfectamente equiparables a las de Beethoven a quien Schubert idolatraba.
Escribió algunas óperas que jamás tuvieron éxito (en general argumentos y
desarrollo totalmente carentes de calidad, música maravillosa), misas de corte
clásico, muy agradables (destaca la 1 en fa), los dos quintetos ya citados los
cuales son auténticas joyas, los cuartetos de producción irregular aunque de
nivel medio interesante junto a dos tríos con piano, un octeto (póstumo) y
diversas composiciones menores completan su música de cámara. Tiene también una
veintena de correctas sonatas, las tres últimas excelentes, la difícil “Wandereer” (fantasía para piano) y un
grupo de “Impromptus” y “Momentos musicales” que volvieron a
demostrar a Schubert como insuperable en construcciones cortas.
Miremos la fecundidad schubertiana comparada
con la de Mozart: Schubert vivió 32 años, Mozart 35, poquísimas veces revisaban
un original (era generalmente de inspiración espontánea), ambas creaciones eran
un fluir constante de un manantial. Schubert no dejó nunca de desarrollar su
inspiración dentro de las estructuras tradicionales pero, principalmente en sus
canciones, el artista consiguió expresarse con absoluta libertad y dar a sus
ideas un sello, una identidad personal.
Músico fuera de serie de corta vida y larga
producción, por el cual he sentido siempre debilidad, Schubert en su última
voluntad pidió a su hermano ser enterrado al lado de Beethoven.
Narcís Ribot i Trafí
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