domingo, 20 de julio de 2014

SCHUBERT, PERSONIFICACIÓN DE LA MELODÍA


ü  “Di ¿quién te enseñó a hacer tus lieder tan acariciadores y tiernos? Despejan el cielo de un presente opaco sobre un país que, ante nosotros, estaba cubierto de brumas. Tú cantas, el sol brilla y la primavera ya está aquí. Al anciano cuya frente ciñe una corona de esparto y que vacía su jarra, tú no lo ves. Solo ves el arroyo que corre a través de las praderas. Así el cantor canta y se asombra de si mismo. Lo que Dios prepara en silencio se asombra tanto como tú.
ü                                   (poema de Johann Mayrhofer)
         Aunque considerado, en ocasiones un romántico puro, Franz Peter Schubert (nacido en Viena, 1797) se inició en las formas denominadas clásicas pese a que su máximo exponente, Wolfgang Amadeus Mozart, había muerto ya cuando nació Schubert, músico de gran sensibilidad y olvidado injustamente durante tiempo hasta que otros grandes románticos lo redescubrieron (Felix Mendelssohn y, sobre todo Robert Schumann).
Una de las más grandes cualidades de Schubert fue la melodía en estado puro que fluía incesantemente de su imaginación y que pocos músicos (no recuerdo ninguno) podrán igualar. Fue “niño prodigio” como Mozart o Mendelssohn. Schubert fue un lírico en profundidad y, así, una delicadeza naciente de su melodía daba este frescor, esta naturalidad que hace de sus creaciones muchas obras maestras para colocarle en la fila privilegiada de los grandes compositores.
La abundancia melódica jamás fue obstáculo frente a la calidad de las ideas sino todo lo contrario, aunque gracias a este don se revelará mejor en sus obras breves. Efectivamente, Schubert fue un genial miniaturista aunque un análisis formal de su obra nos descubre que las piezas breves no fueron las únicas magistrales; sus sinfonías, la 8 en si menor (“Inacabada”) y la 9 en do mayor (“La grande”, nombre dado por Schumann cuando la descubrió años después de la muerte de Schubert); sus quintetos: el de cuerda en do mayor y el de piano en la mayor (“La Trucha”), además de varios de sus cuartetos nos muestran un hábil constructor a quien nunca le falló el poder de la inspiración convertida en cascada de melodías.
En composiciones amplias hay cuestiones técnicas no totalmente resueltas. Ludwig van Beethoven en la arquitectura de la armonía fue superior a Schubert y a todos los románticos pero el músico vienés lo fue en la creación de sus ideas melódicas. Aparte hay los aspectos contrapuntísticos que jamás dominó totalmente (ni falta que hacía, su fuerza radicaba en los conceptos citados) pero fluían nuevas melodías de su imaginación en muestrario inagotable.   
Haciendo un limitado y rápido repaso a su producción veremos que Schubert fue el más importante creador de LIED: término alemán que significa “Canción”, su plural es LIEDER, compuesto de una voz solista y acompañamiento pianístico, más mérito para Schubert  cuya vida de constante pobreza le impidió tener un piano en propiedad componiéndolos sobre guitarra para luego pasarlos a piano. Joseph Franz Haydn y Mozart habían creador lieder de relleno pero sin interesarse en demasía ni profundizar, Beethoven les prestó un poco más de atención pero ninguno de los tres compositores “clásicos” superó a Schubert quien se inspiró en músicos de segunda fila y colocó música con el soporte de poemas tanto de Johann Wolfgang von Goethe y de Friedrich Schiller como de escritores prácticamente desconocidos. Sus tres primeras sinfonías son de corte clásico, las 4, 5 y 6 son de transición y muy desiguales (especialmente la 4 y la 6), la 7 solo existe como esbozo mientras que la 8 (“Inacabada”) y la 9 (“Grande”) son magistrales, perfectamente equiparables a las de Beethoven a quien Schubert idolatraba. Escribió algunas óperas que jamás tuvieron éxito (en general argumentos y desarrollo totalmente carentes de calidad, música maravillosa), misas de corte clásico, muy agradables (destaca la 1 en fa), los dos quintetos ya citados los cuales son auténticas joyas, los cuartetos de producción irregular aunque de nivel medio interesante junto a dos tríos con piano, un octeto (póstumo) y diversas composiciones menores completan su música de cámara. Tiene también una veintena de correctas sonatas, las tres últimas excelentes, la difícil “Wandereer” (fantasía para piano) y un grupo de “Impromptus” y “Momentos musicales” que volvieron a demostrar a Schubert como insuperable en construcciones cortas.
Miremos la fecundidad schubertiana comparada con la de Mozart: Schubert vivió 32 años, Mozart 35, poquísimas veces revisaban un original (era generalmente de inspiración espontánea), ambas creaciones eran un fluir constante de un manantial. Schubert no dejó nunca de desarrollar su inspiración dentro de las estructuras tradicionales pero, principalmente en sus canciones, el artista consiguió expresarse con absoluta libertad y dar a sus ideas un sello, una identidad personal.
Músico fuera de serie de corta vida y larga producción, por el cual he sentido siempre debilidad, Schubert en su última voluntad pidió a su hermano ser enterrado al lado de Beethoven.
                                                                   Narcís Ribot i Trafí



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