Sobre “El
gran combate”: “He descrito la existencia real de los indios, una historia verdadera,
auténtica, el gobierno americano no cumplía sus promesas y esto lo muestra bien
el film” (John Ford)
Cuando se publicó
este escrito en un Semanario de la Costa Brava (“Áncora”), año 1988 me
quejaba de la dificultad en ver las películas de los clásicos en TV ya que
debía esperarse a altas horas de la madrugada. Las horas más asequibles estaban
copadas cinematográficamente por el cine español gracias a su siniestro sistema
de protección. Algo ha cambiado, pero no del todo, la situación. Hay más
canales, se ven más películas aunque haya mucha repetición. Sin ahondar más en
el tema, que daría mucho de si, ahora tenemos el soporte DVD (o Blue Ray)
sustitutivo del Vídeo. Y lo más importante: se han editado muchas obras,
algunas “invisibles” aquí, desde aquel entonces y las películas comentadas ya
hace años se encuentran en las estanterías de los “mercados” sobre cine a menos
que hayan sido descatalogadas.
“Fort
Apache” (“Fort Apache”, 1948), “She Wore a Yellow Ribbon” (“La legión
invencible, 1949) y “Río Grande” (“Río Grande”, 1950)
constituye la llamada trilogía dedicada
por el gran John Ford a la Caballería de los Estados Unidos. Un decenio después
dará lo que teóricos y clasificadores denominan --- aunque de manera menos
conocida y popular, también más artificiosa --- “La II trilogía de la
Caballería”: “The Horse Soldiers” (“Misión de audaces”, 1959), “Seargent
Rutledge” (“El sargento negro”, 1960) y “Cheyenne Autumn” (“El
gran combate”, 1964).
“Misión de
audaces”, poco analizada en estudios fordianos
(hoy lo es un poco más), fue injustamente eclipsada por otros títulos maestros
o excelentes del autor. De entre los mejores trabajos, sino el mejor, sobre la
Guerra Civil Americana, “Misión de audaces” se centra sobre
el hecho real del coronel Benjamín Grierson el cual en abril de 1863 entró en
un radio de 800 km en Louisiana, pleno territorio sudista, para destruir un
centro de abastecimiento. Esta historia servirá de base a Ford para trazar con
su forma tan sencilla psicologías tan
complejas como la del coronel John Marlowe (John Wayne) y otros personajes
cuyos comportamientos ante un hecho responsable y trascendental serán minuciosamente
descritos al emanar de la misma puesta en escena que sirven de base, son
indispensables y enriquecen substancialmente la obra. Otros elementos propios
de Ford están presentes: amistad, compañerismo, nostalgia, lirismo, fuerza
épica (culminante en la magistral “Centauros del desierto”), intensidad
dramática, humor y una seria reflexión sobre la inutilidad de una guerra civil
donde el odio y las matanzas entre hermanos están siempre presentes.
“El
sargento negro” fue escrita por el guionista Willis Golbeck ayudado por
el coronel James Warner Bellah, inspirados en un cuadro del famoso Frederic Remington. La idea de Golbeck-
Bellah era presentar un relato sobre un soldado de color y su contribución en
los fundamentos de Estados Unidos como nación e imperio. Ford se negó a
trabajar en este planteamiento reaccionario
hasta salirse con la suya para transformarla en un brutal (y brillante)
estudio de la injusticia social norteamericana, de sus prejuicios y de su
reconocido racismo. El sargento negro (existía un par de batallones con
soldados negros, antiguos esclavos, quienes no podían aspirar más que a
sargentos) que alude el título, Braxton Rutledge (Woody Strode) es injustamente
acusado de violación y asesinato de una muchacha blanca y responsable ante un
consejo de guerra formado exclusivamente por militares blancos de entre los
cuales solo su amigo y abogado defensor,
teniente Tom Cantrell (Jeffrey Hunter) cree en él. Ford sigue fiel a su humor
socarrón, a sus bailes militares, a los valores de sus principios morales y
sociales. Finalmente se demostrará la inocencia del acusado quien intenta
guardar silencio durante todo el juicio pues sabe que su condición de antiguo
esclavo negro liberado prácticamente le condena de antemano. El violador
asesino será un blanco aprovisionador del ejército el cual confesará al no
poder soportar las presiones de Cantrell (será zarandeado y abofeteado por el
teniente defensor hasta hacerle confesar). Finalmente los camaradas negros
cantan la balada “Captain Buffalo”/”Capitán Búfalo” (debía ser el título del
film) mientras Cantrell se aleja con su novia (fue salvada de un ataque de los
indios por parte de Rutledge, lo vemos en la narración de ella, mediante flash-
back como son todas las aportaciones de los testigos y así se constituye el
nudo de la película). Otra escena muy importante es cuando un soldado negro
herido de muerte le dice a Rutledge: “No sé porqué combatimos y matamos indios,
sargento, para engrandecer la causa de los blancos…” Tampoco era
necesario que Ford filmase “El sargento negro” para demostrar
que no era un racista sino que mostraba a sus personajes como tales (Ethan
Edwards de “Centauros del desierto”, el teniente coronel Owen Thursday de “Fort
Apache”, etc.), ni tampoco un servidor del imperialismo yanqui,
desmentido en “El gran combate”, “Fort Apache”, “Dos cabalgan juntos”, “Centauros
del desierto” e incluso “La legión invencible”, todas ellas
demuestra que Ford respetaba profundamente a los indios (considerado miembro
honorífico de una tribu, cedía parte de sus ganancias a la reserva india). Muy
tarde se dieron cuenta los “buscadores de mensajes” políticos y sociales de la
pseudo progresía y otros simples, cegatos y demás pobres de espíritu aún
habitantes de otro mundo aunque la comprensión de la obra fordiana, pese a su
aparente sencillez, sea compleja pero no de difícil aprehensión aunque, claro,
ha de verse y reflexionar sobre ella, ver lo que nos quiere decir más allá de
las imágenes (al fin y al cabo yo tampoco comprendo “ni entro” en la obra del
“genio” Woody Allen ni la cohorte de ensalzadores, algunos con unas filosofías
baratas dignas de risa o lástima).
“El gran
combate” es mucho más que un film pro indios (el
mejor); aquí Ford demuestra que el atractivo de la realidad es superior al de la
leyenda (culminación en la magistral “El hombre que mató a Liberty Valance”, una
de las obras más perfectas y abstractas de Ford). El film trata de la huída del
pueblo cheyene (unas 300 personas entre hombres, mujeres y niños) de las
reservas hacia su antiguo territorio y perseguidos por la caballería yanqui.
Engañados por el corrompido gobierno (señalado oportuna y profusamente por
Ford), los cheyenes pasarán por duras y penosas pruebas y aclamarán una
justicia que nunca se les dará. La situación es seguida por periodistas y
politicastros aprovechados, insertando el realizador conflictos humorísticos
que refuerzan la acción. Por otra parte, y más que nunca, se muestra el
irracionalismo militar y su punto de vista equivocado (a este respecto
recordemos la excelente “Fort Apache”) y la bajeza moral de
algunos políticos componentes del gobierno…
“Los indios
están cerca de mi corazón, es un gran pueblo, muy moral, yo quiero dar su punto
de vista”. (John Ford)
Narcís Ribot
i Trafí
No hay comentarios:
Publicar un comentario