lunes, 14 de julio de 2014

II TRILOGIA DE JOHN FORD SOBRE LA CABALLERIA


Sobre “El gran combate”: “He descrito la existencia  real de los indios, una historia verdadera, auténtica, el gobierno americano no cumplía sus promesas y esto lo muestra bien el film” (John Ford)
Cuando se publicó este escrito en un Semanario de la Costa Brava (“Áncora”), año 1988 me quejaba de la dificultad en ver las películas de los clásicos en TV ya que debía esperarse a altas horas de la madrugada. Las horas más asequibles estaban copadas cinematográficamente por el cine español gracias a su siniestro sistema de protección. Algo ha cambiado, pero no del todo, la situación. Hay más canales, se ven más películas aunque haya mucha repetición. Sin ahondar más en el tema, que daría mucho de si, ahora tenemos el soporte DVD (o Blue Ray) sustitutivo del Vídeo. Y lo más importante: se han editado muchas obras, algunas “invisibles” aquí, desde aquel entonces y las películas comentadas ya hace años se encuentran en las estanterías de los “mercados” sobre cine a menos que hayan sido descatalogadas.
Fort Apache” (“Fort Apache”, 1948), “She Wore a Yellow Ribbon” (“La legión invencible, 1949) y “Río Grande” (“Río Grande”, 1950) constituye la  llamada trilogía dedicada por el gran John Ford a la Caballería de los Estados Unidos. Un decenio después dará lo que teóricos y clasificadores denominan --- aunque de manera menos conocida y popular, también más artificiosa --- “La II trilogía de la Caballería”: “The Horse Soldiers” (“Misión de audaces”, 1959), “Seargent Rutledge” (“El sargento negro”, 1960) y “Cheyenne Autumn” (“El gran combate”, 1964).
“Misión de audaces”, poco analizada en estudios fordianos (hoy lo es un poco más), fue injustamente eclipsada por otros títulos maestros o excelentes del autor. De entre los mejores trabajos, sino el mejor, sobre la Guerra Civil Americana, “Misión de audaces” se centra sobre el hecho real del coronel Benjamín Grierson el cual en abril de 1863 entró en un radio de 800 km en Louisiana, pleno territorio sudista, para destruir un centro de abastecimiento. Esta historia servirá de base a Ford para trazar con su forma tan sencilla psicologías  tan complejas como la del coronel John Marlowe (John Wayne) y otros personajes cuyos comportamientos ante un hecho responsable y trascendental serán minuciosamente descritos al emanar de la misma puesta en escena que sirven de base, son indispensables y enriquecen substancialmente la obra. Otros elementos propios de Ford están presentes: amistad, compañerismo, nostalgia, lirismo, fuerza épica (culminante en la magistral “Centauros del desierto”), intensidad dramática, humor y una seria reflexión sobre la inutilidad de una guerra civil donde el odio y las matanzas entre hermanos están siempre presentes.
El sargento negro” fue escrita por el guionista Willis Golbeck ayudado por el coronel James Warner Bellah, inspirados en un cuadro del famoso  Frederic Remington. La idea de Golbeck- Bellah era presentar un relato sobre un soldado de color y su contribución en los fundamentos de Estados Unidos como nación e imperio. Ford se negó a trabajar en este planteamiento reaccionario  hasta salirse con la suya para transformarla en un brutal (y brillante) estudio de la injusticia social norteamericana, de sus prejuicios y de su reconocido racismo. El sargento negro (existía un par de batallones con soldados negros, antiguos esclavos, quienes no podían aspirar más que a sargentos) que alude el título, Braxton Rutledge (Woody Strode) es injustamente acusado de violación y asesinato de una muchacha blanca y responsable ante un consejo de guerra formado exclusivamente por militares blancos de entre los cuales solo su amigo y abogado  defensor, teniente Tom Cantrell (Jeffrey Hunter) cree en él. Ford sigue fiel a su humor socarrón, a sus bailes militares, a los valores de sus principios morales y sociales. Finalmente se demostrará la inocencia del acusado quien intenta guardar silencio durante todo el juicio pues sabe que su condición de antiguo esclavo negro liberado prácticamente le condena de antemano. El violador asesino será un blanco aprovisionador del ejército el cual confesará al no poder soportar las presiones de Cantrell (será zarandeado y abofeteado por el teniente defensor hasta hacerle confesar). Finalmente los camaradas negros cantan la balada “Captain Buffalo”/”Capitán Búfalo” (debía ser el título del film) mientras Cantrell se aleja con su novia (fue salvada de un ataque de los indios por parte de Rutledge, lo vemos en la narración de ella, mediante flash- back como son todas las aportaciones de los testigos y así se constituye el nudo de la película). Otra escena muy importante es cuando un soldado negro herido de muerte le dice a Rutledge: “No sé porqué combatimos y matamos indios, sargento, para engrandecer la causa de los blancos…” Tampoco era necesario que Ford filmase “El sargento negro” para demostrar que no era un racista sino que mostraba a sus personajes como tales (Ethan Edwards de “Centauros del desierto”, el teniente coronel Owen Thursday de “Fort Apache”, etc.), ni tampoco un servidor del imperialismo yanqui, desmentido en “El gran combate”, “Fort Apache”, “Dos cabalgan juntos”,Centauros del desierto” e incluso “La legión invencible”, todas ellas demuestra que Ford respetaba profundamente a los indios (considerado miembro honorífico de una tribu, cedía parte de sus ganancias a la reserva india). Muy tarde se dieron cuenta los “buscadores de mensajes” políticos y sociales de la pseudo progresía y otros simples, cegatos y demás pobres de espíritu aún habitantes de otro mundo aunque la comprensión de la obra fordiana, pese a su aparente sencillez, sea compleja pero no de difícil aprehensión aunque, claro, ha de verse y reflexionar sobre ella, ver lo que nos quiere decir más allá de las imágenes (al fin y al cabo yo tampoco comprendo “ni entro” en la obra del “genio” Woody Allen ni la cohorte de ensalzadores, algunos con unas filosofías baratas dignas de risa o lástima).
“El gran combate” es mucho más que un film pro indios (el mejor); aquí Ford demuestra que el atractivo de la realidad es superior al de la leyenda (culminación en la magistral “El hombre que mató a Liberty Valance”, una de las obras más perfectas y abstractas de Ford). El film trata de la huída del pueblo cheyene (unas 300 personas entre hombres, mujeres y niños) de las reservas hacia su antiguo territorio y perseguidos por la caballería yanqui. Engañados por el corrompido gobierno (señalado oportuna y profusamente por Ford), los cheyenes pasarán por duras y penosas pruebas y aclamarán una justicia que nunca se les dará. La situación es seguida por periodistas y politicastros aprovechados, insertando el realizador conflictos humorísticos que refuerzan la acción. Por otra parte, y más que nunca, se muestra el irracionalismo militar y su punto de vista equivocado (a este respecto recordemos la excelente “Fort Apache”) y la bajeza moral de algunos políticos componentes del gobierno…
“Los indios están cerca de mi corazón, es un gran pueblo, muy moral, yo quiero dar su punto de vista”. (John Ford)
                                                                                     Narcís Ribot i Trafí


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