Si
contemplamos la filmografía de la Grecia Antigua veremos que es bastante larga
pero si la comparamos con la perteneciente a la Roma Antigua descubriremos que
es mucho más corta. Hay diversas (y lógicas) explicaciones. La historia de la
Grecia Clásica (&) no tiene la unidad de la romana, dividida
cronológicamente en Monarquía, República e Imperio. La Grecia Antigua nunca fue
una nación sino un conjunto de “Polis” (“ciudades- estado”), ora
amigas y aliadas entre sí, ora enemigas (cfr. Atenas, Esparta, Corinto, Tebas)
con solo algunas escasas, pero importantes, ocasiones formando “piña nacional”
contra los persas, típico y clásico invasor extranjero en las Guerras Médicas: “La
batalla de Marathon”, de Jacques Tourneur (1959) narraba muy libremente
los hechos, centrándose en el legendario corredor que murió a causa de la
fatiga después de comunicar la noticia de la victoria griega en la citada
batalla; “El león de Esparta”, de Rudolph Maté (1962) nos cuenta
la heroica resistencia del rey espartano Leónidas, sus escasos soldados y
algunos aliados en el paso de las Termópilas que solo pudieron ser derrotados
por la traición (versión moderna a cargo de Zag Snyder, “300”,
con los excesos propios del cine de género actual) y gracias al heroísmo de
Leónidas y los suyos Temístocles tuvo tiempo de levantar toda la Hélade contra
el invasor persa y su emperador Jerjes a los cuales venció en la batalla naval
de Salamina para ser más adelante, los persas, estrepitosamente derrotados en
las batallas de Platea y Micale.
La
entrada en el helenismo está representada principalmente por “Alejandro
Magno”, de Robert Rossen (1955), con Richard Burton (como Alejandro),
el hijo del rey Filipo II de Macedonia, nos muestra cómo consiguió
unificar/dominar la Hélade y combatir al antiguo invasor persa en su propio
país para posteriormente lanzarse a una conquista expansionista de otros países
en fulgurantes victorias que la prematura muerte del caudillo frustró (versión
actual no mejor que la citada).
Otra
causa de la inferioridad cuantitativa de los films de tema griego en
comparación con los romanos es el de la inexistencia del cristianismo. El tema
de los mártires que el cine explotó como un filón (persecución iniciada por
Nerón, seguida por Domiciano años después por otra causa y continuada por otros
emperadores) en Grecia puede substituirse por la oposición al tirano de turno
como en la curiosa cinta de Sergio Leone, “El coloso de Rodas”
(1961) donde una parte del aparato represor (salas de tortura, prisiones,
verdugos, soldados- policía) están en el interior de la gigantesca estatua
(nada a ver con las ilustraciones de la auténtica). Punto muy importante es la
no existencia sobre tema griego de la novela del siglo XIX que tan definitiva
fue para el mundo romano títulos como “Fabiola”, “Quo
Vadis”? o “Los últimos días de Pompeya”. Podemos citar
como excepción “La Atlántida”, de Pierre Benoît, aunque su
argumento sea de tema “fantastique” (con su correspondiente descendencia
cinematográfica). Por lo tanto los soportes esenciales sobre el cine de tema
griego clásico serán las antiquísimas obras de Homero: “La Ilíada”
y “La Odisea”, convenientemente
reducidas/adaptadas/retocadas/deformadas por guionistas- argumentistas en su
paso por la pantalla. Habrá también temas mitológicos (inventados y/o
adaptados), el ciclo de las tragedias (mezcladas/adaptadas/retocadas) extraídas
del teatro (Esquilo, Sófocles y Eurípides) al igual que las comedias
(Aristófanes y Menandro), muy escasas en cine y TV. Así, hay películas como “Helena
de Troya” (1955), de Robert Wise o “La guerra de Troya”
(1961), de Giorgio Ferroni, las dos interesantes, donde los personajes son en
una positivos y heroicos (Paris y Helena en la primera) y en la otra negativos
y antipáticos. Una continuación de “La guerra de Troya”, “La
leyenda de Eneas” (1962) a cargo de Albert Band, es mucho más fiel al
espíritu de Virgilio que las otras anteriormente citadas al de Homero. Otra
cinta importante, y serenamente realizada, es “Ulises” (1954), de
Mario Camerini, de nuevo adaptación libre pero sin perder de vista a Homero
aunque se anularan todas las intervenciones sobrenaturales y, sobretodo, sin
las concesiones al gusto juvenil de la época propias de “La guerra de
Troya”. La interpretación de Kirk Douglas como Ulises también es factor
de peso en el éxito de la cinta que con el paso de los años se ha revalorizado
justamente.
Si
entramos en el mundo mágico- mitológico veremos a los dioses griegos (Zeus,
Hera, etc.) con defectos y virtudes humanas que a veces juegan con las personas
en estilo partida de ajedrez como en la magnífica “Jason y los Argonautas”
(1963), de Don Chaffey con los efectos del gran Ray Harryhausen. La obra “Las
Argonaúticas”, de Apolonio de Rodas es la fuente lejana de inspiración que
servirá de base al “Hércules” (1957), de Pietro Francisci, bastante notable,
iniciando una serie sobre el personaje. Otros héroes mitológicos como Perseo
(destructor de Medusa), Teseo (vencedor del Minotauro) y otros tendrán una o
más versiones cinematográficas. En “Furia de Titanes” (1980), de
Desmond Davis, protagonizada por Perseo, los dioses irrumpen frecuentemente en
la vida de los humanos, siendo el último trabajo de Harryhausen antes que los
efectos especiales de “discoteca” se hicieran amos de la función y parte del
cine estuviera pensado para atraer solo a determinado público, muchos
desconocedores del Séptimo Arte..
Al
entrar en el tema del cine sobre la Grecia Clásica veremos en ocasiones los
mismos errores de ambientación presentes también en el cine sobre la Roma
Clásica. Demos algunos ejemplos: en “La destrucción de Corinto” (1961), de
Mario Costa, vemos al protagonista (Jacques Sernas) con uniforme de oficial
perteneciente a las legiones romanas que aparecería años después, la heroína
(Geneviève Grad) con minifalda y peinada a la moda de cuando se rodó el film;
en “La batalla de Siracusa” (1960), de Pietro Francisci interesa
más la vida privada del sabio Arquímedes --- retardó la invasión romana con sus
famosos espejos incendiarios de naves (Siracusa era aliada de los cartagineses
en la II Guerra Púnica) aunque no pudiera evitar la victoria de Roma, para
finalmente perder la vida --- que la batalla en sí. Dudoso entre dos amores,
los guionistas no atendieron la realidad histórica: Arquímedes debía tener unos
70 años en el momento de los hechos; en “Helena de Troya” el decorado de la
corte es atractivo pero no corresponde en ningún elemento a la realidad
(especialmente las estatuas y columnas minoicas) y en “El marido de la amazona”
(1934), de Walter Lang, todo parecido con la decoración griega (cualquier
estilo de la época clásica) es pura coincidencia. Nada a ver la estatua de “El coloso de Rodas”
con la auténtica obra (ni forma, ni estilo, ni colocación de la gigantesca
estatua, ni función de la misma) pero al menos no tenía pretensiones, se
limitaba a narrar limpia y llanamente la lucha entre la bondad y la opresión,
algo que es de agradecer.
Dentro
de los buenos momentos que nos ha hecho pasar el cine sobre nuestro tema es de
lamentar la constatación de la práctica inexistencia sobre el llamado “Siglo de
oro de la Grecia Antigua”, también citado como “El siglo de Pericles” (IV a.
C.), la base de la cultura occidental y una de las cimas del espíritu humano.
Parece ser que interesan más héroes y reyes que no los filósofos y sabios. Los
primeros ya tienen sus películas ¿Por qué no los segundos?
Narcís Ribot i Trafí
(&)-
El estudio de Fernando Lillo Redonet: “El cine de tema griego y su
aplicación didáctica” (Ediciones Clásicas S. A., Madrid- 1997)
es sencillamente indispensable en la introducción del tema. Otro trabajo interesante
es “El péplum, la Antigüedad en el cine”, de Rafael de España
(Ediciones Glénat, colección Dr. Vértigo, 1998) por su globalización
cronológica y aportación de datos y filmografía.
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