“No hemos de considerar a Mendel como un precursor, sino como el verdadero creador de la ciencia de la herencia”. (Jean Rostand).
Mn. Francesc Nicolau en su magnífico libro Església i ciència al llarg de la història (col.lecció Cultura i pensament, nª 18, editorial Claret, 2002) nos indica que la lista de los clérigos de los siglos XIX y XX que han trabajado en el ámbito de las ciencias es larguísima. Con referencia a la biología el más importante de todos fue un humilde religioso agustino en un convento provincial de la ciudad de Moravia llamado Brünn (en alemán) o Brno (en checo), que por entonces formaba parte del Imperio Austrohúngaro.
Lo que investigó aquel religioso llamado Gregor Mendel (1822-1884) abría un nuevo capítulo de la ciencia de los seres vivos o, mejor dicho, inauguraba una ciencia nueva llamada ahora genética. Mn. Nicolau nos dice que puede compararse con el sacerdote francés René J. Haüy (1743-1822) que creó la ciencia de la cristalografía, también nueva.
Su nombre de pila era Johann, su apellido Mendel; nació en Heizendorf (Austria), cerca de Odrau, hijo de familia campesina muy humilde. De pequeño aprendió mucho sobre cultivos gracias a su padre (1). Por consejo de su profesor, que le veía muy inteligente, los padres le enviaron a estudiar a Leipzig y a Olmütz y al acabar sus estudios se sintió llamado por Dios, entrando en el convento de Santo Tomás que los agustinos tenían en Brünn. Al ingresar en esta congregación religiosa tomó el nombre de Gregor, con el que firmará en adelante todos sus trabajos. En 1847, a los 25 años, fue ordenado sacerdote y en 1851 se doctoró en ciencias y matemáticas en Viena. A partir de 1856 comenzó una serie de experimentos de cruzamiento de diversas plantas, empezando por diferentes tipos de arveja común o guisante para investigar como era la descendencia. Luego experimentó con otras plantas llegando a la conclusión que se podían encontrar unas regularidades claras. Eso le animó a realizar nuevas probaturas. Durante 14 años explicó a la Escuela Moderna de Brünn historia natural y física mientras hacía sus experimentos en el huerto/jardín del monasterio. En 1868 fue elegido superior y tuvo que dejar parte de sus tareas científicas.
Durante ocho años, sin ninguna ayuda, llevó a cabo el cultivo, la polinización artificial y el estudio meticuloso de más de 12.000 plantas para finalmente redactar los resultados en una voluminosa memoria, Versuche über Pflanzenhybriden (“Ensayo sobre híbridos de plantas”) que presentó en 1865 en la Sociedad de Historia Natural de Brünn. Como se sabe, no le hicieron ningún caso. Tendrían que pasar más de 30 años (cuando Mendel ya había fallecido) para que su trabajo fuera reconocido y valorado en su totalidad (2). En 1865 la teoría celular era ya comúnmente aceptada, ya se describían los principales orgánulos visibles con microscopia óptica y se había publicado “El origen de las especies” de Charles Darwin, quien ofrecía la selección natural como mecanismo de selección de caracteres pero el handicap de la teoría de Darwin y el de toda la biología del siglo XIX es el desconocimiento del sistema por el cual estos mismos caracteres se transmitían de una generación a otra. Darwin reconoció que la mezcla no era factor (al menos no el principal) y sugirió que la ciencia no tenía aún la respuesta que vino de su contemporáneo Mendel. Por desgracia Darwin nunca conoció los resultados de Mendel. En sus trabajos sobre guisantes llamó “caracteres” a las apariencias externas y “elemento” a las entidades hereditarias separadas. “Elementos” y “Caracteres” son conocidos hoy como “Genes”. Las llamadas “leyes de Mendel” son: 1)- “Ley de uniformidad”. El tipo hereditario no es intermedio entre los tipos de los padres, sino que en él predomina el de uno u otro. Si se cruzan dos variedades bien definidas de una misma especie, el descendiente híbrido mostrará la característica distintiva de uno de los progenitores (característica dominante); 2)- “Ley de la segregación o disyunción” de los genes antagónicos. La característica del otro progenitor (característica recesiva) es latente y se manifestará en la siguiente generación resultante de cruzar híbridos entre si: 3/4 muestran la característica dominante y 1/4 la característica recesiva; 3)- “Ley de la recombinación” de los genes o sea la transmisión independiente de los genes. Cada una de las características puras de cada variedad (color, rugosidad de la piel, etc.) se transmiten a la siguiente generación de forma independiente entre sí, siguiendo las dos primeras leyes.
Hemos dicho que primero experimentó con la arveja común, una flor que normalmente se autopoliniza, contiene, pues, una parte masculina (antera) y otra femenina (gineceo). Para sus pruebas Mendel abrió el pimpollo antes de la maduración y retiró las anteras con pinzas evitando la autopolinización. Luego las polinizó artificialmente, espolvoreando el estigma con polen recogido de otras plantas. Cruzó primero unos ejemplares de raza pura con semillas lisas con otra que siempre producía semillas rugosas. Todas las semillas resultantes fueron lisas. Al año siguiente plantó estas semillas y permitió que las mismas se autofecundaran . Resultado: de 7324 semillas en total, 5474 fueron lisas y 1850 rugosas. O bien: mezcla de guisantes de talla grande con otros de talla pequeña, la 2ª. generación todos son grandes y en la 3ª. generación habrá un 75% de talla grande y un 25% de pequeña.
Sobre la puerta del museo Mendel en Brünn hay una inscripción de nuestro hombre que dice: “Mi tiempo llegará”. A partir de 1900 sus principios fueron redescubiertos en su totalidad.
Mn. Narcís Ribot i Trafí
1)- Mendel no partió de cero, ni en la teoría ni en la práctica. Conocía los hallazgos científicos hasta la fecha.
2)- El motivo del momentáneo olvido sobre los trabajos de Mendel es que los biólogos de su época no estaban aún sensibilizados por las cuestiones relativas a la genética. Fue un científico adelantado a su tiempo. Su mérito ha sido reconocido por todos, no solamente por el mundo científico. El 10/3/1984 se conmemoró en Roma su memoria (a los 100 años de su fallecimiento); una sesión académica promovida por el Consejo Pontificio para la Cultura, para la Orden de San Agustín y por el Instituto de Genética Gregorio Mendel de la ciudad. Asistió el papa Juan Pablo II, quien hizo un discurso de alabanza de aquel hijo genial de la Iglesia.
Enhorabuena por iniciar este nuevo blog, Mn. Narcís. Disfrutaremos leyendo tus magníficas recensiones sobre tantos temas en los que eres verdaderamente experto. Un abrazo, Feliz Pascua!!
ResponderEliminarMn. Joan Carles