lunes, 30 de junio de 2014

RAICES DEL SPAGUETTI WESTERN


Con el ocaso-desaparición de los grandes creadores del western (Ford, Hawks, Mann, Walsh, Sturges, etc.) un amplio sector de la industria americana quedó en paro. Como es lógico buscaron nuevos mercados y llegaron a España a causa de lo barato de nuestra producción en aquel entonces.
Michael Carreras, realizador y copropietario de Hammer Films, dirigirá el primer western en territorio español: “Tierra brutal” (1961). En la misma época el “Péplum” (“cine de romanos”, de tema fantástico- mitológico o aventurero) italiano conoce su auge (1960- 1963) pero al acabarse la demanda empiezan a rodar westerns en Italia al mismo tiempo que los españoles de la mano de Joaquín Luis Romero Marchent realizan el primer western español, “La venganza del Zorro”, el cual al tener éxito en su exportación a Italia ofrece la idea de coproducción en masa refrendado especialmente por los tres films de Sergio Leone: “Por un puñado de dólares” (1964), “La muerte tenía un precio” (1965) y “El bueno, el feo y el malo” (1965). Si bien Leone cuidaba sus productos --- discutibles, eso sí --- y con reservas podemos defender algún film de Sergio Sollima  como “El halcón y la presa” (1967), “Corre, cuchillo… corre” (1969) o “Cara a cara” (1968) como también aceptamos la profesionalidad Joaquín Luis Romero Marchent (en colaboración con el malogrado escritor Josep Mallorquí, guionista y creador del “Coyote”) con su violencia no gratuita y su buen manejo de actores (nos acercamos a un tipo de western costumbrista) no podemos en absoluto defender, ni nuestro amor al género nos permite justificar la bazofia que vino a continuación en forma de avalancha.
Hemos visto que el llamado “spaguetti western” nació principalmente de una necesidad industrial y resultó un cine artificioso y falso (se imitaba vida, paisajes y costumbres de U.S.A. de forma totalmente tosca) cuyo denominador común era la desaforada violencia, sangre a raudales y la venganza del bueno que al final mataba a todos los malos responsables de haber asesinado a su familia, amigo(s) o de haber violado a su novia antes de matarla. Recordar, si se puede: “El sabor del odio” de Umberto Lenzi (1969), “Hasta la última gota de sangre” de Albert Cardiff (1968), “Dos cruces en Danger Pass” (1968) de Rafael Romero Marchent (no tan aprovechado como su hermano Joaquín Luis), “Gringo” de Ricardo Blasco (1963) y un largo etcétera. Será un cine donde abunden los pseudónimos; junto a los realizadores, actores y algún que otro técnico importados de América los nacionales combinan nombres y apellidos famosos (Motgomery Clark, William Bogart, Richard Wyller, Motgomery Ford…).
Los primeros productores responsables del “boom” del “spaghetti western” fueron los hermanos Alfonso y Jaime Jesús Balcázar (también realizadores), quienes en 1965 llegaron a producir 26 films en los ocho primeros meses (poseían una peletería en Barcelona). En muchos de estos “spaguetti” los argumentos los argumentos son prácticamente idénticos  por lo que además de la pasta italiana se les ha comparado también con longanizas o salchichas. No diferenciamos una de otra, se consumen y se olvidan una vez digeridas.
Se toman las constantes del genuino western americano y se abusa de ellas sin ton ni son: saloon, póker, rancho, caballos, diligencias, chico, chica, buenos, malos, tiros, etc., según las oportunas combinaciones ya que con este dado múltiple salen infinidad de “spaguetti- longanizas- chorizos”.
Si los rebaños es algo típico en el original western nosotros haremos deambular diez o doce vacas y toros bien distribuidos  en la Hoya del Manzanares, los indios no han de ofrecer ninguna preocupación pues hay gitanos y labriegos morenos que por 20 o 30 duros diarios se prestan a la perfección, si no tenemos al Río Grande si tenemos el Manzanares; el perfecto desierto será Palomares (Almería), las silvestres praderas, decoradas con campos de trigo  y centeno (varias veces un jinete cabalga entre canales de riego de cemento y hormigón y en ocasiones se ve el tendido eléctrico al fondo), los pueblos- western los tendremos en Cuenca, Fraga, Colmenar y “Esplugas- City” y los paisajes estarán plagados de romero, algarrobos, tomillo e higueras; las ropas de los vaqueros recién salidas de la fábrica, con brillantes cinturones, las cartas también acaban de salir de la fábrica Heraclio Fournier, jamás se ve cargar un arma, se disparan miles de tiros sin reponer nunca munición, hay vasos de Duralex, botellas con tapón de rosca, unos cuantos caballos, unos troncos para hacer una empalizada y en los hermosos ferrocarriles del “Far- West” alguien ha olvidado --- craso error --- de quitar el letrero de RENFE.
Hacemos un recuento del “spaguetti” filmado en España: dos films en 1961 (las ya citadas “Tierra brutal” y “La venganza del Zorro”), 5 en 1962,  10 en 1963, 29 en 1964 (gracias al impulso de “Por un puñado de dólares”), 34 en 1965 (grandioso éxito económico de “La muerte tenía un precio”), 33 en 1966, 12 en 1967 (el mercado está saturado momentáneamente), 24 en 1968, 18 en 1969, 19 en 1970, 22 en 1971, 19 en 1972 (está en auge la serie “Trinidad”), 8 en 1973 (empieza la decadencia) y 3 en 1974 (punto y final) cuando la demanda se extingue.
En el “Western- spaguetti” se apuntan realizadores de tercer o cuarto orden, algún artesano honesto y los provenientes de Italia (aquí podríamos destacar la trilogía de los “Sergios”: Sergio Leone, Sergio Sollima y Sergio Corbucci) o de Estados Unidos (en 1973 el magnífico John Sturges dirigió en España “Caballos salvajes”). Recordemos algunos personajes creados por el spaguetti: ”Trinidad”, “Aguasanta”, “Providencia”, Aleluya”, “Camposanto”, “Sartana” y la fórmula repetitiva del título como “Le llamaban…”, “Le seguían llamando…”, “Dejaron de llamarle…”, “Ya le llaman …, “Y ahora le llaman…”.
La crítica llamada “culta” dijeron que estos films eran de consumo para público de coeficiente intelectual muy bajo (¿Se ha autoanalizado alguno de estos señores alguna vez?) y ello solo es cierto en parte porqué en aquel tiempo muchos nos tragábamos estos productos. Si bien es verdad hay quien no sabe diferenciar --- normalmente ajenos al cine o espectadores ocasionales sin ningún interés por el 7º Arte --- estos subproductos, sean de José Mª. Zabalza, de José Mª. Elorrieta o de Ignacio F. Iquino a los westerns de John Ford o Anthony Mann (sería no diferenciar cualquier melodía pachanguera de verano con Beethoven o Schumann).
Se alejan de mi imaginación estas películas mal hechas, miméticas, subdesarrolladas, con su mugre y fealdad visual, con su grupo de bandidos capitaneados por Fernando Sancho o Eduardo Fajardo, con su arrítmica y malsonante música de campanas, armónicas, guitarras eléctricas, con los escupitajos de Clint Easwood (antes de ser más conocido y hacerse famoso) en primer plano y las matanzas gratuitas y sangrientas…


                                        Narcís Ribot i Trafí    

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