En 2006 le tocó
al rey Kong. El actual cine de género, regido por sondeos comerciales y
ordenadores, ha decidido resucitar al famoso simio gigante originalmente nacido
de la depresión del 1929. Lo ha hecho de la mano del australiano Peter Jackson,
admirador de la versión original del 1933, según propias declaraciones, con
abominación absoluta hacia (se puede estar bastante de acuerdo) la versión que
perpetraron Dino de Laurentiis (productor) y John Guillermin (realizador) en
1976, con Jessica Lange y Jeff Bridges. Jackson demostró tener oficio (al menos
rutinario y mecánico) para lograr un producto solvente desde el lado técnico y
cara a la taquilla pero sin la poesía, el encanto y la fascinación del “King-Kong”
(King-Kong, R.K.O.- 1933), de Ernest Beaumont Schoedsack y Merian C.
Cooper. Una vez más la técnica actual con sus ordenadores y parafernalia
estridente ha sido incapaz de emular al gran clásico.
No ha habido en
esta ocasión la defensa a ultranza por parte de los que juegan en el equipo de
lo “políticamente correcto”, nacidos, muchos de ellos, del mayo del 68 y
refugiados en otros parajes tras la caída del muro de Berlín y de lo que
representaba a finales de los 80/principios de los 90.En esta ocasión los
“comisarios políticos” no han decidido manifestarse, quizás porqué Peter
Jackson no entre en su ”ideología” (1), al revés de Francis Ford Coppola y su “Drácula”.
Jackson en un
principio decide seguir la historia del original (2), consiguiendo buenas
escenas de preparación a “Skull Island” (“Isla de la Calavera ”), a pesar de
algunos subrayados inútiles y algún
ralentí molesto. Al llegar a los dominios de Kong se desencadena el derroche
hacia la gratuidad más absoluta (en contra de lo que el realizador había
declarado) buscando totalmente el enfoque comercial: en enseñar cientos y
cientos de animales prehistóricos, aquella carrera emulante del “Parque
Jurásico” de Steven Spielberg, enfocar una y otra vez aquella roca costera que
se asemeja al rostro del rey-Kong, escenas totalmente pueriles entre Ann Darrow
(Naomi Watts) y el simio gigante y aquellos molestos diálogos infantiloides
(propios del cine actual) que quieren sorprender y defraudan al auténtico
aficionado. Si el “King-Kong” de Schoedsack-Cooper luchaba contra
un Tyranosaurus Rex, una inclasificable serpiente acuática con patas y un
Pterodonte (reptil volador), aquí se bate con ¡4 Tyranosaurus! (las escenas en
que están enredados en las lianas son totalmente ridículas) en una pelea que
parece propia de un saloon del Oeste. Las secuencias cortadas en la versión del
33, cuando algunos marineros caen a un abismo y son devorados por arañas
gigantes aparecen aquí pero multiplicando los arácnidos a millares; el simio
por ordenador está bien conseguido, no así cuando sale en algunos planos con
seres humanos (se nota precipitación y mal acabado, algo imperdonable para un
cine que presume tanto de adelantos técnicos). Pero cuando la acción se
traslada a Nueva York el film se vuelve aún más pretencioso y “cursi” (en
palabra de Carlos Díaz): aquella ridícula muestra de exotismo de pacotilla
cuando exhiben a Kong en el teatro, al escaparse el gorila gigante empuja y
remueve coches como un niño jugando al scalextric, añadiendo a ello la presunta
falta de miedo de Ann hacia Kong y la partitura musical absolutamente
inadecuada, aunque el alargamiento de las escenas y la extrema duración del
film esté también entre lo más molesto (cosa que también repercute en
taquilla). En resumen, una decepción más
y una nueva constatación de que los
auténticos clásicos son esto: CLÁSICOS.
Narcís Ribot i Trafí
1)- Es interesante el libro de Carlos
Díaz Maroto, “King-Kong, el rey del cine” (Ediciones Jaguar, 2006)
y el comentario de Antonio José Navarro en un números de “Imágenes de
Actualidad”. Les conozco, y ambos son aficionados al “fantastique”. Fueron dos de los primeros que en su tiempo pusieron
en solfa las deficiencias y las pretensiones (y la falta de originalidad y de
fidelidad al texto de Stoker) del “Drácula” de Francis Ford
Coppola (1992) que se intentaba hacer pasar por obra maestra.
2)- La historia original de “King-Kong”
proviene de Ruth Rose (esposa de Schoedsack) y James Ashmore Creelman, según
argumento de Merian C. Cooper y del escritor de temas policíacos Edgar Wallace,
quien falleció antes de estrenarse el film. El periodista y escritor Denis
Wheeler Lovelace fue el encargado de novelizar el guión cuyo texto se encuentra
hoy en las librerías.
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