lunes, 18 de mayo de 2015

CARAVAGGIO

     “... consideraba que la penumbra era más representativa para los misterios religiosos”

                                         Giles Lambert en su estudio sobre Caravaggio (Editorial Taschen, 2001) nos dice que fue el pintor más misterioso y revolucionario de la historia. Tanto su vida como su pintura fueron escandalosas.
En contraposición al Manierismo ofreció un nuevo lenguaje pictórico, realista y teatral, escogiendo el tema en el momento más dramático y buscando sus modelos en la calle. En su pintura prima siempre la naturaleza, siendo a la vez antesala y apoteosis adelantada del Barroco, marcado por el frenesí, éxtasis, exaltación, exceso... El movimiento nació de la Contrarreforma surgida del Concilio de Trento: imágenes, ornamentos, colores, contrastes aparecidos en contraposición a la rigidez y austeridad de Lutero y Calvino; es también el momento que emerge la ópera de la mano de Claudio Monteverdi... La obra de Caravaggio se incrusta en esta época de cambios y tensiones.
Lo más peculiar de su pintura es el realismo sin concesiones. Los personajes, siempre reales, ni los inventa ni los idealiza; su obra pictórica religiosa no es una excepción  y así, tanto dentro como fuera de la Iglesia, tuvo su multitud de detractores y de admiradores (uno de sus grandes protectores fue el cardenal Del Monte). Ya en su etapa madura se mostrará como el más talentoso experimentador de la “Luce di Bottega” (“luz de taller”) con la cual introducirá el tenebrismo en la pintura. El tenebrismo es el efecto de una poética de la luz que ocupa oblicuamente el espacio para establecer violentos contrastes y mezclar las obscuridades impenetrables de los fondos con los volúmenes más iluminados de los cuerpos. De esta forma, objetos secundarios quedan inadvertidos/desaparecidos en la obscuridad realzando lo esencial del cuadro.
Otra aportación importante de su pintura es la obertura hacia la tradición “moderna” de la naturaleza muerta, itinerario que seguirán pintores como Zurbarán, Chardin, Coubert, influenciando además en Rembrandt, Ribera, Delacroix y Manet, aparte de la admiración que sentía Cézanne por la totalidad de su obra.
Michelangelo Merisi (Milán, 29/9/1571- Porto Ércole, 18/7/1610) pasó su infancia en la aldea lombarda de Caravaggio (de ahí su pseudónimo), hijo de Lucia  Aratori y Fermo Merisi, arquitecto – decorador de Francisco I Sforza, marqués de Caravaggio. Pierde pronto al padre y entra en el taller del pintor Simone Peterzano, discípulo de Tiziano. De él adquirió su extraordinaria técnica. No fue la primera vez que de un maestro poco conocido y mediocre surgió un artista excepcional. Allí se inició como pintor. El primer cuadro (re)conocido de él es una naturaleza muerta: “El cesto de fruta” (1596). El detalle está al máximo: entrelazado de los mimbres, el tratamiento de ls frutas sanas, otras picadas, gotas de humedad en las hojas deslucidas o lozanas...
Fue un pintor de vertiginosa evolución. En solo 18 años su pintura cambió y rotó espectacularmente, desde las primeras obras romanas hasta las últimas realizaciones en Sicilia. Antes de su llegada a Roma había una serie de obras para ir redondeando y puliendo un estilo que aparecerá en su primer período romano. Entre los años 1592- 1599, obras de juventud, pintó cuadros de pequeño formato: bodegones, mitológicos, alegóricos y alguna incursión en el religioso aún sin la relevancia obtenida en el futuro. El encargo de los lienzos para San Luigi dei Francesi sirve de frontera al señalar el inicio de su 2ª etapa romana (1599- 1606) para pasar  al periodo final, la llamada etapa itinerante (1606- 1610), trabajando para iglesias napolitanas, maltesas y sicilianas donde las penalidades que sufrió y la vida desordenada se reflejaban en su pintura.
En este primer período romano realizó una serie de lienzos centrado en muchachos andróginos  que tocan instrumentos y cantan: “El tañedor de laúd”, 1596-97), “Concierto de jóvenes” (1595- 96); de temática alegórica como “Baco enfermo” con el mismo estilo puesto que Caravaggio no tenía en cuanta la iconografía al uso y crea su propio Baco con huellas de embriaguez en su rostro y con una copa de vino en su mano con la sensación que la va a derramar sobre el espectador; las comentadas naturalezas muertas a pesar de haberlas pintado ya como complemento de figuras en otros cuadros (“Muchacho con cesta de frutas”, 1593- 1594); el retrato ---  muy pocos han sobrevivido –-  cfr. “Retrato de mujer joven” (destruido en Berlín durante la II Guerra Mundial) y “Retrato de Maffeo Barberini” (con el tiempo sería el papa Urbano VIII); temática religiosa, también escasas obras en este periodo: “Éxtasis de San Francisco”, Sacrificio de Isaac” (1598- 1600), “La Magdalena” (1594-96), “Decapitación de Holofernes” (1597-1600) --- la eclosión vendría después --- y temática mitológica: “Narciso” (1597- 98), todo un alarde de técnica describiendo las tensiones y meditación reflexiva de nuestro atormentado protagonista.
Su II período romano (1599- 1606, año de su huída a Roma) dio inicio con los lienzos para San Luigi dei Francesi. Caravaggio realiza en esta etapa los grandes programas religiosos. Las emociones internas fluyen a través de gestos grandiosos ejecutados por sus personajes, mientras las figuras cobran volumen ocupando gradualmente todo el lienzo. Busca el impacto emocional --- conseguido genialmente ---desarrollando repertorio propio sin dudar en sacrificar la lógica disponibilidad de las figuras.
En ocasiones podía realizar dibujos preparatorios (no se conserva ninguno) pero si está demostrado que en otras muchas pintaba directamente sobre tela (“alla prima”). Pincelada suave, apenas perceptible, mientras la obscuridad gana terreno progresivamente al fondo de sus composiciones, quizás por considerar que la penumbra era más representativa para los misterios religiosos. La luz ilumina con fuerza las figuras, modelándolas sin penetrar en la negrura, consiguiendo una atmósfera particular y original. De esta etapa recordamos: “Cena de Emaús”, “Amor victorioso”, Cabeza de Medusa”, Vocación de San Mateo”, “Martirio de San Mateo”, “Crucifixión de San Pedro”, “Conversión de San Pablo”, “Entierro de Cristo” (una auténtica obra maestra elaborada desde 1600 a 1609), “David con la cabeza de Goliat”, “La dormición de la Vírgen”, etc.
El tercer y último período transcurre entre los años 1600- 1610. En este capítulo itinerante creó obras para iglesias napolitanas, maltesas y sicilianas. La agresividad de carácter y su mala vida, así como las penalidades que sufrió durante su huída (había matado un hombre por discusión en el juego) indudablemente se reflejan en su pintura. Se ha perdido la individualización de los personajes, inherente de antes. Ahora tienden a mezclarse formando una masa compacta; una gran parte de la superficie carece de figuras, vacío impactante y escenas representadas más crueles; ya no se trata del pintor caracterizado por su detalle, sino que en gran parte de las composiciones las figuras apenas son esbozadas.
Para Nápoles pintó “La Virgen del Rosario”, atípica y diferente, solo entendida desde el punto de vista económico. A continuación realizó una de sus obras maestras arriesgada, original e incomparable: “Las 7 Obras de Misericordia”. Nadie había plasmado, hasta el momento, las obras reseñadas por san Mateo en su Evangelio (25, 35-36) y “La Flagelación de Cristo”. Trasladado a Malta pintó “Degollación del Bautista” (firmado con la sangre del degollado) y algún retrato y en Sicilia elaboró “Resurrección de Lázaro” (punto álgido), de nuevo Nápoles (“San Juan Bautista”, “Salomé con la cabeza del Bautista”), siendo su última obra “Martirio de Sant Úrsula” antes de su prematura muerte, tumultuosa y extraña (aún no se sabe exactamente de que murió) como su corta y desordenada vida...
                                                                                                                            Narcís Ribot i Trafí


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