domingo, 14 de agosto de 2011

ANÍBAL DE CARTAGO EN LAS LETRAS Y EN LAS TABLAS


             Dos ciudades: Roma y Cartago (a 12 km de Túnez, proveniente de una colonia fenicia) habían conquistado muchos territorios y acabaron por enfrentarse. Roma venció a Cartago en la I Guerra Púnica (264- 241 a.C.). Aníbal Barca, hijo y sucesor del general Amílcar Barca tomó el mando de las tropas cartaginesas en España buscando recuperar su hegemonía. Al arrasar la ciudad de Sagunto, aliada de los romanos, se desencadenó la II Guerra Púnica. Aníbal realizó aquella gesta tan espectacular de atravesar los Alpes con su ejército y sus elefantes para batir al enemigo en su propio terreno. Las brillantes victorias de Tesino (218 a.C.), Trebia (218) y Trasimeno (217) le dieron merecida fama de gran estratega. Roma, desesperada, nombró dictador --- el término no tenía la connotación actual; se otorgaba el cargo a una persona para solucionar un grave conflicto, podía tomar decisiones muy drásticas y pasado el apuro teóricamente debía dar cuentas al gobierno de la República Romana --- a Quinto Fabio Máximo (hombre de edad avanzada y antiguo cónsul) quien optó prudentemente por la guerra de guerrillas reconociendo la superioridad de Aníbal. Cansados, algunos nobles romanos criticaron a Fabio y dieron el mando a su ayudante Minucio Rufo quien presentó batalla en campo abierto a los cartagineses. Dando una prueba más de su talento estratégico Aníbal le derrotó en las inmediaciones de Gerunio y aún hubiera sido peor de no acudir Fabio en su ayuda, cubriendo las unidades que se retiraban. Algunos influyentes aún querían una victoria clara sin paciencia para las guerrillas. En agosto del 216 Aníbal destrozó en Cannas un gran contingente romano: murieron más de 70.000 hombres, unos 10.000 fueron hechos prisioneros y unos pocos huyeron, entre ellos el presuntuoso cónsul Terencio Varrón mientras Lucio Emilio Paulo, el otro cónsul, que había propuesto evitar el enfrentamiento, cayó en combate. Varias ciudades itálicas se pasaron a Aníbal, parecía el fin de Roma, sin embargo el líder cartaginés no atacó la ciudad desmoralizada y desprotegida en aquel momento. Dos de los prestigiosos escipiones habían caído en España en combate con Asdrúbal, hermano de Aníbal. El hijo de uno de ellos, Publio Cornelio Escipión trasladó la guerra a España con bastante éxito (conquista de Cartagena, p. e.) aunque Asdrúbal lo esquivara para reunirse con su hermano en Italia. Si llegaban a unirse los dos ejércitos hubiera sido el final de Roma pero fue derrotado en Metauro por los cónsules Cayo Claudio Nerón y Marco Livio Salinator (207). La suerte de la guerra cambió de bando. Después Aníbal es llamado para defender Cartago ya que Escipión había desembarcado en África. Los dos se encontraron en Naraggara (202), batalla de Zama donde Escipión, copiando la táctica de Aníbal (por quien sentía un vivo respeto y admiración) le venció. Cartago pidió la paz y años después Aníbal huyó de su patria ya que algunos aristócratas pensaban entregarlo a los romanos. Por su parte Escipión también cayó en desgracia y fue acusado de malversación de fondos (totalmente falso) por Catón el Censor, se demostró su inocencia pero se exiló voluntariamente de Roma. Huyendo de los romanos, Aníbal se suicidó en el 183. Su eterno ex enemigo y admirador, Escipión, le acompañó a la tumba unos meses después. Entre el 149 y el 146 (III Guerra Púnica) los romanos encontraron excusas para borrar del mapa a Cartago.
Casi todo lo que sabemos de Aníbal es a través de los escritores romanos. A pesar de su aversión hacia el cartaginés muchos le reconocen el carisma entre sus hombres y su gran estrategia militar: Tito Livio, Apiano, Plutarco, Polibio, Silio Itálico, Luciano y Valerio Máximo. Luciano presenta en sus “Diálogos de los muertos” una discusión intemporal entre Alejandro Magno, Aníbal y Escipión sobre estrategia militar. Algo parecido hará el sacerdote y escritor François de Salignac Fenelon en “Dialogues des morts” (1712).
En los siglos XVII y XVIII el tema central de obras teatrales es el triste final de Aníbal: de corte en corte, actuando como mercenario contra los romanos, su suicidio en la corte del rey Prusias por veneno para no caer en manos de sus enemigos aunque suelen adornarse con motivos amorosos: Thomas Corneille (1669), Pierre C. Marivaux (1720), F. Trenta (1766), S. Scevola (1805) y Didot (1820). Christina Dietrich Grabbe escribió una tragedia (1835) que inspiró a Bertold Brech una obra no acabada donde destacaba la ingratitud y la traición de aquellos aristócratas cartagineses dispuestos a entregar a Aníbal a los romanos para que les dejaran en paz y conservar sus privilegios. Tuvo mucho éxito “De Nederlaag van Hannibal” (“La derrota de Aníbal”, 1653), de J. Boukart, donde se describen los últimos años de Aníbal, desde la derrota de Zama hasta su muerte. Franz Grillparcer escribió en 1835 una escena teatral del diálogo entre Aníbal y Escipión antes de la batalla de Zama (rigurosamente cierto; no llegaron a un acuerdo para evitar la confrontación pero la entrevista entre los dos líderes fue totalmente cordial por ambas partes). John Nichol (1873) y John Clark (1903) se centran en la condición imperialista de Aníbal como modelo para Inglaterra, igualmente una potencia marítima. En el campo de la ópera los libretistas colocan, en la mayoría de veces, la situación en la ciudad de Capua (abrió las puertas al comandante cartaginés y al retirarse éste fue duramente represaliada por los romanos). Allí es donde Aníbal pierde su supremacía militar al enterarse de la muerte de su hermano Asdrúbal y del desastre de Metauro: así la de Nicola- Antonio Porpora (1731), Giovani Paisiello y Durand (1773), Antonio Salieri (aquel a quien la historia coloca como enemigo de Mozart) y A. S. Sografi (1801) y en la opereta de Thomas Schmit y Weller (1887) en tono cómico. También el personaje aparece  circunstancialmente en otras óperas dedicadas a otras figuras, como p. e. las de Sofoniba y el rey Masinisa.
Se han dedicado diversas novelas históricas al personaje como la grandiosa de Georg Hoefs (Edhasa), la de Mary Dolan (Editorial Juventud) y una más modesta pero muy bien documentada de Juan Eslava Galán, “Yo, Aníbal” (en la serie de “Memoria de la historia”,  editorial Planeta). Cartago, como país misterioso, es evocado en la famosa novela de Gustave Flaubert, “Salambó” (1862) que algunos consideran demasiado recargada y fantástica. El músico Modest Mussorgsky escribió un argumento propio entre 1863-1866 que quedó sin acabar y existe otra ópera de Louis Ernest Etienne du Reyer, amigo e Flaubert, que obtuvo gran éxito.
                                                               Narcís Ribot i Trafí

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