viernes, 13 de mayo de 2011

CALÍGULA SEGÚN LA LITERATURA Y EL TEATRO

“Calígula era un loco; desde su infancia epiléptico; no con accesos larvados, como otros de la familia Julia, sino con ataques típicos y con manifiestos delirios de crueldad y aberraciones sexuales”.
                                                 Dr.  Gregorio Marañón: “Tiberio, historia de un resentimiento”.
    Gran parte de los autores clásicos (Tácito, Dion Casio, Suetonio) señalan vicios y defectos de los emperadores romanos (algo de verdad, algo para la leyenda); rehabilitadores a partir de la Ilustración manifestaron lo contrario. La investigación actual confirma que las dos corrientes opuestas tienden a la mitificación (para mal o para bien) y son insuficientes y más bien demuestra la relación del hombre con el poder (&).
Un caso tan difícil como atractivo es el de Cayo César, llamado “Calígula” (“botita”) a causa de las pequeñas botas que, siendo niño, su madre le ponía. Era la mascota de la tropa. Cayo Calígula fue el tercer emperador, creó un ambiente de monarquía oriental totalmente diferente de sus antecesores Octavio Augusto y Tiberio, además de dilapidar al poco de ser coronado la fortuna acumulada por el ahorrativo y buen administrador Tiberio.
Había nacido el 12 d. C., subió al trono en el 37 y fue asesinado en enero del 41. Había reinado 3 años, 9 meses y 28 días dejando un  terrible recuerdo de locura, excesos, crímenes inexplicables (algunos parecían brotar de absurdos caprichos) y monstruosos incestos con sus hermanas: Drusila (su preferida), Julia Livila y Agripina la Menor, llamada también Agripinila, madre del futuro emperador Nerón (para diferenciarla de Agripina la Mayor, la madre, casada con Germánico, hermano de Claudio quien será  el sucesor de Calígula en el trono).
 ¿Cómo le trató la literatura y el teatro? Ya en el año 1300 John Gower en “Confessio amantis” subraya sus delirios e grandeza, su crueldad e incestos. François de Salignag de la Mothe Fenelon, obispo, teólogo y dramaturgo (opuesto siempre a la monarquía de Luis XIV), nos muestra en sus “Dialogues des morts” (1712) a un Calígula que en el más allá se encuentra con su sobrino Nerón y ambos discuten sobre cual de ellos cometió más barbaridades. Hans Sachs publicó una biografía psicológica en 1930 mientras Robert Graves --- basándose en Dion Casio y Suetonio --- nos explica en su exitosa novela “Yo, Claudio” (1934) como aquel tío de Calígula, a quienes todos tenían por un idiota (había nacido sietemesino y con defectos de habla y una pierna defectuosa pero en absoluto era un tonto), Claudio, logra sobrevivir a las intrigas del reinado de Tiberio y del demencial gobierno de Calígula para ser nombrado emperador por los pretorianos en contra de su voluntad (abriendo la segunda parte de la historia, “Claudio el dios y su esposa Mesalina”, donde se explica su reinado, a veces editadas juntas, a veces separadas). Muy por encima de su valor real, para mi gusto, está “El reino de los réprobos” (1985), que también conoció una serie televisiva. Independiente de su calidad literaria y aunque sea de una infidelidad histórica apabullante es curiosa “De Nadagen von Pilatus (“Los últimos días de Pilatos”), de Simon Vestdijt (publicada en 1938), donde se nos explica que tras ser destituido el gobernador romano firmante de la sentencia de muerte de Cristo, es objeto de la hostilidad del nuevo emperador Calígula (hay una versión cinematográfica donde Pilatos finalmente muere ejecutado pero tranquilo pues se ha convertido al cristianismo). Calígula y Pilatos siguen apareciendo juntos en “Le procurateur de Judée” (1892), de Anatole France. Otro relato, “Het paard” (“El caballo”), de Gyula Háy (1964) es una sátira sobre el servilismo cuando Calígula nombra cónsul a su caballo Incitatus y todo el mundo asiente. Reinder Blijstra (1965) en su novela “Zij van ons” (“Aquellos de nosotros”), nos muestra un diálogo del emperador con su hermana Drusila y finalmente Louis Marie- Anne Couperus (1901) nos lo presenta repulsivo, decadente y patético en su relato.
En el teatro hay dos dramas: el de Alejandro Dumas sénior (1837), con música de Gabriel Fauré (superpuesta en 1888) y el de Albert Camus (1944), donde Calígula se sirve del poder hasta llegar a la crueldad extrema para que las personas sientan asco de su existencia y se rebelen contra ella (“¿No me nombrasteis emperador? Pues ahora me tendréis que aguantar”, podría ser su contraseña filosófica y definitoria).
En estos últimos años han aparecido varias novelas históricas siguiendo el camino de Robert Graves, como la voluminosa “Calígula, el dios cruel” (EDHASA, 1988), de Siegfried Obermeier o la obrita de Michael Sauquet “Yo, Calígula”, (Ed. Anaya, 1990) escrita en 1ª persona, como si el emperador quisiera justificar sus actos, una auténtica curiosidad.
También hay varias biografías interesantes, quizás una de las más recomendables es la de Daniel Nony con traducción española a cargo de EDAF hará unos veinte años, además de la reciente, “Calígula”, de José A. Rodríguez Valcárcel (Alderabán Ediciones, 2010), donde el autor intenta encontrar recovecos para salvar lo que pueda del personaje. Tentativa al menos interesante.

                                                                               Mn. Narcís Ribot i Trafí
(&)- El estudio de Regis Martin, “Los doce césares” (Alderabán, 1998), siguiendo a los autores clásicos (aunque sin dejarse vencer por su idealismo), a los médicos, a los historiadores y a los filólogos actuales es formidable e indispensable.

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