jueves, 5 de abril de 2018

TCHAIKOVSKY, ESENCIA DEL ROMANTICISMO TARDÍO



                           Piotr Ilich Tchaikovsky (1840- 1893 nació en Volkinak, localidad rusa cerca de los Urales. De familia aristocrática, su padre el coronel Ilya Petrovich Tchaikovsky era inspector de minas y su madre, Alexandra Andreievna provenía de la nobleza de San Petesburgo. De pequeño escuchó atentamente a su madre tocar el piano (con cuatro años). Comienza clases de canto con Luigi Piccoli (1856) y estudia con un gran profesor: Rudolf Kundinger (1869). Acaba su carrera de derecho y gana una plaza de redactor en el Ministerio de Justicia que más tarde abandonará para dedicarse enteramente a la música. También conoció a los hermanos Anton y Nicholas Rubinstein (fue alumno de Anton, cofundador del Conservatorio de San Petesburgo) y, más tarde, a instancias de Nicholas, comenzó a elaborar su primera sinfonía (no confundir a los hermanos Rubinstein con el gran pianista polaco Arthur Rubinstein).
Después de la muerte de su madre (1854) lo cual ensanchó la natural tristeza de Piotr, el fracaso de su matrimonio (su esposa tenía las facultades mentales perturbadas) junto con el descubrimiento de sus tendencias homosexuales y épocas de penuria económica llevaron al compositor al borde de la desesperación (Nadejda von Meck, viuda rica, se convirtió en mecenas de Tchaikovsky durante catorce fructíferos años de composiciones inolvidables para después abandonarle al enterarse de sus inclinaciones sexuales). Desde San Petesburgo, patria del nacionalismo musical, Tchaikovsky fue continuamente atacado por el grupo de “Los Cinco” --- César Cui, Nikolai Rimsky- Korsakov, Modest Musorsky, Alexander Borodin y Mily Balakirev --- los cuales condenaban el eclecticismo occidental atribuido a Tchaikovsky en contraste con su orientalismo bello y exótico pero a veces rudo. Pasadas las virulencias, y a pesar de todo, mantuvo una buena amistad con algún miembro de los “Cinco” (especialmente Musorsky) aunque nunca se dejó influenciar por ellos. 
La música de Tchaikovsky emana de un sentimiento interior (tristeza, melancolía, desesperación) y su forma musical es equilibrada, pulida y adecuada con un buen dominio técnico pero sus detractores le han acusado de ser excesivamente sentimental  --- ¿y qué? --- para, a veces, negarle la inspiración aunque nunca pudieron atacar sus grandes dotes melódicas del autor y su irresistible encanto al cual no se puede quedar indiferente. Como orquestador Tchaikovsky comienza inseguro y desigual para llegar a sus obras maestras con una madurez indiscutible. Pasado 1880 es señalada la época donde el autor consigue sus obras más en relación con su desahogo emotivo (bellas melodías, dulce orquestación) por lo cual será más conocido y popularizado siendo menos comprendido por algunos (aficionados superficiales, nefastas adaptaciones “modernas” símil Luis Cobos o Waldo de los Ríos) en su obra menos sentimental y más fuerte.
Reconociendo la grandeza de Beethoven no sentía aprecio por su música ni tenía en consideración ni Haendel ni Bach; sus admirados eran Schumann y Mendelssohn y su ídolo Mozart a quien consideraba la élite de la belleza musical (es indudable cierta influencia mozartiana en algunas composiciones de Tchaikovsky).
De sus seis sinfonías las tres últimas son las más conocidas. En su primera sinfonía (subtitulada “Sueños de Invierno”) hay destellos de talento a ritmo irregular con muestras de su inseparable debilidad: el vals, un vals con carga emocional. La segunda, apodada “Ucraniana”, sobre temas del folklores ucraniano, discreta, destaca el dominio orquestal. La tercera (“Polaca”, por la polonesa que contiene al final) es la más bella de las tres primeras. La cuarta (bautizada por el mismo autor como “La nuestra”, aunque siempre se sentía no satisfecho del todo en sus obras) es melancólica y nostálgica aunque superada en estos aspectos por la quinta --- excelente en todos los conceptos ---, de insuperable construcción la cual parece lastrada por un peso frustrante y terrible. La sexta es triste --- llamada “Patética” por ello --- y resulta la más compleja y elaborada. A este excelente conjunto ha de añadirse la “Sinfonía Manfred”, pensada inicialmente como música programática sobre el poema de Lord Byron  y que acabó por estructurarse dentro de los canales sinfónicos al igual que otras composiciones, paradigmas demostrativos de su gran orquestación y perfecto dominio del autor en la música programática con espléndida correspondencia con los valores estéticos y literarios de los clásicos (“Divina comedia”, obertura- fantasía “Hamlet”, obertura “Romeo y Julieta”).
De los tres conciertos compuestos para piano (el 3º inacabado) solo el primero ha quedado en los repertorios musicales, destacando por su orquesta primorosa y su virtuosismo, siendo considerada una obra típica del autor. No menos bello y lírico es el concierto para violín, especialmente en su 2º movimiento realmente hermoso.
La música de cámara está menos marcada por el intimismo (sexteto para cuerda) y son destacables obras orquestales como “Capricho Italiano” y “Obertura 1812”.
Lo más conocido y popular de Tchaikovsky son, sin embargo, los ballets con la posibilidad de ser erróneamente considerados como “música atractiva pero fácil” cuando en realidad son auténticos compendios de imaginación, cromatismo, fantasía y delicadeza: “La bella durmiente”, “El cascanueces” y “El lago de los cisnes”, además de alguna ópera famosa (“Eugene Oneguin”).
Estando Rusia afectada por el cólera en 1893 Tchaikovsky, sin hacer caso a las autoridades sanitarias, bebió un vaso de agua sin hervir (¿voluntariamente?) y al cabo de pocos días murió al igual que su madre unos años antes...

                                                                                       Narcís Ribot i Trafí

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