lunes, 9 de noviembre de 2015

HENRY KING, EL GRAN OLVIDADO

            Por fin apareció hace unos años (medianos de octubre de 2007) el tan esperado libro (1) dedicado a Henry King (Virginia, 1886- 1982), un excelente realizador del cual pocos estudios se han hecho (aquí, jamás). Fue actor teatral y cinematográfico a partir de 1905 para dirigir su primera película en 1915 Trabajó para diversas productoras hasta ser fichado por la Fox Film en 1930 para realizar un remake sonoro de “Lightin”, de John Ford. A partir de aquí Henry King será un” hombre de la compañía”---- en 1935 habrá la fusión de Fox Film Corporation y Twentieth Century Pictures creándose la 20th Century Fox ---- realizando en 32 años un total de 47 películas (fuera de 20th Fox solo dirigió “Esta tierra es mía”, 1959, para Universal). Fue hombre de confianza del magnate Darryl F. Zanuck, aunque algunas veces chocaran por cuestiones artísticas.
Al ser un todo terreno (su filmografía como la de John Ford, Raoul Walsh, Allan Dwan o Michael Curtiz rebasa los 100 títulos, aunque mucho menos estudiada) y el hecho de que algunos de sus films (independientemente de ser magníficos) se estrellaran en taquilla hizo real el injusto olvido para ser despachado por críticos e historiadores de cine con la consabida calificación improcedente del  honesto artesano sin estilo. Tampoco los cahieristas franceses, otrora valiosos reivindicadores de un John Ford, un Raoul Walsh o un Anthony Mann, hicieron nada por él al igual que los cinéfilos sensibleros del cine antiguo (aquellos que solo se fijan en una serie de tics, de actores, culebrones sobre rodajes accidentados, pomposidades, artificios y kitsch) ni, por supuesto, los snobs o algunos iletrados consumidores exclusivos del cine moderno que nada conocen del CINE (así, con mayúsculas).  Y nada más lejos de esto. Henry King tenía lenguaje propio más que un estilo.
Paradójicamente, y de forma totalmente injusta, fue postergado por su apego a una compañía (20th Fox) al rango de “honesto artesano” capaz de afrontar cualquier género pero no “creador”. Y no es así. Precisamente “dio al menos una obra maestra en cada género, un film de ruptura u obra inclasificable” (2). Nuestro hombre realizará films bélicos (“Almas en la hoguera”, 1949), aventuras (“El capitán King”, 1953), westerns (“El pistolero”, 1950), piratas (“El cisne negro”, 1942), bíblicos (“David and Bathsheba”, 1951), religiosos (“La canción de Bernadette”, 1943) --- King fue siempre un hombre de arraigado cristianismo --- o se convertirá en notable adaptador de reputados dramaturgos como Ernest Hemingway (“Las nieves del Kilimanjaro”, 1952) o  Francis Scott Fitzgerald (novela abiertamente autobiográfica que King pasará al cine como “Suave es la noche”, 1961, su último film) pero en prácticamente todos ellos fluye la sobresaliente habilidad de King para integrar caracteres propios de un género a otro sin brusquedades ni rupturas y sin el peligro de caer en lo grotesco (sin ello es impensable un estudio de la obra de King) y se dará en mayor grado de forma clara y fehaciente en su personal tesitura melodramática que envuelve gran parte de su obra. La calidad tanto en sus films propiamente melodramáticos como en el bélico, western, aventuras, piratas, bíblicos, etc. tapizados (magistralmente) por la esencia puramente melodramática lo justifican sobradamente.
Henry King declaró que “el realizador ha de pasar siempre desapercibido”, él se consideró siempre un narrador, un contador de historias, adoleció siempre de ambiciones y de soberbia; su destreza en emplazar la cámara con el intento del “siempre imperceptible”, su hábil manejo de los actores, su sencillez en la comunicación  hará desembocar en un cosmos policromado que a su vez formará una colección de cuadros cinematográficos de gran valía. Era persona de gran cultura (“escondida”, como John Ford o Henry Hataway). De ahí provenía la composición pictórica que en nada quiere decir barroquismo (en sentido negativo), abigarramiento o esteticismo barato tan proliferante hoy en día. El ser humano era la medida y todo estaba en función de la historia a narrar que fluía en simetría conjuntada con la psicología de la escena y con proporcionada armonía de la composición visual con el elemento sonoro supeditado que funde perfectamente con el relato cinematográfico.
King jamás violenta los ángulos ni construye aparatosos o complicados encuadres, no hace “virguerías” con la cámara para llamar la atención (defecto al uso generalizado de hoy en día). En ocasiones algunas de sus películas aparentemente toman una expresión visual grisácea donde no se vislumbran (al menos en una visión rápida y superficial) atractivos, sacrificados por una articulación narrativa encomiable (“I’d Climb the Highest Mountain”, 1951, obra maestra del realizador y del cine melodramático). De esta manera King fue elaborando un lenguaje propio donde películas y personajes fueron haciéndose gradualmente más complejos sin violentar sus formas ni su estilo progresivamente más traslúcido y exquisito; osmótico a la progresión técnica del cine (color, sonido, pantalla ancha) pero no a las declamaciones y modas transitorias.
Sencillez y desenvoltura en los encuadres, precisa y sensible ordenación del cosmos dramático, conciliábulo entre los diversos planos visuales y la aquilatada dirección de actores (Gregory Peck, Tyrone Power, Susan Hayward estuvieron varias veces bajo sus órdenes) hablan de un valioso lenguaje propio, refinado en la década de los 50 hasta el final de su obra en 1961, sin amaneramientos, rebuscamientos ni retoricismos sin dejar la austeridad ni la reflexión.
Sus personajes, normalmente inteligentes y correctos, prueban en su pellejo las injusticias toleradas o incentivadas por una parte de una sociedad : en “Tierra de audaces”, (1939), Jesse James (Tyrone Power) se hace fuera de la ley a causa de la expropiación de tierras que sufre aunque él quisiera vivir en paz su existencia de antaño como Jimmy Ringo (Gregory Peck) cuya “fama” de rápido pistolero es un incentivo para los buscadores de reputación en la rapidez y pericia con el revolver: “El pistolero”; Pedro de Vargas (Tyrone Power); un noble del siglo XVI huye hacia el Nuevo Mundo perseguido por el malvado inquisidor Diego da Silva (John Sutton) en “El capitán de Castilla”, (1946); Bernadette Soubirous (Jennifer Jones), una humilde campesina asegura haber visto varias veces a una “señora”, La Virgen María, en una gruta próxima a Lourdes, las reacciones son diversas hasta la amenaza de castigos físicos y la acusación de locura aunque ni esto ni su poca feliz vida tras su profesión religiosa hacen vacilar su fe (“La canción de Bernadette”), muy diferentes a algunas acarameladas películas religiosas de la época.
Los amantes del cine clásico estamos de suerte. En un país donde numerosos medios de comunicación se esfuerzan en que los espectadores solo se interesen en lo subvencionado por el pesebre gubernamental (escribí esto en época zapateril) como el cine de Almodóvar o los conciertos de Ana Belén entre otros muchos, la aparición del libro y el interés despertado posteriormente ha sido en verdad un estímulo.

                                                      Narcís Ribot i Trafí



1)- “Henry King”, editado por la Filmoteca Española y el Festival de San Sebastián. Diversos especialistas analizan su obra en correspondientes capítulos como es costumbre.


2)- Prefacio de Quim Casas que, también como de costumbre, está bien, así como un capítulo del mismo (“Resaca tras la fiesta”) que estudia las adaptaciones de Fitzgerald y Hemingway. Para mi gusto está entre lo mejor de un libro imprescindible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario