jueves, 7 de agosto de 2014

EL ESTILO DE JOHN FORD


Revisar el cine de John Ford es enfrentarse a un legado vivo y vibrante, incontaminado por el paso del tiempo, no a una herencia nostálgica”.(Quim Casas, 1)
Se preguntaba Miguel Marías (2), ahora que el cine está en crisis (al igual que los valores positivos o la cultura) en porqué actualmente hay bastante unanimidad en aceptar (y venerar, según como) la obra de John Ford (1894- 1973) cuando, hace tiempo, algunos o varios (comandados por una crítica la mayoría de veces esclava de su ideología política y cuya ineptitud está demostrada totalmente) habían menospreciado una carrera de casi medio siglo de existencia. Que esta alabanza más cercana a la unanimidad, hoy en día, sea justa, está fuera de toda duda. Es uno de los más grandes, el más grande para mi y otros pero también su obra ha caído en lo llamado “políticamente correcto”, tan de moda hoy en día. Que algunos le alaben sin conocerle o sin entender (le) es también cierto. Siempre han existido los seguidores acríticos de algún peso dentro de la sociedad que pronuncia una frase, una sentencia y se da por hecho: se recoge, se archiva y luego se cita. Pero este “destacado” miembro no acostumbra a ser un pensador, un filósofo, un intelectual de hecho (no señalado por un partido político) sino un futbolista, un(a) cantante de moda, algún conocido negociante de las finanzas (siempre y cuando lleve el disfraz “progresista”) o algún politicastro. Que la vamos a hacer; es el pan de cada día. Por un lado John Ford fue un REALIZADOR, no solamente de westerns (solo una parte de su filmografía) aunque diera carta de nobleza al género con “Stagecoach” (“La diligencia”, 1939), anteriormente profetizada con la muda “The Iron Horse” (“El caballo de hierro”) aguantando las imposiciones del estudio con la idea de crear una superproducción en contra de lo deseado por el realizador. Era un narrador universal, podía manifestar el hombre que era en cualquier lugar y situación aunque sacara mejor partido a determinadas condiciones. Las baladas, la leyenda encubridora de la verdad, la pipa, los puros, el alcohol, Monument Valley, la amistad, la solidaridad, la familia, la religión, su innata espontaneidad en filmar, la épica cuando era necesaria, la lírica por un igual, las costumbres, las fiestas, el folklore, la composición pictórica de sus encuadres solo igualados por otros grandes como Fritz Lang, Howard Hawks, Raoul Walsh, Anthony Mann, King Vidor, etc.; también igual que la corporeidad de sus tomas hacia personas, objetos y sus paisajes geológicamente impactantes eran sus temas y características de su cine. No importaba que la película fuera muda o sonora, en blanco/negro o color; era de Ford. Su estilo será imitado/homenajeado de forma estéril (Burt Kennedy), en ocasiones por algún colaborador suyo que intenta lo imposible. Hace años, mi amigo el dibujante Alfons Figueras, gran fordiano, me comentaba que solo Ford podía filmar un plato de lentejas y “divinizarlas” de tal manera que uno le entrara ganas de comérselas, igualmente al freírse un bistec o unos huevos se nota la fisicidad, se están “friendo” de verdad.
Por otro lado Ford, siempre desconcertante, será el primero en hacer su protagonista a un impresentable racista como el Ethan Edwards (John Wayne) de “The Seachers” (“Centauros del desierto”, 1956), el que una mujer rompa los esquemas de una rígida comunidad misionera en la China de 1935: agnóstica, bebedora, fumadora la cual usa pantalones y escandaliza a la directora pero será ella precisamente quien de la vida para salvar a sus compañeras (“Seven Women”/”Siete mujeres”, 1965), dando una gran lección de humanidad y cristianismo auténticos . El tema del racismo en el ejército yanqui en “Sargeant Rutledge” (“El sargento negro”, 1960), donde el protagonista es un soldado de color acusado injustamente de violar y asesinar a una muchacha blanca, la evidencia en que quedan sus jueces (militares blancos donde solo su amigo y abogado --- al final logrará demostrar su inocencia y descubrir al asesino --- cree en él). “¿No te acuerdas de aquel reloj de pared que robaste en Atlanta mientras tus hombres saqueaban la ciudad?”, le dice su esposa  al coronel que ejerce de juez… “Vamos a deliberar”, exclaman los miembros del jurado, desalojan la sala (abogado incluido) e inmediatamente aparecen unas botellas de whisky y una baraja de cartas empezando a jugar, beber y fumar…
El mostrará el choque de dos civilizaciones (blancos- indios) y sus simpatías (siguiendo lo mostrado en su obra y en declaraciones suyas) estaban del lado de los pieles rojas y ello sin haber de recurrir a una de sus últimas obras maestra, “Cheyenne Autumn” (“El gran combate”, 1964), aunque sus protagonistas sean blancos. Tenía buena amistad con algunas tribus indias, como los navajos, era recibido con honores y le llamaban Natani Nez (“Hombre Alto”) y a ellos les cedía parte de las ganancias de sus películas filmadas en la reserva india. Aprovechando su posición en los sindicatos de Hollywood defendió a diversas personas acusadas de actividades antiamericanas en la persecución del senador Joseph McCarthy en la “caza de brujas”. Cuando años después las cosas cambiaron algunos atacantes de su obra y su persona en el pasado se convirtieron en defensores incluso se llegó a la cima del absurdo cuando alguno intentó aplicar el método de análisis marxista a su obra… Delante la eterna y manipuladora pregunta “¿Usted es de derechas o de izquierdas?” Respuesta: “Yo era miembro de una familia de inmigrantes irlandeses con 13 hermanos delante de mí, a veces en la mesa no me llegaba el pan ¿De que quiere que sea?” Era intelectualmente honesto y muy culto (cosa que disimulaba muy bien), no pertenecía a ningún partido político y de esta manera plasmaba en las películas su manera de pensar.
En sus films las personas hablan de forma directa y limpia: tratamiento de impacto impresionista del paisaje (como indica Antonio Giménez- Rico) en donde las personas solo hablan cuando tienen algo que decir mirando siempre desde la altura de los ojos de quien los ve y la cámara moviéndose solo cuando hay algún motivo; “el humor de su mirada”, de su punto de vista más que de la propia situación recreada o mostrada, ligando todo ello a su talento documentalista el cual hace evolucionar la narración fílmica en aspecto puramente testimoniales de los personajes en sus vidas con escenas que en muchas ocasiones no hacen avanzar la historia al momento pero nunca son innecesarias. Busca la vertiente humorística, dramática, absurda o terrible y todo ello de manera totalmente natural porqué era un inconmensurable artista pero él no se lo creía y nunca pretendió demostrarlo.
Los planos descriptivos señalan/demuestran en Ford su interés por el ser humano, cuando le interesa situarnos en un determinado espacio siempre lo hace mediante la presencia humana, no hay un plano sin movimiento. Solo un humanista como Ford podía hacerlo de esta manera... Viendo como son alabados, protegidos y subvencionados algunos realizadores del cine (¿) actual la obra de Ford y otros grandes nos señala en silencio que hubo un arte llamado cine…
                                                     Narcís Ribot i Trafí

1)- “John Ford, el arte y la leyenda”. Quim Casas. Barcelona, 1990

2)- “Nickel Odeón”. Revista trimestral de cine dedicada a John Ford (diversos autores), primavera de 2002, editada por José Luis Garci (Madrid)

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