“Quince hombres van en el
cofre del muerto. ¡Ay, ay, ay, la botella de ron! La bebida y el diablo dieron
con el resto. ¡Ay, ay, ay, la botella de ron!”
(“La
isla del tesoro”, de Robert Louis Stevenson)
“Si los viejos relatos de
bucaneros y oro enterrados, narrados a la vieja usanza, pueden agradar a los
jóvenes más sabios de hoy como a mi me agradaron en su día, que así sea”.
(Robert Louis Stevenson)
“La isla del tesoro” es la
narración más pura que conozco, la historia más hermosa que jamás me han
contado”. (Fernando Savater)
I)- ROBERT LOUIS
STEVENSON O EL PLACER DE LEER. Es un título adecuado porqué fue uno de los
grandes de la literatura universal tanto como novelista, ensayista o poeta
(quizás su faceta menos analizada), tanto si redactaba relatos cortos o novelas
y tanto si son narraciones de viajes, de aventuras o de fantasía. La
descripción magnífica y trepidante de la
trama aventurera o fantástica conjugaba perfectamente con el análisis
psicológico de sus personajes y su señalada ambigüedad moral en algunos casos.
Esta perfecta y hábil amalgama le dio
popularidad (en su momento no toda la merecida ya que algunos trabajos no
obtuvieron el éxito esperado). Así el autor se encontrará cómodo en la búsqueda
de un tesoro (“La isla del tesoro”, 1883), el desdoblamiento por medios
científicos de la personalidad (“El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde”,
1886), por tanto una novela de Ciencia- Ficción pero extendida más adelante al
pasar al cine como mito terrorífico (recordemos a otro ser del panteón
mitológico que desdobla su personalidad, basado en leyendas y supersticiones,
al influirle una maldición: el hombre- lobo o licántropo --- ahora si es puro
cine de terror y fantasía --- y constatar que a la maldad bestial de éste se
contrapone una maldad intelectual por parte del Dr. Jekyll al ingerir la pócima
para transformarse en Mr. Hyde), una apasionante incursión en la novela
histórica (“La flecha negra, 1888) sobre la guerra de “las dos
rosas”, la oposición de dos
personalidades --- otra vez --- entre dos hermanos en la Escocia del siglo XVIII (“El
señor de Ballantree”, 1889). He citados sus novelas pero sus relatos de
viajes y cuentos de aventuras o fantasía (“Narraciones maravillosas”, 1882 o “El
diablo en la botella”, 1893) están a la misma altura literaria al igual
que sus poemas (“De vuelta al mar”, 1887 o “Jardín de verso para niños”, 1885).
Robert Louis
Stevenson nació en Edimburgo (1850) en una familia acomodada en la que el padre
era un reputado ingeniero. Desde su niñez tuvo una vida enfermiza con muchas
temporadas de recuperación en la cama (lo cual beneficiaría su imaginación como
escritor). Fue un brillante pero indisciplinado estudiante (con debilidad hacia
el alcohol). En principio quería seguir los pasos de su padre pero dejó
inconclusa la carrera de ingeniería para dedicarse a las leyes, estudios que si
completó aunque prácticamente jamás ejerciera. Su auténtica vocación era la de
escritor y a los 23 años empezó a escribir (ahora residía en Francia) y a
viajar con los primeros indicios de tuberculosis, enfermedad que nunca lo
abandonaría. Sensibilidad, pasión aventurera, lenguaje nítido y elegante son
cualidades de su pluma y la densidad narrativa-explicativa es el motor que
impulsa dinámicamente el desarrollo argumental de la obra. Murió joven, a los
44 años, en Samoa (1894) de una apoplejía (hasta sus momentos finales llevó en
sus manos una botella de vino).
“Treasure
Island” (“La isla del tesoro”) apareció por entregas en el “Young Folks
Magazine” teniendo una gran aceptación popular aunque no tuviera un buen
arranque crítico. Las novelas de piratas siempre habían impactado entre el
público aunque en aquel momento era la novela “rosa” la que estaba de moda. Fue
leída por innumerables generaciones y se constituyó en molde clásico de la
narración de aventuras.
II) AL CINE-
Maurice Tourneur, padre del también realizador Jacques Tourneur (“El
halcón y la flecha”, “Wichita”, “La noche del demonio”) filmó la
primera y muda versión de “La isla del tesoro” con actores tan
reputados como Lon Chaney Sr. y Charles Ogle de la cual poco más se sabe. Es en
1934 cuando la M. G. M. produce la adaptación considerada canónica. Dirigida
por Víctor Fleming (quien tuvo la suerte de encontrarlo casi todo hecho después
del baile de realizadores y de la macedonia resultante de “Lo que el viento se llevó”,
filmando alguna escena y firmando la película en solitario). Víctor Fleming era
un artesano y en esta “Treasure Island” (“La isla del tesoro”)
ejecuta su oficio, coloca bien una serie de planos y consigue una película
interesante con buenos momentos y excelentes escenas pero sin el espíritu
stevensoniano que si logra insuflar Byron Haskin en la traslación de 1950. La parte
negativa, el “pero” a oponer es el
equivocado enfoque de las estrellas protagonistas para actuar en conjunto:
Wallace Beery (Long John Silver) y el niño Jackie Cooper (Jack Hawkins), la
trama estará siempre en función de la pareja (actuantes en films tan famosos
como “El campeón”, de King Vidor). La parte positiva se logra cuando Fleming
puede “escabullirse” de las directrices del propietario/productor Louis B.
Mayer (buscador del camino más “comercial” posible, hasta cierto punto lógico
en los productores, generalmente con buen olfato comercial y poca sensibilidad
hacia el estilo, la esencia y, a veces, el buen gusto) y su trabajo se hace más
personal.
Otras versiones
son inferiores, entre ellas la de John Hough (1972) con Orson Welles (como Long
John Silver), que también había proyectado otra adaptación para si, o la de
Fraser C. Heston (1990), de resultados discretos, con su padre Charlton Heston
encarnando al viejo pirata finalmente arrepentido Long John Silver mientras
Christian Bale interpreta al niño Jim Hawkins, apareciendo también en el
reparto Christopher Lee y Oliver Reed.
III) LA ISLA DEL
TESORO (1950)- Byron Haskin (1899- 1984) demostró en varios de sus títulos que
era un realizador notable (“Eficacia y discreción” es el título
de un estudio sobre Haskin realizado por Santos Fontela que define
perfectamente al director), sin ninguna pretensión y apegado a la Ciencia-
Ficción y a la aventura en los años 50-60 y cuya puesta en escena destilaba una
robustez plausible. De él recordamos su versión de “La guerra de los mundos”
(1953), según la novela de H. G. Wells, “Cuando ruge la marabunta” (1954),
probablemente su más famosa y redonda obra, “El Capitán Simbad”
(1963), colorista incursión al mundo de las 1.001 noches, “Denver & Río Grande” (1952), un
extraño western sobre la construcción de un ferrocarril o “Robinson Crusoe en Marte”
(1964), curiosa transposición del personaje de Daniel Defoe, en clave de
Ciencia- Ficción, al planeta rojo. Incluso en trabajos con pretensiones
didácticas (a partir de los guionistas) que llegan a hacerse pesados (“La
conquista del espacio”, 1955 o “De la Tierra a la Luna”, 1958), el
sólido estilo de Haskin salva de la debacle total a las obras.
“Treasure Island”
(“La isla del tesoro”, 1950) fue rodada en
Inglaterra con actores y técnicos ingleses a excepción del niño Bobby Driscoll (Jim Hawkins) y del realizador
Byron Haskin y con positiva extrañación vemos que los elementos corrosivos del
autor literario están presentes pese a tratarse de una producción de la compañía
Walt Disney (&), la primera con personajes de carne y hueso, que
posteriormente se orientó hacia un conservadurismo con pocas aristas y poco
riesgo, el llamado convencionalmente “cine familiar” que caracterizó las
producciones Disney.
“La isla del
tesoro” versión Haskin se abre en un pregenérico
azul (cielo diurno a pleno sol y totalmente despejado) donde se despliega una
bandera negra con la calavera y las dos tibias cruzadas (el signo de los
piratas) que cubre toda la pantalla y oculta el azul brillante mientras suena
la muy adecuada música de Clifton Parker. Luego se va desgranando el genérico
sobre el pretendido mapa del capitán Joseph Flint, el mapa de la isla donde
está enterrado su famoso y codiciado tesoro hasta aparecer las olas rompiendo
espumeantes contra las rocas y la playa anunciándonos tiempo y lugar donde se
desarrollará la acción. Estamos en la costa oeste de Inglaterra, 1765. Un plano
general nos enseña una posada en lo alto de una colina durante el día (sol y
nubes blancas) que ahora --- gracias al concurso de la preciosa fotografía de
Frederyck A. Young en Technicolor --- deviene en oscura noche. Un hombre de
acerca a la posada, enfocado por detrás (en otro plano general más detallado);
la cámara se acerca al hombre, siempre por detrás (aún no le vemos la
cara) empalmando con un plano- grúa que
nos muestra el nombre del establecimiento: “Almirante Benbow”,
mientras la cámara --- prácticamente sin cortar --- sigue la mano del hombre
que abre la puerta y observa el interior hasta cruzar por delante del encuadre.
La posada está tan maravillosamente ambientada y reconstruida que hace
desprender una atmósfera bizarra y asombrosamente conseguida que nos recuerda
los futuros trabajos del minucioso decorador Bernard Robinson pata Hammer. El
visitante descubre al niño Hawkins (agachado) y conversa con él. El individuo
es “Black
Dog” (“Perro Negro”) a quien vemos ahora en contrapicado en función
amenazante ya que en realidad es un pirata (una gran cicatriz le cruza el
rostro) buscador del oro enterrado hace años por el temible capitán Flint, su
ex jefe, formando parte de una pandilla donde figura el ciego Pew y otro con
una pata de palo, en realidad Long John Silver, antiguo lugarteniente de Flint.
El plano del tesoro está en poder del capitán Billy Bones (Finlay Currie),
roído por el alcohol, refugiado en la posada, quien finalmente morirá víctima
de sus excesos con el ron, pasando el plano del tesoro a manos del niño Jim
Hawkins. Habiendo fallecido ya su padre, su madre será siempre una presencia en
off a diferencia de otras versiones. Solamente viendo la excelente caligrafía
de los planos iníciales nos damos cuenta de la invitación a disfrutar de una
espléndida película tan bien planteada como narrada. De todo ello no es ajeno
el guión de Lawrence Edward Watkin (1901-1981) que demuestra conocer muy bien
la obra de Stevenson y sabe transmitir su hálito aventurero en su traspaso de
la novela al film (dificultades inherentes siempre a tener en cuenta) y la
relación del niño que hará cambiar en algo al viejo pirata Long John Silver a
quien Robert Newton da una interpretación deliberadamente grotesca e
histriónica que es un gran acierto, su ambigüedad moral hace dudar al niño y a
todo el mundo. Únicamente el cambio en los sentimientos del “pata de palo” al coger
cariño a Jim salvará la situación y al final este afecto hacia el niño le
salvará a él de la horca dejándole escapar y devolviéndole el favor. La pareja Beery-
Cooper realizó una interpretación
sobresaliente, a la altura de su reputación pero la otra pareja, Newton-
Driscoll están a su misma altura.
Zarparán en busca
del tesoro en el barco “La Española” al mando del honrado capitán Smollet
(Basil Sydney) junto con el Sr. Treanaway (Walther Fridgerald) y el Dr. Livesey
(Dennis O’Dea, también honestos, pero la
mayoría de la tripulación está al mando del cocinero Long John Silver. A
retener la secuencia donde los piratas se reúnen en la bodega para discutir el
momento del motín a realizar mientras Jim les escucha escondido en un barril de
manzanas. Silver quiere pichar una manzana para comérsela y a punto de herir
(sin verlo) al niño se oye la voz del vigía: “¡Tierra a la vista!”. Es
la isla donde el pirata Flint escondió su tesoro. La escena del motín y la
batalla en la isla es de lo más realista y trepidante: balas y cuchillos
penetran en las carnes….en lo alto del palo mayor el muchacho es herido en el
hombro por un puñal mientras dispara al rostro de su agresor que se precipita
al vacío y después de rebotar en la barandilla cae al agua mientras el barco
encalla en la costa. Jim baja la temible bandera pirata y arría la inglesa……………
Narcís Ribot i Trafí
(&)- Al
reponerse la película en Estados Unidos en 1975 se le amputaron varias escenas
consideradas de “excesiva violencia”. La edición en soporte DVD aparece en su
versión original, afortunadamente sin los cortes.
El éxito del film
hizo brotar una secuela dirigida por el mismo Byron Haskin (producción
australiana, 1954): “Long John Silver” (“Aventuras de John Silver”),
de resultados más bien medianos, aparte de una miniserie para la TV
estadounidense en dos episodios.
Con personajes de
carne y hueso la Walt Disney logrará una obra maestra, la mejor adaptación de
una novela de Julio Verne (junto con “Viaje al centro de la Tierra”, de
Henry Levin, 1959): “20.000 leguas de viaje submarino”
(1954), de Richard Fleischer.
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