“Pensé en las prometedoras virtudes que había mostrado al principio de su
existencia, y en la subsiguiente ruina de todos aquellos amables sentimientos
por culpa del desprecio y el espanto que sus protectores habían manifestado
hacia él”. (“Frankenstein”,
de Mary W. Shelley)
Aprovechando el bicentenario de la novela “Frankenstein, el moderno Prometeo”
o, simplemente, “Frankenstein” --- escrita por Mary Wollstonecraft Shelley
(1797- 1851), de soltera Godwin, fue primero amante y después esposa de Percy
(Percival) Bysshe Shelley (1792- 1822), uno de los más grandes poetas
románticos ingleses (además de escritor y ensayista) ---, Editorial Ariel (ahora sello de Editorial
Planeta, S. A., of course) ha tenido
la brillante idea de publicar este libro con etiqueta redonda en portada que
reza así: “Edición anotada para científicos, creadores y curiosos en general”
(*). Se imprime la edición de 1818, revisada y corregida por el erudito Charles
E. Robinson. El libro se divide en dos grandes partes: I) la valiosa
publicación del casi original de 1818 (Mary Shelley empezó a escribirla en
Villa Diodati, Ginebra, con su esposo, Lord Byron y Polidori en 1816 cuando
tenía 18 años) y es seguro que su marido corrigió y retocó este original y II)
los siete estudios sobre Victor Frankenstein y su criatura reflexionando sobre
la novela a la luz de la ciencia actual y la filosofía emanante de la historia.
El joven estudiante Victor Frankenstein, gran
amante de la ciencia y la alquimia logra descubrir el secreto para dar vida a
un cuerpo debidamente preparado --- no a un difunto --- para recibir aquella
corriente eléctrica vivificadora. Por tanto consigue moldear una criatura con
fragmentos de cadáveres robados de las tumbas y le insufla vida pero ante el
espantoso aspecto de su creación el
triunfo científico de sus proyectos realizados se transmutan en miedo y
odio, dejando abandonado a su suerte aquel ente creado por él. El ser
artificial consigue tener conocimiento e intelecto (llega a leer “El
paraíso perdido” de Milton) pero el miedo y el rechazo por parte de los
seres humanos le transforman en esquivo y, a la larga, en asesino. La causa: su
creador rompe la promesa de crearle una compañera o sea que Victor es el
culpable de tal situación y él lo reconoce casi en su agonía atendido por el
capitán Walton cerca de los hielos polares y a su vez la criatura llega a
despreciarse a si mismo, lamenta y llora la muerte de su creador y se
autoinmolará en una hoguera preparada por el mismo después de asesinar al
hermano pequeño de Victor (haciendo recaer la culpa sobre la asistenta la cual
será condenada a muerte), a su amigo Henry Clerval y a su prometida Elizabeth
La venza llevando a Victor a la desesperación y a la muerte. Una historia
tenebrosamente romántica que desembocará en una tragedia.
Hemos de olvidarnos del aspecto popularizado por
el cine (versión clásica de Universal Pictures) gracias a James Whale y a la
interpretación de Boris Karloff (tres veces, después otros actores
representaron a la criatura): un ser rectangular, “cabeza de cubo”, enormes
zapatones y “dos tornillos” en el cuello como se dice (en realidad electrodos
para entrar la corriente galvanizadora). Para mi gusto el maquillaje que más me
gusta del cine fantástico aunque el original literario es diferente: Victor ha
elegido las facciones hermosas pero al unirlas ha salido, lógicamente, algo
espantoso. También hemos de tener en cuenta la motivación de sus actos
negativos: en la novela es el rechazo del ser humano ante la criatura (al ser
desconocido y diferente es temido y odiado) convirtiéndose en un ente torturado
y resentido contra la raza humana (incluso cuando Victor reflexiona llega a
reconocer que en un principio tenía “un alma elevada”) mientras que en el cine
es la equivocación sobre el cerebro (el de un asesino loco pasa a informar el
cuerpo del monstruo) que justificará los crímenes de la criatura y el
pensamiento negativo sobre los experimentos de Frankenstein. Whale en su
segunda entrega, “La novia de Frankenstein”, obra maestra absoluta, conjuga
magistralmente (muy superior a la esquemática y con visos reaccionarios “El
Dr. Frankenstein”) las dos formas de “maldad” (la de su primera versión
y lo expuesto en la novela), llegando incluso a ir más lejos en el sentido de
crear la compañera del monstruo (en el libro no llega a efectuarse la segunda
creación).
Un gran trabajo por parte de Charles E. Robinson,
profesor emérito de la Universidad de Delaware, con su versión meticulosamente
corregida y revisada con sus importantes anotaciones en el manuscrito original
de 1818 como texto base.
Los jugosos estudios, por su parte, son
reflexiones sobre la moral y las vivencias sobre la ciencia (antigua y actual),
el arrepentimiento de lo creado anteriormente (Robert Oppenheimer, p. e., padre
de la bomba atómica, quien siempre defendió la paz). No me extiendo más sobre
los estudios ni sobre la diferencia de la versión original con las sucesivas
ediciones. Leedlo!
En mi adolescencia recibí críticas por gustarme la
literatura fantástica/el cine fantástico. Fui demasiado ingenuo (o bastante
torpe o tonto) para confiar mis gustos literarios/cinematográficos a personas
(tres o cuatro a lo sumo) no solamente indiferentes sino enemigos del género en
ambas versiones y la víctima era siempre la novela de “Frankenstein”. Este libro
refuta todo lo dicho por ellos y demuestra su profunda ignorancia sobre la
materia (alguno era un analfabeto literalmente hablando, otros analfabetos
funcionales pero todos con un espíritu inquisitivo digno de mejor causa aunque
alguno o varios no se dieran cuenta). Ha de recordarse que en la actualidad la
novela “Frankenstein” de Mary Shelley es una de las lecturas incluidas
en el plan de lectura de los institutos, como señala Andreu Sotorra, escritor y
periodista en un análisis sobre una obra de teatro dedicada al personaje,
titulando la crítica Humanizar a la “Criatura” de Frankenstein
(algún alumno me ha preguntado datos e ideas para un trabajo en el colegio). No me escudaré “en
otros tiempos” en que este tipo de literatura/cine no era muy bien visto y lo
políticamente correcto era olvidarlos o atacarlos sin saber nada de ellos (nada
tiene que ver la frase/verdad de “Sobre gustos no hay nada escrito”).
De estúpidos/as y analfabetos/as los ha habido antes, los hay ahora (quizás aún
más) y los habrá siempre, incluso había alguno que deshonraba el gremio (la
enseñanza) representado y no solamente
por ello. Todos los alumnos de aquel tiempo podrían confirmarlo. Lástima que
estos personajes, creo, no leerán este libro porqué aún subsiste en algún caso
la mentalidad sobre “Frankenstein” como un muñeco para
producir terror y nada más...
Narcís Ribot i Trafí
(*)- Título original: “Frankenstein annotated for
scientists, engineers, and creators of all kinds”, publicado por The
MIT Press, David H. Guston, Ed Finn y Jason Scott Robert (2017)
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