Piotr Ilich
Tchaikovsky (1840- 1893 nació en Volkinak, localidad rusa cerca de los Urales.
De familia aristocrática, su padre el coronel Ilya Petrovich Tchaikovsky era
inspector de minas y su madre, Alexandra Andreievna provenía de la nobleza de
San Petesburgo. De pequeño escuchó atentamente a su madre tocar el piano (con
cuatro años). Comienza clases de canto con Luigi Piccoli (1856) y estudia con
un gran profesor: Rudolf Kundinger (1869). Acaba su carrera de derecho y gana
una plaza de redactor en el Ministerio de Justicia que más tarde abandonará
para dedicarse enteramente a la música. También conoció a los hermanos Anton y
Nicholas Rubinstein (fue alumno de Anton, cofundador del Conservatorio de San
Petesburgo) y, más tarde, a instancias de Nicholas, comenzó a elaborar su
primera sinfonía (no confundir a los hermanos Rubinstein con el gran pianista
polaco Arthur Rubinstein).
Después de la muerte de su madre (1854) lo cual
ensanchó la natural tristeza de Piotr, el fracaso de su matrimonio (su esposa
tenía las facultades mentales perturbadas) junto con el descubrimiento de sus
tendencias homosexuales y épocas de penuria económica llevaron al compositor al
borde de la desesperación (Nadejda von Meck, viuda rica, se convirtió en
mecenas de Tchaikovsky durante catorce fructíferos años de composiciones
inolvidables para después abandonarle al enterarse de sus inclinaciones
sexuales). Desde San Petesburgo, patria del nacionalismo musical, Tchaikovsky
fue continuamente atacado por el grupo de “Los Cinco” --- César Cui, Nikolai
Rimsky- Korsakov, Modest Musorsky, Alexander Borodin y Mily Balakirev --- los
cuales condenaban el eclecticismo occidental atribuido a Tchaikovsky en
contraste con su orientalismo bello y exótico pero a veces rudo. Pasadas las
virulencias, y a pesar de todo, mantuvo una buena amistad con algún miembro de
los “Cinco” (especialmente Musorsky) aunque nunca se dejó influenciar por
ellos.
La música de Tchaikovsky emana de un sentimiento
interior (tristeza, melancolía, desesperación) y su forma musical es
equilibrada, pulida y adecuada con un buen dominio técnico pero sus detractores
le han acusado de ser excesivamente sentimental
--- ¿y qué? --- para, a veces, negarle la inspiración aunque nunca
pudieron atacar sus grandes dotes melódicas del autor y su irresistible encanto
al cual no se puede quedar indiferente. Como orquestador Tchaikovsky comienza
inseguro y desigual para llegar a sus obras maestras con una madurez indiscutible.
Pasado 1880 es señalada la época donde el autor consigue sus obras más en
relación con su desahogo emotivo (bellas melodías, dulce orquestación) por lo
cual será más conocido y popularizado siendo menos comprendido por algunos
(aficionados superficiales, nefastas adaptaciones “modernas” símil Luis Cobos o
Waldo de los Ríos) en su obra menos sentimental y más fuerte.
Reconociendo la grandeza de Beethoven no sentía
aprecio por su música ni tenía en consideración ni Haendel ni Bach; sus
admirados eran Schumann y Mendelssohn y su ídolo Mozart a quien consideraba la
élite de la belleza musical (es indudable cierta influencia mozartiana en
algunas composiciones de Tchaikovsky).
De sus seis sinfonías las tres últimas son las más
conocidas. En su primera sinfonía (subtitulada “Sueños de Invierno”) hay
destellos de talento a ritmo irregular con muestras de su inseparable
debilidad: el vals, un vals con carga emocional. La segunda, apodada “Ucraniana”,
sobre temas del folklores ucraniano, discreta, destaca el dominio orquestal. La
tercera (“Polaca”, por la polonesa que contiene al final) es la más bella
de las tres primeras. La cuarta (bautizada por el mismo autor como “La
nuestra”, aunque siempre se sentía no satisfecho del todo en sus obras)
es melancólica y nostálgica aunque superada en estos aspectos por la quinta ---
excelente en todos los conceptos ---, de insuperable construcción la cual
parece lastrada por un peso frustrante y terrible. La sexta es triste ---
llamada “Patética” por ello --- y resulta la más compleja y elaborada. A
este excelente conjunto ha de añadirse la “Sinfonía Manfred”, pensada
inicialmente como música programática sobre el poema de Lord Byron y que acabó por estructurarse dentro de los
canales sinfónicos al igual que otras composiciones, paradigmas demostrativos
de su gran orquestación y perfecto dominio del autor en la música programática
con espléndida correspondencia con los valores estéticos y literarios de los
clásicos (“Divina comedia”, obertura- fantasía “Hamlet”, obertura “Romeo
y Julieta”).
De los tres conciertos compuestos para piano (el
3º inacabado) solo el primero ha quedado en los repertorios musicales,
destacando por su orquesta primorosa y su virtuosismo, siendo considerada una
obra típica del autor. No menos bello y lírico es el concierto para violín,
especialmente en su 2º movimiento realmente hermoso.
La música de cámara está menos marcada por el
intimismo (sexteto para cuerda) y son destacables obras orquestales como “Capricho
Italiano” y “Obertura 1812”.
Lo más conocido y popular de Tchaikovsky son, sin
embargo, los ballets con la posibilidad de ser erróneamente considerados como
“música atractiva pero fácil” cuando en realidad son auténticos compendios de
imaginación, cromatismo, fantasía y delicadeza: “La bella durmiente”, “El
cascanueces” y “El lago de los cisnes”, además de
alguna ópera famosa (“Eugene Oneguin”).
Estando Rusia afectada por el cólera en 1893
Tchaikovsky, sin hacer caso a las autoridades sanitarias, bebió un vaso de agua
sin hervir (¿voluntariamente?) y al cabo de pocos días murió al igual que su
madre unos años antes...
Narcís Ribot i Trafí
No hay comentarios:
Publicar un comentario