“El vampiro es propenso a ser
víctima de pasiones vehementes, semejantes al amor en relación a determinadas
personas” (“Carmilla”, de Sheridan Le
Fanu)
Joseph
Thomas Sheridan Le Fanu (Dublín, 1814- Dublín, 1873) es hoy considerado como el
escritor más representativo referente al cuento de terror irlandés de la época
victoriana. Y digo hoy porqué es un literato no siempre reconocido y
considerado. El paso del tiempo, como en otros casos, le ha hecho justicia. Pertenecía
a una familia acomodada de origen hugonote. Varios de sus familiares fueron
dramaturgos y novelistas. No le gustaba la carrera de leyes comenzada, se pasó
al periodismo publicando varios relatos por entregas en diversos periódicos y
fundó el Dublin University Magazine. Falleció a los 58 años en el mismo
Dublín.
Se especializó en historias fantásticas de terror
y misterio, principalmente en novelas y relatos. Una de sus primeras novelas
fue “Un
capítulo en la historia de la familia Tyrone” (1839), quizás inspirada
en la famosa “Cumbres borrascosas” por
vez primera en 1847 con el título original de “Wuthering Heights”, de
Emily Brontë, otra --- más conocida --- es “Tío Silas” (1864) y la
colección “In the Glass Darkly” (publicada en 1872), la cual contiene
cinco relatos (entre ellos “Carmilla” y “Té verde”, primera
historia que leí de Le Fanu), además de relatos como “Schalken, el
pintor” (1839) o “La posada del dragón volador” (1872)
y la edición póstuma de “El vigilante y otras historias macabras”
(editado en 1894).
Prefería centrarse en la creación de atmósferas
misteriosas y terroríficas que no en el susto fácil buscado por otros autores.
Gracias a M. R. James, alumno aventajado, otro grande del terror literario, que
dio a conocer obras de Le Fanu las cuales, sin él, hubieran desaparecido.
“Carmilla” es una novela corta en
donde una mujer vampiro aterroriza la región de Styria (Austria). Pertenecía a
una familia de vampiros, los Karnstein (es definitorio cuando sus enemigos
descubren su identidad en los cuadros de la galería del castillo en “Vampire
Lovers”: “Fueron malvados en vida y lo siguen siendo después de muertos”),
y tenía más de cien años de edad. La historia es explicada por Laura quien nos
cuenta como la conoció: un carruaje vuelca y una de sus ocupantes es invitada a
pasar varios días en el castillo de Laura Hollis en donde reside con su padre.
En realidad es una comedia representada varias veces por el vampiro. Finge
estar accidentada para lograr ser invitada en alguna mansión en su convalecencia
para luego absorber la sangre de los jóvenes hasta matarlos y luego
desaparecer. Es lo que ha hecho con la hija del general Spielsdorf --- vecino y
amigo de los Hollis, a unas 20 millas --- y con otros. Laura se siente atraída
por Carmilla mientras languidece y pierde sangre. La unión de los padres que
han perdido a sus hijas y su intervención salvarán a Laura: Carmilla, en
realidad la condesa Mircalla von Karnstein, será hallada en su tumba y
destruída (la estaca se hunde en su corazón y resuena un terrible grito). La
región de Styria por fin se ha librado de los no- muertos.
Sheridan Le Fanu se basó en el personaje real de
la condesa Elizabeth Bathory (llamada “la condesa sangrienta”), incluso en su
aspecto físico (bellísima, elegante, pelo largo y negro) y la dama acompañante
o tutora (madre o tía) es un trasunto de Dorotoya Csentes (conocida como
Dárvula), sirvienta de la Bathory la cual le proporcionaba víctimas para
bañarse en su sangre... Si bien “Carmilla” no fue la primera historia
de vampiros pero si es la que más influyó en la visión que tiene el lector o
espectador sobre este terrible ser y la que más contribuyó a la inspiración de
su compatriota Bram Stoker para crear su inmortal “Drácula”, obra cumbre
sobre la literatura vampírica publicado veinticinco años después (1897). Sin
embargo, aunque hay muchas coincidencias también hay algunas diferencias
(aunque no le gusta el sol a Carmilla, en ocasiones, deambula de día y prueba
algún alimento). La atracción hacia sus víctimas es común pero el vampiro
femenino de Le Fanu posee unas connotaciones lésbicas (tema tabú en su tiempo).
Es curioso que el vampiro esté sujeto a unas condiciones especiales, Carmilla,
en realidad Mircalla se ve limitada a un nombre aunque no sea el suyo o sea ha
de reproducir con todas las letras, sin omitir ni añadir, aquellas que
anagramáticamente lo componen. Así: MIRCALLA adoptará sucesivamente los apodos
de MILLARCA/MARCILLA/CARMILLA (uno en cada ocasión en la casa de sus víctimas)
y ello nos recuerda la inversión del
apellido DRÁCULA como ALUCARD en algunos films (“El hijo de Drácula”, 1943
o “Drácula-73,
1972).
“Carmilla” fue pasada al celuloide
por vez primera como “Vampyr, la bruja vampiro”, dirigida
por Carl Theodor Dreyer (1932), adaptando libremente el libro completo “In
The Glass Darkly”. Los
siguientes trasvases a la pantalla fueron las coproducciones: “Sangre
y rosas”, de Roger Vadim (1960) y “La maldición de los Karnstein”, de
Camillo Mastrocinque (1964), con Christopher Lee, ambas de realización bastante
discutible mientras que es mejor olvidar la española “La novia ensangrentada”,
de Vicente Aranda (1972), típico film para quienes no son aficionados al cine
fantástico, película de vampiros pero sin vampiros y, por supuesto, alabada por
la ideología del realizador (no le quito los méritos en otros trabajos), mismo
caso que las novelas de Ana Rice (”Entrevista con el vampiro”) --- no
he podido pasar de la segunda página --- o de sus también infames adaptaciones
para la pantalla.
Cuando los intereses de HAMMER FILMS estaban
cómodamente asentados a finales de los 60/principios de los 70 en su mayor
parte gracias a Terence Fisher --- se vislumbraba la decadencia --- llegó la
trilogía realizada por la productora británica de la historia escrita por Le
Fanu. La primera es bastante fiel a la novela, las otras dos son adaptaciones
totalmente libres. En España comercialmente solo se estrenó la tercera: 1) “The
Vampire Lovers” (1970), de Roy Ward Baker, 2) “Lust for a
Vampire” (1970), de Jimmy Sangster y 3) “Twins of Evil” (“Drácula
y las mellizas”), de John Hough (1971). La primera y la segunda las
pudimos ver en una sesión nocturna en el Festival de “Cine Fantástico y de
Terror” de Sitges en 1984, para aparecer después alguna edición en vídeo. Ahora
las tenemos las tres en soporte DVD con la traducción literal: “Las
amantes vampiro” para el film de Baker y “Lujuria para un vampiro”,
para el de Sangster (recién editado en DVD) mientras “Drácula y las mellizas”
sigue siendo el título de “Twins of Evil” (literalmente sería “Las
mellizas del diablo”), para el film de Hough, en donde se nombra a
Drácula sin que este aparezca --- pero el conde transilvano vende, recordemos
la formidable “Las novias de Drácula”, de Terence Fisher (1960) --- puesto que
el protagonista vampírico es el conde Karnstein.
Para la trilogía Hammer Films se asoció con
American International Pictures, actuando Harry Fine y Michael Style como
productores en los tres films. El guión de las tres es de Tudor Gates
quien da muestras de erudición en lo más profundo de las leyendas
y el folklores, p. e. haciendo hincapié en que el fuego no puede destruir a los
vampiros (solo el decapitarlos o la estaca en el corazón); en esto y en otros
puntos podrían aprender el temibles Jesús Franco o Jean Rollin, el irregular
guionista John Elder o el ajeno (al cine fantástico) Vicente Aranda. De haberlo
hecho sus historias hubieran mejorado algo o bastante...
“The vampire lovers” (1970) es un
buen trabajo de Roy Ward Baker, interesante realizador que llegó tarde a Hammer
aunque hayamos de recordar “Dr. Jekyll y su hermana Hyde”
(1971), el mayor éxito de su carrera profesional (ganó el premio Licorne D'Or
en el Festival de Cine Fantástico de París) o la tercera entrega de la saga de
Quatermass: “¿Que sucedió entonces?” (1967) y fuera del “fantastique”
recordemos “La última noche del Titanic” (1958) de la cual James Cameron
copió algunas escenas en su sobrealabada “Titanic”.
En “The vampire lovers” convergen una
perfecta simbiosis de eficacia técnica buen gusto narrativo, evitando
inteligentemente mostrar las escenas de homosexualidad entre Carmilla y sus
víctimas femeninas. Es la más fiel al
texto de Le Fanu de todas las adaptaciones cinematográficas. Destaca la
interpretación de Ingrid Pitt como la condesa Mircalla von Karnstein (junto con
Barbara Shelley en “Drácula, príncipe de las tinieblas”, forman, para mí, los
mejores vampiros femeninos en el celuloide) y Peter Cushing como el general
Spielsdorf conjuntando todo ello con el resto de la interpretación, la exquisita
fotografía de Moray Grant y los sugerentes decorados --- magnífica ambientación
--- de Scott McGregor.
En Styria
el barón Joachim von Hartog (Douglas Wilmer) persigue a los Karnstein, una
estirpe de vampiros que acabaron con su hija y aterrorizan la comarca.
Excelente inicio cuando el barón está a punto de ser seducido (sucumbir) ante
un miembro femenino de la familia maldita y solo la cruz que lleva al cuello le
salvará (atmosférico y formidable pregenérico). Tiempo después una tal condesa
Carmilla Karnstein se hace invitar en la mansión del general Spìelsdorf y se
hace amiga de Laura, su hija, quien languidece y va perdiendo la sangre hasta
morir mientras Carmilla desaparece reapareciendo meses después en casa de
Robert Morton (George Cole), empezando a seducir a su hija Emma (Madeline
Smith). El barón Hartog, el general Spielsdorf y Robert Morton se unen para
combatir el mal. El barón les explica como logró descubrir la cripta de los
Karstein y acabó con ellos clavándoles una estaca en el corazón pero faltaba un
cuerpo: el de la condesa Mircalla von Karnstein. Descubren un cuadro y la
reconocen (“¡Está en mi casa!”, exclama Morton). Cabalga a toda velocidad
Carl Ebhart (John Finch), prometido de Laura el cual logrará ahuyentar al
engendro diabólico mostrándole un puñal en forma de crucifijo. El vampiro debe
regresar a su tumba. Allí le esperan sus tres enemigos. De forma ceremoniosa el
general hunde la estaca en el corazón y con su espada la decapita. La maldición
ha terminado (buena idea al mostrar el cuadro de Mircalla/Carmilla perdiendo la
piel y convirtiéndose en la imagen de un esqueleto). Recordamos también a Ferdy
Maine (el conde von Klolok de “El baile de los vampiros”) interpretando a un
doctor que será víctima de Carmilla por descubrir su identidad y John Forbes
Robertson como el patriarca de la familia Karnstein el cual cinco años después
representará al conde Drácula en “Kung- Fu contra los 7 vampiros de oro”,
del mismo Ward Baker.
“Lust for a vampire” (1970) del
guionista de los primeros fims de Terence Fisher, Jimmy Sangster, mejor
escritor de libretos metido a desigual director, realiza un film sobre
vampirismo con puesta en escena fácil y, en ocasiones, con el lenguaje
televisivo de muchos films de la época (también criticado el uso de una canción
moderna en según que momentos) y su trabajo no es tan satisfactorio como el de
Baker pero realiza una cinta de aquellas que gusta ser saboreada por los
aficionados: los negros vestidos de los vampiros masculinos serán más negros,
los blancos camisones de los vampiros femeninos serán más blancos y nunca la
sangre fue más roja (la fotografía de David Muir es casi tan excelente como la
de Moray Grant y la música es también de Harry Robertson (supervisada por
Philip Martell, más habitual en Hammer), inquietante y conseguida cuando no suena el fragmento moderno, “Strange
Love”, comentado. El conde y la condesa Karnstein (Barbara Jefford)
resucitan a su descendiente Carmilla/Mircalla (Yutte Stensgaard, de aspecto más
ingenuo y angelical) quien vampiriza a las alumnas de un internado. El conde
Karnstein, con más protagonismo que en “The Vampire Lovers” está
interpretado por Mike Raven con un cierto parecido a Christopher Lee (se
utilizan planos de archivo de los ojos inyectados en sangre de Lee interpretando
a Drácula en el film del mismo año: la lamentable “El poder de la sangre de Drácula”).
Carmilla se enamorará del escritor Richard Lastrange (Michael Johnson) y su
lesbianismo deviene ahora bisexualidad. El film posee buenos momentos : el
satanista invirtiendo la cruz por estar enamorado de Carmilla o cuando al
intentar vampirizar a una de sus víctimas es rechazada por la medalla colgada
al cuello de esta y, al final, cuando los aldeanos queman el castillo y el
conde exclama: ¡“Con el fuego no moriremos!” y Carmilla a punto de vampirizar a
Richard cuando un madero en llamas se desprende y atraviesa el corazón de su
enamorada. La película hubiera podido ser mejor de estar interpretada por
Ingrid Pitt (aunque Yutte Stensgaard, más estática, ofrece un contraste entre
lo angelical, rubia con ojos azules, y lo satánico) y Peter Cushing como se
dijo en un principio, además --- lo más importante--- de ser dirigida por
Terence Fisher (convaleciente de una rotura de pierna) pero no fue así.
“Twins of Evil” (1971) --- estrenada
aquí como “Drácula y las mellizas” --- de John Hough es el tercer y último
jalón de la trilogía. Ofrecida con una fotografía de Dick Bush en donde
predomina el tono morado y una música correcta del omnipresente Harry
Robertson, la película nos narra el enfrentamiento de dos fuerzas del mal: el
fanático inquisidor puritano Gustav Weil (excelente, como siempre, Peter
Cushing) y el conde Karnstein (Damien Thomas). El primero es malo por
ignorancia (Weil y la hermandad) y el segundo es un hombre culto pero libertino
y perverso que ha probado toda clase de ritos de magia negra y ahora acepta
voluntariamente el vampirismo al resucitar a su antepasada Mircalla Karnstein
(Katya Wyeth) quien le seduce y bebe su sangre para convertirlo en vampiro. Los
vectores pivotantes del enfrentamiento son dos mellizas (en realidad, gemelas)
sobrinas de Weil: María (Mary Collison), buena y virginal y Frieda (Madeleine
Collison), atraída por el mal. Anton (David Warbeck) se enfrenta verbalmente
varias veces con Weil (“No creo en este dios celoso y vengativo que
usted predica”) y casi al final, antes de aliarse para tomar por asalto
el castillo Karstein (“Su fuego purificador no sirve para los
vampiros, solo la decapitación o una estaca hundida en su corazón pueden darles
el descanso eterno y si hay una gota de bondad en su alma pueden encontrar el
descanso eterno”). Frida será vampirizada por el conde y finalmente
decapitada por su tío (surge de golpe en un jardín mientras el conde se asusta
y cierra la puerta en una escena muy conseguida). Enfrentamiento final: falla
el intento de Weil de decapitar al Karstein y este le golpea con el hacha y lo
mata para a continuación intentar agredir a María la cual yace inconsciente a
sus pies. Anton arroja un punzón al pecho del conde que pone fin a su
existencia criminal: muere y se convierte paulatinamente en un esqueleto
mientras Anton y María se abrazan... También ha ganado “Drácula y las
mellizas” con el tiempo entre los aficionados y observadores. Ahora es
un film de culto...
Recuerdo esta trilogía con cariño. Es el agradable
hálito de una forma de filmar y de unas películas que ya no se hacen...
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