GUSTAV MAHLER (1860- 1911) ha sido el compositor
más marcado por la música del siglo XIX y del XX, su inspiración es
fundamentalmente romántica por su imaginación y musicalmente audaz y atrevida por su mezcla de ideas poéticas,
metafísicas y religiosas (Bruno Walter) coexistentes en su ideario musical
mientras que su construcción arquitectónica es de formación clásica,
especialmente en su última etapa.
Su idea de estructura global en elaborar sus
distintas partes sigue el esquema de Beethoven y también hay la calidad
espontánea propias de un Schubert o de un Bruckner. De este último comparte los
desarrollos inmensos, la devoción por la música y obra total de Richard Wagner
--- a pesar de la diferencia generacional, Bruckner (1824- 1896) y Mahler
llegaron a conocerse --- y el joven aprendiz Mahler, en su adolescencia,
admiraba ya al viejo profesor Bruckner sin más relación (se duda si Bruckner
fue profesor suyo, como se ha dicho en alguna ocasión). También sigue al francés Héctor Berlioz el cual le influye
más en el sentido expresivo por su lenguaje musical arriesgado que a muchos les
resulta extraño y no lo entendieron.
Siendo sus padres judíos (nació en Kaliste,
Bohemia, perteneciente a la antigua República Checa y fallecido en Viena) su
música fue prohibida en Alemania --- al igual que la de Mendelsshon --- en
cuanto subió al poder el nefasto nazismo. Eso quizá contribuyó a que su obra
retrasara en el justo conocimiento a los aficionados y profesionales de la
música (*).
Mahler era consciente de de sus grandes virtudes
musicales y sabía que en un futuro serían apreciadas aunque lo fueran muchos
años después de su muerte. Su frase “Mi tiempo llegará” es lógica y
exacta a pesar de que fuera extravagante e inaccesible para muchos críticos y
aficionados.. Cincuenta años después de su fallecimiento, directores de
orquesta como Leonard Bernstein , Otto Klemperer, Bruno Walter o Rafael
Kubelik, compositores como Shostakokovich, Britten o Schoemberg exhumaron su
obra, la interpretaron y la dieron a conocer demostrando, una vez más, la
relatividad de los juicios estéticos de los “santones oficiales” de una
sociedad en donde los genios no son entendidos (al menos al momento) y, en
muchas ocasiones, reconocidos.
Mahler tuvo que luchar con el handicap de ser
director de orquesta, director de la Ópera de Viena y compositor, tratando de
convencer a sus contemporáneos que un aspecto no excluye al otro y siempre
devino un compositor de ”verano” o sea que creaba sus obras durante sus
vacaciones por lo cual nuestro hombre no fue un autor prolífico: diversas obras
de juventud, la mayoría extraviadas, cinco ciclos de “lieder”, alguna cantata,
alguna “canción sinfónica” y sus diez sinfonías, la última inacabada. Una sana
obsesión suya fue la síntesis entre “lieder” y sinfonías, algo difícil,
al menos en apariencia. En realidad Mahler fue siempre un compositor extenso,
nunca amorfo, un creador romántico convencido (“Das Klagende Lied” y “Canciones
de un compañero errante” lo certifican) con una mezcla de elementos
románticos y clásicos en su posterior evolución. Desde pequeño tuvo una vida no
muy feliz y nada fácil. De su esposa Alma Marie Schindler (Alma Mahler) tuvo
dos hijas que fallecieron en su infancia (les dedicó el ciclo de “lieder”
“Canción para los niños muertos”). Sus últimas palabras fueron “¡Mozart!”...
Narcís Ribot i Trafí
(*). Es obvio que los gobiernos totalitarios
prohiben el arte que pueda molestarles o al artista que piensa diferente pero
ello también funciona (de manera más escondida) en las democracias. Si no
enaltece la ideología de su partido ya no vale y por tanto no se apoya, demostrando,
además muchos de ellos, el desinterés total y la más pura ignorancia sobre el
arte y la cultura. Recuerdo en una ocasión una concejal de “cultura” dijo que “La
música clásica es elitista y por tanto iba a suprimir la subvención a quienes
se esforzaban en programar conciertos” (una pequeña subvención que
siempre se ha dado). Al final no lo hizo y ya está, afortunadamente, fuera del
gobierno del Ayuntamiento. En su mandato intensificó las “fiestas” y “festejos
populistas”, algunos de dudoso gusto y otros lamentables, siempre con la marca
de su intervención. La música clásica puede o no puede gustar pero la señora
ignoraba que es la madre de toda la “música”. Otra gansada comparable a la
realizada a nivel nacional por quien (es) quería (n) cambiar el idioma (cfr. “Miembros
y Miembras”).
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