lunes, 11 de enero de 2016

CHOPIN, BELLEZA DEL ROMANTICISMO


El arte fue la forma de expresar su tragedia” (Franz Liszt)

    Frédéric François Chopin (Fryderyk Franciszek Chopin) nació en una aldea (1810) a unos treinta km de Varsovia, hijo de un profesor de lengua francesa. A los tres años ya señalaba un notorio interés para la música (su madre impartía  clases de piano). A los ocho años ya componía sus primeras obras (polonesas, danzas y una marcha militar). Más adelante aprende armonía y se sabe de memoria el “Clave bien temperado” de Juan Sebastian Bach a quien admiraba (en una época relativamente desconocido) y de quien estudia el sentido estructural. Recibe instrucción pianística aunque Chopin es eminentemente autodidacta.
Le gustan Weber y Mozart, aparte de Bach, a los 20 años emigra de Polonia, bajo el yugo ruso, para no volver jamás aunque su música será señalada siempre como “nacionalista” para, finalmente, instalarse en París. Su vida es breve, 39 años, como los grandes románticos; se recuerda sus amoríos con George Sand, escritora emancipada y separada de su marido, su estancia en Mallorca,  finalmente su tuberculosis --- llamado el mal del romanticismo --- y su muerte (1849).
Pocos autores gozan de la regular calidad de Chopin --- más o menos 180 composiciones --- donde siempre interviene el piano de una u otra forma (fue el único compositor que actuó por y para el piano). Conoció a Mendelssohn, Schumann y Listz, viviendo el éxito ya en vida.
Su aportación fue inconmensurable: efectos dinámicos, nuevas sonoridades, posibilidades de matización nunca antes exploradas, colorido acústico diverso, vibrantes y armoniosos planos musicales, aparte de hallar y perfeccionar nuevas claves para explotar el piano.
A pesar de ser niño prodigio como Mozart, Schubert o Mendelssohn, revisaba una y otra vez los originales hasta quedar satisfecho, cambiaba compases, rompía partituras, quebraba sus plumas, manchaba los papeles... hasta que salía bien (tenía cierta dificultad en pasar sus excelentes ideas al papel) y, sin embargo, toda su música se ofrece como un conjunto espontáneo y fresco (aunque diferente a la melodía mozartiana, schubertiana o mendelssohniana, p. e.) además de perfecto ya que inspiración y técnica no tienen que circular por caminos separados.
Chopin era hombre que conocía su gran capacidad de compositor y también hasta donde podía llegar. Así, cultivó las formas cortas que otros despreciaron, olvidaron o no se interesaron por ellas. Plasmó obras de menor ambición formal con las cuales conquistó su puesto entre los grandes compositores aunque el total reconocimiento vendría más tarde (como casi siempre), sabía que la amplitud musical y el desarrollo sinfónico no eran sus mejores métodos de expresión; jamás quiso emular --- como hicieron otros --- a Beethoven. La sinfonía, el concierto, todo aquello que significara “obra larga” hubiera cortado su inventiva musical y el resultado final, con ser muy bello desde el punto de vista del material utilizado, hubiera sido desigual e imperfecto.
Si se estudian sus dos conciertos para piano y sus tres sonatas vemos que son composiciones creadas a partir del enlace de pequeñas piezas. Lo más trascendental y sensitivo de la producción chopiniana serán los valses (diferentes de los compuestos por Strauss), polonesas, mazurcas, scherzos, preludios, baladas, nocturnos, barcarolas, estudios y rondós.
En cada una de estas formas vemos a un Chopin diferente y creativo: la polémica de las baladas, el sentimiento patriótico de las polonesas, el perfecto y delicioso miniaturismo de los preludios, el lirismo de ensueño de los nocturnos, etc.
Con referencia a los tres cuadernos de estudios (compuesto de 3, 15 y 15 estudios, respectivamente) destinados cada uno a solucionar un problema de piano, si bien es cierto que el autor se preocupó de los aspectos técnicos también es verdad que estas composiciones están vitalizadas por una gran fuerza espiritual que en otras manos hubieran sido rutinarias y en las de Chopin se convertían en producciones artísticas de gran consideración.

No el gran arquitecto beethoveniano de enormes construcciones, si el creador de pequeñas bellezas sin par, Chopin, elemento clave del romanticismo musical, dotaba de poesía a todas las formas que cincelaba.

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