“El
arte fue la forma de expresar su tragedia” (Franz Liszt)
Frédéric
François Chopin (Fryderyk Franciszek Chopin) nació en una aldea (1810) a unos
treinta km de Varsovia, hijo de un profesor de lengua francesa. A los tres años
ya señalaba un notorio interés para la música (su madre impartía clases de piano). A los ocho años ya componía
sus primeras obras (polonesas, danzas y una marcha militar). Más adelante
aprende armonía y se sabe de memoria el “Clave bien temperado” de Juan
Sebastian Bach a quien admiraba (en una época relativamente desconocido) y de
quien estudia el sentido estructural. Recibe instrucción pianística aunque
Chopin es eminentemente autodidacta.
Le gustan Weber y Mozart, aparte de Bach, a los 20
años emigra de Polonia, bajo el yugo ruso, para no volver jamás aunque su
música será señalada siempre como “nacionalista” para, finalmente, instalarse
en París. Su vida es breve, 39 años, como los grandes románticos; se recuerda
sus amoríos con George Sand, escritora emancipada y separada de su marido, su
estancia en Mallorca, finalmente su
tuberculosis --- llamado el mal del romanticismo --- y su muerte (1849).
Pocos autores gozan de la regular calidad de
Chopin --- más o menos 180 composiciones --- donde siempre interviene el piano
de una u otra forma (fue el único compositor que actuó por y para el piano).
Conoció a Mendelssohn, Schumann y Listz, viviendo el éxito ya en vida.
Su aportación fue inconmensurable: efectos
dinámicos, nuevas sonoridades, posibilidades de matización nunca antes
exploradas, colorido acústico diverso, vibrantes y armoniosos planos musicales,
aparte de hallar y perfeccionar nuevas claves para explotar el piano.
A pesar de ser niño prodigio como Mozart, Schubert
o Mendelssohn, revisaba una y otra vez los originales hasta quedar satisfecho,
cambiaba compases, rompía partituras, quebraba sus plumas, manchaba los
papeles... hasta que salía bien (tenía cierta dificultad en pasar sus
excelentes ideas al papel) y, sin embargo, toda su música se ofrece como un
conjunto espontáneo y fresco (aunque diferente a la melodía mozartiana,
schubertiana o mendelssohniana, p. e.) además de perfecto ya que inspiración y
técnica no tienen que circular por caminos separados.
Chopin era hombre que conocía su gran capacidad de
compositor y también hasta donde podía llegar. Así, cultivó las formas cortas
que otros despreciaron, olvidaron o no se interesaron por ellas. Plasmó obras
de menor ambición formal con las cuales conquistó su puesto entre los grandes compositores
aunque el total reconocimiento vendría más tarde (como casi siempre), sabía que
la amplitud musical y el desarrollo sinfónico no eran sus mejores métodos de
expresión; jamás quiso emular --- como hicieron otros --- a Beethoven. La
sinfonía, el concierto, todo aquello que significara “obra larga” hubiera
cortado su inventiva musical y el resultado final, con ser muy bello desde el
punto de vista del material utilizado, hubiera sido desigual e imperfecto.
Si se estudian sus dos conciertos para piano y sus
tres sonatas vemos que son composiciones creadas a partir del enlace de
pequeñas piezas. Lo más trascendental y sensitivo de la producción chopiniana
serán los valses (diferentes de los compuestos por Strauss), polonesas,
mazurcas, scherzos, preludios, baladas, nocturnos, barcarolas, estudios y
rondós.
En cada una de estas formas vemos a un Chopin
diferente y creativo: la polémica de las baladas, el sentimiento patriótico de
las polonesas, el perfecto y delicioso miniaturismo de los preludios, el lirismo
de ensueño de los nocturnos, etc.
Con referencia a los tres cuadernos de estudios
(compuesto de 3, 15 y 15 estudios, respectivamente) destinados cada uno a
solucionar un problema de piano, si bien es cierto que el autor se preocupó de
los aspectos técnicos también es verdad que estas composiciones están
vitalizadas por una gran fuerza espiritual que en otras manos hubieran sido
rutinarias y en las de Chopin se convertían en producciones artísticas de gran
consideración.
No el gran arquitecto beethoveniano de enormes
construcciones, si el creador de pequeñas bellezas sin par, Chopin, elemento
clave del romanticismo musical, dotaba de poesía a todas las formas que
cincelaba.
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