“Cuando uno se inspira en algo bueno, la música nace
con fluidez, las melodías brotan; realmente esto es una gran satisfacción”. (Franz Schubert)
“Los olores, los perfumes, los colores se
corresponden”. (Charles Baudelaire)
Se da el nombre de “Schubertiadas” a unas
reuniones de intelectuales y artistas organizadas por los amigos del gran
músico Franz Peter Schubert (Viena, 1797- Viena, 1828). El lugar de los
encuentros eran las tabernas y las casas particulares y fuera de los salones y
etiqueta nobiliaria. Allí se comía, bebía, charlaba y se hacía música. Muchas
veces escuchaban a Schubert al piano y al cantante Johan Michael Vogl
interpretando los lieder del músico vienés. Más adelante los temas derivaron
hacia el arte y las letras en general: pintura, poesía, filosofía. Los amigos
de Schubert fueron músicos, pintores, escritores, poetas. Diversas “Schubertiadas”
se tradujeron en composición de obras maestras del autor.
Franz Schubert
murió muy joven: 31 años. Más que Wolfgang Amadeus Mozart (1756- 1791): 35
años. A pesar de ello se encuentra entre los músicos más prolíficos aunque
también esté en la lista de los que más obras inacabadas han dejado, unas 120
entre las cuales está la sinfonía 8 (“Inconclusa”) y el ciclo de lieder
“Viaje de Invierno”.
Años después de
su muerte unos sesudos musicólogos intentaron acabarlas. Inútil. Total
similitud con aquellos escultores quienes querían colocar brazos a la Venus
de Milo sin enterarse que la Venus jamás tuvo brazos. Los otros, por más
buena voluntad que tuvieran, tampoco sabían lo dicho y escrito por Schubert o
al menos no lo tenían en cuanta al aplicarse a su trabajo: “Mis
creaciones provienen del doble conocimiento de la música y de mi dolor”.
Así, en contra de lo sugerido por su aspecto alegre, el vienés era un hombre
atormentado a causa de las privaciones económicas, peticiones de trabajo
musical desatendidas o denegadas, escaso reconocimiento de la obra durante su
vida, sus amores no correspondidos… Pero también estas adversidades colaboraron
en mucho dentro de su persona para darnos una de las obras más bellas de la
historia de la música.
Schubert fue
hijo del estilo musical llamado “clásico” aunque nuestro hombre naciera cuando
su principal exponente, Mozart, había ya fallecido pero todos los profesores de
Schubert pertenecían al “clasicismo”. El movimiento musical llamado “clásico”
fijaba definitivamente su tonalidad como base del lenguaje musical: unas
agrupaciones sonoras (acordes) dentro de una tonalidad proporcionaban una sensación
de reposo y otras una estabilidad (hasta el punto que en esta época se creó una
forma musical que solo funcionaba dentro de un sistema tonal: la sonata).
Franz Schubert
adaptó su estilo a la normativa musical del momento a la cual dio una brillante
originalidad forjada, sobre todo, en el uso de la modulación --- cambios de
tonalidad --- y en la repetición. No fue un maestro del contrapunto como Juan
Sebastian Bach ni un ingeniero del desarrollo
como Ludwig van Beethoven; de hecho empezó a estudiar contrapunto el
último año de su vida (1828) y no sabe desarrollar en totalidad sino “pasear”.
La forma corta es en donde Schubert se encuentra más cómodo, también la rápida
(música apuntando siempre “en directo”,
o sea tiempo real) donde se notaban las sensaciones y sentimientos del
compositor. Y precisamente es esta sensación la que se refleja en sus grandes
obras que dejó inacabadas, o sea
renunciando a terminar como si finalizar significara “matarlas”. El motor
esencial en su música, la fuerza principal que coloca a Franz Schubert en el
panteón de los inmortales es la MELODÍA y su natural facilidad en encontrarla.
Si miramos la
obra instrumental del autor vemos que sus temas podrían ser perfectamente
“contados” si se sostuvieran con un texto de la misma manera que muchas de sus
canciones son transformadas en temas de
música instrumental. También fue Schubert introductor de una nueva fórmula de
melodía de extrema sencillez (aquí radica su genialidad) en contraposición a
las canciones rococó circulantes en su
tiempo y en el estilo de las cuales la ornamentación era esencial, incluso el
texto se volvía incomprensible en medio de tanta floritura. El origen de la
pomposidad decorativa --- muchas veces gratuita --- se encuentra en la música
instrumental: escasa duración de los sonidos en clave o clavicordio del siglo
XVIII. La única manera de prolongar el sonido del instrumento era el de la
ornamentación a base de trinos, grupos, etc. Antes que Schubert fue Beethoven
quien renunció, desde sus primeras obras, al estilo rococó; su piano tenía
mayores posibilidades sonoras que los instrumentos de teclado dieciochescos y,
por tanto, no necesitaba artificialmente los sonidos. Si Beethoven fue el
arquitecto impecable en el desarrollo y evolución de las formas musicales,
Schubert fue el creador más grande de la invención melódica y por ello no
resulta nada extraño que fuera él quien
diera carta de nobleza al “lied” (término alemán que significa “canción”, su plural es “lieder”),
llegando a componer más de 600, algunos de ellos de literatos de primer orden
como Schiller o Goethe, otros de poetas aficionados amigos suyos cuyo texto
podía ser espantoso pero Schubert tenía el don de divinizarlos al transmutar un
texto horrendo en música celestial…
Narcís
Ribot i Trafí
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