“Aún asoman
rechazos en torno a este film a causa de su libérrimo enfoque de la vida del
militar George Armstrong Custer. Pero, en primer lugar, la ficción
cinematográfica no está condenada a dar clases de Historia y adquiere virtudes
estéticas con independencia de su fidelidad a los hechos del pasado; aún más,
el Western no es la Historia del Oeste, sino un género narrativo que aporta sus
propias leyendas y toma aquella como pretexto y punto de partida. Y, en segundo
término, la obra de Walsh integra una contemplación muy astuta del personaje
desde un ángulo crítico: lo presenta sometido psicológicamente a delirios
militaristas, de forma irónica en los días
de sus estudios en West Point y de modo cáustico en su período de
inactividad, cuando se refugia en la bebida y exhibe una completa inadaptación a
la vida civil; finalmente, la marcha hacia su última batalla queda precedida
por una considerable ingestión de alcohol, tal vez determinante de sus postreros
sueños en el logro de la gloria”. (Javier Coma, 1)
“Por consiguiente,
el retrato de Custer no parece quedar muy alejado de la realidad histórica,
aunque esto tenga escasa importancia a efectos de credibilidad dramática. Pero,
además, el film se inscribe en las posturas izquierdistas del Hollywood de la
época: los villanos son los blancos (desde los comerciantes y financieros hasta
los políticos) y no los indios, contemplados con sumo respeto y objeto de
defensa por el relato…” (Javier Coma, 2)
Los dos párrafos
citados corresponden a sendos estudios de Javier Coma sobre “They
Died with Their Boots On” (“Murieron con las botas puestas”),
dirigida por Raoul Walsh (1941) a cargo de Warner Bros. De los varios excelentes
análisis sobre esta película de los cuales disponemos en la actualidad quizás
sea el erudito Javier Coma quien haya acertado de lleno en la diana y, además,
de forma clara y brillante. Efectivamente, en nuestro país existieron durante
mucho tiempo dos tendencias en la crítica cinematográfica representativas del
maniqueísmo tan claro como absurdo (las opciones intermedias prácticamente no
contaban). El totalitarismo se volvió un poco más permisivo en algunos puntos
con el paso de los años mientras la censura se relajaba algo, no mucho. Para
los partidarios de este régimen de vida y sus críticos cinematográficos solo
contaba “buscar mensajes”, todo era falta contra la moralidad o pecado y en
ocasiones demonizaban el cine que no encajaba con sus ideas (recordemos aquella
película en donde una pareja de novios fue convertida en dos hermanos según la
versión española y, por consiguiente, gracias a la censura en un momento se
insinuaba un incesto, algo tan ridículo y absurdo que ha pasado a la historia
de los disparates y de la manipulación). Por el contrario aparecieron los del
otro lado, para aquellos solo era bueno el cine “comprometido”, se alababan
films provenientes del Este, lo demás todo era malo. Entre los de un lado y los
del otro lograron que en este país el
cine clásico, el buen cine no fuera apreciado en su totalidad. Cuando a finales
de los ochenta/principios de los noventa unos acontecimientos hicieron
derrumbar un sistema de vida presentado como ideal y perfecto muchas de estas
personas habían cambiado de disfraz, mutaron a tiempo de careta o de camisa
para sacar beneficios personales del nuevo orden y ocultar su mediocridad.
Anteriormente habían esperado la agonía de un anciano dictador y su régimen
político --- en realidad tanto el cine como la situación de los parias y
marginados les importaban más bien poco (la mayoría eran cachorros de la
burguesía con tintura “progresista”, o mejor dicho “pseudo progresista”) ---
para ocupar puestos importantes en el nuevo sistema que surgiría en el futuro y
después se manifestaron “democráticos”.
Estos personajes cuyas frases causan vergüenza ajena llegaron a llamar
“fascista, exterminador de indios”, entre otras lindezas, a John Ford y a
otros. Tiempo después, en especial por las críticas del cine de autor
provenientes principalmente de Francia vieron que aquello era totalmente al
revés de lo dicho por ellos, que Ford respetaba profundamente a los indios, que
en sus películas nunca los señaló como salvajes sedientos de sangre, que parte
de sus ganancias iban a la reserva india, que era considerado miembro de honor
de la tribu de los navajos con el nombre de “Natani Nez” (“Jefe
Alto”), que en sus declaraciones manifestaba la gran injusticia sobre
los nativos de América (¿acaso no era una disconformidad con la sociedad
norteamericana el no ir a recoger ninguno de los seis Óscar recibidos?), que
defendió a sus compañeros en la época de “Caza de brujas” del senador Joseph
McCarthy (especialmente a Joseph Leo Mankiewicz), que … Todo ello demuestra no
miopía sino ceguera total sobre el hecho de analizar una obra (tanto en lo
temático como las intenciones del discurso) y en una mala fe con gran arte en
la manipulación de sus escritos. Años después, John Ford estaba ya reconocido
(o casi), cuando ya era “políticamente correcto” no solamente defenderle sino
alabar su obra apareció un estudio donde se intentaba dar a su cine una
interpretación “marxista”. Igual de absurdo que los anteriores. Pues algo
parecido le pasó a Raoul Walsh al dirigir “Murieron con las botas puestas”. Dos
puntos antes de entrar en materia:
1)- La Warner había pensado ya en Errol Flynn
para interpretar al militar George Armstrong Custer. Flynn debía mucho al
realizador Michael Curtiz, había trabajado para él en varias ocasiones
(recordemos “Las aventuras de Robin Hood” o “El capitán Blood”) pero
los enfados de este con el actor eran continuos por su indisciplina, por presentarse
tarde al rodaje, por su adicción etílica y finalmente llegaron a un
enfrentamiento físico. Juraron que en adelante jamás trabajarían juntos. De
esta forma en varias ocasiones se puso bajo las órdenes de un realizador en
pura efervescencia, Raoul Walsh (“Río
de plata”, “Objetivo Birmania”, “Gentleman Jim”, “El
mundo en sus manos” etc.). Según noticias hubo también discusiones en
según que momentos pero en general Walsh tuvo más paciencia que Curtiz.
2)- El guión de “Murieron
con las botas puestas” es de Walli Kline y Aeneas McKenzie. Este último
era militante de izquierdas y fue perseguido en la “caza de brujas” del senador
McCarthy. Otro dato ignorado por los señores “progresistas de salón”
anteriormente mentados.
El Custer
interpretado por Errol Flynn no está tan
lejos de la realidad --- como subrayó Coma ---, se trata de un sujeto
anárquico, infantiloide, ingenuo, a veces algo tonto e incluso ridículo el cual
por una serie de acontecimientos (algunos ajenos a él) sube en el escalafón
militar en la guerra de Secesión poniendo su persona ya en evidencia cuando
entra en West Point para su formación marcial y cuando termina la guerra se
adherirá a la vagancia y al alcohol porqué se reconoce totalmente inadaptado para
la vida civil en la cual subsistía gracias a las rentas de su esposa Libby
(excelente Olivia de Havilland).
La película se
divide en dos partes. 1) La llegada de Custer a West Point en donde despierta
la hilaridad de la compañía: vestido con un traje de un siglo antes --- al
principio le toman por un oficial de alta graduación --- y acompañado por una
media docena de perros; luego deberá aguantar la broma pesada de quien se
convertirá en su eterno adversario, el corrupto Ned Sharp (Arthur Kennedy): le
aloja en la habitación del oficial al mando --- aprovechando su ausencia --- y
al regresar se produce el correspondiente escándalo. Custer será arrestado,
objeto de burlas, insultado y todos se reirán de él. Al recobrar la libertad
agrede a Sharp y al ser arrestado defiende a su opositor con el silencio y
evita su responsabilidad en la acción del caso sobre el alojamiento. Al
principio y durante casi todo el film Custer busca la gloria mediante acciones
de guerra pero al final llegará a equipararla con el infierno mientras que para
Ned Sharp lo más importante en la vida es la adquisición del dinero. 2) La
segunda parte es el conflicto con los indios. Custer captura a “Crazy
Horse” (“Caballo Loco”), interpretado por Anthony Quinn, y le perdona la
vida para finalmente, entre la polvareda de la batalla en Little Big Horn, rodeado
de los cadáveres de sus compañeros (entre los que está Sharp a quien ha
obligado a tener parte en la contienda) y con el sable en la mano, es abatido
de un solo disparo por Caballo Loco. El gobierno ha
incumplido el tratado con los sioux --- un personaje en una reunión comenta: “Los
únicos americanos auténticos son los que llevan plumas en la cabeza”
--- y una de las motivaciones que conducen a Custer, en la acción del film, al suicidio
de Little
Big Horn consiste en que los hombres de Washington le han hecho faltar
a la palabra que él dio a Caballo Loco de preservar las “Black
Hills” (“Colinas Negras”) de una invasión de colonos.
De esta forma,
como en los espejos cóncavos y convexos valle-inclanescos el magnífico Raoul
Walsh nos cuenta en el fondo, de manera totalmente trepidante, lo sucedido con
Custer, en realidad una circunstancia de la época política y social en la cual
vivió. Y la verdad auténtica se explica no mostrando al siniestro carnicero
exterminador de indios (como en la nefasta “Pequeño gran hombre”, de
Arthur Penn, 1970, señalada como “fiel” a la historia pero totalmente infiel a
la calidad cinematográfica) sino a un ingenuo arribista víctima del “juego
sucio” de los políticos, capitalistas y militares que no pensaban como él en el
“juego limpio” y cumplimiento de la palabra de honor dada a los pieles rojas.
En su primera
parte Walsh impregna la película con retazos de comedia (en hibridación de
géneros el sustrato de comicidad estaba presente en todos los géneros tocados
por él --- negro, western, bélico, aventuras --- aparte de realizar alguna
comedia propiamente dicha) y de un romanticismo exacerbado en grado sumo y su
segunda parte, sin abandonar lo cómico y romántico, se convertía en tragedia
shakesperiana (Walsh fue siempre un admirador de Shakespeare y estas
reminiscencias estarán siempre en sus obras: “Juntos hasta la muerte”,
“Los
violentos años 20”, “Pursued”, “Camino de la horca”, “Al rojo
vivo”, etc.).
La primera parte
cronológica del film está narrada prácticamente en clave de comedia: la
formación en West Point y prolongación en la Guerra Civil para llegar a los
tiempos de paz en los cuales Custer cae bajo la esclavitud del alcohol,
holgazanea sin rumbo y no se siente feliz hasta entrar en acción dentro de la
guerra con los indios (aquí empieza la segunda parte de la historia) aunque se hundirá al ver cuando el gobierno no
cumpla su palabra dada a los pieles rojas y él, hombre de honor, los respeta
profundamente. Veamos algunas escenas destacables de esta primera sección:
---La película se
abre con la exposición de una academia militar. Un cartel nos informa: West
Point, 1857. Un grupo de aspirantes a reclutas vestidos aún de paisanos con sus
maletas y sombreros se dirigen al sargento: “Somos los nuevos cadetes,
oficial”. Contestación: ni Vds. Son cadetes ni yo oficial”,
indica al cabo Sharp que se ocupe de ellos, éste les hace dar varias vueltas y
vemos su inexperiencia (lógica) al ir en varias direcciones, les indica el
camino del cuartel y hacia el final de la formación zancadillea a uno que al
caer arrastra a los de detrás. Vemos en un mismo y acertado plano: los caídos
al suelo, Sharp mirándoles en el centro y girando de cara al espectador, situado
a un lado y ahora en el centro de la pantalla, riéndose estúpidamente de lo
provocado por él, mientras en el fondo el grupo de aspirantes no caídos
aceleran su marcha hacia los cuarteles. El sargento le dice que esta acción no
está bien y que un día encontrará la horma de su zapato. “Puedo permitírmelo, mi sargento”
y el superior le recuerda que tiene suerte gracias al dinero y la influencia de
su padre. En aquel momento entra Custer vestido con el uniforme del mariscal
Joaquín Murat y todos creen que es un mando superior, al menos general. Le
acompañan una media docena de perros y un muchacho de color que los conduce ---
--- Al momento
Sharp ve aquel ingenuo joven que nada sabe del ejército como víctima de su
siguiente novatada. Lo lleva a la habitación del mayor, siempre en tono amable
y servicial. Cuando llega este el escándalo es de órdago: “¿Qué hace usted aquí? ¿Quién es
usted? ¿Qué hace con este disfraz de opereta? ¿De que manicomio ha salido?
¡Yo
soy el mayor Romulus Taipe y usted es un imbécil!” Le expulsa y hecha a
los perros (se llaman Aníbal, César, Alejandro, todos con nombre de
conquistador) pero el novato no delata quien le ha gastado esta pesada broma.
Cuando Sharp le ve sonríe: “¿Qué tal, mariscal Murat”? Ahora Custer
sale de la fila y le da un puñetazo. Es llevado ante el general Phil Sheridan
(John Litel) quien le dice que pegar a un superior puede castigarse con la
muerte, que en el ejército no hay sitio para asuntos personales y le va
expulsar. Al preguntarse por la inscripción contesta que nunca hizo tal
inscripción ni nunca estuvo en ninguna oficina. “Si no ha sido admitido no puedo
expulsarle”. Después el general dirá que “hay algo en este joven que le
agrada”. Por el contrario, Romulus Taipe (Stanley Ridges) será un
enemigo jurado de Custer, como Sharp.---
--- Custer intuye
la futura Guerra de Secesión y desea participar en ella. Aparece el capitán Lee
(futuro general sudista) que abandona el ejército del Norte. Walsh nos muestra
un desfile en West Point encadenado con la explosión de una bomba. Ha estallado
la guerra, escenas de los dos ejércitos en combate con sucesivos encadenados
con las portadas de los periódicos. En una reunión de generales y altos mandos
se decida ascender a Custer a teniente. Lo recuerdan: nulo en disciplina,
organización y táctica (hacen ironía comparándolo con otro pésimo cadete en
estos aspectos: Ulisses S. Grant, futuro presidente) pero es el mejor jinete y
habilísimo con el sable ---
--- Aún sin saber
su ascenso, mientras hace guardia cumpliendo con uno de tantos castigos conoce
a Elizabeth “Libby” Bacon, su futura esposa: la joven le comenta que su padre
es íntimo amigo del general Sheridan pero él no contesta ya que al estar de
guardia no puede hablar: Libby aparece en perpendicular al fondo de la
pantalla. Cuando sepa lo de su ascenso correrá detrás de ella para darle
explicaciones y pedirle disculpas. Ya tenemos el flechazo aunque al principio
tendrá dificultades: en una taberna ridiculiza a un hombre --- “pajarraco
gordito” (criticaba a miembros del ejército) quien resulta ser Samuel
Bacon (Gene Lo Lockhart), el padre de Libby el cual le expulsará con cajas
destempladas al presentarse en su casa (como un segundo Taipe). Más adelante,
gracias a sus hazañas en la guerra y las recomendaciones de Sheridan firmarán
la paz y le admitirá de buen grado como yerno ---
--- Custer está
triste e impaciente a la vez: los ejércitos confederados avanzan hacia
Washington y a él no le han dado ningún destino. Quiere hablar con el ayudante
del teniente general Winfield Scott pero éste resulta ser Romulus Taipe quien
le dice que nunca le dará ningún destino en la caballería. La escena cuando
conoce al Lt. General Sccott (Sydney Greenstreet), siguiendo el casi absoluto lenguaje
de comedia de toda esta primera parte, está rodada con una exquisitez
inigualable. El general --- hombre grueso y gran gourmet --- “…es un
señor que come muy bien” (le comenta un camarero de color) y tiene
debilidad por las cebollas. Dice el comensal que (solo) comerá entremeses,
patatas al gratén, solomillo doble, sopa y, naturalmente, cebollas a la crema
puesto que el ejército Confederado está no lejos de Washington (a 35 millas). “Se
nos han acabado las cebollas”, responde el camarero y entonces se
levanta Custer y le ofrece al general su ración de cebollas. Encantado éste le
hace sentar en su mesa para comer juntos incoándose una amistad para poder
entrar en acción. Van juntos a la oficina y la sorpresa de Romulus es inmensa.
Le deja elegir el destino. “El II es el mejor” y allí le envía aquella misma
noche: “Es orden mía”. Cogiendo el caballo de Romulus llegará al frente
y allí se encontrará otra vez con Ned Sharp, ahora también teniente ---
--- 21- julio-
1861- 16 horas: un paisaje se llena de soldados de la Unión al aparecer detrás
de un terraplén, planos opuestos de ambos ejércitos hasta encontrarse, luchas
encarnizadas, valentía y arrojo de Custer quien conquista un puente por donde
podrá pasar la tropa unionista. Ante la negativa de Sharp de retirarse --- él
cumple órdenes del alto mando --- le derriba de un puñetazo y logra su objetivo
aunque será herido en un hombro. El general Sheridan le condecorará (“Cuando
un militar desobedece una orden en combate o bien se le fusila o se le da
una medalla, usted ha ganado lo último”. “Ya ve” --- responde
Custer --- “Un pedazo de plomo en un hombro y uno de plata en el otro” ---
--- Ante la
presión de los confederados, ya en Gettysburg, hay un error en el cuartel
general y Custer es ascendido a general. Detendrá victoriosamente a los sudistas
con los regimientos 5º y 6º de Michigan. La guerra va cambiando de signo y la
victoria es para la Unión. Todos reconocen sus proezas y se reconcilia con su
futuro suegro ---
--- Un retrato
oval- detalle de Samuel Bacon con unas fechas (1805-1866) nos indica que el
suegro ha fallecido, la cámara se desplaza lentamente hasta la puerta por donde
entra Libby. Recibe la visita de Sharp y su padre William Sharp (Walter
Hapden). Su enemigo le ofrece olvidar rencillas y ser presidente de una
compañía para adquirir territorios (expropiándolos a los indios, claro), el
nombre del héroe les haría vender y le ofrecen un sueldo millonario. Custer lo
rechaza, no busca el dinero, y les despide. Libby irá a hablar con el general
Scott para librar a su marido de una probable depresión y finalmente será
enviado al territorio sioux para posibles acciones militares ---
--- Plano similar
al de la Guerra de Secesión: un paisaje se llena de pieles rojas salientes de
una pendiente en actitud amenazante. Atacan la unidad de Custer y su esposa. Se
enfrenta a “Caballo Loco” y le desarma, le captura y promete respetar su
vida ---
--- En el fuerte
empezara a ver la alianza del poder y el capital. Se venden rifles y alcohol a
los indios para hacer estallar la guerra y exterminarlos y uno de los motores
de tal acto es el corrupto Ned Sharp quien se reúne con su padre y Taipe
(nombrado comisario del ejército) para planear la expoliación de Colinas Negras,
haciendo correr la voz de que hay oro y Custer le dice a Taipe (ahora ya no es
militar sino político): “Es usted un político sin escrúpulos, un
corrupto despreciable”. Custer es relevado del mando: “Si yo
fuera indio, lucharía al lado de “Caballo Loco”. Visita a Ulysses S.
Grant, el presidente y le pide ser reintegrado al 7º de caballería y el
presidente, recordando su pasado militar se lo concede. Custer sabe que se
dirige hacia la muerte. Emborracha a Sharp y se lo lleva al frente. Se despide
de su esposa quien se desmaya cuando él se va. Caerán todos en Little Big Horn
y lo más triste es que nuestro hombre lo hará sabiendo que el enemigo tenía
razón---
--- “Lo
dicho por Custer se ha cumplido” --- dice Sheridan--- “Todas
las tribus de indios se unieron ante la invasión de “Colinas Negras y todo por
culpa de su ambición”. Ante la viuda de Custer y del general Sheridan
los asustados Taipe y William Sharp (quien arrastra con lógica pena la pérdida
de su hijo) prometen disolver la compañía de expoliación ---
La música es de
Max Steiner, ha pasado a la historia en sus diversas variaciones según el
momento a lo largo de toda la película y la fotografía de Bert Glennon, uno de
los fotógrafos preferidos por John Ford (“La diligencia”, “Corazones
indomables”), Raoul Walsh y Cecil B. DeMille. Sencillamente descriptiva
e impactante. La puesta en escena de Walsh es electrizante y “totalmente
moderna”: eficacia ligada con romanticismo, fogosidad, brillantez, contención,
ironía y ello con economía fílmica (escuela de John Ford) que le concedían al
realizador el ser uno de los más grandes de la historia del cine…
Narcís Ribot i Trafí
1)- “Diccionario
del Western Clásico” – Javier Como- Plaza & Janés, 1992
2)- “Caravana
hacia el Western” – Javier Coma- Alianza Editorial, 1996
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