Después del éxito a
todos los niveles de “King- Kong” (1933) los responsables de
R.K.O- Radio decidieron hacer una secuela a finales del mismo año: “Son of Kong” (“El hijo de Kong”).
Merian C. Cooper dejaba el asiento de director para centrarse en la producción
junto con David O’Selznick, Ernst B. Schoedsack en solitario asumía la
realización sobre un guión de su esposa Ruth Rose, la parte musical continuaba
bajo la batuta de Max Steiner como en el original “King-Kong” y
Willis O’Brien fue llamado para hacerse cargo de los efectos especiales. En
plena filmación los directivos de R.K.O. decidieron reducir el presupuesto
inicial a 250.000 $ y comprimir el calendario de rodaje por lo cual muchas
ideas creativas se suprimieron. O’Bie abandonó el plató y pidió que su nombre
fuera borrado de los créditos de la película, cosa que Merian C. Cooper no
permitió pero también se señala la gran desgracia abatida sobre su familia como
causa del abandono. Con las maquetas y parte del film realizado, O’Brien fue
reemplazado por Buzz Gibson y el metraje original reducido a una hora de
duración con una primera parte excesivamente larga, preparativa de la llegada a
“Skull Island” (“Isla del Cráneo”) --- el hogar de King-Kong --- donde la
emoción sube de grado ya que aparte de encontrar los consabidos animales
prehistóricos topan con un retoño de King- Kong, a quien llaman “Kiko”, de unos
cuatro metros de alto y de pelaje blancuzco. La trama es continuación directa
del film anterior. Carl Denham (de nuevo Robert Armstrong), perseguido por una
legión de acreedores y por los familiares de las víctimas de King- Kong cuando
este destrozó Nueva York, zarpa hacia la famosa “Isla del Cráneo” junto con el
mismo capitán de barco, Englehorn (Frank Reicher), el marino Nils Hellstrom
(John Marston) quien le asegura que en la isla hay un tesoro y Hilda (Helen
Mack), una domadora de monos para números circenses. Allí encontrarán a Kiko, a
quien Denham salva de hundirse en unas arenas movedizas (“Se lo debía,
después de lo que hice a su padre”, dice Denham) quien les librará de
los ataques a cargo de los seres prehistóricos. El film fue un éxito moderado
(en lo artístico y comercial) aunque sin la fuerza del anterior. Recordemos que
no es el amor imposible del rey-Kong por una mujer quien mueve a actuar sino el
afecto y la estima que siente Kiko por Hilda y el sincero aprecio por Carl
Denham a causa de haberle librado de la muerte. El enfoque de la película es
totalmente de aventuras con injertos humorísticos (los ojos del gorila que dan
vueltas y ve las estrellas tras recibir un golpe). Destacable la secuencia de
la lucha sostenida con un enorme y negro oso de las cavernas --- mucho más
corpulento que él --- el cual desea devorar a Hilda y a Carl: Kiko le aplica
llaves de judo y tras diversas alternativas lo ahuyentará golpeándole varias
veces con un tronco de árbol que ha arrancado. Aparte del plantígrado terciario
aparecen un Styracosaurus (parecido al Triceratops, cambiando la especie de coraza
protectora del cuello en forma de sombrilla abierta por otra de púas separadas;
relación de parecido como el Allosaurus es al Tyranosaurus) que persigue a los
expedicionarios, la extraña criatura parecida al Protosaurus (penetra en la
cueva para comerse a la pareja) que luchará con Kiko hasta que éste le mate
aplicándole la llave “desencaja mandíbulas”, --- usada por su padre contra el
Tyranosaurus del anterior film --- y el Elasmosaurus (reptil marino) que devora
al intrigante y egoísta Hellstrom cuando intentaba huir en la lancha de
socorro. Finalmente la “Isla de la Calavera” o “Isla del Cráneo” se hundirá
totalmente en el mar tras un terremoto y Kiko sacrificará su vida por salvar a
los humanos. La animación es igual o más perfecta que “King- Kong”
a pesar de los avatares sufridos durante el rodaje de la película.; en
principio se iban a incluir modelos de la frustrada “Creation” y
figuras usadas en el primer Kong (como una estampida de dinosaurios al entrar
en erupción los volcanes que anuncian el final de la isla) pero se desechó al
reducirse el presupuesto y la figura del pequeño Kong se montó sobre el armazón
de su padre, ahora con pelo blanco (recordemos al original recubierto con
pieles de oso y, según otras fuentes, de conejo negro; las maquetas del animal
entero, cabeza, mano, pie y hombros), recubierto de nuevas piezas de goma y
piel. Un punto curioso: en 1933, fecha del film, no se conocía la existencia de
gorilas albinos, el primer caso documentado fue nuestro entrañable “Copito de
Nieve”, recogido como cría en Guinea Ecuatorial en 1966.
Prueba que no fue una rotura
total es el siguiente film de Ernst Beaumont Schoedsack, “The Last Days
of Pompeii” (“Los últimos días de Pompeya”) para R.K.O.
Radio donde Merian Caldwell ejercía de productor (además de realizar algunas
escenas no acreditado) y pidió a Willis O’Brien hacerse cargo de los efectos
especiales. Se partía de un sólido e inteligente guión de Ruth Rose y Boris
Ingster según un argumento original de James Ashmore Creelman y Melville Baker,
no sobre la novela de Edward Bulwer Lytton, la cual fue adaptada al cine en
diversas ocasiones (en los genéricos del film se nos dice que nada tiene que
ver con la obra del barón de Lytton aunque los responsables del film le
agradezcan la precisa descripción de la antigua Pompeya, antes de la erupción
del Vesubio del 24 de agosto del 79). La música era de Roy Weeb, quien utilizó
fragmentos de Max Steiner en “King- Kong”. De esta forma nos
encontramos ante un film a la vez de aventuras, histórico (en el sentido que al
final se nos muestra el hecho histórico: el hundimiento bajo las cenizas de
Pompeya, Herculano y Estabia) y
religioso, centrándose en la ambición de algunos políticos y gobernantes
del Imperio y en la interacción de la sociedad romana, el judaísmo y el aún
joven cristianismo (una treintena más un lustro de existencia) mientras la
historia de Bulwer Lytton (y sus adaptaciones para el cine) trata del choque
entre el cristianismo, la mitología egipcia y la romana (recordemos que en el
gobierno de los dos primeros Flavios, Vespasiano y Tito --- padre e hijo ---
los cristianos gozaban de libertad; en
la fecha, considerada discutible, de la erupción del volcán, la destrucción de
Pompeya y las otras dos localidades era ya emperador Tito Flavio): un herrero
llamado Marco (Preston Foster) pierde a su esposa e hijo y se hace gladiador,
adopta el hijo de otro gladiador muerto por él en la arena hasta que recibe una
herida que le incapacita para la lucha y se traslada a Judea donde conoce al
gobernador Poncio Pilato (Basil Rathbone). El hijo adoptivo de Marco cae del
caballo y sufre una grave herida; el antiguo gladiador lleva al joven ante un
hombre que sana a los enfermos y hace milagros, algunos le reconocen como El
Mesías: Jesús de Nazaret. Poco después los más influyentes del Sanedrín le
condenan a muerte en la cruz ante la
indiferencia de Pilato. Años más tarde, en Pompeya, el que fuera
gobernador aunque altivo y orgulloso confiesa a sus amigos tener remordimientos
por su falta de compromiso ante la justicia y su inhibición sobre el caso de
Jesús mientras observa el crecimiento del cristianismo y la confirmación de lo
que había oído de aquel hombre: su resurrección al tercer día. Ahora estalla el
Vesubio….
La película fue un reconocido
éxito. O’Brien y su equipo prepararon además los decorados en un trabajo
distinto. Es destacable la exposición del circo romano en Pompeya presidido por
aquella enorme estatua. La erupción del Vesubio y la destrucción de la ciudad
están magníficamente visualizadas, y más teniendo en cuenta que solo podía
hacerse una vez…
O’Bie realizará los efectos
visuales de otra producción R.K.O. Radio (1936): “The Danzing Pirate” (“El
bailarín pirata”), dirigida por Lloyd Corrigan donde lo más recordable
quizá sea el hecho de tratarse del primer musical en color en la totalidad de
la película.
En el transcurso de dos años
tiene magníficas e imaginativas ideas sobre historias que nunca podrá trasladar
a la pantallas (como las anteriores “Atlantis” y “Creation”
y también el proyecto de realizar un “Frankenstein” con maqueta
de Stop- Motion antes que James Whale dirigiera su clásico interpretado por
Boris Karloff en 1931): “War Eagles”, en 1939, donde unos
vikingos montados sobre gigantescas águilas combaten contra los dinosaurios en
un mundo perdido (se frustró a causa del inicio de la II Guerra mundial) y “Gwangi”
(1941), proveniente a su vez de una idea del mismo O’Brien titulada “Valley
of the Mist”. El proyecto fue a parar al desván donde será rescatado
por Ray Harryhausen para rodarlo siete años después de la muerte de Willis
O’Brien: “Valley of Gwangi” (“El valle de Gwangi”), realizada
por Jim O’Connolly con efectos del mismo Harryhausen (1969), quien homenajeaba
a su admirado maestro (el guión es de William E. Bast sobre la idea original de
O’Brien). En este caso se trata de un valle perdido en el desierto de México
donde unos cow –boys capturan un allosaurio para exhibirlo en la civilización.
En la plaza de toros de Cuenca (México) el animal escapará sembrando el terror
en el poblado hasta penetrar en la catedral. Allí Tuck Kirby (James Franciscus)
le hostigará desde un pasillo lateral con una lanza, con la cola el allosaurio
derramará un brasero y al prenderse fuego en
unos cortinajes perecerá finalmente entre las llamas (repetición de la
historia de King- Kong: deseo de mostrar al animal como atracción de feria,
escapada, destrucción de parte de la localidad y muerte).
En 1939 Merian C. Cooper
fundó una pequeña productora asociado con John Ford, Argosy Pictures, donde,
hasta el cierre de la compañía en 1956, se filmaron diez películas de las
cuales nueve eran de Ford: “Hombres intrépidos”(en coproducción
con United Artists, 1940),“Caravana de paz”(1950), “Fort
Apache”(1948), “La legión invencible”,(1949)
“Río Grande”(1950), “Tres padrinos”(1948), “El
hombre tranquilo”(1952), “El sol siempre brilla en Kentucky”
(1953) y “El fugitivo” (1947) y una de Ernst B. Schoedsack (“El
gran gorila”, 1949). “Mighty Joe Young” (“El gran
gorila”), producción de Argosy para R.K.O. Radio, es la tercera vuelta
al tema del extraordinario gorila y su relación con los humanos por parte de
Schoedsack y Cooper. Ya no hay la violencia ni el erotismo de “King- Kong”
(ya dulcificado en “El hijo de Kong”) sino la más pura amistad y
fidelidad a Jill Young (Terry Moore) quien compró el gorila, llamado “Joe
Young”, a unos indígenas cuando este era una cría y creció desmesuradamente hasta llegar casi a
los cuatro metros (se trata de un caso de gigantismo animal, no una especie prehistórica
como en “King-Kong”). Un empresario del espectáculo, Max O’Hara
(excelente Robert Armstrong, no podía ser otro) convence a la muchacha para
llevar al gorila a la civilización y lo convierta en atracción circense.
Exhibido en un night club (excelentemente mostrado por Schoedsack mediante un
travelling aéreo) desarrollará varias actividades, entre ellas un concurso de
fuerza mediante una cuerda por un lado tirada por los diez hombres más fuertes
del mundo (encabezados por el real Primo Carnera, campeón mundial de boxeo en
la década anterior) y en el otro por Joe Young quien les vence y caen todos a
una piscina situada en medio del local. Todo va bien hasta que unos gamberros
borrachos dan de beber whisky (el realizador suma hábilmente otro travelling al
anterior para señalar la estupidez y la irresponsabilidad de algunos seres
humanos) y emborrachan a su vez al gorila que huye sembrando el pánico hasta
que es capturado y condenado a muerte. Rescatado por Jill y un vaquero llamado
Gregg Johnson (Ben Johnson), empleado de O’Hara y enamorado de la muchacha, el
simio salvará a los niños de un orfanato donde se había declarado un incendio.
Absuelto, Joe Young, junto con la pareja, ahora ya prometidos, regresaran a
África.
En la película hay intimidad,
suspense, humor y magníficas aventuras perfectamente fotografiadas en
blanco/negro por J. Roy Hunt y pese a ser principalmente dirigida a un público
familiar la respuesta en taquilla fue tan tibia como la crítica. Hoy, en día,
sin embargo, es considerado un ágil y conseguido film fantástico, no una obra
maestra como “King- Kong” pero si una cinta de culto (quizá más
que “El hijo de Kong”).
El guión de Ruth Rose partía
de un argumento de Merian C. Cooper y John Ford actuó como productor ejecutivo
y, según algunos datos, también como director de 2º unidad. Hay escenas
verdaderamente de ensueño y la animación es formidable. En principio se pensó
realizar la película en color pero ello hubiera disparado el presupuesto
(1.550.000 $, de los cuales 204.000 eran para los efectos especiales) y
finalmente se filmó en blanco/negro, virándose en rojo la escena del incendio
del hospicio (aunque casi siempre los pases por TV la dan en blanco y negro).
Más tranquilo, O’Brien trabajó a su gusto y finalmente alcanzó en los Oscar
anuales un galardón reconociendo sus méritos (en aquel tiempo aún no existían
oscares para efectos especiales). Aparte, tiene mucha importancia este film en
el campo de la animación ya que O’Brien --- secundado siempre por eficaces
ayudantes como Marcel Delgado o Pete Peterson, colaborador también varias veces
con O’Bie, tramoyista y constructor de decorados y figuras humanas en miniatura
--- acreditó a un joven Ray Harryhausen como ayudante suyo, realizando
bastantes partes de la animación del film. O’Brien elaboró con gran vitalidad
las escenas de Stop- Motion, dirigiendo incluso a los actores que debían
fusionarse con las maquetas. Se construyeron cuatro modelos de cuerpo entero de
43 cm de altura cada uno, un busto y otra figura entera de 13 cm para las tomas
lejanas (1). Al igual que la “Isla de la Calavera” de “King- Kong”
y “El hijo de Kong” está inspirada en un cuadro del pintor
simbolista, el suizo Arnold Böcklin (“La isla de los Muertos”, de
la cual realizó cinco versiones: dos en 1880, una 1883, otra en 1884 y la
última en 1886), algunas escenas de África de “El gran gorila”
también recuerdan varios cuadros del mismo autor (1827-1901), poseedor de un
indiscutible espíritu romántico.
Más adelante alumno y
maestro, O’Brien- Harryhausen, volvieron a encontrarse en un documental
producido y dirigido por Irwin Allen (2) donde se nos describe la vida animal,
desde los extintos dinosaurios hasta el tiempo actual: “The Animal World”
(1956). Durante mucho tiempo esta película resultaba imposible de conseguir y,
además, diversas escenas fueron recortadas para usarse en otras producciones.
Finalmente apareció un DVD (aquí llegó por importación) en lengua original
inglesa y puedo asegurar que lo mejor son las escenas de obertura más otras
intercaladas donde vemos a los dinosaurios animados magistralmente por Willis
O’Brien y Ray Harryhausen. Lo demás son explicaciones sobre la vida animal del
planeta filmadas de manera tan correcta como fría, resultando en algunos
momentos bastante soporífero.
El mismo Irwin Allen (lo
prefiero como avispado productor que como discreto realizador) proyectará en
1960 un remake del film de Harry Hoyt: “The lost world” (“El
mundo perdido”), producida y dirigida por el mismo Allen, donde se
contrató a Willis O’Brien por el prestigio de su nombre (“supervisor de efectos
especiales”, “supervisor técnico”) y nada más. Los dinosaurios eran animales de
la época actual “disfrazados” (con protuberancias y crestas) y aumentados
(lagartos e iguanas, hasta un pequeño cocodrilo). El resultado fue un desastre,
solo salvable por el reparto que reunía a Claude Rains, Michael Rennie, David
Hedison y Jill St. John. O’Bie para nada intervino en la animación.
Algo similar pasó en “The
Beast of Hollow Mountain” (“La bestia de la montaña”)
dirigida por Edward Nassour e Ismael Rodriguez (coproducción EE.UU- México) en
1956. Una vez más se pagó a Willis O’Brien para figurar su nombre como
supervisor y nada más. Louis DeWitt, Jack Rabin
y Henry Sharp cuidaban de los efectos especiales y la animación por Stop-
Motion era efectuada por el realizador
Edward Nassour que conocía la técnica. El guión era de Robert Hill sobre una
historia del mismo Willis O’Brien titulada “El toro estrella”,
aunque cambiara en su totalidad. La película tiene momentos interesantes
(aquellos bosques, valles y desiertos por donde ronda un Allosaurus
superviviente de su época por capricho de la naturaleza, el ataque al ganado y
a los humanos) hasta que finalmente se hundirá en unas arenas movedizas. La
animación no está mal del todo, hay momentos mejores y otros no tanto pero no
es igual de haberla hecho O’Brien. El animal es de un verde vistoso y brillante
aunque con una roja lengua exageradamente larga.
Más protagonismo tenía Willis
O’Brien en “The Black Scorpion” (“El escorpión negro”),
producción independiente U.S.A. (1957) dirigida por Edward Ludwig, con guión de
Robert Blees y el reputado escritor de ciencia- Ficción David Duncan. La
temática es parecida a la inolvidable “La humanidad en peligro”
(Gordon Douglas, 1954), cambiando las hormigas por escorpiones. La historia es
previsible pero tiene buenos momentos, especialmente la animación de los
animales a cargo de un O’Brien, que ya había traspasado la barrera de los 70
años y no gozaba de muy buena salud pero hizo un trabajo encomiable, ayudado
por Pete Peterson.
“Giant Behemot” (1959), no estrenado
comercialmente en España, del ex director artístico Eugene Lourié, es un
dinosaurio indefinido que surge del mar para atacar las localidades costeras
(pude visionarla en inglés). Cuando el animal está en el agua, no muy visible,
recuerda las ilustraciones de aquellas sagas nórdicas donde aparecían
gigantescas serpientes marinas y cuando está en tierra firme O’Brien demuestra
su talento. Además de devorar y aplastar a los humanos, el monstruoso renacido
de una explosión nuclear desprende radioactividad y emite un gas altamente
venenoso…
“Giant Behemoth”
es otra vuelta a la tuerca de “El monstruo de tiempos remotos”
(1953) del mismo Lourié con los efectos magistrales de Ray Harryhausen. Eugene
Lourié cerraría su trilogía “dinosaúrica” con “Gorgo” (“Gorgo,
1961), bastante entretenida pero sin la intervención de O’ Brien ni de
Harryhausen.
Finalmente se le confió a
O’Bie los efectos visuales de “It’s a Mad Mad Mad Mad World” (“El
mundo está loco, loco, loco”, 1962), comedia de Stanley Kramer donde la
creación de las miniaturas corría a cargo de una joven promesa en el campo del
Stop- Motion, Jim Danforth y la animación efectuada por Marcel Delgado. El día
8- noviembre – 1962 Willis O’Brien (3) nota un ligero dolor en el pecho que él
atribuye a una indigestión. En su casa, durante la noche, sentado ante el
televisor, morirá de un infarto. El cine perdía a uno de sus más insignes
artistas y para mi (en aquel momento era un niño y aún faltaban años para
entender y admirar la obra de O’Bie) se constituyó en gran pesar el no haber
conocido personalmente a Willis O’Brien como años después conocí al que fuera
su alumno y también gran creador Ray Harryhausen…
Narcís Ribot i Trafí
1)- “King- Kong, el rey
del cine”, de Carlos Díaz Maroto. Editorial Jaguar- 2006. Libro muy
recomendable.
2)- Irwin Allen (1916-1991),
productor y realizador americano. Diseñó series para TV como “Viaje al
fondo del mar”, “Perdidos en el espacio”, “El túnel
del tiempo” y “Tierra de gigantes” que hacían nuestras
delicias infantiles en los 60 (los capítulos que llegaban aquí, claro; ahora
las series completas se pueden encontrar en importación).
3)- “Los mundos
perdidos de Willis O'Brien”, coordinado por Jorge Adsuara y prologado
por Miguel Fernando Ruíz de Villalobos (2013), editado para la IV Jornada de
Literatura Fantastica, Ciencia- Ficción y Terror de Castellón es el único libro
en castellano centrado totalmente en Willis O'Brien (dedicado a la memoria de
Ray Harryhausen, fallecido el mismo 2013), como he repetido varias veces. Se
trata de una obra coral en la que participó quien escribe estas líneas.
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