“¡Por el imperio de mi voz, desde
el mundo que la esperanza ofrece, yo te lo mando genio, ahora aparece!” (Palabras
a recitar para que se materialice el genio de la lámpara)
“The 7th Voyage of Sinbad”
(“Simbad
y la princesa”, en España), producida por Charles H. Schneer en 1958 y
dirigida por Nathan Juran es una indiscutible obra maestra del cine llamado
“maravilloso” (y aventurero) conseguido a base de un trabajo de equipo
vertebrado sobre un sólido y dosificado guión de Kenneth Kolb --- según una
idea de Ray Harryhausen sobre las narraciones de las “Mil y una noches” (1) ---
y en las portentosas figuras del mismo Ray Harryhausen (2) --- su primer
trabajo en color --- con su sistema “Stop Motion”, fotograma a fotograma,
también llamado Dynarama o Dynamation, aprendido de su maestro, el gran Willis
O'Brien (creador y animador de las figuras del inimitable “King- Kong”, 1933).
Tenemos el caso de un honesto artesano el cual se encontró con la película de
su vida, Nathan Juran, ha pasado otras veces: también realizadores grises o
mediocres, miembros del artesanado movidos por el encargo y el interés por la
continuidad del trabajo, han redondeado un obra magnífica (recordemos a Richard
Thorpe con “El prisionero de Zenda” o Henry Levin con “Viaje al centro de la Tierra”)
o al contrario algún director como
Michael Curtiz (excelente) consiguió una
película inmortal, “Casablanca”, por encima de sus méritos (“El capitán Blood”, p. e.,
me parece mucho mejor). No podemos olvidar la conseguida y adecuada música de
Bernard Herrmann (“Psicosis, “Los pájaros”, “Viaje al centro de la Tierra”, “La isla
misteriosa”, etc.) con tonalidades orientales y logrando una de sus
mejores partituras. Con su habitual eficacia sugiere con elegancia --- sin
nunca subrayar groseramente como se hace en muchas ocasiones hoy en día --- lo
conveniente en el instante oportuno: los trombones preparan la aparición del
gigantesco cíclope en la playa de “La Conca” (Gerona), los xilófonos
sostienen el combate de Simbad con el esqueleto revivido espadachín (aquí
Bernard Herrman se inspira en un fragmento de Camille Saint- Saëns de su “Danza
macabra”).
Por su parte Nathan Juran fue siempre un eficaz
servidor de la serie B, no con mucha imaginación pero si con gran conocimiento
técnico en su trabajo consiguiendo cintas solventes (“The Deadly Mantis”, “La gran
sorpresa” o “Twenty Millions to Earth”, estas dos
últimas también en colaboración con Harryhausen) pero con “Simbad y la princesa”
logra una sutilidad y una elegancia con la cámara que sumadas a su efectividad
técnica da como resultado este feliz hallazgo que sería rutinario en caso de no
existir los citados factores.
Otro punto importante es la clara y nítida
fotografía de Wilkie Cooper el cual experimenta con éxito sobre el Technicolor
consiguiendo un variado cromatismo: el nítido mar nunca fue tan azulado y
verdoso, los marrones terrosos del interior perfectamente preparatorios para la
acción.
La cohesión final de todos estos elementos son
comprendidos y desarrollados por Nathan Juran quien, junto a la acertada
planificación, logra darle un tono poético (ausente en el cine de hoy en día),
sin acudir al subrayado y con las figuras de Harryhausen totalmente en función
de la obra.
El citado aliento poético se encontrará solo
parcialmente en otras futuras proyecciones Schneer- Harryhausen: “The
Golden Voyage of Sinbad” (“El viaje fantástico de Simbad”,
1973), de Gordon Hessler y “Sinbad and the Eye of the Tiger” (“Simbad
y el ojo del tigre”, 1977), de Sam Wanamaker. En “El viaje fantástico de Simbad”
se vigila más la espectacularidad de los efectos de Harryhausen que el
desarrollo de la aventura aunque en la lucha de Simbad y sus hombres con la
estatua de la diosa Kali con sus seis brazos armados con sendas espadas o con
el mascarón de proa que adquiere vida por obra del brujo Koura el animador
consigue la más perfecta sincronización en sus figuras. Inferior a los dos
primeros es “Simbad y el ojo del tigre” (demasiados planos cortos hacia los
personajes) pero se visiona agradablemente gracias a la contribución de
Harryhausen (el “Mineton”, animada estatua del minotauro en metal, troglodita
colaborador de Simbad, etc.). “Jason and the Argonauts” (“Jasón
y los Argonautas, 1963), de Don Chaffey se basa en la mitología griega
y casi alcanza el nivel de “Simbad y la princesa”, reprendiendo
el protagonista aquí la lucha con siete esqueletos en uno de los efectos más
maravillosos del gran Harryhausen. “Clash of the Titans” (“Furia
de titanes”, 1981), de Desmond Davies es el canto de cisne del dúo
Schneer- Harryhausen a causa de la poca acogida comercial y las nuevas técnicas
en manos de George Lucas y Steven Spielberg, los más representativos y
exitosos, entre otros. A pesar de todo la película contiene buenos momentos ---
una vez más gracias a Harryhausen --- aunque Desmond Davis no acierta como
Gordon Hessler o Don Chaffey y mucho menos como el acertado e inspirado Nathan
Juran.
La idea base de “Simbad y la princesa”
es idéntica a la de los dos siguientes films del personaje: obligación de
realizar un viaje a un territorio mágico, desconocido, tenebroso y hostil con
el propósito de deshacer un encantamiento. Aquí Simbad (Kerwin Mathews) se verá
obligado a ayudar al brujo Sokurah (Torin Thatcher) para encontrar una lámpara
con genio, en realidad con aspecto de niño (Richard Eyer). En realidad el mago
ha reducido el tamaño de la princesa Parisa (Kathryn Grant), prometida del
capitán Simbad, para obligarle a abandonar Bagdad y a embarcarse con la tripulación,
formada esencialmente por proscritos, a buscar la codiciada lámpara mágica,
precisamente en la isla de Colosa, la tierra de los cíclopes en donde también
reside, en el otro extremo de la isla, el brujo Sokurah cuyo castillo tiene una
entrada/cueva protegida por un enorme dragón que arroja fuego por la boca,
inspirado en los dragones de los cuentos.
En este sentido aventurero se une el tono (muy
naïf) del viejo cine, gracias a los elementos ya descritos, logrando los
consabidos resultados maravillosos. Aunque la vigorosa tonalidad es
extraordinaria y nunca decae me gustaría resaltar algunos momentos:
--- La danza de la gruñona camarera de la princesa
convertida momentáneamente en serpiente dentro de una gigantesca jarra gracias
al brujo Sokurah con los sugerentes acordes del gran Bernard Herrmann ---
--- La lucha de Simbad contra el esqueleto al que
el brujo ha dado vida. Finalmente Simbad logra precipitarlo desde lo alto de
una escalera de caracol de piedra y se hace trozos contra el suelo. La forma en
que el esqueleto se mueve y coge la espada y el escudo de una panoplia merece
estar en cualquier antología del cine “maravilloso” ---
--- La aparición del primer cíclope en la playa
saliendo de la gruta para recuperar la lámpara sustraída por el brujo ---
--- Un segundo cíclope encierra en jaulas de
madera a Simbad y sus hombres para asarlos en una barbacoa junto a un enorme
garrote y esqueletos humanos colgando (señal del régimen carnívoro de los
cíclopes). Simbad logrará cegar al cíclope (inspirándose en Ulises y el cíclope
Polifemo de “La Odisea”) y precipitarlo por un acantilado ---
--- Aparece un tercer cíclope (de piel más oscura)
y se enzarza en una lucha contra el dragón del brujo (Sokurah vive el el otro
extremo de la isla y el dragón encadenado en la cueva /entrada, comunicada con
su castillo, le sirve para protegerse de los cíclopes). Vence el dragón y
recibe la orden de matar a Simbad y a sus hombres. La flecha gigante (preparada
para protegerse de los cíclopes) será disparada y se clavará en el cuello del
dragón que, al caer, aplasta a su dueño ---
--- La gigantesca ave rok bicéfala les ataca pues
habían asado una cría recién salida del huevo. Un trozo de cáscara del huevo de
este ser es el último componente para que la princesa recobre su tamaño real
---
--- La princesa va encogiéndose mientras duerme a
partir de planos sobre sobre los brazos y su forzosa vida dentro de una cajita
custodiada por su prometido ---
Suntuosos palacios orientales (la película fue
rodada en Granada, Mallorca, algún punto de Inglaterra, el puerto de Barcelona
y la playa de “La Conca”, en la Costa Brava, Gerona), animales fantásticos,
oscuras y tétricas cuevas, pócimas y encantamientos manejados por un brujo que
domina la magia negra, brillantes tesoros a lo Alí Babá y mundos esotéricos que
configuran a la más grande película sobre las mil y una noches...
Narcís Ribot i Trafí
(1)- El título original del film (“The 7th
Voyage of Sinbad”) nada tiene
que ver con su homónimo literario de “Las mil y una noches”, es totalmente
diferente. Si buscamos alguna relación, por pequeña que sea, la tiene con “El 5º
viaje de Simbad” en donde aparece el gigantesco pájaro “Ruk” (y su
hembra), no bicéfalos, dispuestos a vengarse de los marinos que han asado una
cría suya.
(2)- Conocí personalmente a Ray Harryhausen en un
ya lejano Festival de Sitges- 1984. Una persona encantadora. He escrito sobre
él y sus creaciones en diversas revistas y fanzines. Debo dedicarle uno en este
blog.
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