“Cuando uno se inspira en algo bueno, la música nace con fluidez, las
melodías brotan, realmente es una gran
satisfacción”. (Franz Schubert)
La “Misa” como género
musical es una composición de carácter sacro, generalmente coral, formada por
las partes fijas de la liturgia eucarística como el Kyrie, Gloria, Credo,
Sanctus, Benedictus, Agnus Dei y otras secciones que pueden ser cantadas
(frecuentemente en forma de motete y otras formas) como el Introito, el Gradual, el Aleluya (a
excepción de Cuaresma), Ofertorio y Comunión. La mayor parte de las misas
elaboradas como género musical están en
latín y pueden ser “A Capella” (para voz humana sola) o acompañada (incluso por
una orquesta completa). La mayoría nunca fueron planeadas para ser
interpretadas durante la celebración del sacramento eucarístico sino para ser
escuchada como un género musical más (sinfonías. conciertos, música de cámara)
en auditorios o iglesias.
Todos los grandes compositores tienen música sacra
y prácticamente todos tienen una o varias misas: Bach (Misa en si menor),
Mozart (Misa de la Coronación), Beethoven (la ingente Misa Solemnis), sin
olvidarnos de los “Requiem” o misa de difuntos de Mozart, Verdi, Brahms, etc.
De Franz Peter Schubert (Viena, 1797- Viena,
1828), gran músico, bisagra entre el clasicismo y el romanticismo cuyo fuerte
era aquella inigualable y grande melodía la cual fluía en torrentes de
hermosura y melancolía (al final de su vida), admirador incondicional de
Beethoven, hemos hablado ya varias veces; ahora quisiera centrarme en su
aportación sobre las ocho misas
conocidas (nueve si admitimos un esbozo primerizo y, teniendo en cuenta
que, después de un arreglo, podemos contar con una segunda versión de la “Misa
Alemana”) que legó a la posteridad.
Schubert compuso un extenso elenco de música
religiosa tan irregular como notable (“Tantum Ergo”, “Magnificat”, “Kyrie”, “Salve
Regina”, etc.) y de todo este género la producción más destacable es la
de sus misas.
Schubert no poseía una profunda educación
religiosa (él mismo era considerado un heterodoxo, como nos dice Xavier Daufí
*), Así pues, el músico no mostró interés por el texto del ordinario como, por
el contrario, Mozart, Haydn e incluso Beethoven, quienes se mostraron más
preocupados y sujetos a la expresión litúrgica. Tampoco investigó para crear
formas innovadoras y por ello sus misas contienen, con ligeras diferencias, una
misma estructura. La aplicación cartesiana de la tradición litúrgica musical es
substituida parcialmente en sus últimas misas --- con un Schubert más maduro
--- por las impresiones románticas del mensaje evangélico, en forma subjetiva,
de los recuerdos aureolados, de lo cromático y poético produciéndose un irregularidad
donde la efervescente cualidad melódica redime sus muchos vaivenes
estructurales.
La misa nº 1 en fa mayor (D 105) fue compuesta
cuando Schubert contaba solo con 17 años (1814) de edad y es un logro de gran
belleza. Los solos para soprano del “Kyrie” están escritos para la
cantante Therese Grob de quien, por entonces, estaba enamorado Franz.
Unos cuatro años antes hay unos fragmentos de una
misa en do para voces, órgano y piano (1810) que, como en otras obras, no
concluyó.
Si la nº 1 era para voces y orquesta la nº 2 en
sol mayor es mucho más corta y modesta (D 167); fechada un año después (1815) y
es para voces, orquesta y órgano.
No resulta particularmente destacable la misa nº 3
en si bemol mayor (D 324), elaborada el mismo 1815 para voces, orquesta y
órgano. Se nota la influencia de Antonio Salieri --- aquel que la historia
coloca como envidioso enemigo de Mozart sin que el músico lo supiese --- por
entonces profesor de Schubert. He ahí la irregularidad de nuestro hombre en las
misas. De sublime hermosura pasa a lo más rutinario aunque sin caer nunca en lo
malo.
Tampoco la misa nº 4 en do mayor (D 452) posee
mayores cualidades que su antecesora. Está escrita para voces, orquesta y
órgano (1818). Después de su edición Schubert añadió las partes de las
trompetas y percusión y, más adelante, agregaría los oboes y una nueva versión
del “Benedictus” quedando
convertida en nueva obra ostentadora del código D 961 (1825).
En la misa nº 5 en la bemol (D 678) sube el
interés por encima de las números 2, 3 y 4. Es para voces, orquesta y órgano
(1822). Este interés sube a medida que avanza la obra: el “Kyrie” y el “Gloria”
son correctos (el “Miserere” del “Gloria” es excelente) y las partes
más elevadas cualitativamente son el “Incarnatus” y el “Amen” dentro del “Credo”
para llegar a un “Sanctus” y un “Benedictus” de gran belleza gracias
al acompañamiento del violín y las cuerdas sin olvidarnos del “Agnus
Dei” con su preciosa y cambiante armonía y su sorprendente y bella
melodía.
La nº 6 en mi bemol mayor (D 950) para voces y
orquesta es la mejor de sus misas, elaborada en el último año de su vida (1828)
--- por la cual sentía una especial devoción Johannes Brahms, quien hizo un
arreglo para piano --- en un momento máximo de madurez musical. Su armonía
posee una mayor riqueza, la polifonía es mucho más elaborada y la orquestación
tiene un interés superior. El “Kyrie” es totalmente innovador, como
si Schubert hubiera investigado a fondo sus posibilidades (nunca hasta entonces
se había escuchado un número así en el campo de la música religiosa) y lo mismo
sucede con el “Gloria” que parece prolongar y dar luz al número anterior, la
acertada sencillez del final contrasta con la exuberancia del resto. El “Hosanna”
del “Sanctus”
está compuesto de forma fugada pero con más armonía que el de las otras misas.
La misa nº 6 es una obra redonda en todos sus
conceptos pero la más popular --- especialmente en Austria --- es la “Deutsche
Messe” (“Misa Alemana”), en fa, compuesta en 1826 (D 872) para voces y
orquesta. Un año después Schubert hizo una segunda versión para voces sin
acompañamiento instrumental. Es sencilla y bella, su popularidad es merecida
aunque no tenga la grandeza de la nº 6.
“Mis creaciones son fruto del conocimiento de
la música y del dolor” (Franz Schubert)
Narcís Ribot i Trafí
(*)- Xavier Daufí- “Franz Schubert”
(colección “Conocer y reconocer la música de...), Editorial Daimon, Manuel
Tamayo (1986). Excelente síntesis del estilo y evolución musical del artista y
su época con la valoración actual del compositor. Roger Alier coordina la
colección que, como en otras ediciones similares, dejó de publicarse ...
Es una joya , una obra de arte!
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