Joseph Franz Haydn (1732- 1809) fue pieza decisiva
en la transformación musical de su época: el clasicismo. Su primera composición
está fechada en 1750 y su última es de 1803 (cuarteto para cuerdas nº 84). En
estos 53 años de compositor acaece la muerte de Juan Sebastian Bach y, en
consecuencia el fin de la música de contrapunto; aparecen nuevas formas (la
sinfonía, la sonata, el concierto para solista, el cuarteto de cuerdas) y desaparecen
las antiguas; el joven Mozart resplandece en el horizonte y más tarde surge la
figura de Beethoven mientras nuevas técnicas más libres substituyen la rigidez
de la creación tradicional. En este escenario de mutación Joseph Haydn (su
hermano Michael Haydn también fue compositor) tiene gran peso específico,
especialmente en las obras de cámara y en las sinfonías. Haydn compondrá 108
sinfonías por lo cual se le apodó el “Padre de la Sinfonía” y si
bien no se puede aceptar el término en sentido estricto (la escuela de Manheim
había trabajado con las semillas esparcidas) si que desarrolló esta forma
musical hasta la saciedad así como la sonata y el cuarteto (practicados
anteriormente por G. Allegri y Karl P. E. Bach, hijo del gran Juan Sebastian
Bach).
Haydn no fue un “niño prodigio” como Mozart (con
quien mantuvo siempre una gran amistad) ni como los futuros Schubert o
Mendelsshon, su talento progresó lentamente ya que solo a los 40 años compuso
su primera obra por la cual es hoy conocido. A través de procedimientos
técnicos nacientes enriqueció la composición y aplicó las estructuras
arquitectónicas fijando normas para el futuro. Una vez más las creaciones
haydnianas no han de impedirnos ver los aspectos más profundos e impresionantes
de su obras, especialmente sus cuartetos y sus sinfonías.
Haydn nació en la pequeña aldea de Rohrau a unos
30 Km de Viena y desde niño se formó en el ambiente musical pues su padre,
maestro carpintero especializado en la construcción de carretas, tocaba el arpa
de oídas y su madre cantaba. Las aptitudes musicales de Joseph fueron
descubiertas por un pariente el cual se llevó al niño para hacerle estudiar
solfeo y composición. Fueron años tristes y duros que Haydn consiguió superar
gracias a su natural buen humor, a su tenacidad y a su amor por la música a
pesar de la penuria de dinero (en aquellos años siempre viviendo de los
aristócratas, en ocasiones no era espléndidos, interesados por la música, como
los Esterhárzy, para encontrar la tranquilidad económica más tarde y total a su
vejez) así como su fallido matrimonio que le amargó las vida.
Sus primeras sinfonías (muchas de ellas elaboradas
por encargo y otras para una ocasión determinada) no están aún estructuradas en
los cuatro movimientos tradicionales, en otras el “adagio” es un
movimiento entero; hay frescor y originalidad en evolución cronológica a pesar
que algunas puedan parecernos repetitivas y varias de ellas llevan un nombre
(casi siempre ajeno al compositor pero así quedaron), por ejemplo “La
caza” (nº 73), “La despedida (45), “El
oso” (82), “La gallina” (83), “Milagro” (96), “La passione” (49), “La
Roxolane” (63), “El reloj” (101) etc.
Bien construidas y de carácter sencillo son sus
primeras sonatas, casi todas en tres movimientos y un minueto móvil en segundo
o cuarto lugar.
Como en el caso de las sinfonías, las sonatas
creadas posteriormente son más graves y serias reflejando la complejidad de su
evolución. Las 49 sonatas para clavicordio o piano (según las épocas) fueron
escritas a partir de 1760 hasta 1794.
Los conciertos
de Haydn (de interés desigual, menos populares que sus sinfonías y cuartetos
son también mas irregulares), alguno de autenticidad dudosa, son bastante
numerosos y tienen el mérito de ser palanca evolutiva, completada y
perfeccionada por Mozart: solista y orquesta no actúan ya por separado como en
tiempos de Vivaldi sino que funden y dividen los temas; nuevos matices experimentados por la orquesta y
diversos instrumentos, antiguamente secundarios, adquieren protagonismo a pesar
que Haydn hace uso discreto de los
instrumentos de viento, a veces solo en función decorativa. Fue él quien
acostumbró a los músicos de su época el concepto de la instrumentación
detallista y cuidada.
Su música de cámara es tan perfecta como
exquisita, sin duda en los cuartetos de cuerda (*) es donde Haydn consigue sus
obras maestras insuperables: escritura clara y transparente, forma equilibrada
y concisa, Podríamos destacar (añadiendo la espontaneidad) los cuartetos de
cuerda números 13 al 18 aunque todos brilles a gran altura.
Algunas misas valiosas y oratorios --- belleza de
inspiración e irregularidades estructurales sustentan “La Creación”
mientras que “Las estaciones” es obra de vanguardia cara al
Romanticismo --- eclipsan justamente alguna ópera intrascendente que no era su
mejor forma de expresión musical.
Narcís Ribot i Trafí
(*). Por fin apareció hace unos años un estudio en
formato de libro para sus cuartetos de cuerda:
“Josep Haydn y el cuarteto de cuerda”,
de Miguel Ángel Marín. Alianza Editorial (2009).
En general Haydn es un músico con escasa
bibliografía en castellano:
“Haydn”, de Domingo del Campo (1999)
Ediciones Península (Guías Scherzo nº 9).
“Las sinfonías de Haydn”, de H. C.
Robbins Landon, Idea Books (Cornellá), librito de BBC Music Guides (“ Col. Idea
Música”, 2004).
Hay otras obras donde se estudian diversas
composiciones de Haydn, el estilo musical de su tiempo o trabajos parciales.
Quiero citar el sencillo libro de Editorial Parramón que en su momento me
sirvió de base, el doble estudio (orden alfabético) “Haendel/Haydn”
(1982), anónimo.
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