El primer gran pintor renacentista veneciano fue Giovanni Bellini, quien
con su hermano Gentile fueron maestros de Giorgione (con el tiempo, mentor de
Tiziano) en el taller de ambos. Siguieron una serie de excelentes artistas como
Vittore Carpaccio y después de la aportación de Giorgione vienen Tiziano y
Paolo Caliari. El tercer gran nombre de la generación pictórica veneciana de la
segunda mitad del siglo XVI fue Tintoretto, reconocido en su tiempo como pintor
eficaz e interesante aunque solo en el pasado siglo se le ha empezado a valorar
justamente, colocándose a la altura de los anteriormente citados.
“Tintoretto” era el apodo del pintor
Jacopo Comin, llamado también Jacopo Robusti (1518- 1594). Recientes estudios descubrieron
que Robusti era también apodo, su verdadero apellido era Comin.
Entró joven en el mundo de la pintura, ya en su
juventud le llamaban “Il furioso” por su visión de la perspectiva y por el
original uso de la luz. Posiblemente se ejercitó en el taller de Tiziano, otros
lo niegan. Acostumbraba a pintar en su estudio a la luz de lámparas y antorchas
porqué gran cantidad de sus obras reflejaban escenas nocturnas. Propio de él
son sus composiciones asimétricas con acertados desplazamientos del protagonista
en beneficio del grupo. Tomemos como ejemplo “El lavatorio de los pies”
(1547), sencillamente una obra maestra: las figuras de Jesucristo y Pedro
forman un grupo en el extremo derecho del cuadro dejando que los demás
personajes se distribuyan por el espacio pictórico. Otro ejemplo, “La
Santa Cena” (1592- 1594), su última obra (también maestra), la luz
proviene de la figura de Jesucristo y de una lámpara que cuelga del techo
rompiendo la nocturnidad con contrastes y contraluces que proporcionan un ambiente
fantasmagórico y tenebrismo. Figuras alargadas, cuerpos flexionados, formas
inacabadas frente a otras muy trabajadas, juegos de colores de luces violentas
tejen un lenguaje pictórico muy atractivo que volveremos a ver en el Greco.
A la par de sus grandes obras religiosas vemos algunos retratos y escenas de desnudos
femeninos (“Susana en el baño, “Leda y el cisne”) que preparan los
futuros desbordamientos y exuberancias del barroco.
La vida de Tintoretto, a diferencia de otros
colegas suyos, fue tranquila. Su única pasión fue pintar. Bastante reconocido
en vida, curiosamente, en muchas ocasiones solo pedía como pago el gasto de la
pintura, lienzos y pinceles.
Los principios artístico de Tintoretto (Venecia,
1518- 1594) eran evidentes: en su taller colocó la inscripción de “Il
disegno di Michelangelo, ed il colorito
de Tiziano” (“El diseño de Miguel- Ángel y el colorido de
Tiziano”). Abierto e interesado por las corrientes manieristas (a
diferencia con Tiziano con el cual siempre tuvo una relación muy fría, fue su
maestro pero nunca su amigo), le apasionaron siempre los efectos de la luz y su
importancia en relación con la pintura. Fabricaba figuras de cera de sus
modelos antes de pintarlos y los colocaba en diferentes ángulos experimentando
cual era la mejor posición (a causa de ello algunas de sus figuras aparecen en
distintas obras con diferente
iluminación). Vivía de forma espartana, trabajando frecuentemente día y noche,
rara vez admitía a alguien en su taller, ni siquiera a los más íntimos y
mantenía sus técnicas pictóricas en riguroso secreto salvo para sus asistentes.
Empezó con el estilo de Tiziano, volviéndose más
manierista a partir de 1540, manifestando su pintura la pasión, la audacia y el
dinamismo de la composición y el uso de la luz con sus redundantes efectos de
perspectiva que anticipaba ya el Barroco.
Incluso en sus primeras obras desenvolvió un
dinamismo compositivo que predecía un peso dramático logrado más tarde, de
forma más evidente, creando una tensión en el uso de la luz. Esta fuerza aparece ya en “El
milagro de san Marcos liberando a un esclavo”, obra que le consagró en
la fama (óleo sobre lienzo pintado en 1548), luego vino un período más o menos
estancado donde buscaba la unidad más estrecha entre imaginación y emoción, luz
y sombra, llegando por evolución pictórica
a un estilo tan turbulento como apasionado. La tensa dinámica de las
figuras y el desarrollo de la escenografía arquitectónica se proyectan para
conseguir un arte especializado en
conmover y hacer reaccionar al espectador. Esta técnica abierta, innovasdora y
expresiva nos hace ver, p. e., en “Santa María Magdalena leyendo” (óleo
sobre lienzo, 1583- 1587) como el paisaje se ha convertido en expresión pura de
pintura (magnífica) desplazando el protagonismo de otros elementos de la
composición...
La pintura que otorgó la fama a Tintoretto fue “El
milagro de san Marcos liberando a un esclavo”, para la sala capitular
de la Scuola Grande di San Marcos, es aún una de sus obras tempranas así como “El
lavatorio de los pies”. Esta creación forma parte de una colección de
lienzos de gran tamaño representando escenas de la vida de san Marcos (1548-
1563), caracterizados con fuertes escorzos lo cual constituyó una gran novedad.
Cada elemento y cada personaje de la obra están perfectamente armonizados en el
conjunto total de la composición con una fuerza plástica encomiable además de
la sutileza en detalles como las pequeñas figuras situadas bajo el arco. De
1562 a 1566 entrega a la escuela de San Marcos otro lote de pinturas representando
la vida del santo apóstol y evangelista:
“El
hallazgo de san Marcos”, “Traslación del cuerpo de san Marcos y “San Marcos
salvando a un sarraceno de un naufragio”.
Siendo deudor de Tiziano se aleja a partir de
ahora de la concepción de veracidad dentro del Clasicismo para conseguir una
expresividad dirigida a conmover y sorprender al espectador --- como ya hemos
dicho --- y provocarle una reacción. Para ello el artista activa su pasión para
despertar toda posible atención, enriqueciendo su lenguaje, incluso en el
contrastado e intenso tratamiento del color con una apasionante riqueza de
tonos, matices y gran calidad de esmalte utilizado hábil y perfectamente junto
con la luz en función de la perspectiva, principios de este nuevo lenguaje
pictórico.
Entre 1564 y 1568 Tintoretto trabajó en la Escuela
de San Roque y la iglesia adyacente del mismo nombre para la decoración. Pintó
paredes y techo incluyendo un autoretrato (“La coronación con espinas”,
“El Calvario”, Moisés golpeando la roca”, “Plaga de serpientes”) y “La
crucifixión” (1565), óleo sobre lienzo de grandes dimensiones (536 x
1224), en donde, siguiendo la reglamentación clásica, plantea una composición
con su perspectiva totalmente diferente del Clasicismo: Cristo en la cruz, en
el centro con el grupo de las Marías, la escalera en el suelo, la cruz con el
ladrón de la izquierda que están izando y el de la derecha que están clavando.
Ello nos demuestra una perspectiva en lineal pero la luz, la fragmentación de
la materia y el valor otorgado al color dan, por otra parte, una apariencia
totalmente aérea. Estamos en el Manierismo, pero totalmente propio del autor.
Realizó también algunas pinturas para el Palacio
Ducal de Venecia, lienzos y paredes, algunas de ellas desgraciadamente han sido
retocadas...
Narcís Ribot i Trafí
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