Desde el principio de mi interés por la pintura y
todo el arte en general, he sentido siempre debilidad por la obra del pintor
veneciano Giovanni Bellini (dentro de la cosmología de la pintura renacentista
y de la pintura en general) por la nitidez de su perspectiva, la vitalidad de
su colorido y el espléndido uso de la luz que le convirtió en el mejor pintor
del quattrocento
veneciano y en uno de los mejores paisajistas del Renacimiento.
Poco se sabe de su juventud (su nacimiento ha de
colocarse entre 1426 – 1430, falleció también en Venecia, 1516) y los estudios
de su obra escasean . Hijo de Jacobo Bellini, pintor bastante reputado,
propietario de un taller artístico que aunó el estilo bizantino, la tradición
veneciana y las nuevas ideas naturalistas procedentes de Toscana. Allí,
Giovanni y su hermano Gentile se formaron como pintores siguiendo los pasos de
su padre al intentar fundir las perspectivas renacentistas con las tendencias
del gótico tardío. En esta primera etapa juvenil destacan sus “Vírgenes”,
siendo sus modelos los iconos bizantinos y greco- cretenses muy difundidos,
cambiando su hieratismo original por un lirismo y un sentimiento poético que
vivifica las figuras y las coloca en íntimo y afectuoso contacto con el
espectador (“Virgen con niño”, “Virgen griega”, “Virgen Lehaman”, etc.).
Otra temática característica de esta etapa son las “Piedades”, también de
influencia bizantina. Destaca, entre otras, “La piedad de Bérgamo”,
con su dramatismo representado por el dolor de la Virgen y san Juan Evangelista
sosteniendo el cuerpo del Cristo ejecutado y ya bajado de la cruz.
La segunda etapa viene señalada por la influencia
de Andrea Mantegna el cual se convirtió en su cuñado. Le influyó en la
ordenación geométrica consiguiendo un tono impolutamente caligráfico (es
interesante comparar las versiones de ambos artistas de “Oración en el huerto”).
Algunas obras de este capítulo: “Crucifixión”, “Transfiguración”, “Presentación
en el Templo” (también existe otra versión de Mantegna). Al finalizar
esta fase --- aunque sin abandonar la representación racional del cuerpo
/espacio ni su interrelación --- quedará también algo influenciado por Antonello
di Messina (ca. De 1430- 1479), considerado como uno de los introductores
de las técnicas pictóricas con óleo en Italia, influido por la luminosidad
atmosférica de la pintura flamenca que aunó con la ingente perspectiva del
Renacimiento Italiano. La coloración de Bellini es ahora más luminosa y
profunda, el color substituye al contorno y la luz domina el cuadro.
Entramos ya en su tercera y última etapa, la de su
madurez artística. El “Políptico de san Vicente Ferrer” (9
encasamentos en tres filas), “Retablo
de Pésaro, Cristo muerto sostenido por ángeles”, “Resurrección de Cristo”,
otra versión de “Transfiguración, Alegoría Sagrada”...
Bellini se dejó influenciar por lo mejor de otros
pintores, incluso por alumnos suyos como Giorgione (1478- 1510) o Tiziano
(1485 o 1490- 1576), creó un personal estilo, murió nonagenario gozando siempre de fama y su maestría es
importantísima para la pintura veneciana del siglo XVI.
Antes se afirmaba que los pintores venecianos
sobreponían los colores directamente sobre el panel/lienzo a partir, a veces,
de un primario boceto. Esto es verdad a partir de 1500. Que el dibujo era tan
importante para los venecianos como para otros artistas (p. e. los florentinos)
lo demuestra claramente la familia Bellini. Jacopo Bellini recopiló un
cuadernos de dibujos que sus hijos Gentile y Giovanni (apodado Giambellino)
utilizaban mientras aprendían a pintar ¿Donde se inspiró Giovanni para
conseguir aquella gradación de color tan exquisita y grácil? En verdad la luz,
espléndidamente manejada, otorgaba a los tintes rosas de la carne infinidad de
matices y las ilimitadas gradaciones de grises, verdes, amarillos y marrones
dotaban a la obra de Giambellino como una de las más
apasionantes de la historia. Los primeros trabajos de la escuela veneciana,
brillantes, poseían una superficie de color contrastado pero plano. Bellini
comprendió las sutiles tonalidades propias de la naturaleza. Se ha barajado la
posibilidad del conocimiento sobre obras de pintores flamencos (Van Eyck, Van
der Weiden), quizás algo, pero las complejas y ricas tonalidades son diferentes
al estilo estable y uniforme de los flamencos. Giambellino debió ser,
en mucho, autodidacta observando/estudiando la naturaleza.
Si contemplamos la misma escena pintada por
Bellini y por su cuñado Andrea Mantegna, “Oración en el huerto” vemos como la
del segundo está compuesta en sentido teatral ligando los acontecimientos por
el vector paisajista: en un fondo de construcciones italianas, Cristo
arrodillado sobre roca, escorzo de los cuerpos de los apóstoles; Judas
conduciendo los guardias domina el plano medio empalmando el giro de su manto
con la curva que asciende la colina. Bellini, aunque influido estilisticamente
por Mantegna, da su propia visión de la naturaleza: suaviza pendientes,
ensancha curvas, modera el ritmo; los apóstoles dormidos en primer plano están
absorbidos por el paisaje, como fundidos
en el suelo mientras Jesús en silueta recortada hacia el cielo se dirige
a él orando en silencio. Esta comunión naturaleza & hombre cohesionados por
la luz (reconociendo que el cuadro de Mantegna resulta más que notable) es lo
que confiere a la pintura de Bellini un sentimiento religioso único...
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