Su admiración por la sinfonía
9 de Beethoven, “Coral”, le dejó una huella imborrable pero nunca la copió sino
que en parte fue moldeando el tipo de caracteres de sus movimientos: un primer
tiempo de vasto nivel, el gran “adagio” el apoteósico “scherzo”
(en Haydn y Mozart era un “minuetto” que Beethoven reemplazó por un “scherzo”)
y el “finale” donde generalmente reaparece el material temático ya
escuchado.
Evidentemente si damos un
repaso a las sinfonías vemos que nada tienen que ver con las de Brahms. Son dos
formas totalmente diferentes de entender la música. Injustificadas fueron las
controversias de seguidores intransigentes y de una crítica nefasta (*) la cual
desvalorizaba al contrario. La amplitud de perfiles temáticos acerca Bruckner a
otro insigne austríaco: Franz Schubert en armonía y tonalidad, además ciertos
paralelismos de cualquier sinfonía bruckneriana con la sinfonía 9, “La
Grande”, de Schubert, aparte de la tendencia a la gran extensión y a la
“recurrencia de los temas y el carácter austríaco” de algunas melodías
(profesor Derick Cooke: “La sinfonía de Haydn a Dvorak”).
El estudioso o aficionado que
se adentre en las sinfonías de Bruckner se encontrará con serios problemas de
nomenclatura ya que el compositor se vio obligado a dar diversas versiones de
sus obras (persuasión por parte de discípulos y directores de orquesta que no
dudaban en retocar la obra delante la humildad y falta de firmeza del músico el
cual les daba carta blanca). Así, de la sinfonía en fa menor (1863), no
numerada y a veces señalada como 00 (doble cero), la sinfonía en re menor (nº
0), la 5 en si bemol, la 6 en la mayor, la 7 en mi y la 9 en re menor
(incompleta) existe única versión pero de la 1 en do menor hay dos versiones
así como de la 4 en mi mayor (“Romántica”) y de la 8 en do menor y
aparecen tres versiones de la 2 en do menor y de la 3 en re menor, denominada “Sinfonía
Wagner” en honor de su admirado a quien dedicó. Según recomendaciones
de la “Sociedad Bruckner”, fundada en 1929, es conveniente decidirse
por la versión cronológicamente más antigua.
2)- MÚSICA VOCAL,
RELIGIOSA Y PROFANA- Las tres
últimas misas de Bruckner, numeradas como 1 en re menor (1864), 2 en mi menor
(1866) y 3 en fa menor (1868) se clasifican en el primer período de su madurez
creativa en donde existen influencias de la “Misa Solemnis”
beethoveniana, las misas de Réquiem de Cherubini sin olvidar el elemento
barroco y los clásicos vieneses Haydn y Mozart. De este excelente material
surgirán estas obras incomparables en donde la orquesta juega un importante
papel en ocasiones con temas propios en un estilo prácticamente sinfónico.
El famoso “Te Deum” en do mayor (1881- 1883),
en cinco partes, demuestra su maestría en el lenguaje musical y el “Salmo
105” para soprano, coro y orquesta (1892) está emparentado con los
esbozos de su sinfonía 9 (en el 4º movimiento) que no pudo acabar (encontrando
también paralelismos con las características técnicas de César Frank). Otra
obra religiosa importante es el ejemplar “Ave María”, una de las mejores de su
género. “El cántico alemán” y “El encanto del ocaso” son obras
vocales profanas (bastante numerosas) junto con tres o cuatro grupos más de lieder
que realmente pueden acercarse en calidad a la obra religiosa.
Narcís Ribot i
Trafí
(*)- “Espero que se haya divertido
usted tanto como yo con las tonterías publicadas por la crítica” (de
una carta de Gustav Mahler a Richard Straus).
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