“... consideraba que la penumbra
era más representativa para los misterios religiosos”
Giles
Lambert en su estudio sobre Caravaggio (Editorial Taschen, 2001) nos dice que
fue el pintor más misterioso y revolucionario de la historia. Tanto su vida
como su pintura fueron escandalosas.
En contraposición al Manierismo ofreció un
nuevo lenguaje pictórico, realista y teatral, escogiendo el tema en el momento
más dramático y buscando sus modelos en la calle. En su pintura prima siempre
la naturaleza, siendo a la vez antesala y apoteosis adelantada del Barroco,
marcado por el frenesí, éxtasis, exaltación, exceso... El movimiento nació de
la Contrarreforma surgida del Concilio de Trento: imágenes, ornamentos,
colores, contrastes aparecidos en contraposición a la rigidez y austeridad de
Lutero y Calvino; es también el momento que emerge la ópera de la mano de
Claudio Monteverdi... La obra de Caravaggio se incrusta en esta época de
cambios y tensiones.
Lo más peculiar de su pintura es el realismo
sin concesiones. Los personajes, siempre reales, ni los inventa ni los
idealiza; su obra pictórica religiosa no es una excepción y así, tanto dentro como fuera de la Iglesia,
tuvo su multitud de detractores y de admiradores (uno de sus grandes
protectores fue el cardenal Del Monte). Ya en su etapa madura se mostrará como
el más talentoso experimentador de la “Luce di Bottega” (“luz
de taller”) con la cual introducirá el tenebrismo en la pintura. El
tenebrismo es el efecto de una poética de la luz que ocupa oblicuamente el
espacio para establecer violentos contrastes y mezclar las obscuridades
impenetrables de los fondos con los volúmenes más iluminados de los cuerpos. De
esta forma, objetos secundarios quedan inadvertidos/desaparecidos en la
obscuridad realzando lo esencial del cuadro.
Otra aportación importante de su pintura es la
obertura hacia la tradición “moderna” de la naturaleza muerta, itinerario que seguirán
pintores como Zurbarán, Chardin, Coubert, influenciando además en Rembrandt,
Ribera, Delacroix y Manet, aparte de la admiración que sentía Cézanne por la
totalidad de su obra.
Michelangelo Merisi (Milán, 29/9/1571- Porto
Ércole, 18/7/1610) pasó su infancia en la aldea lombarda de Caravaggio (de ahí
su pseudónimo), hijo de Lucia Aratori y
Fermo Merisi, arquitecto – decorador de Francisco I Sforza, marqués de
Caravaggio. Pierde pronto al padre y entra en el taller del pintor Simone
Peterzano, discípulo de Tiziano. De él adquirió su extraordinaria técnica. No
fue la primera vez que de un maestro poco conocido y mediocre surgió un artista
excepcional. Allí se inició como pintor. El primer cuadro (re)conocido de él es
una naturaleza muerta: “El cesto de fruta” (1596). El
detalle está al máximo: entrelazado de los mimbres, el tratamiento de ls frutas
sanas, otras picadas, gotas de humedad en las hojas deslucidas o lozanas...
Fue un pintor de vertiginosa evolución. En solo
18 años su pintura cambió y rotó espectacularmente, desde las primeras obras
romanas hasta las últimas realizaciones en Sicilia. Antes de su llegada a Roma
había una serie de obras para ir redondeando y puliendo un estilo que aparecerá
en su primer período romano. Entre los años 1592- 1599, obras de juventud,
pintó cuadros de pequeño formato: bodegones, mitológicos, alegóricos y alguna
incursión en el religioso aún sin la relevancia obtenida en el futuro. El
encargo de los lienzos para San Luigi dei Francesi sirve de frontera al señalar
el inicio de su 2ª etapa romana (1599- 1606) para pasar al periodo final, la llamada etapa itinerante
(1606- 1610), trabajando para iglesias napolitanas, maltesas y sicilianas donde
las penalidades que sufrió y la vida desordenada se reflejaban en su pintura.
En este primer período romano realizó una serie
de lienzos centrado en muchachos
andróginos que tocan
instrumentos y cantan: “El tañedor de laúd”, 1596-97), “Concierto
de jóvenes” (1595- 96); de temática
alegórica como “Baco enfermo” con el mismo estilo
puesto que Caravaggio no tenía en cuanta la iconografía al uso y crea su propio
Baco con huellas de embriaguez en su rostro y con una copa de vino en su mano
con la sensación que la va a derramar sobre el espectador; las comentadas naturalezas muertas a pesar de
haberlas pintado ya como complemento de figuras en otros cuadros (“Muchacho
con cesta de frutas”, 1593- 1594); el
retrato --- muy pocos han
sobrevivido –- cfr. “Retrato
de mujer joven” (destruido en Berlín durante la II Guerra Mundial) y “Retrato
de Maffeo Barberini” (con el tiempo sería el papa Urbano VIII); temática religiosa, también
escasas obras en este periodo: “Éxtasis de San Francisco”, Sacrificio
de Isaac” (1598- 1600), “La Magdalena” (1594-96), “Decapitación
de Holofernes” (1597-1600) --- la eclosión vendría después --- y temática mitológica: “Narciso”
(1597- 98), todo un alarde de técnica describiendo las tensiones y meditación
reflexiva de nuestro atormentado protagonista.
Su II período romano (1599- 1606, año de su
huída a Roma) dio inicio con los lienzos para San Luigi dei Francesi.
Caravaggio realiza en esta etapa los grandes programas religiosos. Las
emociones internas fluyen a través de gestos grandiosos ejecutados por sus
personajes, mientras las figuras cobran volumen ocupando gradualmente todo el
lienzo. Busca el impacto emocional --- conseguido genialmente ---desarrollando
repertorio propio sin dudar en sacrificar la lógica disponibilidad de las
figuras.
En ocasiones podía realizar dibujos
preparatorios (no se conserva ninguno) pero si está demostrado que en otras
muchas pintaba directamente sobre tela (“alla prima”). Pincelada suave,
apenas perceptible, mientras la obscuridad gana terreno progresivamente al
fondo de sus composiciones, quizás por considerar que la penumbra era más
representativa para los misterios religiosos. La luz ilumina con fuerza las
figuras, modelándolas sin penetrar en la negrura, consiguiendo una atmósfera
particular y original. De esta etapa recordamos: “Cena de Emaús”, “Amor
victorioso”, Cabeza de Medusa”, Vocación de San Mateo”, “Martirio de San
Mateo”, “Crucifixión de San Pedro”, “Conversión de San Pablo”, “Entierro de
Cristo” (una auténtica obra maestra elaborada desde 1600 a 1609), “David
con la cabeza de Goliat”, “La dormición de la Vírgen”, etc.
El tercer y último período transcurre entre los
años 1600- 1610. En este capítulo itinerante creó obras para iglesias
napolitanas, maltesas y sicilianas. La agresividad de carácter y su mala vida,
así como las penalidades que sufrió durante su huída (había matado un hombre
por discusión en el juego) indudablemente se reflejan en su pintura. Se ha
perdido la individualización de los personajes, inherente de antes. Ahora
tienden a mezclarse formando una masa compacta; una gran parte de la superficie
carece de figuras, vacío impactante y escenas representadas más crueles; ya no
se trata del pintor caracterizado por su detalle, sino que en gran parte de las
composiciones las figuras apenas son esbozadas.
Para Nápoles pintó “La Virgen del Rosario”,
atípica y diferente, solo entendida desde el punto de vista económico. A
continuación realizó una de sus obras maestras arriesgada, original e
incomparable: “Las 7 Obras de Misericordia”. Nadie había plasmado, hasta el
momento, las obras reseñadas por san Mateo en su Evangelio (25, 35-36) y “La
Flagelación de Cristo”. Trasladado a Malta pintó “Degollación del Bautista”
(firmado con la sangre del degollado) y algún retrato y en Sicilia elaboró “Resurrección
de Lázaro” (punto álgido), de nuevo Nápoles (“San Juan Bautista”, “Salomé
con la cabeza del Bautista”), siendo su última obra “Martirio
de Sant Úrsula” antes de su prematura muerte, tumultuosa y extraña (aún
no se sabe exactamente de que murió) como su corta y desordenada vida...
Narcís
Ribot i Trafí
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