El término “vals”
se aplica por vez primera a una danza en 1780. El compositor español Martín
Soler introduce en la corte de José II un vals en su ópera “Una
cosa rara”. Pocos años después, en toda Europa (especialmente
Austria y particularmente Viena) se danzaba al enfebrecido compás de este tipo
de baile. Con toda seguridad el “lander”, baile típico de la
población rural y artesana de Bohemia y Baviera es el precedente del vals
vienés.
La raíz
etimológica de la palabra vals --- del latín “Volvere” --- marca la
pauta de tal danza:”girar”, dar vueltas sobre si mismo. Quienes extendieron el
vals en su origen campesino y popular, convirtiéndolo en urbano y social,
fueron Josep Lanner y Johan Strauss (“el padre”, o “el viejo”, 1804- 1848, para
distinguirlo de su hijo del mismo nombre y apellido). Gracias a ellos el vals
despertó auténticas pasiones, desde las capas más humildes hasta la
aristocracia. Inmediatamente los negociantes abrieron para que la gente pudiera
gozar de aquellas maravillas. Quien llevará el vals a su culminación en cuanto
a popularidad y lo elevará a la más alta cota de perfección será Johann
Strauss, (hijo primogénito del “viejo”, llamado “El joven”, 1825-1899) el cual
llegó a realizar, en 1872, una gira que fue un éxito. En Boston interpretando,
una vez más, su célebre “El Danubio azul”, al llegar a su
último compás el público estalló en un delirio colectivo. Lo había compuesto en
1867, “El Danubio azul” o “El bello Danubio azul”
(“An
der Schönen Blauen Donau”, original alemán) y en su estreno actuó la
orquesta creada por el segundo y tercer hijo
del “viejo” Strauss: Josef y Eduard Strauss y aunque el éxito de su
recepción fue mediano se convertirá, más adelante, en un triunfo clamoroso, el
más conocido y popular de sus cuatrocientos valses, siendo ello en el mismo
año, a partir de su audición en la Exposición Universal de París donde fue
dirigido por el mismo autor.
Naturalmente
pasó lo mismo que con otros géneros artísticos o con otras composiciones
musicales: los valses fueron considerados, durante mucho tiempo, como “música
menor” por determinados críticos. Debería ser el gran director de orquesta
Klemens Krauss quien en 1941, al inaugurar los conciertos de final de año,
revalorizaría en su totalidad este tipo de música y la labor de los Strauss y
de Josep Lanner.
JOHANN STRAUSS,
padre, compuso numerosos valses y otras danzas. Su vals más famoso es “Loreley-
Rhein- Klange” (Opus 154), aludiendo a la famosa roca de Loreley (“Sonidos
del Rhin en Loreley”), el cual evoca un amplio pasaje parecido a la
obertura de una ópera romántica alemana pero este inicio inesperado se trunca
en severos acordes que dan paso a la danza, brillando la composición a gran
altura. La más famosa de todas sus danzas es la festiva “Radetzky- Marsch (Opus
228) en homenaje al general del mismo nombre por sus victorias militares en
Italia.
De JOHANN
STRAUSS, hijo, son famosos sus grandes valses como “Cuentos del bosque de Viena”,
“El
Emperador” y, sobretodo, “El bello Danubio azul”, su obra maestra
junto con las polcas “Saludos de Viena”, “Tik-
Tak”, “Widfeuer” o Trisch- Trasch”,
cuadrillas, marchas, etc. y sus operetas como “El barón gitano”, “El
murciélago”, etc.
JOSEP STRAUSS
(1827- 1870), el segundo hijo, era el más culto y formado de la familia, queda
injustamente eclipsado por su hermano mayor al cual reemplazó en la dirección
de orquesta en varias ocasiones. Escribió también polcas, cuadrillas, marchas
situadas al mismo nivel que las de su padre o hermano (las polcas y mazurcas
son las mejores de la dinastía) aunque haya escasas grabaciones. Recordemos el
vals “5 hojas de trébol”, “Vals
delirios”, el pequeño poema sinfónico “Golondrinas de los pueblos de
Austria” y el célebre “Pizzicart Polka” en colaboración con
su hermano Johann.
EDUARD STRAUSS
(1835- 1916), el tercer y menor de los hermanos, es autor de unos 300 trabajos
musicales de los cuales unos pocos han llegado a la actualidad. Dominio eficaz
pero rutinario de la técnica, desprovisto de ideas (recogidas de sus hermanos);
por el contrario las fuentes indican que era el mejor director de orquesta de
la dinastía. Cumpliendo un juramento hecho a Josep cometió uno de los actos más
funestos de la historia musical: quemó el archivo musical de la dinastía… un
trabajo acumulado con el trabajo de un siglo. Nunca he entendido el porqué de
este juramento…
Narcís Ribot i Trafí
No hay comentarios:
Publicar un comentario