En 2005 escribí esta pequeña reseña, para un semanario de
la Costa Brava, en dos partes después del estreno de “Alexander”
(“Alejandro Magno”, 2004). Hemos de agradecer a “Gladiator”,
de Ridley Scott (2000) --- con sus virtudes y defectos --- el retorno de los
films sobre la Antigüedad y así, tras el estreno de la mediocre “Troya”
(Wolf Petersen, 2004), eclosionó la figura de Alejandro II de Macedonia,
llamado “El Grande” o “Magno”, unificador del mundo helénico, vencedor del
Imperio Persa y otros pueblos además de efectuar una aproximación sociocultural
entre Oriente y Occidente.
Se han reeditado antiguos estudios, biografías,
historias, leyendas y un buen número de novelas históricas y reportajes en
todas las revistas de historia. Oliver Stone estrenó su película mientras había
otra en proyecto de Baz Luhrman con Leonardo DiCaprio y Nicole Kidman que no
llegó a cuajar. Y yo pregunto: ¿porqué Alejandro, porqué el cine ha ignorado al
siglo V a. C. griego con su esplendor cultural y personalidades como Pericles,
Alcíbiades y muchos más, y la guerra del Peloponeso? La respuesta es obvia:
unos personajes, unas situaciones se recuerdan; otros no (aunque puedan ser
igual o más importantes) y por tanto no son rentables a priori para un cine o
literatura sostenidos por una industria. Dejando aparte este punto,
suficientemente amplio para un análisis serio, antes de visionar el “Alejandro
Magno” de Stone revisé “Alexander, the Great” (“Alejandro
Magno”), escrita, dirigida y producida por Robert Rossen para United
Artists (1955) y protagonizada por Richard Burton (Alejandro), Fredric March (Filipo
II de Macedonia, padre de Alejandro) y Danielle Darrieux (Olympias, madre de
Alejandro). El film de Rossen puede considerarse el más fidedigno y me parece
un “Peplum” bastante aceptable a pesar de las frías y negativas críticas
recibidas en el estreno de la película. Como ha sucedido otras veces se le
reconocieron valores tiempo después. En ocasiones es lírico, con una fuerza
psicológica inusual en films del género, austero y breve en la resolución de
escenas y, además, la cinta avanza sin mucha fluidez narrativa --- al menos en
apariencia --- resultando lenta en ocasiones (cfr. los diálogos monocordes de
Alejandro/Richard Burton, por otra parte su interpretación me parece notable)
pero en compensación vemos un trabajo inteligente y personal de Robert Rossen
el cual consigue un eficaz documento casi realista de la historia. La base son
“Las vidas…” del inevitable Plutarco del cual se sirve el
realizador para componer el cuadro de un Alejandro siempre valiente y a veces
neurótico a causa de un complejo edípico, unas veces cruel, otras
misericordioso, a veces dictatorial, a veces tolerante, en ocasiones grosero,
en otras refinado (era un hombre culto, no en vano fue Aristóteles su
preceptor), con una madre ambiciosa y dominante, un padre borracho y salvaje…
en definitiva no muy alejado del Alejandro real.
La estructura del film orbita alrededor de las tres más
importantes batallas: 1) Queronea, contra una coalición de estados griegos y en
donde salva la vida a su padre con el cual se llevaba pesimamente, 2) Gránico,
derrotando a Memnon (excelente Peter Cushing en una de sus primeras
interpretaciones) y Gaugamela, sitio en el cual vence al emperador persa Darío,
obra maestra de estrategia militar como Cannas lo será para Aníbal o Alesia
para Julio César. Su gran enemigo será asesinado por algunos de sus oficiales
lo cual despertará la cólera de Alejandro (al igual que César al ser asesinado
Pompeyo) quien ordena la ejecución de los asesinos para casarse después con la
hija de Darío. Es curiosa la escena sobre la noche anterior a la batalla de
Gaugamela, basada en una noche exactamente igual a la del “Enrique V”
shakesperiano (lamentable es que Shakespeare no escribiera un drama o una
tragedia sobre Alejandro Magno). El film se rodó en España.
Por su parte Oliver Stone utiliza la bisexualidad de
Alejandro (totalmente cierta según las fuentes históricas) como uno de sus ejes
vertebradores de la obra, cosa que despertó la indignación de algunos. El
realizador se quejó del bajo nivel
cultural de muchos en su país. Totalmente de acuerdo pero si viniera aquí
comprobaría la dura competencia y en mucha parte gracias a determinados
políticos que, desde hace tiempo, han convertido la enseñanza en un fábrica de
analfabetos. Es normal en estos tiempos pero los mentados grupos saben igual de
historia griega o en general que un pollino de literatura. Otro punto escabroso
--- no tocado por ninguna de las dos versiones --- es el referente a la
práctica, según algunas fuentes, de la zoofilia por parte de Alejandro.
Dejando aparte todo esto, la película de Stone en
ocasiones es farragosa, abusa de los defectos “de ordenador” en las batallas,
del ralentí, de los cursis colorines, utiliza el flash- back en el asesinato de
Filipo II rompiendo el ritmo de la narración; al revés de la versión de Rossen,
integrada en línea continua en la exposición fílmica. Otro punto no cuidado (o
a lo mejor la verosimilitud nos les importa a los responsables de la película)
es la interpretación de Angeline Jolie como Olympias cuando en la vida real solo
tiene un año más que Colin Farrell (Alejandro), este correcto en su rol y esto
se nota. Por el contrario hay momentos excelentes los cuales levantan el
interés en la balanza de aciertos/desaciertos (aquellos picados en las
estrepitosas batallas y las subidas de tono y sonido también han de figurar en
la parte negativa).
Me parece satisfactoria la interpretación de Anthony
Hopkins (algo no conseguido con su Van Helsing en el “Drácula” coppoliano, al
igual que Gary Oldman con aproximaciones e interpretaciones más que discutibles
para sus personajes) como Ptolomeo I “Soter” (Salvador), el narrador de la
historia. Ptolomeo, quizás el más sensato de los “diádocos” (generales de
Alejandro) se quedó como faraón de Egipto, conquistada por Alejandro a los persas
(su descendiente más famoso es la reina Cleopatra VII, indefectiblemente unida
a Julio César y a Marco –Antonio).
Verdaderamente agradecí en su momento la resurrección del
“Peplum”, género popular y muy querido por muchos a pesar de los defectos del
cine actual bien visibles en el film de Stone. También se había anunciado un
proyecto sobre la excelente novela histórica
“Memorias de Adriano” de Marguerite Yourcenaur donde el
papel de emperador había de recaer sobre Antonio Banderas (totalmente
inadecuado). Al final se quedó en agua de borrajas, quizás afortunadamente…
Narcís Ribot i Trafí
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