En su ideal de unificación de la poesía con la música ---
además de las artes escénicas, la interpretación e incluso una nueva, difícil y
original forma de canto --- el sin par Richard Wilhelm Wagner (1813-1883) puso
difícil la tarea de historiadores y musicólogos en referencia a la nomenclatura
de sus obras. En un principio se sirvió de las formas, ya conocidas, de la
ópera convencional. Sus primeros trabajos estaban “rutinariamente bien hechos”,
con las lógicas deficiencias del principiante (Wagner no nació como genio, se
hizo; no fue “niño prodigio” como Mozart, Schubert o Mendelssohn): “Las
Hadas” (1834), “La Prohibición de Amar” (1835) --- en un
intento de atraerse el público francés --- o “Rienzi” (1840), con
momentos de excelente música pero lastrada por su larga duración (seis horas) y
un libreto demasiado esclavo de la historia. En la segunda etapa aún coexisten
ballets, recitativos y arias, posteriormente eliminadas y substituidas por una
melodía continua y lírica, a veces cercana al “parlando” según exigencias de la
obra y con la aparición del “leiv motiv” (no fue Wagner su creador pero si
quien mejor lo usó) además de la orquesta de matiz claramente sinfónico. Es la
etapa de sus “obras románticas”. En cierta manera nos recuerda la expresividad
de Weber pero Wagner con “El Holandés Errante” (también conocido
como “El Buque Fantasma”, 1841), “Tanhauser” (1845)
y “Lohengrin” (1848) entra por méritos propios en el Romanticismo
musical alemán.
Ha sido siempre un error calificar/clasificar de óperas
los logros de su tercera etapa. La denominación de “Drama Musical” no convenció
al propio autor pero ha subsistido (más que la de “Ópera Sinfónica”) como
también es una lamentable equivocación representarlas en escenarios dedicados a
las óperas: la ingente “tetralogía” de “EL ANILLO DEL NIBELUNGO”,
formada por “El Oro del Rin” (1854), “La Walkiria”
(1856), “Sigfrido” (1871) y “El Ocaso de los Dioses”
(1874), siguiendo con “Tristan e Isolda” (1859), quizás la obra
más perfecta del autor, la cómica “Los Maestros Cantores de Núremberg”
(1862) para acabar con la grandiosa “Parsifal” (1882). Mucho se
ha hablado de estas obras portadoras todas ellas de novedad musical, quisiera
ahora señalar algunos de estos logros:
--- la admiración de Wagner por Beethoven, el teatro
griego, Dante y Shakespeare confluyen/influyen con su inspiración: ante todo
Wagner es poeta, después músico, no añade melodías conseguidas y/o pegadizas a
unos libertos ajenos (por esto nunca musicó libretos de otro, la poesía y el
drama brotaban al unísono de la música) ---
--- el uso del “leiv motiv” suele representar una
persona, una cosa, un estado anímico e incluso una abstracción. Exquisitos
cambios armónicos y melódicos, a pesar de permitir mutaciones, poseían trazos
similares que permitían entrelazarse y constituían el tejido sinfónico el cual
daba pie a una música atrevida, cromática, inigualable ---
--- también la orquesta adquiere dimensiones colosales en
combinación con el canto (un instrumento más de la orquesta) ---
--- los cambios de escena han de realizarse ante el
espectador sin bajar el telón, ayudando con ello a la evolución de la trama de
manera similar a la narración literaria---
--- la leyenda y la mitología eran las fuentes
inagotables (magistralmente utilizadas, alargadas o reducidas, por Wagner). Con
estas premisas, aparte de “Rienzi”, el autor abandona toda
ligazón histórica ya que con estas tramas intemporales se sentía mucho más
libre… la no interrupción del desarrollo del argumento mediante intermedios
(cfr. “El Holandés Errante” en un solo acto a pesar que a veces
se representa en tres), el hacer oscurecer toda la sala para que el público se
fije solo en la acción del escenario y el no permitir la entrada una vez comenzada
la sesión (antes de Wagner la iluminación del escenario era la misma de la del
teatro y el público entraba y salía continuamente) ---
--- crear un lugar adecuado para representar sus
dramas (Gran teatro de los Festivales
Wagnerianos de Bayreuth) ---
Con esta amalgama de elementos el autor conseguía su
propósito… Su música puede o no gustar pero es indudable que Richard Wagner ---
en cierto sentido el músico más original, precisamente por ser músico- poeta
--- es una de las figuras más grandes de toda la historia del arte.
Se cumplen 200 años del nacimiento de Wagner, también de
Giuseppe Verdi (1813-1901) como los 100 años de la terminación de “La
Abstracción Lírica” de Kandinsky si pasamos al campo de la pintura.
Supongo harán algo en algunas localidades, en otras los representantes
políticos responsables de la “Cultura” o “Kultura”, para ellos,
ni se han enterado, no interesa; solo espectáculos populacheros, muchos con
grado supino de ordinariez y chabacanería…Quizás sea propio de nuestro país que
los responsables de “Cultura” no sepan el significado de la palabra o, a lo
mejor Wagner, Verdi y Kandinsky no militaran en el mismo partido político de
aquellos que acceden a un cargo por llevar el carnet en la boca…
Narcís Ribot i Trafí
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