“He abierto los caminos que están en el cielo y en la tierra,
porque soy el bienamado de mi padre Osiris. Soy noble, soy un espíritu, estoy
bien pertrechado. ¡Oh, vosotros, todos los dioses y todos los espíritus,
preparad un camino para mí!” (Formula nueve del “Libro de los
Muertos”).
Hace algunos años Tomás
Fernández escribía que el actual cine fantástico estaba dirigido a adolescentes
desconocedores de la función, caústica y corrosiva con el orden existente,
propia del género. Los pobres guiones actuales se mezclan con efectos
especiales paupérrimos o bien conseguidos, depende de la disponibilidad
económica del film ya que es difícil encontrar un realizador en el género
actual que conjugue positivamente los elementos inherentes al “fantastique”.
Hablando en general, el fantástico actual no cuestiona el orden como antes. Los
grandes creadores han desaparecido ya: Tod Browning, James Whale, Ernst
Beaumont Schoedsack, Terence Fisher, Mario Bava… También otros realizadores que
nos hicieron pasar buenos momentos: Erle C. Kenton, Riccardo Freda, Roy Ward Baker,
Seth Holt, Freddie Francis y otros, como Roger Corman, están inactivos (al
menos como director).
Quizás el personaje más destrozado sea el vampiro con el empeño,
entre otras lindezas, de presentarnos teenagers como no-muertos;
vomitorios en forma de película o series televisivas como los “Crepúsculos”
u otras “Entrevistas con el vampiro” de una pésima escritora
llamada Anne Rice (nunca he podido pasar de la segunda página de alguno de sus
libros) con una equivalencia cinematográfica bastante olvidable por más Brad
Pitt, Tom “Cruises” y Banderas que nos colocaran. Pero una cosa es cierta,
estas obras de pretendida novedad, literarias o cinematográficas, son
automáticamente colocadas en altares y adoradas por diletantes, indocumentados,
sociólogos frustrados y aprendices del esnobismo ridículo y de lo
“políticamente correcto” pero generalmente ajenos al fantástico.
En su momento también tocó el turno a la momia. “The Mummy” (“La
momia”, 1999), de Stephen Sommers es un engendro infumable
protagonizada por unos personajes que suponen la culminación de la estupidez
pero fue un éxito de taquilla lo cual animó al realizador a filmar una secuela,
“The Mummy’s Returns” (El regreso de la momia”,
2001), empalmando con “The Scorpion King” (“El rey
Escorpión”, 2002), de Chuck Russell donde Sommers solamente escribió el guión (en las dos
“momias” fue director y guionista), en realidad una precuela de su “La momia”
que ha generado, ya, dos secuelas más. En 2004 Sommers escribirá y dirigirá una
macedonia de monstruos, “Van Helsing” la cual, pese a lo
delirante de la proposición, tiene para mí más elementos de interés que sus
“momias”.
El personaje de Sommers nada tiene a ver con la entrañable momia
resucitada que encarnó Boris Karloff, Lon Chaney Jr., Christopher Lee o Paul
Naschy. El mito de la momia, potenciado por el cine, entra en Europa gracias al
interés que despierta todo lo que rodea al Antiguo Egipto (campaña de Napoleón,
1798, descubrimiento de la piedra Rosetta, los estudios de Champollion). Todo
el ambiente entra en la literatura de la mano de Théophile Gautier (“La
novela de una momia”) aunque el sustrato fantástico corresponda a Edgar
Allan Poe (“Conversaciones con una momia”) y, `por encima de
todo, Arthur Conan Doyle --- creador del inmortal Sherlock Holmes --- (“Lote
249”). Extraños acontecimientos al abrir la tumba de Tutankhamon sobre
George Herbert, lord de Carnarvon y el arqueólogo Howard Carter enriquecieron
el interés sobre el tema que el cine había ya tocado en su período mudo pero la
primera versión codificada del mito, instalando los códigos del personaje, fue
la producida por Universal en 1932, “The Mummy” (“La momia”),
dirigida por aquel gran fotógrafo alemán llamado Karl Freund y protagonizada
por Boris Karloff tras su éxito en el film de James Whale (1931), “Frankenstein”
(“El doctor Frankenstein”). Sencillamente, fue un éxito. El tema
a grandes rasgos, repetido a través de los años, es el siguiente: nuestro
protagonista es un hombre del Antiguo Egipto (un príncipe o un sacerdote,
generalmente), con grandes conocimientos de la magia y ciencias ocultas, comete
el pecado de amar a una mujer “prohibida” (una princesa, casi siempre) y al ser
descubierto es condenado a ser “momificado en vida” lo cual produciría la
muerte a cualquier ser humano pero él está por encima, en conocimientos, de
cualquier ser humano. Después de pasar unos 3000 años de inmovilización y
estado letárgico en la tumba se produce un hecho que retornará la vida a la
momia y al cobrar total independencia buscará venganza hasta encontrar una
muchacha (arqueóloga, por regla general, de la expedición que descubrió su
tumba) con un sorprendente parecido con la princesa amada y, por supuesto, se
enamorará de nuevo…
Recordar que en esta primera versión sonora la momia Im- Ho- Tep
(Boris Karloff) se despoja de sus vendajes al poco de resucitar y se presenta
en sociedad para conquistar a Helen Grosvenor (Zita Johann) para llevársela a
su reino de ultratumba. Es destacable el paralelismo de esta “La momia”
con “Dracula” (“Drácula”, 1931), de Tod Browning e
interpretado por Bela Lugosi, donde el operador era el mismo Karl Freund: los
dos films se inician con la obertura musical de “El lago de los cisnes”,
de Peter I. Tchaikovsky, el vampiro y la momia penetran en una sociedad de unos
tranquilos burgueses ajenos al peligro quienes serán defendidos por el Dr. Van
Helsing (“Drácula”) y por el Dr. Muller (“La momia”),
en las dos películas interpretadas por el mismo Edward Van Sloan,
crucifijos y talismanes serán usados para alejar a los intrusos del más allá y
finalmente la destrucción el monstruo (apasionante cuando la momia/Karloff
queda reducida a polvo al arder por autocombustión el papiro que le ha dado la
vida, después que Helen recitara una oración a la diosa Isis para evitar ser
sacrificada por Im-Ho-Tep y reunirse con él en el más allá).
Universal decidió volver al tema, tras el éxito de su primera
incursión, ocho años después. “The Mummy’s Hand” (1940), de
William C. Cabane, con Tom Tyler como Kharis, la momia rediviva, menos fina y
misteriosa y más brutal que Im- Ho- Tep. “The Mummy’s Tomb” (1942), de
Harold Young, “The Mummy’s Ghost” (1943), de Reginald Le Borg y “The
Mummy’s Curse” (1944), de Leslie Goodwins, las tres interpretadas por
Lon Chaney Jr. Y las tres
junto a su antecesora jamás vieron la luz comercial en salas españolas
(afortunadamente hace años salieron packs sobre el personaje y pudimos visionar
estas momias inéditas). Dan una de cal y otra de arena, el interés sube y baja,
hay buenos momentos para el aficionado pero también hay rutina y desgana que
sería total en la parodia de Charles Lamont (y producida por la misma
Universal, la cual, después de exprimir como un limón a sus personajes que
tanto éxito le dieron se dedicó a parodiarlos en las comedias de Abbot y
Costello). “Abbot and Costello meets the Mummy” (1955)
posiblemente sea la peor parodia de la pareja de cómicos sobre figuras del
terror, claramente inferior al encuentro con el Dr. Jekyll & Mr. Hyde,
también a la del hombre invisible y a la de los tres mitos principales: “Abbot
and Costello metes Frankenstein” (“Bud Abbot y Lou Costello
contra los fantasmas”, 1948), de Charles T. Barton, la mejor de todas.
En su programa de renovación, la británica Hammer dará de la mano
del gran Terence Fisher la que es para mí la mejor película sobre la momia, más
apreciada ahora por los aficionados que en el momento de su estreno. Fisher va
más allá del lineal guión servido para conseguir la aportación más profunda. Se
puede preferir el clasicismo de Universal --- por otro lado magnífico --- pero
“The Mummy” (“La momia”, 1959), con un Christopher
Lee hierático e impresionante como Kharis y un Peter Cushing sensacional como
el arqueólogo John Banning, es donde más se produce la interacción/oposición
entre las dos culturas (egipcia milenaria/ inglesa victoriana). La pasión por
la esposa de Banning, Isobel (Ivonne Furneaux), muy parecida a la princesa
Ananka, el amor de Kharis, solo se
desata en la momia cuando la mujer se suelta el pelo… “La momia” de Fisher a los 54 años de su realización me parece la más personal,
la más subyugante, la que mejor expone las características del mito.
Técnicamente perfectas e interesantes me
parecen las dos aproximaciones siguientes de Hammer al mito (no estrenadas
comercialmente aquí, solo vistas en algún pase de festival y en DVD): “Curse of the Mummy’s Tomb” (1964), del productor/realizador
Michael Carreras y “The Mummy’s Shroud” (1967) quizás un poco inferior a sus
similares (en época de rodaje y estilo) “The Reptile” y “Plague of the Zombies” (ambas de 1966 e inéditas en España,
dando gracias, una vez más, al DVD). La cuarta y última aportación de Hammer, “Blood
of the Mummy’s Tomb” (“Sangre en la tumba de la momia”) es un caso aparte y más que el mito de
la momia se centra en reencarnaciones y brujerías. Basada en un relato de Bram
Stoker (“La joya de las 7 estrellas”) fue dirigida en 1971 por Seth Holt,
fallecido durante el rodaje, y acabada por Michael Carreras. Es un film
extraño…
Delante el feista (en general) panorama
del género actual, el poder recordar estas maravillas pasadas se constituye en
un auténtico placer para el verdadero aficionado.
Narcís Ribot i Trafí
El que més m'ha agradat és el paral·lelisme que ha fet entre "La Momia" i "Drácula"...Només un expert en Cine com vosté combinant els seus amplis coneixements en el camp de l'Egiptologia podria arribar tan lluny ...
ResponderEliminarMoltes gràcies per compatir la seva saviesa!