“No hay regla que no pueda ser infringida por la belleza” (Beethoven)
Fue el compositor más representativo de
su época, rompiendo los límites del clasicismo en el seno del cual se había
formado. Teóricamente se ha dividido su obra en 3 períodos:
I)- Hasta los
inicios del siglo XIX con la influencia que representaba el peso de un Joseph-
Franz Haydn o un Wofgang Amadeus Mozart. Pero a pesar de esta influencia
notable en sus primeras sonatas, en las dos sinfonías que abren el ciclo de 9 y
en los dos primeros conciertos para piano que inician la colección de 5, no
puede dejar de advertirse la necesidad creadora de hacer algo nuevo.
II)- Aquejado ya
de sordera, entra en su 2º. período con una música que descubre claramente la
individualidad del compositor. Es una música más intensa, desarrollada en
formas más amplias con arquitectura armónica y evolución tonal más libres. La
Sonata Appassionata y la Sinfonía nª. 3, “Heroica”
son claros exponentes de (su) personalidad, preludiando, además, el importante
movimiento musical romántico que ---- en teoría ---- aún no había nacido.
A partir de
ahora la estructura, la técnica y las ideas que configuraron formas musicales
como el cuarteto, la sinfonía, el concierto y la sonata, se modifican porque la concepción artística necesita
mayor espacio para su desarrollo. La música ya no será sólo un vistoso juego de
sonoridades. El pensamiento poético, la idea filosófica y la expresión de personales
vivencias definirán la obra artística del autor.
III)- La última
etapa beethoveniana es la de la ruptura definitiva con los leves vestigios del
pasado que pudieran quedar en su producción anterior. La Sinfonía 9, “Coral”,
los posteriores y últimos cuartetos y la Misa Solemnis son expresiones
totalmente nuevas en la música, recordando que en este tiempo estaba
completamente sordo.
El músico domina
el lenguaje propio para comunicar un acervo de temas admirablemente diverso,
trascendente, al que dará estructuras sorprendentes y chocantes respecto no ya
al período clásico, sino a las anteriores composiciones del propio Beethoven.
En general
Beethoven compuso mucho menos que sus antecesores. El no componía para rellenar
posibles huecos o por encargo de algún mecenas sino que meditaba durante tiempo
y elaboraba como respuesta a un estado peculiar, a una intención concreta
meditando el contenido y la forma. Todo ello impedía la producción en serie y
por esto son diferentes entre si aún manteniendo un nexo común que las hace
reconocibles ya en los primeros compases.
I)- SINFONÍAS- La orquesta
aumenta considerablemente en Beethoven. Del primitivo número entre 14-22
instrumentistas va pasando a mayor hasta llegar a los 50 instrumentistas,
alcanzando alguna de las últimas sinfonías de Haydn o Mozart. Beethoven ----
inaudito en su época ---- sobrepasa en algunos casos como su Sinfonía
9 en multitud de instrumentistas y cantantes.
En el clasicismo
se daba un papel preponderante a la
cuerda dentro del conjunto orquestal, siendo las demás familias meros
acompañantes de la cuerda aunque en ocasiones significativas la madera tenía
sus momentos destacados. Beethoven rompe deliberadamente con la tradición “violinista” e introduce lo llamado “democratización de la orquesta”. Los
temas se trasladan instintivamente de un grupo a otro, creando un efecto de
rompimiento de la línea melódica y otorgando un color tímbrico muy peculiar a
sus obras. Si bien en muchas ocasiones el soporte del discurso sonoro descansa
sobre las cuerdas, en las sinfonías
no puede hablarse de preponderancia de
esta familia. La madera y,
singularmente, el metal suenan con
autoridad en las composiciones sinfónicas beethovenianas; destacable también la
intervención de las trompas.
La utilización
peculiar que Beethoven hace de las distintas familias orquestales le lleva
directamente a la fragmentación del discurso sonoro, siendo un método muy
lógico. Los compositores precedentes hacían de la línea melódica el nexo
conductor de la sinfonía (presentación a cargo de la cuerda, variación o
modulación con ayuda de los demás instrumentos y la repetición, proporcionando
un camino más fácil para el desarrollo de la obra).
Beethoven estaba
poco inclinado hacia los temas melódicos (en esto, su contemporáneo, el también
grande Schubert fue maestro indiscutible). Seguía una línea melódica muy breve
que rompe y traspasa a las diferentes familias orquestales y que contrasta en
sucesivas presentaciones con ritmos diferentes.
Las 9 sinfonías,
escritas a lo largo de 23 años de la vida del compositor, son la manifestación
permanentemente viva de un proceso evolutivo que se distingue por la
consolidación de la técnica sinfónica. De las 9 sinfonías se suelen considerar
“mayores” las que llevan el número impar menos la 1ª y más la 6ª, y como
“menores” las otras. El criterio que se suele utilizar no se basa tan solo en
la duración de las sinfonías sino, y sobre todo, su profundidad, su complejidad
estructural y el impacto que han causado en el
público de todos los tiempos. Las “menores” están más cerca de los
esquemas clásicos tanto por la mayor sujeción a los patrones académicos como
por el tratamiento brillante de las diferentes partes. Así, pues:
“Las mayores” son la 3ª, 5ª, 6ª,
7ª y 9ª.
“Las “menores” son la 1ª, la 2ª,
la 4ª y la 8ª.
Las dos primeras están aún
contenidas en formas dictadas por sus antecesores sin que el material temático
ofrezca elaboración especial de su grácil y bella inspiración. Sin embargo,
Beethoven no se limita a seguir los caminos de Haydn y Mozart, sino que al 3er.
movimiento de su 1ª Sinfonía ---- un minuetto
en el período clásico ---- otorga a esta danza un sentido musical que va mucho
más allá de lo simplemente cortesano. Es música viva, enérgica, llena de
sugestiones. Si en esta ha permanecido el nombre, en la 2ª. Sinfonía ya no
se denominará minuetto, pues
Beethoven crea el scherzo para substituir al original minué. El scherzo beethoveniano es imaginativo,
ligero, vital.
Donde se produce
el cambio total y absoluto es en la 3ª Sinfonía, “Heroica”, con
la cual Beethoven impone su personalidad y hace expresión de sus ideales de
libertad al dedicarla a Napoleón Bonaparte, en quien cree ver al líder del
respeto y de la dignidad humana. Desengañado después por el comportamiento
vanidoso y fatuo de Napoleón, borra la dedicatoria inicial y la obra queda en
homenaje “a la memoria de un gran hombre”.
En realidad Beethoven se inspira en el heroísmo de la misión espiritual, no
militar. Al servicio de esta idea compone la música épica, majestuosa,
dramática y vigorosa de una sinfonía que, por vez primera, incluye una marcha
fúnebre intensamente sentida.
Al caudal de
emociones desatado en “La Heroica” sucede el idílico
clima de la Sinfonía nº 4, en la que el compositor parece acordarse
de la 2ª, dado su carácter amable, elegante y plácido. El 2ª. movimiento de
esta 4ª
Sinfonía es uno de aquellos sublimes tiempos lentos de Beethoven en
los que la inspiración parece no tener fin.
Aquel impulso
vital y dramático, aquella majestuosidad musical de la 3ª se manifestará de
nuevo en la Sinfonía nº 5, llamada a veces la “Del destino” o “El
destino llama a la puerta”, personal y arrolladoramente emotiva.
Construye todo el primer movimiento sobre la figura rítmica con la que se
inicia la obra, una frase enigmática, recia, inquietante. Quizá sea su sinfonía
más popular.
Nuevamente en la
Sinfonía
nº 6, “Pastoral”, Beethoven es idílico y esencialmente lírico,
artífice de atmósferas bucólicas en este antecedente de la música programática
o poema sinfónico. En ella el elemento conductor del discurso sonoro no es
tanto la aparición sucesiva de los temas, como la descripción de estados de
ánimo ante los elementos de la naturaleza. Hay una acertada combinación del
tratamiento brillante (incluso efectista) de la orquesta con la expresividad y
profundidad típicamente beethovenianas.
“La
7ª Sinfonía”, que más adelante bautizó Wagner como “La
apoteosis de la danza”, es una de las más brillantes, vigorosas y
majestuosas del compositor. El título se debe al 2ª movimiento, provisto de un
tema grácil donde confluyen profundidad y grandeza.
Volvemos al
discurso bonancible y alegre que reaparece en la 8ª Sinfonía, breve
y encantadoramente señorial.
La 9ª
Sinfonía, “Coral” es, sencillamente, grandiosa y solemne. Toda la
sinfonía, desde los primeros compases está encaminada a levantar un monumento
al tema del final, el “Himno de la alegría”,
adaptado del poema de F. Schiller y basado en un tema popular. El bloque sonoro
está aquí sensiblemente aumentado consiguiendo con ello un efecto de
intensidades muy sugestivo.
II)- CONCIERTOS- - En tiempos de
Beethoven el concierto para solista tenía ya su configuración definitiva en 3
movimientos: “Allegro + Andante + Allegro” en todo semejantes a los
movimientos de la sinfonía, pero con la supresión del minuetto con el fin de
aligerar un poco el papel del solista.
El intérprete se
había convertido en virtuoso de su instrumento para gozo y deleite de los
espectadores, circunstancia que había desmerecido otras posibilidades del
músico. El concierto para solista tenía, pues, más de lucimiento que de otra
cosa. Los compositores anteriores a Beethoven dedicaron gran parte de su labor
a escribir conciertos para los más variados instrumentos, desde los más
habituales (violín, piano), hasta los más sorprendentes e inusitados
(clarinete, trompa, fagot, etc.). Campo muy trillado se encuentra Beethoven: su
labor consistirá en escribir pocos pero substanciosos conciertos que van más
allá del mero ejercicio virtuoso y a la vez delimitan el campo de actuación de
determinados instrumentos. Cinco conciertos para piano, uno para violín y el
célebre Triple concierto son en realidad una exigua aportación al
género si comparamos con los 27 conciertos para piano de Mozart y el número
elevado para otros instrumentos. Beethoven dedica parte de sus esfuerzos para
escribir conciertos para piano y violín, pocos si comparamos con la aportación
sinfónica. Su mayor conocimiento del piano y el eco social de dicho instrumento
inclinó al compositor a enfrentarse muy pronto con el género concertístico.
De los 5
conciertos para piano y orquesta, los dos primeros (y en parte el 3º) son
producciones cercanas al estilo mozartiano, con un aspecto virtuosista que
prácticamente asume la parte fundamental consiguiendo también en el campo del
concierto logros magistrales.
El Concierto
nº 1 (editado en 1801) es en realidad el 2 debido a su publicación
antes del segundo (en 1795). Junto con el Concierto nº 2 conservan
muchos recuerdos temáticos del clasicismo vienés, un mayor apego a la línea
melódica y un tratamiento más transparente de la orquesta. Con todo, desde los
primeros compases se nota un decidido propósito de orillar el tradicional
servilismo del virtuosismo en aras de un mayor interés por la comunicación.
El Concierto
nº 3 es una obra maestra del género en la que tanto el tratamiento
temático como el juego de sonoridades mantienen el equilibrio típico en la
creación sinfónica de Beethoven. Junto con el nº 5 es el más apreciado por
solistas y directores por su encanto y su potencia que preludia el período de
esplendor del compositor.
El Concierto
nº 4 es sorprendente por su libertad formal, singularmente
manifestada en el 2º movimiento en la que, callada buena parte de la orquesta,
se establece un curioso diálogo entre la cuerda y el solista, alternando sus
intervenciones y exponiendo cada uno sus propias inquietudes, para, en los
breves compases que dura, acabar unificando criterios y posibilitar un “finale” apoteósico que presenta un tema
firme y majestuoso.
La brillantez de
este 4º enlaza y tiene su apogeo en el “Concierto nº 5”, conocido
como “Emperador”
(nadie sabe seguro de donde viene el
sobrenombre). La escritura orquestal, la estructura de la forma, el
desarrollo de los temas en proporciones superiores a las hasta entonces
practicadas y la decisión de emplear el instrumento solista en una línea
exclusivamente expresiva, dan a esta composición un carácter de independencia
que contribuye a valorar la importancia de esta obra, igualmente maestra.
III)-
SONATAS- Es la forma musical más importante, no solamente en cantidad
sino también porqué de su esquema derivan la sinfonía, el concierto y el
cuarteto. El término Sonata originalmente nace como “per
Sonare”= Sonar --- debía ser interpretada con un
instrumento--- como pareja/contraposición a “Cantata” per
Cantare= Cantar”.
En el siglo
XVIII aparecen las primeras sonatas de las mano de Domenico Scarlatti (1685-
1757) con obras breves en el clavicémbalo, generalmente en dos movimientos o
tiempos. De esta forma son bipartitas (dos partes) o bitemáticas (dos temas).
Después ha de tenerse en cuenta que la palabra Sonata ha tenido diversos
significados en el mundo musical través
de la historia. Originalmente las sonatas poseían dos partes contrastantes: 1)
alegre/brillante y 2) lenta/reposada. El tiempo primero generalmente constaba
de dos temas (tema + exposición de forma más lenta) e igualmente en el segundo
tema (o sea AA'/BB') teniendo en cuenta que la exposición era la repetición de
forma más suave con algunas variaciones. Carl Philipp Emmanuel Bach, hijo del
gran Juan Sebastián, cambió la estructura perfeccionada más adelante por Haydn
y Mozart. El nuevo planteamiento consistía en 3 o 4 (casi siempre tres)
tiempos, generalmente con el esquema A-B-A', así A= la exposición, B= el
desarrollo y A'= la recapitulación o reexposición.
Ahora surge la
figura de Beethoven, bisagra entre los movimientos musicales del Clasicismo y
del futuro Romanticismo. Sus 32 (en realidad 29 mas 3 sonatinas) sonatas para
piano fueron creadas entre 1793 y 1822. Beethoven fue heredero en sus sonatas
(como en otras formas musicales) de los grandes Haydn y Mozart, sus primeras
obras en este campo podían ser perfectamente de alguno de estos dos ilustres
antecesores pero ya se vislumbra un camino diferente, anticipo de las
innovaciones venideras y nuevos rumbos, rompiendo algunos antiguos cánones y
enriqueciendo las escrituras para piano (como instrumento había substituido al
clavicémbalo aunque le faltaba aún algún elemento para llegar a la perfección
actual) gracias a su potente imaginación con lo cual se logrará una mayor
profundidad intelectual. Beethoven parte de las normas del Clasicismo para
profetizar/anunciar el Romanticismo, se libera de cualquier atadura, su
imaginación es ingente: a veces utiliza los tres tempos, a veces cuatro,
libertad absoluta (algunas carecen de tiempo lento, otras el “Allegro”,
otras el “Scherzo”, otras están formadas con dos brevísimos
“tempos” cerrando la obra con una “Arietta”, algo totalmente
impensable; utiliza variaciones, recitativos, contrafugas y en general no le
interesa lo descriptivo sino más bien el diseño constructivo de la obra lo cual
generará fogosos sentimientos en ebullición.
Generalmente
suelen destacarse las que llevan sobrenombre (a veces dado, no por el autor,
sino por otras personas) como la nº 8- “Patética”, nº 14 - “Claro
de Luna”, nº 21- “Waldstein”, nº 15 - “Pastoral”
(nombre que también se dará a su sinfonía nº 6), nº 14- “Apassionata”,
nº 26- “Los adioses”, nº 28- “Impresiones y sueños”
y nº 29- “Hammerklavier”.
Espero tener la
ocasión de volver a escribir sobre 32 las sonatas para piano, entre lo mejor de
Beethoven, tan bellas, importantes e iconográficas como puede ser los conjuntos
de “Pasiones” de Juan Sebastian Bach o “El Anillo del
Nibelungo” de Richard Wagner al igual que otra redacción sobre las
obras principales de violín (concierto para violín, las 10 sonatas para violín
y piano, triple concierto para piano, violín y violonchelo, aparte de los
cuartetos de cuerda y música religiosa) de Beethoven, el más grande en su estilo
así como uno de los más grandes de la historia de la música junto a Juan
Sebastian Bach, Wolfgang Amadeus Mozart, Franz Schubert o Richard Wagner,
etc....
Narcís
Ribot i Trafí
Un genio atormentado por su sordera, pero que no afectó para nada a su arte.
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