Por fin apareció hace unos años
(medianos de octubre de 2007) el tan esperado libro (1) dedicado a Henry King
(Virginia, 1886- 1982), un excelente realizador del cual pocos estudios se han
hecho (aquí, jamás). Fue actor teatral y cinematográfico a partir de 1905 para
dirigir su primera película en 1915 Trabajó para diversas productoras hasta ser
fichado por la Fox Film en 1930 para realizar un remake sonoro de “Lightin”,
de John Ford. A partir de aquí Henry King será un” hombre de la compañía”---- en 1935 habrá la fusión de Fox Film
Corporation y Twentieth Century Pictures creándose la 20th Century Fox ----
realizando en 32 años un total de 47 películas (fuera de 20th Fox solo dirigió “Esta tierra es mía”, 1959, para
Universal). Fue hombre de confianza del magnate Darryl F. Zanuck, aunque
algunas veces chocaran por cuestiones artísticas.
Al ser un todo terreno (su filmografía como la de
John Ford, Raoul Walsh, Allan Dwan o Michael Curtiz rebasa los 100 títulos,
aunque mucho menos estudiada) y el hecho de que algunos de sus films
(independientemente de ser magníficos) se estrellaran en taquilla hizo real el
injusto olvido para ser despachado por críticos e historiadores de cine con la
consabida calificación improcedente del honesto artesano sin estilo. Tampoco los
cahieristas franceses, otrora
valiosos reivindicadores de un John Ford, un Raoul Walsh o un Anthony Mann,
hicieron nada por él al igual que los cinéfilos sensibleros del cine antiguo
(aquellos que solo se fijan en una serie de tics, de actores, culebrones sobre
rodajes accidentados, pomposidades, artificios y kitsch) ni, por supuesto, los snobs o algunos iletrados
consumidores exclusivos del cine moderno que nada conocen del CINE (así, con
mayúsculas). Y nada más lejos de esto.
Henry King tenía lenguaje propio más que un estilo.
Paradójicamente,
y de forma totalmente injusta, fue postergado por su apego a una compañía (20th
Fox) al rango de “honesto artesano”
capaz de afrontar cualquier género pero no “creador”.
Y no es así. Precisamente “dio al menos
una obra maestra en cada género, un film de ruptura u obra inclasificable”
(2). Nuestro hombre realizará films bélicos (“Almas en la hoguera”, 1949), aventuras (“El capitán King”, 1953), westerns (“El pistolero”, 1950), piratas (“El
cisne negro”, 1942), bíblicos (“David
and Bathsheba”, 1951), religiosos (“La
canción de Bernadette”, 1943) --- King fue siempre un hombre de arraigado
cristianismo --- o se convertirá en notable adaptador de reputados dramaturgos
como Ernest Hemingway (“Las nieves del
Kilimanjaro”, 1952) o Francis Scott
Fitzgerald (novela abiertamente autobiográfica que King pasará al cine como “Suave es la noche”, 1961, su último film) pero en prácticamente todos ellos
fluye la sobresaliente habilidad de King para integrar caracteres propios de un
género a otro sin brusquedades ni rupturas y sin el peligro de caer en lo
grotesco (sin ello es impensable un estudio de la obra de King) y se dará en
mayor grado de forma clara y fehaciente en su personal tesitura melodramática
que envuelve gran parte de su obra. La calidad tanto en sus films propiamente
melodramáticos como en el bélico, western, aventuras, piratas, bíblicos, etc.
tapizados (magistralmente) por la esencia puramente melodramática lo justifican
sobradamente.
Henry King
declaró que “el realizador ha de pasar
siempre desapercibido”, él se consideró siempre un narrador, un contador de
historias, adoleció siempre de ambiciones y de soberbia; su destreza en
emplazar la cámara con el intento del “siempre
imperceptible”, su hábil manejo de los actores, su sencillez en la
comunicación hará desembocar en un
cosmos policromado que a su vez formará una colección de cuadros
cinematográficos de gran valía. Era persona de gran cultura (“escondida”, como
John Ford o Henry Hataway). De ahí provenía la composición pictórica que en
nada quiere decir barroquismo (en sentido negativo), abigarramiento o
esteticismo barato tan proliferante hoy en día. El ser humano era la medida y
todo estaba en función de la historia a narrar que fluía en simetría conjuntada
con la psicología de la escena y con proporcionada armonía de la composición
visual con el elemento sonoro supeditado que funde perfectamente con el relato
cinematográfico.
King jamás
violenta los ángulos ni construye aparatosos o complicados encuadres, no hace
“virguerías” con la cámara para llamar la atención (defecto al uso generalizado
de hoy en día). En ocasiones algunas de sus películas aparentemente toman una
expresión visual grisácea donde no se vislumbran (al menos en una visión rápida
y superficial) atractivos, sacrificados por una articulación narrativa
encomiable (“I’d Climb the Highest
Mountain”, 1951, obra maestra del realizador y del cine melodramático). De
esta manera King fue elaborando un lenguaje propio donde películas y personajes
fueron haciéndose gradualmente más complejos sin violentar sus formas ni su
estilo progresivamente más traslúcido y exquisito; osmótico a la progresión
técnica del cine (color, sonido, pantalla ancha) pero no a las declamaciones y
modas transitorias.
Sencillez y
desenvoltura en los encuadres, precisa y sensible ordenación del cosmos
dramático, conciliábulo entre los diversos planos visuales y la aquilatada
dirección de actores (Gregory Peck, Tyrone Power, Susan Hayward estuvieron
varias veces bajo sus órdenes) hablan de un valioso lenguaje propio, refinado
en la década de los 50 hasta el final de su obra en 1961, sin amaneramientos,
rebuscamientos ni retoricismos sin dejar la austeridad ni la reflexión.
Sus personajes,
normalmente inteligentes y correctos, prueban en su pellejo las injusticias
toleradas o incentivadas por una parte de una sociedad : en “Tierra de audaces”, (1939), Jesse James
(Tyrone Power) se hace fuera de la ley a causa de la expropiación de tierras
que sufre aunque él quisiera vivir en paz su existencia de antaño como Jimmy
Ringo (Gregory Peck) cuya “fama” de rápido pistolero es un incentivo para los
buscadores de reputación en la rapidez y pericia con el revolver: “El pistolero”; Pedro de Vargas (Tyrone
Power); un noble del siglo XVI huye hacia el Nuevo Mundo perseguido por el
malvado inquisidor Diego da Silva (John Sutton) en “El capitán de Castilla”, (1946); Bernadette Soubirous (Jennifer
Jones), una humilde campesina asegura haber visto varias veces a una “señora”,
La Virgen María, en una gruta próxima a Lourdes, las reacciones son diversas
hasta la amenaza de castigos físicos y la acusación de locura aunque ni esto ni
su poca feliz vida tras su profesión religiosa hacen vacilar su fe (“La canción de Bernadette”), muy
diferentes a algunas acarameladas películas religiosas de la época.
Los amantes del
cine clásico estamos de suerte. En un país donde numerosos medios de
comunicación se esfuerzan en que los espectadores solo se interesen en lo
subvencionado por el pesebre gubernamental (escribí esto en época zapateril)
como el cine de Almodóvar o los conciertos de Ana Belén entre otros muchos, la
aparición del libro y el interés despertado posteriormente ha sido en verdad un
estímulo.
Narcís Ribot i
Trafí
1)- “Henry King”, editado por la Filmoteca
Española y el Festival de San Sebastián. Diversos especialistas analizan su
obra en correspondientes capítulos como es costumbre.
2)- Prefacio de
Quim Casas que, también como de costumbre, está bien, así como un capítulo del
mismo (“Resaca tras la fiesta”) que
estudia las adaptaciones de Fitzgerald y Hemingway. Para mi gusto está entre lo
mejor de un libro imprescindible.
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