“Era feo, horriblemente feo, pero
cuando sus músculos y articulaciones se pusieron en movimiento la fealdad
adquirió un grado que ni el propio Dante hubiera podido imaginar” (“Frankenstein”,
de Mary W. Shelley).
Concebida en un principio como continuación de la exitosa “Frankenstein”
(“El
Dr. Frankenstein”, 1931), de James Whale, “Bride of Frankenstein” (“La
novia de Frankenstein”, 1935) se erigirá como mejor aportación en el
cine en blanco/negro sobre el mito creado por la joven escritora británica Mary
Wollstonecraft (1797- 1851), amante y después esposa de uno de los poetas
ingleses más famosos: Percy B. Shelley.
Mary Shelley escribió su “Frankenstein o el moderno
Prometeo” o, simplemente “Frankenstein” en 1818, o sea 113
años antes del clásico de James Whale (en los inicios del cine hay alguna
versión muda). Prometeo es el Titán que, en mitología griega, disfrutaba
haciendo enfadar a Zeus, llegó a colarse en el Olimpo para robar el fuego de
los dioses, el carro del dios sol para dárselo a los hombres. Zeus le castigó
duramente haciéndole encadenar por Hefesto, dios del fuego y de los metales
forjados, a una alta montaña donde, cada día, bajaba un águila hambrienta para devorarle el hígado. Al ser inmortal la
víscera le crecía de nuevo pero sufría al igual que un humano. Finalmente
Heracles (Hércules) --- hijo de Zeus --- lo liberó matando al águila de un
flechazo. La comparación: el científico Victor Frankenstein (Henry en el film)
llega a descubrir el secreto para crear vida, celosamente guardado desde la
creación de la humanidad. Encuentra un camino científico para vivificar a un
ser creado por él con fragmentos de diversos cadáveres y en una fría noche de
noviembre le insufla la electricidad que le despierta a la vida. Horrorizado
por lo que acaba de hacer y por el espantoso aspecto de su criatura los
problemas empezarán para Victor cuando el monstruo se le aparezca y le reclame
una compañera de su misma naturaleza puesto que no puede tener contacto con el
ser humano y él lo quiere a toda costa. Es rechazado por su horrendo aspecto y
su alma, en principio elevada, devendrá también monstruosa (“Si no
puedo inspirar amor, inspiraré terror”). La negación por parte de
Victor a crear el segundo ser artificial en versión femenina desencadenará la
tragedia total...
El clásico cinematográfico de James Whale en 1931
difiere en mucho a la obra de Mary W. Shelley: el monstruo no proclama ninguna
queja de su condición, no distingue entre el bien y el mal, carece de intelecto
(en la novela lo adquiere poco a poco y aprende a leer --- “El paraíso perdido” de
J. Milton cae en sus manos y lo lee con fruición--- e incluso filosofa sobre el
ser humano y él mismo) y todo ello a causa de una diferencia radical
consistente en saber su origen y no ser admitido en la sociedad humana en el
libro mientras que en la película se justifica su agresividad y el mal cometido
a causa de la equivocación del ayudante jorobado (tampoco aparece en la novela)
quien ha robado el cerebro de un asesino paranoico. James Whale dio,
indiscutiblemente, una aportación personal y su película triunfó. Utiliza el
estilo expresionista (quizás sea “El gabinete del Dr. Caligari”, de
Robert Wiene, la más influyente) para darnos una cinta en donde rezuma
demasiado la moralina y el “no pasar los límites establecidos” (en este como en
otros puntos prefiero el enfoque totalmente diferente dado por Hammer y Terence
Fisher, visión totalmente renovadora). La simplicidad del film de Whale ---
excesivamente alabado por encima de otras obras más conseguidas en su conjunto
--- se debe al guión de Garrett Fort y Francis Edward Faragoh no directamente basado en el libro sino en
una adaptación teatral escrita por Peggy Webling para el productor y actor Hamilton
Deane (1927). Cuatro años después de “El Dr. Frankenstein” Universal
ofrecerá una continuación confiando de nuevo la realización a James Whale: “La
novia de Frankenstein”, revelándose como muy superior al film original,
mucho más arriesgado y abierto a las necesidades heterogéneas del género
fantástico y quedará en perfecto parangón con “Freaks”, “El
malvado Zaroff”, “King- Kong” o “La isla de las almas perdidas”.
El guión es de William Hurbut (dos trabajos, entre otros, de John M. Stahl: “Imitación
a la vida”, 1934 y “Parece que fue ayer”, 1933) es mucho
más interesante que el del film original y James Whale, aventajándose a si mismo, logró un trabajo muy superior y
también mucho más arriesgado en su puesta en escena ya que en otro realizador
podía haber caído en el más espantoso de los ridículos (especialmente en su
parte final). En “La novia de Frankenstein” nos acercamos más al libro, incluso
va más allá en alguna resolución: p. e. la creación del monstruo femenino (no
realizada en la novela) deslizándose uno de los pensamientos del profesor, que
uno de los seres creados rechazara al otro.
En realidad el éxito del film de 1931 se debió
principalmente a la iconografía: los rasgos sabiamente esculpidos por el
maquillador Jack P. Pierce sobre el hasta entonces desconocido Boris Karloff el
cual realizó una interpretación extraordinaria (le abriría su carrera hasta la
fama). Alto, Corpulento, cuerpo tendiendo al rectángulo (hombros, dedos),
cabeza cuadrada (plana y cilíndrica si la miramos a vista de pájaro o en
picado) con una enorme cicatriz, con dos electrodos a cada lado del cuello,
andar lento y desigual, enormes zapatones de plomo que le facilitan inclinarse
más de lo normal. Este aspecto es el que se popularizó y pasó a la historia,
para muchos no hay más “Frankenstein” que este y más porqué la criatura “robó”
literalmente el apellido al creador (en la segunda aproximación de Whale es
significativo el hecho del despertar de la criatura femenina: vestida con una
larga túnica blanca, moviendo la cabeza de un lado a otro y sacudida aún por los
últimos espasmos eléctricos será cuando el Dr. Pretorius exclame: ¡”La
novia de Frankenstein”!). Karloff interpretará por tercera y última vez
al personaje que le dio éxito: “Son of Frankenstein” (“La
sombra de Frankenstein”), de Rowland Van Lee (1939) un más que
apreciable film que sin igualar la excelsa “La novia...” si superaba
en interés y puesta en escena al sobrevalorado “El Dr. Frankenstein”.
Colin Clive es el profesor Frankenstein en los dos filmes de Whale, con más
aspecto de galán que de científico. Cumple con su cometido y nos sirve para ver
la diferencia con las películas de Hammer- Fisher. Clive es Henry von
Frankenstein, solo sujeto a “la locura pasajera” en el cenit de su experimento
pero cuando su creación ha asesinado se alía con los aldeanos y el burgomaestre
para dar caza al monstruo. Nadie le pedirá responsabilidades, al fin y al cabo
es el heredero de la baronía de los Frankenstein... El barón Victor
Frankenstein de Hammer (Peter Cushing) le vemos por primera vez en”Curse
of Frankenstein” (“La maldición de Frankenstein”), de
Terence Fisher (1957), intenta esconder los crímenes de “su criatura”
(Christopher Lee, con un aspecto totalmente diferente del clásico) y finalmente
es condenado a la guillotina por las tropelías de su creación. En la
continuación, “Revenge of Frankenstein”, de Terence Fisher (1958) se salva
sobornando al verdugo y a su ayudante y ejerce con nombre falso en un hospital
para indigentes pero cuando estos se enteran de su verdadera personalidad lo
linchan... Este film --- para mi el mejor sobre el personaje junto con “La
novia de Frankenstein” --- lo vimos en pases de TVE ya que jamás se
estrenó comercialmente en España. Ahora ya ha salido en DVD con el título
literal de “La venganza de Frankenstein”.
Es también admirable la brevísima (unos pocos
minutos) interpretación de Elsa Lanchester (esposa de Charles Laughton en la
vida real) como monstruo femenino. En el reparto del primer film aparecía un
interrogante (?) en el intérprete del monstruo; ahora Karloff ocupa toda la pantalla
al principio del film y el mismo interrogante aparece en la intérprete de la
criatura femenina al finalizar pero si leemos el nombre Elsa Lanchester como
intérprete de Mary W. Shelley, la escritora de la novela, cuando en la reunión
le comenta a su esposa y a Lord Byron que la historia no ha acabado (doble
papel memorable y frecuentemente olvidado) y ello da pie a la obertura de
esta segunda película... Veamos algunos
puntos del acercamiento film-novela, sus coincidencias, aunque ello no sea lo
esencial para configurarse obra maestra:
I)- Aquí el monstruo
es consciente de su condición de marginado, intenta contenerse, sabe ya lo que
es bien y mal. Ahora lo del cerebro de asesino es un dato que solo estorba.
Sabe que lleva siempre la espantosa marca de la soledad aunque reacciona contra
su naturaleza de forma desconsoladora y humana (veremos al monstruo más humano
de toda la serie de ocho películas producidas por Universal): él desea ser un
hombre más en el mundo pero la sociedad le rechazará, temerá y odiará no porqué
sea malo sino porqué es “otro”, es diferente. Como muy bien señala Gerard Lenne
el sentido de la parábola sin llegar a ser política es claramente social.
II)- La ira de la
vieja sirvienta de los Frankenstein (Una O'Connor) quien anima a los aldeanos a
abrasar el molino en su totalidad (inicio de la acción, prolongación directa de
“El
Dr. Frankenstein”) para borrar toda traza del monstruo sintetiza
notoriamente esta necedad intolerante. III)-
“La
novia de Frankenstein” es una exquisita y perfecta fábula reflexiva
(como puede serlo el “Freaks”, 1933, de Tod Browing),
condensada en una escena básica y significativa: aquella en la cual la criatura
descubre su imagen al reflejarse en el agua de un estanque. En el siguiente
film de la serie, “La sombra de Frankenstein” (pasada después por TVE y
comercializada en Vídeo y DVD con la traducción literal de “El
hijo de Frankenstein”), el pobre ser se contempla en un espejo y se
aparta con aversión pero en “La novia de ...” el sentido es más
fecundo porqué el monstruo golpea con rabia su imagen reflejada en el agua...
IV)- Al igual que “La
bella y la bestia”, de Jean Cocteau (1946) o el citado “Freaks”
(“La
parada de los monstruos”, de Browing se nos demuestra de forma clara
que la fealdad física no equivale a la fealdad moral; la superficialidad y la
ignorancia conllevan a la criatura a la soledad, elemento esencial del resorte
dramático...
V)- La figura del Dr.
Septimus Pretorius (Ernest Thesiger) es un gran hallazgo. Posee una
colección de homúnculos creados y
esclavizados por él, refutación al mecanismo y automatismo seco de la primera
versión. Al no poder convencer a un lloriqueante y dolorido Frankenstein para
reanudar sus experimentos y conseguir crear una compañera para el monstruo ---
lo cual podría llevarle a liberar su instinto agresivo en contra de la sociedad
--- hace raptar a la joven esposa de Henry por el propio monstruo a quien
persuade de la factibilidad de la teoría sobre la unión de la pareja
artificial.
VI)- Antes de
tropezar con Pretorius la criatura había sido apaleada, crucificada y encerrada
en una mazmorra por parte de los aldeanos. Logrará huir aterrorizando a toda la
localidad gracias a su hercúlea fuerza. Deambulando por el bosque topará con un
viejo ermitaño ciego el cual al tomarle por un mendigo idiotizado le ofrece
comida, techo y le enseña los rudimentos del lenguaje. Le dice que el fuego no
siempre es malo (el monstruo gruñe cuando el buen hombre enciende un puro) y
luego con un violín desgrana las deliciosas notas del “Ave María” de Franz
Schubert para después darle a beber un baso de vino. Tiempo después Pretorius
le dará otro baso de vino pero este es distinto: es el vino de la esclavitud,
no el de la amistad.
VII)- Más inteligente
que los demás enemigos del monstruo (los aldeanos), Pretorius solo le utiliza
para llevar a término sus planes o sea la creación de la mujer artificial para
su propio provecho personal: su éxito mediante la ciencia sin importarle los medios
y sin ningún escrúpulo (al igual que el Dr. Moreau de “La isla de las almas perdidas”
o el Frankenstein moldeado por Terence Fisher y producido por Hammer).
Presionado y chantajeado, el titubeante Henry accede a los planes del siniestro
y afeminado Pretorius: los dos científicos trabajan día y noche, observados por
el monstruo, y así la segunda criatura artificial es creada y vivificada como
lo fue la primera.
VIII)- Como una
pavorosa Nefertiti de cabellos electrizados, el monstruo femenino aparece como
una sublime y apocalíptica visión. Su compañero se acerca y le acaricia la mano
pero ella grita de terror al ver su espantoso aspecto. Un terrible furor se
apodera del monstruo (“Me odia como todos”, susurra) al
verse rechazado por un ser de su propia especie y toma la determinación de
buscar la paz en la muerte. Dejará huir a Frankenstein y a su esposa Elizabeth
(Valerie Hobson, en “El Dr. Frankenstein” era Mae Clarke)
y procede a volar el laboratorio en cuyas ruinas quedará sepultado junto con su
artificial consorte y Pretorius. Mientras baja la palanca que provocará la
explosión contempla con lágrimas en los ojos a quien debía ser su pareja que
sigue mirándole y gritando. Antes del desenlace ella se abrazaba continuamente
a Henry, quizás para pedir protección, quizás porqué se sentía enamorada o,
puede que, por ambas cosas...
A ochenta años de su realización, “La
novia de Frankenstein” conserva su sabor añejo de obra maestra, para
los auténticos clásicos el tiempo es un factor positivo y cada vez que se
repite su visión se le ven más cosas; como si se contemplara un cuadro de un
gran pintor o se escuchara una sinfonía de un gran músico. Para los verdaderos
clásicos no pasa el tiempo...
Narcís Ribot i Trafí
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