Un escrito de hace 30 años
Varias veces he hablado en revistas y fanzines
sobre el británico Terence Fisher (1904-1980) --- y lo seguiré haciendo siempre
que pueda --- porqué es uno de los más grandes realizadores del género fantástico.
Terence Fisher en plena infancia perdió a su padre y trabajó en diversos
oficios sin tener claro a que se dedicaría (fue, entre otros oficios, marino
mercante). Es a principios de los treinta cuando entra en la industria
cinematográfica y llega a ser ayudante de montador y después montador. Sus
largas horas en las salas de montaje le servirá como experiencia cuando acceda
a la realización. Su primera película como director será en 1948: “Colonel
Bogley” iniciándose en films de pequeños presupuestos para consumo más
bien interior. Será en 1951 cuando entre en Hammer Films una de las modestas
productoras que seis años después gracias a Fisher será conocida mundialmente.
A partir de ahora Fisher y Hammer estarán estrechamente unidos aunque realice
algún film para otras productoras y alguna coproducción (como “El
collar de la muerte”, 1962, rodada en Irlanda y Alemania, una aventura
de Sherlock Holmes).
Hammer Films fue
una pequeña compañía cinematográfica fundada por el actor William Hinds (con el
pseudónimo de Will Hammer) en asociación con Enrique Carreras. Cuando
distribuyan películas americanas en Inglaterra Enrique será substituido por su
hijo, el coronel James Carreras y después por su nieto Michael Carreras. Por su
parte, Will Hinds será reemplazado por su hijo Anthony Hinds el cual firmará
algunos guiones de la empresa como John
Elder. Animados por la buena acogida en taquilla de dos films de Fisher
pre-góticos, “Four Sided Triangle” (Hammer, 1953) y “Spaceways” (Hammer y
Lipperts Pictures, 1953) y, sobre todo, “The Quatermass Xperimen” (“El
experimento del Dr. Quatermass”), de Valt Guest (1955), tuvieron la
feliz idea de entrar en el cine fantástico. A pesar del lógico interés
comercial revitalizaron totalmente los mitos clásicos (una cosa no tiene que
contraponerse a la otra) tocados en los años treinta por Universal en estados
Unidos y un tanto por ciento muy elevado de estas renovación temático-
artística la deberán a Terence Fisher y su concepto de “fantastique” respetar el
comerciante Carreras las ideas y decisiones del realizador aunque fuera de
forma relativa (muchos productores tienen la mirada fija en la taquilla, más
que en la creación artística, esto no es ningún secreto). Terence Fisher fue un
gran director gracias a su “savoir faire” y Hammer Films le debió prácticamente
todo. Dejando aparte las críticas negativas --- cuya lectura, hoy en día, causa
vergüenza ajena --- hoy en día se reconoce a Fisher como gran realizador, hace
años solo éramos más bien pocos (aficionados, fanzines y reconocimientos en
revistas como “Midi Minuit Fantastique” en Francia y, posteriormente, nuestra
añorada “Terror- Fantastic”). Hará unos treinta años llegó de Francia el
libro de Stephanie Bourgoin, “Terence Fisher” (Ediling, París,
1984) el cual me impresionó. Aparte de algún estudio hemos tenido que esperar
treinta años para ver publicado en formato de libro en castellano un estudio
sobre Terence Fisher y ello gracias a la iniciativa de Joaquín Vallet Rodrigo
(*). Pues bien, el libro de Bourgoin --- y algún que otro trabajo--- me indujo
a escribir este breve recordatorio sobre el cine de Fisher. Y hace de ello 30
años. Ahora lo reescribo con algún arreglo.
La puesta en
escena fisheriana ofrece con toda riqueza lo narrado en el guión con una
estructura ejemplar; Fisher ha sido quizás el único realizador del género que
valora el contenido del plano, prácticamente no hay “zooms” de los que tanto
abusan los rutinarios (o al menos, una gran parte) realizadores del fantástico
actual (hay uno en “Curse of the Werewolf”, cuatro en “Nigth the Big Heat” y dos
en “Frankenstein
and the Monster from Hell”), evita la recreación en la escenografía sin
parar a llamar la atención en sus aspectos más ostensibles, no hace forzar el
decorado por la planificación (como Mario Bava), los objetos no chocan ni
violentan los encuadres (Roger Corman), como ya dijo un comentarista, y los
pocos “flash- back” están insertos en la narración. Tomemos como
ejemplo “La maldición de Frankenstein” (1957): en la cárcel el barón
explica a un sacerdote la trágica aventura que ha de llevarle al cadalso por
experimentar en lo ”prohibido” y colocarse contra la sociedad y el orden de
esta, o sea en su totalidad es un “flash back”; en “Drácula”
(1958) la estancia de Jonathan Harker en el castillo, la secuencia del Antiguo
Egipto en“ La momia” (1959) o la escena inicial “de época” de “El
perro de los Baskerville” (1959) cumplen la
función tradicional del flash- back, evitando interrumpir la
narrativa y volver a ella lo que muchas veces resulta fatigoso.. Los
movimientos de cámara crean la angustia por los largos “travelling” a través de
decorados desiertos como en la obertura de “Drácula”, las amplias
salas de “Drácula, príncipe de las tinieblas”, la profundidad del
laboratorio en “La maldición de Frankenstein” y “Revenge of Frankenstein”
(1958), el primero más macabro y el segundo más “verniano”, el castillo abandonado y los bosques
circundantes por donde se desplaza la monstruosa criatura de “La
Gorgona” (1964), etc., llegando con ello a sugerir la presencia del
peligro, escondido tras las columnas u objetos y ya va siendo hora de decir que
el cine de terror fantástico ha de inquietar al espectador interesado ---
puesto que el acontecimiento fantástico transgrede las leyes de “la normalidad”
--- y no hacerle vomitar ante escenas de sangre y vísceras. Desgraciadamente los
responsables del fantástico (¿) actual no lo ven así e intentan horrorizar
groseramente con lo dicho además de ensayar impactos en forma de sustos
subrayados por sensaciones previsibles (p. e. la música en tono creciente en
forma muchas veces inoportuna) intuidos por la mayoría de espectadores.
Raramente el personaje “fantástico” es aislado en el plano; para Fisher, el
monstruo ha de estar integrado perfectamente en la sociedad. De esta forma lo
coloca con los seres humanos en el mismo plano. La violencia que encontramos en
los temas fisherianos está plenamente justificada y llega allí donde Universal
y contemporáneos no podían ni soñar. Por ejemplo la escena de “grand-
guignol” --- excelente, por otra parte --- de “Drácula, príncipe de las
tinieblas” que consiste en degollar a un asesinado cuya sangre servirá
para dar nueva vida al conde; la vampirización de Harker y el inicio de
contaminación de Mina en “Drácula”, así como la primera visita
del vampiro a Lucy están puramente sugeridas (ventana abierta, hojas muertas
otoñales se agitan al son del viento en el balcón), escenas que los temibles
Lucio Fulci y otros Jesús Franco, blasfemos del fantástico y reyes de lo
gratuito, se recrearían en mostrarnos los detalles más morbosos de manera
totalmente desagradable. Si bien Fisher fue uno de los primeros realizadores en
mostrarnos escenas de sangre no lo hace nunca de forma gratuita como ejecutan tantos
imitadores ya que todo está en función de la historia.
En “La
maldición de Frankenstein” y “Curse of the Werewolf” (1961) prepara
un contexto adecuado cuidando al máximo el índice de los detalles para la
aparición del monstruo, más importante que luego mostrarlo. El hecho de que sus
films sean en colores (la mayoría) acentúa esta sensación de “fantastique”,
jugando siempre con la gama de coloración como
símbolo antagonista (la sangre sobre el puro y blanco camisón de Mina en
“Drácula”),
aquel tono verde entre lo misterioso y maléfico que envuelve la obertura de “La
momia” se contrapone a lo cotidiano...
Fisher jamás recurre
a los “chocs” tradicionales y los sustos fáciles tan en boga hoy en
día (con la excepción de “S. O. S., el mundo en peligro”
(Planet Films Productions, 1966), a veces sugiere el contraste violento con un
montaje de planos antinómicos, cfr., en “El cerebro de Frankenstein” (1969)
el barón se felicita de la tranquilidad reinante en la pensión de Ana e
inmediatamente vemos a un loco gritando en su celda de un manicomio,
Frankenstein hace asesinar a su criada por el monstruo y seguidamente le vemos
pedir a su novia que le pase la mermelada en la hora de la comida (“La
maldición de Frankenstein”).
Para los planos
estáticos de diálogo rehúsa utilizar la vulgar técnica de muchos realizadores
de TV sino planos largos incluyendo a los interlocutores cubiertos de grandes
planos en campo/contracampo. Con frecuencia dedica un plano a un objeto, p. e.
a) crucifijo, b) escalpelo, c) estaca de madera, luego la cámara retrocede
rápidamente para incluir a los personajes y de esta forma Fisher juega con
minuciosidad en su valor simbólico dando tono al resto de la escena:
crucifijo/exorcismo contra los vampiros, escalpelo/operación a realizar por
Frankenstein, estaca/destrucción del vampiro.
A notar la valoración
de las estancias (perfectamente detalladas) en base de las dicotomías
tranquilidad/inquietud, cotidiano/fantástico, bello/horrible: la confortable
mansión de los Frankenstein en contraposición al espantoso laboratorio del
profesor donde experimenta con diversos cadáveres para crear vida “La
maldición de Frankenstein”), la apacible y burguesa residencia del Dr.
Jekyll con el cabaret ruidoso (“Las dos caras del Dr. Jekyll”,
1960), el fuego y el calor de la posada con el tenebroso castillo de Drácula (“Drácula”
y “Drácula,
príncipe de las tinieblas”) o del barón Meinster (“Las novias de Drácula”,
1960), la victoriana mansión de los Banning con un Egipto tan exótico como
sugerente de terrores milenarios (“La momia”, 1959), la cómoda
habitación del profesor Karl Meister con el pavoroso bosque por donde deambula
Carla Hoffman la mujer que involuntariamente se transforma en la legendaria Medusa
Gorgona (“The Gorgon”, 1964, estrenada en España en soporte DVD como “La
leyenda de Vandorff”), uno de los films más poéticos de Fisher.
Otro punto
importante es la oposición del bien con el mal personificado en dos figuras:
conde Drácula/profesor Van Helsing (“Drácula”), barón Meinster/profesor
Van Helsing (“Las novias de Drácula”), Kharis/el arqueólogo John Banning (“La
momia”), el líder de una secta satánica, Mocata/duque de Richleau (“The
Devil’s Rides Out”, 1968, conocida en España en DVD como “La
novia de Satán”, Dr. Namaroff/profesor Meister (“The Gorgon”), Drácula/abad Sandor (“Drácula, príncipe de las tinieblas”)
o en la lucha interior de un mismo personaje: León Carido/hombre-lobo (“Curse
of the Werewolf”), Dr. Henry Jekyll/Mr. Edward Hyde (“Las
dos caras del Dr. Jekyll”) o Carla Hoffman/Gorgona (“The
Gorgon”). El mal se presenta siempre como muy atractivo: aristócratas
que viven de la sangre humana a causa de la maldición del vampirismo (Drácula,
Meinster), el marqués Siniestro cuyos actos perversos serán consecuencia de la
maldición licantrópica (“Curse of the Werewolf”), el malvado sir
Hugo de Baskerville, devorado por el fantasmal mastín en la obertura de “El
perro de los Baskerville”, 1959), mientras el bien será representado
por austeros hombres de ciencia (el profesor Meister, el Dr. Van Helsing, el
arqueólogo Banning o el mismo detective Sherlock Holmes, incluido como tal en “El
perro de los Baskerville”).
La conclusión
triste es que en el fantástico actual no hay hombre como Terence Fisher ni en
las coordenadas de la industria cabe la construcción geométrica más perfecta
del género.
Narcís Ribot
i Trafí
(*)- Joaquín
Vallet: “Terence Fisher”. Ediciones Cátedra. Colección “Signo e
Imagen/Cineastas” (2013). Primer ensayo en español en formato de libro. Muy
interesante en todos los aspectos, como por ejemplo la profundidad del estudio
o la aportación inédita de datos sobre films de Fisher pre- Hammer o pre
periodo fantástico.
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