VAN HELSING O INDIANA JONES CONTRA EL IMPERIO DE LAS
TINIEBLAS
En el capítulo final de su ya clásico libro sobre el cine
de aventuras, Luis Pérez Bastias se quejaba –con toda razón- del lamentable
estado del cine actual. Si el cine sigue siendo negocio es porqué da a un
público juvenil (poco o nada conocedores del 7º arte, poco o nada cuestionadores
si no es su propia comodidad y diversión) lo que ellos piden pero no a las
multitudes de antaño, desertoras de las salas. Si el cine de una sociedad decae
artísticamente las nuevas generaciones influenciadas por el mismo decaen
imaginativamente con él. Una de las (muchas) razones del bajo nivel cultural de
mucha parte de nuestra juventud reside en las películas que les nutren, tan
lineales como violentas, en función de provocar siempre una reacción
previsible, no muy distinta del sabor de un helado o de las sensaciones de un
concierto de rock. El cine no es (no debería ser) solo una forma de diversión,
ante todo es una manera de educar, de hacer pensar. Pero este punto está hoy en
día totalmente olvidado. El cine de género, siempre a base de ordenadores y de
efectos especiales gratuitos en su mayor parte vive de fórmulas exitosas del
pasado. La feísta y chirriante serie de “Indiana Jones” parece ser la base
inspiratoria, exagerada y aumentada, de todo el género de aventuras,
ciencia-ficción, fantasía o terror. Así, la última película que visioné, “Van
Helsing”, de Stephen Sommers, responsable de “asesinar” el personaje de la momia
(“La momia” y “El regreso de la momia”) realiza esta película donde Van
Helsing -aquí llamado Gabriel, no
Abraham como en la novela de Bram Stoker-
nada tiene que ver con el profesor con conocimientos extracientíficos,
antítesis del conde Drácula y del vampirismo sinó que es un símil de Indiana
Jones, substituyendo el látigo por la ballesta lanzaestacas, puñales de plata,
discos voladores, agua bendita, etc. A estas alturas decir que este Van Helsing
está enviado por el Vaticano para erradicar el mal y que tiene un simpático
fraile erudito en monstruosidades como escudero (como don Quijote y Sancho
Panza) carece de toda importancia. No critico el “poutpurri” montado por
Sommers de personajes terroríficos; Universal lo hizo en su tiempo (este “Van Helsing” tiene parte de producción de
Universal) pero las películas de Roy William Neil (“Frankenstein y el
hombre-lobo”, 1943), las dos de Erle C. Kenton (“La zíngara y los monstruos”,
1944 y “La mansión de Drácula”, 1945), incluso la parodia de Charles T. Barton
(“Abbot y Costello contra los fantasmas”, 1948), tenían una dignidad que el
film de Sommers está lejos de poseer, pese a sus adelantos técnicos.
Aquellas películas señalaron la
decadencia de un género que volvería una década después con Hammer y Terence
Fisher a la cabeza (por cierto, Hammer jamás realizó la mezcla de personajes
fantásticos, solo el experimento de “Kung-Fu contra los 7 vampiros de oro”),
logrando las más altas cimas artísticas.
Hoy en día es todo lo contrario en
el género, lo artístico no se busca como intuición de un realizador y su equipo
sinó el rendimiento en taquilla, el éxito comercial y nada más: “marketing”,
informática, efectos espectaculares y, por supuesto, nada de reflexión. Sommers
parece seguir los pasos de cintas tan olvidables como la espantosa “Underworld”
o la muy mediocre “La liga de los hombres extraordinarios” pero, dentro de lo
negativo, consigue elevar el interés. La película es del género “maravilloso”,
no fantástico, porque las escenas de vida cotidiana, “humanas” también son
fantásticas (p.e. los caballos que literalmente vuelan para saltar un puente
volado), la acción es trepidante sin reposo (lo que no es totalmente positivo)
pero este dudoso factor y el respeto por las leyendas (que no tiene, p.e. un
bodrio como “Entrevista con el vampiro”) hacen mirar el producto con cierta
simpatía.
Los personajes en sí no son de lo
mejor: el conde Drácula (Richard Roxburgh) habla y actúa con acento
gradilocuente y amanerado, está lejos de la fantasmagoría de Bela Lugosi o de
la inolvidable presencia de Chistopher Lee, al menos le veo más convincente que
el titubeante Gary Oldman del sobrevalorado film de Francis Ford Coppola, sus
tres novias, presentes en la novela de Stoker, más que sugerir/insinuar parecen
estar en estado de orgasmo permanente, el monstruo de Frankenstein se pasa la
película maldiciendo a Drácula y a los vampiros, es un sufridor nato ( en esto
se acerca a la novela de Mary W. Shelley) y su aspecto es clásicamente
karloffiano con toques al Dave Prowse del “Horror de Frankenstein” y al Kiwi
Kingston de “Evil of Frankenstein”. Poca opción se le da al actor Shuler
Hensley aunque su personaje está creado para servir al conde Drácula. Así
también el hombre-lobo (Will Kemp), hermano de la heroína. La transformación
por ordenador ha mejorado la técnica, así el actor del licántropo solo ha de
actuar en forma humana…pero yo prefiero la figura más antropomórfica de un
Lawrence S. Talbot (Lon Chaney Jr.), un Leon Carido (Oliver Reed, el único
licántropo de Hammer, albino) o un Waldemar Daninsky (Paul Naschy).
El prólogo en blanco/negro es
corolario de la acción a desarrollar. El Dr. Frankenstein (muy parecido al
Colin Clive de la clásica película de James Whale) da vida a su criatura. Sus
experimentos han sido financiados por Drácula que necesita a la criatura porqué
desea descendencia y el vampiro al ser un no-vivo sus vástagos nacen muertos.
El profesor, ante la perspectiva, se rebela y es asesinado por el conde. El
monstruo, lloriqueante, arroja a Drácula a un hogar encendido pero como en la
más profunda y auténtica leyenda, que no todos los cineastas han respetado, el
fuego no puede destruir a los vampiros, el conde sale prácticamente carbonizado
y, poco a poco, se va regenerando. El monstruo huye con el cadáver de su
creador perseguido por los aldeanos quienes prenderán fuego a un molino donde
el fugitivo se había refugiado pero, al igual que la cinta de James Whale, no
morirá allí.
Mientras tanto Van Helsing destruye
al Dr. Jekyll –Mr. Hyde en Notre-Dame de París (¡) y se embarca para la
destrucción del terrible vampiro que ha podido ser inmune –mediante pactos satánicos-- a las estacas y
a la plata. ¿Cómo destruirle? En claro homenaje a Jacinto Molina –Paul Naschy,
finalmente solo la mordedura del licántropo lo conseguirá. He aquí el
argumento. De lo más delirante…………….
NARCÍS RIBOT I TRAFÍ
Al.lucinant!!!!
ResponderEliminar