“Un arte que tiene vida no restaura
las cosas del pasado, las prosigue” (Auguste Rodin)
UNO- LA ESCULTURA EN EL SIGLO XIX. Durante mucho tiempo se creyó, generalmente hablando,
que el interés artístico de la escultura en el siglo XIX no podía compararse al
de la pintura. Causas: 1) notable dependencia estilística y topológica de
modelos anteriores, 2) derivación continua hacia los aspectos descriptivo-
literarios, 3) su ligazón a empresas políticas y/o económicas, 4) la
dificultad, por razón técnica, para integrarse en forma rápida en el sendero de
los movimientos culturales de otras artes renovadoras en el tiempo y 5) la
invisibilidad/inexistencia, en principio, de un itinerario lógico y coherente
para convertirse en elemento transgresor presente/exigible en cualquier obra de
arte. Sin embargo, con gran libertad estilística, y a pesar de todo, el siglo
XIX es uno de los más prolíficos en la consecución de obras escultóricas,
superior incluso al de la propia pintura, además de permitir, dada su
espectacularidad literaria, de abrir puertas a su capacidad para expresar la
integración de las artes.
Durante mucho tiempo la escultura
decimonónica fue ecléctica, vivía /copiaba lo realizado anteriormente pero en
el último cuarto de siglo se llevaron a cabo diversas experiencias renovadoras
(también en la pintura). Estaba claro el no poder interpretar escultóricamente
todos los principios del Impresionismo Pictórico, solo algunas coincidencias
(la obra de Medardo Rosso, p. e.). Se observan cambios importantes en el arte
de esculpir, tanto en la valoración de los aspectos concretos (volumen,
espacio, sugerencia, textura, vitalidad formal) omitiéndose otros valorados
anteriormente (sentido narrativo, teatralidad, virtuosismo técnico, acabado).
Aquí hace su aparición Auguste Rodin
(1840- 1917), último bastión de la materia en servicio del soporte literario y
un sentido plástico completamente nuevo en heterogeneidad de interpretaciones
personales enlazadas tanto en la mentalidad realista como en la simbolista. Sus
esculturas parecen estar en movimiento, la vida late debajo de la superficie
escultórica como en Miguel Ángel Buonarroti o en Gian Lorenzo Bernini.
Menospreciado y atacado por aquella crítica, siempre existente, opuesta a
cualquier innovación, se le reconocerá después como uno de los escultores más
grandes de todos los tiempos mientras la crítica negativa y destructiva será
olvidada para siempre...
DOS- FRANÇOIS- AUGUSTE- RENÉ
RODIN nació y falleció en París (1840- 1917), vivió, pues, 77 años.
Procedía de una familia humilde, su padre, Jean- Baptiste, instalado en Paris
desde 1830, era empleado de la Jefatura de Policía y su madre, Marie Cheffer,
casó con su esposo en segundas nupcias. Rodin estudió en la escuela de los “Frères
de la doctrina chrétienne” de Nancy para después, 1850, empezar a
dibujar y a los 14 años entró en la “Escuela Imperial Especial de Dibujo y
Matemáticas” aprendiendo a dibujar
y modelar de memoria guiado por el pintor Horace Lecoq aún con técnicas
aceptadas como tradicionales y académicas y consiguió ganar varios premios pero
no entrar (intento en tres ocasiones) en la Escuela de Bellas Artes. Tras
abandonar la carrera eclesiástica al descubrir no tener vocación se centró en
el arte de la escultura pero con métodos ya no tradicionales. Estudió anatomía
con Antoine Louise Barye en el Museo Nacional de Historia Natural y aprendió
mucho para su futura carrera con el escayolista Constant. Ganó algunos premios
más, trabajó para el Museo del Louvre y en la Galería de Estampas de la
Biblioteca Imperial, moldeó estatuas decorativas, contribuyó en la
reconstrucción urbana de París como ayudante de Georges Eugène Haussmann y en
1860 da su primera escultura conservada de él: ”Busto de Jean- Baptiste Rodin”,
su padre, de estilo totalmente neoclásico.
Rodin elabora en 1863 ”El
hombre de la nariz rota”, primero rechazada por el Salón de París,
luego aceptada (inicio de su reconocimiento, al menos de forma oficial), época
en la cual traba amistad con el pintor y escultor Jean Baptiste Carpeaux. Al
año siguiente entró en el taller del escultor Albert- Ernest Carrier- Belleuse
(trabajó como marmolista de 1864 a 1870) con el cual tuvo siempre una gran
amistad.
Había estudiado a fondo la escultura
clásica y a su admirado Miguel Ángel. Al igual que los pintores impresionistas
restó importancia al acabado de la obra dejando algo a la imaginación del
espectador (en alguna ocasión dejó la piedra sin trabajar para dar la impresión
que su figura surgía del caos y tomaba forma). En principio, al menos, dependió
del sistema artístico tradicional (salones, academia, encargos públicos) y en
sus primeras obras había ya influencias de Miguel Ángel y de Donatello (Donato
di Niccolò di Betto Bardi) pero ya anunciaban el estilo personal y plasticidad
a venir. Esta convivencia tradicional- nuevo fue importante lo cual sirvió para
que el gobierno francés le confiara “Las puertas del Infierno” (encargada
en 1880), puerta para la entrada del futuro Museo de Artes. Basada en “El
Infierno” de Dante Alighieri, esta obra nunca llegó a crearse
(monumental grupo escultórico que debía medir aproximadamente seis metros de
alto por cuatro de ancho) pero sus esquemas y planos sirvieron para campo
experimental en donde introducía y variaba figuras luego independientes como “El
pensador” (1881), “El beso” (1881) o “Danae”
(1885).
En su primera obra importante, “La
edad del bronce” (estatua en bronce de un hombre desnudo, tamaño
natural de 72 pulgadas de alto, 1875-76) fue acusado falsamente de sacar
directamente los moldes del cuerpo del modelo y no de una arcilla moldeada por
el artista como ha de hacerse en el vaciado. Era demasiado perfecta y no le
creyeron pero salió triunfante además de reconocido como gran escultor. Entre
las amistades que le apoyaban estaba Edgar Degas, pintor impresionista (y
también escultor). A continuación cayeron sobre él ofertas de todo tipo:
monumentos, retratos, etc. Una vez llegado aquí podríamos decir que
anatomicamente falta lógica de proporción pero es voluntariamente utilizada
para subrayar los sentimientos. El proceso de elaboración de sus esculturas es
el vaciado, elaboradas en principio con yeso. Primer paso para conseguir la
representación fidedigna del estado interior.
Había demostrado sobradamente su
competencia y vocación cuando trabajaba para Carrier- Belleuse creando objetos
de decoración cuyo destinatario era la aristocracia francesa. Se considera “La
joven con sombrero de flores” (1865) como una de sus obras primerizas
(con reminiscencias rococó) y ya independizado realiza “Alegorías de las artes y las
ciencias”, tres figuras del “Monumento al burgomaestre J. F. Loos”
y una “Cabeza de Beethoven” para el patio del Conservatorio Real de
Música, todas ellas en Bruselas. Después de un viaje a Italia --- donde admira
y estudia la obra de Donatello y Miguel Ángel (1875) --- elabora el mismo año
la ya citada “La edad de bronce” con la cual se produjo el escándalo
comentado.
“El hombre de la nariz rota” estaba
en un principio entre sus primerizas obras incomprendidas por creer el público
y crítica que estaba inacabada al igual que “El Monumento a Balzac”
(1892-1897), también rechazada al principio. Se consideraban inconclusas,
asimismo, “Torso” (1884) o “El hombre que camina” (1907),
inspirándose en la escultura de Grecia y Roma (“La Venus de Milo”, a la
cual le faltan los brazos que nunca tuvo y algún “listillo” había insinuado el
deber de ponérselos). Todas ellas serán reivindicadas y valorizadas más tarde,
al igual que “La Catedral”, (1908) – titulada también “El arco de la Alianza”
--- escultura representando un par de manos, la herramienta con la cual el
hombre crea. A resaltar el detallismo y el contraste (superficie rugosa en
donde descansan las manos y superficie lisa para la piel).
“El pensador” es una de las obras
escultóricas más características de Rodin, con una carga psicológica muy
importante mientras “El beso” contiene una curiosa
sensación de movimiento: según el ángulo de visión del espectador las dos
figuras parecen besarse y no según otro
ángulo. “Los burgueses de Calais” (1884- 1889) es un conjunto escultórico de seis personas, también una de
sus obras más importantes (los seis burgueses que en 1347, al inicio de la
Guerra de los 100 años, dieron su vida por los habitantes de la ciudad).
La expresividad es una de las
características más relevantes de Rodin. Refleja en cualquier figura el
sentimiento deseado con sensaciones diferentes según el punto de vista...
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